54
Jungkook.
Mi primera excursión con el colegio en cuatro años, al menos mi primera yendo en todo este tiempo, porque obviamente el centro había organizado muchas más a las cuales ni yo ni mis amigos asistíamos. No era comparable una salida a algún albergue en el campo, que quedarse en casa y por la noche salir de fiesta.
Pero ahora sí que era comparable, y la salida superaba en creces cualquier otra opción por el simple hecho de que estaba Yoongi.
El castaño no dejaba de pegar saltitos y sonreír con emoción a cada detalle que se le ponía por delante. Estaba tan impaciente que me debatía entre abrazarle y estrujarle por lo adorable que se veía o tirarme por un puente por lo nervioso que me ponía. ¡Solo era una excursión, por favor! Y encima con el colegio. El plan seguía siendo completamente aburrido si excepcionábamos las compañías, pero de igual forma ahí estaba él, igual de contento como si estuviera viviendo un sueño.
Y a su lado Taehyung, escuchando música e ignorándole fingiendo estar dormido. No lo estaba, porque cada dos segundos miraba el móvil y respondía algún mensaje. El caso, era que él estaba al lado de Yoongi y yo no. Y todo por culpa de los malditos profesores y su manía de ordenar los asientos como les da la gana.
Por ese mismo motivo yo tenía que aguantar a un tipo rubio con el que jamás había intercambiado ni media palabra. Algo me decía que era al que acosaban Bambam y Mark, pero tampoco tenía interés en conocerlo más allá de aquello, por eso me limité a imitar a Taehyung, ponerme los cascos y pasar con los ojos cerrados la mayor parte del tiempo que duraba el viaje.
Unas cuatro horas, aproximadamente.
¡CUATRO! ¡HORAS!
Cuatro malditas horas pegado a un desconocido para terminar llegando a una casona de madera perdida en medio de la nada. Bueno, en medio de una especie de bosque con muchos árboles y plantas que te pedían que no te acercaras a gritos.
— ¿Ya han llegado los demás cursos? –levanté la vista hasta Taehyung. Yo me encontraba agachado, atándome los cordones de mi zapatilla, aprovechando que todo el mundo se había parado a la espera de que llegaran los demás autobuses. Veníamos los cuatro últimos cursos, y aún faltaban el de Jimin y uno más arriba por llegar. Seguro que por eso Taehyung se preocupaba, por el pelinegro– A mitad del trayecto Jimin dejó de responderme a los mensajes... –murmuró mordiéndose el labio inferior con preocupación. Yo rodé los ojos y me puse en pie, haciéndole a un lado mientras buscaba una cabellera castaña con la mirada. – Yoongi ha ido al baño, si es a quien estás buscando.
— ¿A qué baño? –pregunté desconcertado. Pues aún no podíamos entrar en el alojamiento y estábamos en medio de la nada, por lo que pocos cuartos de aseos podría encontrar en ese momento.
— Yo que sé –esta vez Taehyung fue quien me hizo a un lado al escuchar el sonido de un autobús. Comprobó que no era el de Jimin, suspiró decepcionado y volvió a mirarme –dijo que se hacía pis.
— Voy a buscarle –informé sin mirarle, pasando de largo y adentrándome en la multitud sin molestarme en despedirme. De todas formas en la mente de Taehyung en esos momentos solo estaba el emo, así que tampoco le molestaría mucho. A lo lejos vi a NamJoon, quien había venido colado en el bus de los de un curso más alto. No le saludé, pues estaba bastante ocupado intentando meterle mano a SeokJin.
Igualmente tampoco era mi objetivo, así que no me importó en absoluto.
Lo que sí que me importó es que pasaron casi diez minutos y la cabellera castaña que tanto rato llevaba buscando, no aparecía por ningún sitio. En nada iba a llegar el último autobús, y después de eso entraríamos a la casona. Además, ya estaba anocheciendo y no sería recomendable estar solo a esas horas en tal lugar.
Eché un vistazo a mi reloj de pulsera y no lo pensé dos veces antes de adentrarme entre los árboles que rodeaban la zona. No me estaba alejando mucho, aún podía escuchar todo el barullo de los alumnos, pero sí que llegué a un punto en el que las hojas se volvieron demasiadas como para dejarme visualizarles.
Y entonces le vi a él.
Estaba de rodillas, con medio cuerpo enterrado en unos matorrales, y no paraba de soltar pequeños quejidos cada tres segundos. Sí, le había reconocido con solo la imagen de su trasero, pero es que aquél pantalón de chándal se lo marcaba a la perfección. Sonreí y me acerqué a él, dándole un ligero azote para llamar su atención.
— ¡AH! –salió de golpe de entre las plantas, cayendo de culo al suelo y soltando un quejido en voz baja antes de levantar le vista y toparse conmigo. Hizo un puchero y se sobó el trasero mientras volvía a incorporarse, colocándose de nuevo a gatas. – Me asustaste, idiota...
— ¿Qué haces? –pregunté agachándome, quedando a su altura. Él volvió a meterse en el interior de las plantas, ignorando completamente mis palabras. – Pensé que ibas a mear.
— Ya he hecho pis –respondió distraídamente, revolviéndose entre los arbustos. Intenté echar un vistazo adentro, pero este era tan tupido que no conseguí ver absolutamente nada.
— ¿Y entonces porque no has vuelto con el grupo?
— Porque se me ha caído una cosa y no puedo coger—¡Auch!
— Te vas a hacer daño, sal de ahí –murmuré con seriedad, una para nada efectiva, porque siguió en las suyas, rebuscando y quejándose. – Yoongi, me has oído perfectamente.
— Ash, cállate que ya casi lo tengo... ¡Auch! ¡Ah! –esta vez no hizo falta que yo le dijera nada, pues inmediatamente salió él, retrocediendo y sentándose en la arena mientras cubría su mejilla izquierda– Me he hecho daño –declaró en casi un murmullo al encontrarse con mi reprensora mirada.
— Te lo dije –recordé por inercia. Me acerqué a él y agarré su mano, quitándola de en medio. – Déjame ver –ordené con firmeza, echando un vistazo a aquella zona que antes cubría con las manos. Había sangre, pero no era naga grave, tan solo un pequeño arañazo. – ¿Se puede saber que es lo que se te ha caído ahí dentro? –pregunté con curiosidad mientras agarraba uno de los pañuelos que Yoongi siempre llevaba encima y le limpiaba cuidadosamente la herida.
— Mi diario de dibujos... –tardé varios segundos en recordarlo, teniendo que retroceder muchos días en el tiempo, casi a primeros de curso. Fruncí el ceño y negué de forma disimulada, desagradado con el recuerdo de esos momentos. – Cuando vine a hacer pis vi una ardilla muy bonita, y fui a por el cuaderno para dibujarla. Pero cuando vine de nuevo, no estaba, y mientras la buscaba se me cayó ahí –señaló rencoroso el arbusto en el que tanto rato había pasado metido. Suspiré y le tendí el pañuelo, colocándome en cuclillas y limpiando mis rodillas de polvo. – ¿Qué haces?
— ¿En este dices que está? –señalé un matorral y asintió con desconcierto. Antes de que pudiera decir nada más, me acerqué y metí en el interior de este, sintiendo de inmediato los pichazos de las plantas por todo mi cuerpo, o al menos el que estaba en el interior. – No lo veo, Yoon... ¡ah, espera! –divisé un pequeño cuaderno a lo lejos. – ¡Ahí está! –intenté estirar mi mano para alcanzarlo, pero no llegaba ni a rozarlo. Fruncí el ceño e hice acoplo de todas mis fuerzas para adentrarme aún más dentro del arbusto.
— ¿Lo ves?
— Sí, sí lo veo –apreté los dientes, intentando estirarme más para alcanzarlo. – Diablos, Yoongi, que mierda hiciste para que se te cayera tan lejos.
— Estaba zarandeándolo para que el sonido de las hojas atrajese a la ardilla, ya sabes, porque se parece al de un árbol... –rodé los ojos, sin sorprenderme por la elaborada teoría del castaño. – Y bueno, pues salió volando.
— Ah, muy bien... –murmuré ligeramente molesto, más que nada porque las manos comenzaban a llenárseme de arañazos y tenía todo el pecho lleno de ramitas incrustadas. – Ya casi... –extendí unos centímetros más el brazo, apretando los dientes con frustración, y finalmente conseguí agarrar una esquina del cuaderno. – ¡Lo tengo! –exclamé sonriente, aún dentro del arbusto.
— ¿Lo tienes? ¿En serio? –comencé arrastrarme para salir de entre las plantas, y una vez estuve fuera, le tendí objeto a Yoongi, sonriendo por lo aliviado que se veía antes de comenzar a limpiarme la ropa. Estaba lleno de ramas y hojas. – ¡Gracias Jungkook, muchas gracias! –exclamó dando pequeños saltitos. La mejilla le sangraba por el arañazo, pero no parecía preocuparse por ello.
— Ahora volvamos con el grupo –asintió y me dio la mano, agarrando con fuerza el libro con la otra y apoyando su cabeza en mi hombro mientras caminábamos. – Te estuve buscando todo este rato, idiota.
— ¿Y por qué no me mandaste un mensaje al móvil?
— ¿Acaso lo llevas encima? –Negó rapidamente – Pues entones para que dices –se encogió de hombros y siguió avanzando. –Ten cuidado por estos sitios. Sobre todo ahora, que empieza a anochecer.
— No me dan miedo, Jungkook.
— ¿No? –negó riendo en voz baja. A lo lejos ya podíamos divisar al grupo del colegio, quienes habían comenzado a andar. No tardamos en acoplarnos al resto y seguir caminando entre los demás. – ¿No tienes miedo de que venga un monstruo y te coma? –negó con una sonrisa divertida, atrapando el labio inferior con sus dientes hasta casi hacerlo desaparecer.
— Los monstruos solo viven debajo de las camas, tonto.
— Ah, bueno – reí de forma disimulada, dándome por vencido ante su explicación. – ¿Pero y los hombres lobo?
— ¿Qué pasa con ellos?
— Ellos sí que están en los bosques. Podrían comerte o convertirte en uno. –me miró borrando la sonrisa de su rostro lentamente, lo que aumentaba la mía. – A lo mejor yo soy uno de ellos y no te lo he dicho...
— Es mentira –murmuró auto convenciéndose, porque por la mirada que tenía y lo fuerte que agarraba mi mano de forma inconsciente, nadie tomaría en serio lo de que no se lo creía. – Además, no me harías daño nunca.
Pensé en rebatírselo, en seguir bromeando y negárselo, alegando que por la noche se toparía con mis felinos colmillos, pero no pude. No podía decir negarme a ello. Era una de las pocas cosas con las que después de todo lo ocurrido, me costaba bromear.
Por eso me limité a asentir, estrecharle con más fuerza la mano, y besarle la cabeza antes de añadir.
— Nunca –volví a besarle y sonreí.
— ¿Ni aunque seas un hombre lobo?
— Ni siendo un hombre lobo.
— ¿Ni siquiera aunque fueras un vampiro y necesitases sangre para comer? –preguntó curioso. Ahora ya no estaba asustado, tan solo jugaba, como la mayoría del tiempo. Igual a mí eso me divertía.
— Me comería a otro.
— Pero imagina que solo estoy yo.
— Si solo estuvieras tú, no perdería el tiempo bebiendo tu sangre pudiendo hacer otras cosas –bromeé riéndome. Él se quedó un par de segundos pensativo, y cuando cayó en el significado de mis palabras, sonrió emocionado, haciendo el amago de soltar palabra, la cual interrumpí cubriendo su boca. – Sí, hablo de sexo, Yoongi. No vayas a gritarlo en medio de todo el mundo.
— No iba a gritarlo –murmuró indignado cuando quité la mano. – Además, ni siquiera iba a utilizar esa palabra.
— ¿Ah no? –negó aún rencoroso de que yo hubiera dado cosas por hecho, aunque en el fondo, seguía pensando que realmente iba a hacer eso. Era muy típico de él y no iba a cambiar de opinión solo porque lo negase. – ¿Y qué palabra ibas a decir?
— Iba a preguntarte que si las otras cosas que ibas a hacer era follarme –declaró sin pudor alguno, dejándome varios segundos impactado, al igual de todas las personas que andaban cerca nuestro. Tragué saliva, y rodé los ojos, intentando no darle importancia al que hubieran escuchado eso. – NamJoon hyung utiliza mucho esa palabra. Y Chanyeol hyung también.
— No repitas las palabras que aprendas de ellos.
— ¿Por qué? –preguntó ladeando la cabeza. – Tú también la dices. O decías. Ahora no lo haces tanto. –le ignoré intencionadamente al tiempo que cruzaba la puerta para entrar en la gran casona junto a los demás alumnos. Cuando volví a mirarle, Yoongi estaba tan embobado con su alrededor, que había olvidado el tema. Tal y como había imaginado. – Woooow~
En realidad, aunque la reacción de Yoongi fuera ligeramente exagerada, tampoco lo era por mucho. Aquel lugar era digno del precio que le había costado al colegio. Una entrada enorme, con un recibidor espacioso e impecable. Paredes y suelo de madera pulida y reluciente. Casi se asemejaba a la casa de campo a la que solía invitarnos Wonho, quien por cierto no había venido a la excursión, todos los veranos, con la diferencia de que esa estaba junto a la playa y era ligeramente más pequeña.
Pasé por el recibidor para apuntarnos a Yoongi y a mí en una misma habitación y que nos tacharan de las listas. Con suerte eran de dos, y la tendríamos entera para nosotros. Una vez cubrieron nuestros nombres con una gruesa línea y nos tendieron las llaves, subimos al tercer piso, donde se encontraba nuestro cuarto.
— ¡Yo quiero, yo quiero abrir! –me pidió emocionado, quitándome las llaves de la mano y metiéndola en la cerradura, la cual cedió al cabo de unos segundos que esperé con perfecta paciencia. Abrió la puerta y entró corriendo, devolvíendome la llave bruscamente un instante antes. – ¡MIRA ESTO! –exclamó emocionado mientras yo cerraba la puerta a mi espalda y entraba más tranquilamente, tomándome mi tiempo en dejar la llave sobre un pequeño escritorio junto a la pared y mi chaqueta del chándal sobre la silla que hacía pareja con este. Solo en ese momento miré a Yoongi, quien estaba saltando en la cama con las manos extendidas hacia el techo, intentando tocarlo. – Casi... llego... un poco... más...
— Te vas a caer, Yoongi –le avisé con un suspiro, acercándome a la pequeña cama individual en la que se encontraba por si acaso tenía que cogerle. Sí, por desgracia y obviedad, cada habitación tenía dos camas individuales separadas por una pequeña mesita de dormir. Ni siquiera creo que lo hicieran para molestar, simplemente no pensarían que hubiera alguien que quisiera usar una doble.
— ¡Lo he tocado, lo he—a—ah! –se tambaleó unos instantes, haciendo que reaccionara al segundo, acercándome a él. Por suerte, consiguió estabilizarse al segundo, y con una avergonzada sonrisa, se dejó caer en la cama sentado, y luego bajó al suelo. – No digas nada, porque no me he caído –declaró antes de pasar de largo, dirigiéndose esta vez a la ventana. – ¡Mira que vistas, Jungkook, mira!
— Miro, miro... –murmuré con cansancio, pues llevaba escuchando esa palabra desde que habíamos entrado al albergue. El noventa por ciento de las cosas con las cuales las había utilizado, no estaban a la altura, y esta vez no fue diferente. – Es de noche, Yoongi, no se ve nada.
— Mira arriba, bobo –me agarró del mentó y levantó el rosto, todo de forma innecesaria, ya que con elevar los ojos me habría topado con lo mismo. Y mi reacción también hubiese sido la misma, es decir, de completo asombro. – Hay muchísimas... –se refería a la cantidad de estrellas que vestían el cielo. – Es bonito, ¿verdad? –preguntó mirándome. Yo asentí sin bajar la vista, embobado con la bonita escena.
Nunca había visto algo así. Si lo hice de pequeño, no lo recordaba, y con mis amigos, pocos sitios frecuentábamos que se alejasen de la ciudad lo suficiente para no estar afectados por la contaminación lumínica. Y de todas formas, las veces que hacíamos esto último, no me paraba a mirar el cielo, solía toparme más con el suelo.
— Es precioso –declaré con total sinceridad.
— Dicen que son personas muertas.
— ¿Cómo que personas muertas? –pregunté extrañado por su intervención. Toda la magia del momento se había desvanecido, aunque en verdad tampoco me importaba tanto. Las estrellas seguían ahí y yo ahora miraba a Yoongi con la misma sensación.
— Sí –asintió con total convencimiento. – Que cuando alguien muere –trazó el camino con su dedo índice, señalando el horizonte y luego ascendiendo el brazo. – Sube al cielo –terminó haciendo el amago de coger una estrella y luego volvió a mirarme, sonriente por su teoría. – Eso dicen, al menos.
— ¿Y tú crees que es verdad?
— No lo sé. Quizás sí –se encogió de hombros y yo sonreí ligeramente, encariñado con su inocente imagen. – Quizás arriba hay un mundo de estrellas y cuando mueres aquí, pasas a vivir ahí.
— ¿Un mundo de estrellas? –Fui a cerrar la ventana al sentir como el frío de la nohe comenzaba a invadir el cuarto. Era tarde, y mañana deberíamos madrugar para cumplir con las actividades del colegio, porque después de todo era una salida de este. – ¿Cómo es un mundo de estrellas, Yoongi? –pregunté mientras empezaba a desvestirme. Él se sentó en la cama y frunció los labios en un pico, pensativo.
— Un mundo que brilla mucho, por eso no necesitan ningún sol. –colocó un dedo sobre sus labios brevemente, para seguir pensando, y antes de hablar, se inclinó para atrás en la cama, apoyándose sobre sus palmas extendidas. – Hacen fiestas de estrellas y cuando duermen tienen que taparse los ojos para que no les moleste la luz. Y además beben zumo de granada.
— ¿Zumo de granada? –reprimí una risa al tiempo que me quitaba la camiseta. – ¿Y eso por qué?
— Porque el zumo de granada es brillante y ellas brillan –declaró asintiendo. –Aunque el de naranja también brilla, así que no estoy completamente seguro.
— Y el de limón.
— Y el de limón –repitió metido por completo en su mundo. Cuando terminé de ponerme los pantalones del pijama, me acerqué a él, y le di un pequeño toque en la frente para llamar su atención. – ¿Qué pasa? –preguntó desconcertado.
— Es tarde, vamos a dormir.
— Oh, claro –se puso en pie para cambiarse de ropa mientras yo me metía en la cama que segundos antes había estado él sentado. La luz no tardó en apagarse, sumiéndome en la oscuridad, y unos pasos de pies descalzos rompieron el silencio, sacándome una sonrisa porque en vez de dirigirse a la cama de en frente, lo hacían a la mía. – Jungkook... –murmuró tímidamente, aumentado aquel gesto que estiraba tanto mis comisuras.
— ¿Qué pasa?
— ¿Puedo dormir contigo? –ya acostumbrado a la poca luz que entraba por la ventana pude distinguir un pequeño puchero en sus labios. Asentí y me eché a un lado, haciéndole un hueco y seguidamente cubriéndole cuando estuvo metido. Le pregunté que si estaba cómodo, y asintió, pegándose aún más a mí. – Ya puedes dormir tranquilo.
— ¿Yo?
— Claro –besó mi frente y rió en voz muy baja, en el mismo tono que hablábamos, casi en susurros. – Ahora puedo protegerte.
Le abracé con fuerza e inspiré profundo, intentado grabarme su aroma a fuego. Él se encogió sobre si mismo, haciendo que me fuera más fácil cubrirle con mi cuerpo. Esta vez dejé yo un beso en sus labios, y seguidamente en su frente.
— Está bien, confío en ti.
Él bostezó y asintió con los ojos cerrados, acomodándose más cerca de mí su era posible. Y poco a poco, su respiración fue calmándose hasta que en un momento me indicó que estaba completamente dormido. E incluso de esa forma, me protegía mejor que nadie, tan solo estando a mi lado.
Lo siento por la demora, pero es que ya empezaron mis clasesy literalmente solo tengo 3/4 horas libres que las uso para estudiar, hacer tareas, comer y demás.
Desde hoy los fines de semana serán días de capítulo (PARA AMBAS FICS). Sábados y domingos. Esta historia ya va a acabar, faltan como 7 capítulos creo.
Se viene Maratón de Nunca Tuyo.
¡Nos vemos!
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