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Yoongi.6

Mi hermana me castigó el fin de semana sin salir por haber llegado tan tarde a casa aquél día en el que Jungkook me acompañó. ¡Solo me retrasé veinte minutos, ni siquiera se enfrió la comida! Bueno, quizás porque no estaba caliente en un principio, pero igualmente, se comportó de manera exagerada.

— Yoongi, deja de estar de morros y termínate la cena —me ordenó mi padre desde el otro lado de la mesa. Ya habían llegado, y por algún motivo, a pesar de haberles explicado lo sucedido, apoyaron a mi hermana con el castigo— Se te va a enfriar la sopa.

— No quiero sopa, que se la coma Yongsun —esta me miró extrañada, sin darle importancia a mi comentario— Lo decía porque es de pescado y seguro que te gusta más que a nadie —sí, obviamente todas esas enseñanzas de Jungkook no iban a quedarse en el olvido.

— ¡Yoongi! —me regañó mi madre.

— Deja de recordarme que a nadie en esta casa le gustan los penes.

— ¡SEUNGHO! —volvió a regañar mi madre, pero esta vez yo no era el objetivo, sino mi padre.

— A Yoongi le gustan, papá.

— ¡CÁLLATE! ¡Y TÚ QUE SABES! —exclamé irritado porque desvelara mi vida sin consentimiento alguno. En realidad yo había hecho lo mismo, pero por algún motivo, a ella le dio exactamente igual. Quizás tenía algo que ver el que mis padres ya supieran lo suyo después de que hiciera formal su relación con Moonbyul— ¡Pues mañana no voy a clase!

— ¿Por ser gay? —preguntó mi madre.

— Los homosexuales también van a clase, hijo. Mira a tu hermana.

— ¡No es por eso! —me puse en pie y crucé de brazos con indignación. — Si el fin de semana me quedo castigado, no iré a clase tampoco.

— Te aguantas. No haber llegado tarde a comer esta mañana —miré a mi hermana, fulminándola mentalmente con los ojos. Estaba seguro de que con un esfuerzo más podría hacer que le explotase la cabeza. — Para la próxima preocupate de que tu novio no te distraiga. O mejor, preocúpate de no tener novio.

— Tienes envidia porque Jungkook me quiere a mí y no a ti.

— Yoongi, siéntate en la silla y come —intervino mi padre, el cual fue ignorado como si de un suspiro se tratara.

— Uy sí, una envidia enorme.

— ¿En serio? —pregunté preocupado. Si a mi hermana le gustaba Jungkook, iba a ser un problema.

— Claro que no, idiota. Solo quiero cerca a ese sujeto para poder romperle la cara yo misma. —genial, problema solucionado.

— ¡Yongsun, esa boca! —nos regañó esta vez mi madre, la cual fue igual de ignorada que su marido. Yo comencé a saltar en el sitio por la frustración que me daba la impasividad de mi hermana acerca del asunto. — ¡ Y tú, Yoongi, siéntate ahora!

— ¡NO, NO Y NO!

— Pues tendrás que comer de pie —añadió mi hermana con una sonrisa. Fruncí el ceño y agarré mi cuenco, dándole un largo trago para que el caldo no llegara al borde. — Eh, ¿a dónde vas?

— ¡A mi cuarto para no verte la cara! —le saqué la lengua y antes de ver cómo iba a reprenderme, comencé a subir las escaleras.

— ¡Mamá, dile algo!

— ¡Yoongi, mañana ni se te ocurra faltar a clase!

— ¡MAMÁ! — escuché quejarse de nuevo a Yongsun y sonreí satisfecho con que mi madre también la ignorara a ella— ¡PAPÁ!

— ¿Qué?

— ¡Que le digas algo! ¡Se está llevando la comida a su habitación!

— Ah —me detuve arriba de las escaleras, guardando silencio para escuchar aquello que iba a decirme mi padre, porque estaba seguro de que no me afectaría en nada. Le conocía lo suficiente como para no temer ni un milisegundo. — ¡Yoongi, cuando estés con tu novio en la habitación, echa el pestillo!

— ¡PAPÁ!

Y después de eso, entre risas, di por concluido mi momento de escuchar y volví a retomar mi camino al cuarto, con cuidado de no derramar lo que quedaba de caldo. Estaba rico y yo aún tenía hambre, y si no quería bajar en todo lo que quedaba de tarde a por algo de postre, más me valía no desperdiciar ni una gota.

Al final no lo conseguí.

No conseguí aguantar el hambre, me refiero. El caldo me lo terminé entero enterito, hasta lamí el cuenco. De cualquier forma, a la media hora sentía como mi alma iba a desvanecerse si no probaba un mordisco de algo sólido, así que aproveché que iba a bajar a dejar el recipiente de cerámica, para cogerme dos bolsas de cereales y una de patatas. Esta última, la favorita de mi hermana, escogida a propósito, obviamente.

A la mañana siguiente me planteé seriamente lo de quedarme en casa, pero no por lo que había dicho la noche anterior, si no porque la tripa me dolía horrores. Estaba empachado, y si sano me costaba asistir a clase, con dolor de estómago me sería casi imposible.

De cualquier forma, terminé haciendo un esfuerzo y salí por la puerta con la mochila colgada de una mano y arrastrándola por toda la acera. La poca gente con la que me cruzaba, me miraba extraño, pero tampoco me importaba.

— ¡Yoongi! —levanté la cabeza de inmediato, reaccionando a esa voz que tan bien conocía. Y entonces me percaté de que había llegado al vecindario de Jimin, y que justamente ese mismo, estaba plantado en el bordillo de su casa, con el uniforme puesto y su mochila colgada a la espalda. — ¡Pensé que no vendrías! ¡Mueve ese culo, que llegamos tarde!

— ¿Pero tú que haces aquí? —pregunté corriendo hacia él. No nos detuvimos ni un segundo y echamos a andar el poco tramo que quedaba a la escuela. Yo aún seguía arrastrando mi mochila, pero debido a mi nueva velocidad, había momentos en los que daba saltitos o se elevaba ligeramente. — ¿Y tu castigo?

— Por desgracia ya ha terminado y tengo que volver a clase.

— ¡Se me olvidó! —le coloqué mi mochila en las manos, obligándole a sujetarla, y me subí a su espalda, abrazándole con pies y manos. — ¡Te he echado mucho de menos! ¡Mucho mucho mucho muchísimo!

— ¡Ah, Yoongi, bájate, que pesas mucho!

— ¡MUCHO MUCHO MUCHO!

— ¡Yoongi!

Fui repitiéndole lo muchísimo que le había añorado en su ausencia, durante todo el camino hasta la escuela, lo que se redujo a escasos veinte minutos debido a nuestro rápido paso. De cualquier forma, terminamos llegando tarde, y en mi caso, la profesora me regañó durante casi cinco minutos. Solo se detuvo cuando los ojos comenzaron a humedecérseme y un involuntario y tembloroso puchero ocupó mis labios. No me gustaba que me gritasen.

— La próxima llega más pronto —terminó diciendo con ligera incomodez. Asenti al tiempo que sorbía por la nariz, y me senté en mi sitio en primera fila. Por suerte nadie vería mis lágrimas en caso de que cayeran. — Sigamos. En la tercera fila debería...

No escuché más de eso, porque me preocupé en recomponer mi respiración, en calmarme, y en secar mis ojos lo más disimuladamente posible. Por suerte hoy no me había maquillado y por mucho que restregase, nada se correría y yo no terminaría convertido en panda.

La clase se hizo eterna. Yo me mantuve preocupado de estar quieto, de no moverme ni un centímetro para no llamar más la atención de lo que ya lo había hecho. Solo me permitía pestañear y mirar el reloj para comprobar cuanto tiempo había pasado desde la última vez que lo miré. Solían ser un par de segundos siempre.

El último par de segundos me lo pasé con la vista fija en mi libro, intentando moverlo con la mente y estamparlo contra la pizarra. Obviamente no conseguí nada de eso, pero al menos la clase había terminado, y eso era mejor noticia que tener telequinesis.

— ¿A dónde vas? —me giré sorprendido hacia aquella voz, que no era de Jimin, pero también conocía perfectamente. Jungkook me tenía agarrado del cuello de la camisa por detrás, con poca fuerza, por lo que no llegaba a hacerme daño. — Aún queda otra hora.

— ¿No hay recreo? —pregunté desanimado. Tenía razón, se me había olvidado que quedaba una clase más antes de nuestro descanso.

— Hasta dentro de cuarenta y cinco minutos, no —respondió entre risas. Yo lo que menos quería era reír en ese momento. Me senté de nuevo en la silla, recostándome sobre la mesa como si de una almohada se tratara. Una muy dura e incómoda almohada. — ¿Qué te pasa? —preguntó mientras me acariciaba la cabeza.

— Me duele la tripa —comencé, reprimiendo mis impulsos para ponerme a ronronear ahí mismo. No sabía si era posible, pero seguro que los gatos ronroneando sentían lo mismo que yo en ese momento. Adoraba que Jungkook me tocase el pelo. — Y me han castigado este fin de semana sin salir. Y la profesora me ha regañado.

— ¿Por qué te han castigado? —preguntó omitiendo los otros dos motivos de mi bajo estado de ánimo. No se lo tuve en cuenta, porque a pesar de todo, ese también era el que más me molestaba.

— Mi hermana se enfadó porque ayer llegué tarde a comer.

— Ah, entiendo.

— Por cierto, creo que te odia —le informé con total naturalidad, la misma que puso él para responderle. Me gustó que Yongsun fuera tan irrelevante para él. En estos momentos solo quería patear a mi hermana y lanzarle todos los cojines de la casa a la cara.

— No me sorprende. Hice que se enfadara con su actual novia.

— Ah, cierto.

— Y también la besé sin su permiso.

— Iugh.

— Pienso lo mismo —respondió entre risas. Yo también sonreí, y fue el momento en el que me incorporé y giré, sentándome al revés en la silla y colocándome de cara a él, quien estaba sobre la mesa atrás mío. — ¿Quieres que te acompañe hoy también?

— No hace falta, ya está Jimin de vuelta.

— Ah, que bien —respondió con un tono que contradecía totalmente sus palabras. No le di importancia y sonreí mucho más animado al recordar a mi mejor amigo. — Por cierto, si sigues necesitando ayuda en matemáticas, puedo ayudarte.

— ¿Hablas de darme clases particulares? —pregunté emocionado. Ninguno de todos los profesores que había tenido a lo largo de mi vida, había sido tan guapo como lo era Jungkook. Me emocionaba solo de pensarlo.

— Claro, podrías venir a mi casa.

— Ah, ni hablar —esa voz no era mía, y tampoco de Jungkook. Venía de mi espalda, así que me giré hasta toparme con Wonho sentado en mi mesa. Me sonrió de medio lado y apoyó una mano en mi hombro. — Ahora que lo pienso, no es bueno que estudien juntos —chasqueó la lengua y negó, desconcertándome por su punto de vista. Él fue quien propuso la idea en un principio días atrás. — Seguramente se distraerán y tú suspenderías —seguidamente levantó la cabeza y sonrió a Jungkook, quien había vuelto a fruncir el ceño. No comprendía sus cambios de humor, en serio. — Buenos días, Jungkook.

— Hola —respondió secamente. Yo suspiré y decidí dejarlo pasar. Si tenían algún problema, ya lo arreglarían ellos. — Y no vamos a distraernos —no le escuché muy bien, porque cuando hablaba, a veces se le notaba un hoyuelo en la mejilla y se veía hiper tierno. — ¿Verdad, Yoongi?

— ¿Eh? —detuve mi mano, la cual ya estaba dirigiendo a su mejilla, y asentí efusivamente sin saber muy bien a qué. — Claro, claro que sí —Jungkook rodó los ojos y yo le miré sin comprender, ladeando ligeramente la cabeza. — ¿No? —de nuevo su expresión no cambió. En cambio Wonho no dejaba de reírse a mi espalda. — ¿No, Jungkook hyung? ¿Claro que sí, Jungkook hyung? —Wonho aumentó sus risas y Jungkook me puso un dedo en los labios, empujándome a desistir con mis intentos. Yo me encogí de hombros y permanecí callado. Ya no se me ocurrían más opciones para agradarle.

— Yo puedo darte clases —me giré a Wonho, comprobando que fuera a mí a quien estuviera hablando. Me desconcertó un poco que estuviera mirando a Jungkook mientras hacía la propuesta, así que no respondí nada hasta que me miró. — ¿Qué dices, Yoongi?

— ¿Darle clases a quien?

— A nadie —respondió Jungkook.

— A ti —respondió Wonho, liándome aún más.

Y por suerte, en ese momento entró el profesor a clase y yo tuve unos cuarenta y cinco minutos para procesar todo lo que acababa de suceder.

¿Clases particulares de Jungkook o de Wonho? Ah, pues obviamente prefería las del primero. Prefería todo lo del primero, pero quizás Wonho tenía razón y no serviría de nada dar clases con él porque terminaría distrayéndome y sin prestar atención.

¡Ash! Lo mejor sería hablarlo con Jimin y pedirle un consejo.

Por eso, cuando sonó el timbre indicando que la clase había finalizado, ni siquiera me molesté en guardar mis libros y salí corriendo hacia el piso de abajo, en busca de mi mejor amigo. Cuando llegué, lo encontré al final de la clase, con sus cascos de música puestos mientras terminaba de guardar el material en su mochila. Esperé pacientemente sin cruzar la puerta hasta que terminó y me vio, viniendo hacia mí.

— ¡Yoongi! —levantó una ceja con extrañeza y se quitó los cascos a medida que se acercaba a mí. — ¿Has venido corriendo o qué? —asentí, porque exactamente eso era lo que había hecho.

— Necesito consejo.

— Yo necesito comida —me agarró de la mano y comenzó a tirar de mí por los pasillos — Vamos a la cafetería.

— ¿Quién prefieres que me de clases particulares de matemáticas? ¿Jungkook o Wonho? —me miró levantando una ceja, pero no se detuvo. — ¿Tú también quieres darme clases?

— Ninguno, y no.

— ¿Ninguno?

— No quiero que ninguno de esos dos idiotas te de clase —respondió abriéndose paso a la cafetería. Una vez dentro, no tardó ni medio segundo en agarrar tres bollos aún metidos en el plástico, pagar y arrastrarme hacia una de las mesitas que más alejadas estaban. — Estudia tú solo, ese es mi consejo. Tema zanjado.

— ¡Jimin! —me quejé por su poca implicación.

— ¿Qué? —me respondió como si fuera totalmente normal su posición. Ahora que lo pensaba, siempre reaccionábamos igual cuando uno le pedía consejo al otro. Solía ser más divertido cuando yo estaba en la posición que ahora él ocupaba. — Además, Wonho está en la clase más baja de todas. Ni siquiera sé cómo te va a enseñar algo que él suspende.

— Entonces le diré a Jungkook.

— Jungkook es idiota, así que tampoco vale.

— Entonces a Wonho —me miró con desaprobación y yo suspiré frustrado. No entendía a ese niño. — ¡Ash, entonces me quedo contigo!

— Yo ni siquiera me he ofrecido, estúpido.

— Espera, ya sé cómo hacerlo —agarré dos de los bollos que aún le quedaban en la mesa, y mentalmente relacioné el que tenía el envoltorio verde con Jungkook y el envoltorio marrón con Wonho. Seguidamente me los guardé tras la espalda y los intercambié de mano varias veces. — Ahora elige un lado, y el que toque, me quedo con él.

— Quiero mis dos bollos, no solo uno.

— ¡Ash, elige un momento y luego te devuelvo los dos! —me miró serio, pero al instante abrió los labios como si fuera a responder, y yo sonreí esperanzado de que todo este dilema acabase. Pero entonces una de mis manos se quedó vacía. — ¡Hey! —me giré de inmediato al ladrón que me había quitado el bollo de envoltorio marrón de la mano. — ¡Es mío!

— Es mío, no te equivoques —añadió Jimin.

— ¿Te importa que me lo coma? —preguntó rompiendo el papel que lo envolvía. Jimin no dijo nada, pero yo le conocía lo suficiente para saber que estaba reprimiendo grandes impulsos de matar a la persona que ahora estaba a mi lado, quien por cierto había resultado ser Wonho. — ¿De qué hablabais? —se sentó a mi lado y yo le sonreí, aceptando cuando me ofreció darle un mordisco al dulce. O bueno, al de Jungkook más correctamente dicho.

— De nada que requiera tu presencia —respondió el menor con cara de desagrado.

— Jimin me ayudaba a decidir quién es más adecuado para darme clases particulares.

— ¿Ah, sí? —miró con una ladeada sonrisa a mi amigo, quien simplemente se limitó a bufar y apartar la mirada mientras daba un mordisco con desgana al bollo a medio comer que tenía en su mano. — ¿Y qué te ha dicho?

— Que los dos sois idiotas.

— ¿De verdad piensas eso? —ya no me miraba a mí, lo que le dejaba un poco en evidencia, ya que Jimin le ignoraba por completo, centrándose en su comida y su móvil. — Antes me tenías más aprecio, pequeño.

— Yoongi, vámonos.

— ¿Eh? ¿Por qué? —pregunté desconcertado por su repentino cambió de actitud.

— Porque voy a acabar ofreciéndome a darte clases particulares como sigamos delante de este —con este se refería a Wonho, quien siguió sentado en la mesa, mirándonos sonriente con el bollo en la mano. Antes de marcharnos, o de que Jimin me sacara de allí tirando de mi brazo, me despedí alegremente agitando mi mano, y él me devolvió el gesto. — Para de sonreírle, idiota.

— ¿Ah?

— Yoongi, llevo dos días sin fumar. No lo estropees, por favor.

— ¿Vas a dejar de fumar? —pregunté emocionado mientras nos dirigíamos a nuestro cobijado lugar del recreo. Como siempre, estaba vacío. Vacío y lleno de ramas y hojas por el suelo. Perfecto. — ¡Eso es genial, Jimin!

— No me cambies de tema.

— ¿Qué tema?

— ¿Desde cuando eres amigo de ese idiota y por qué se ofrece a darte clases particulares?

— Ah, cierto —sonreí, ilusionado por contarle las nuevas noticias a mi amigo. — Estamos saliendo.

Se quedó boquiabierto con mis palabras. Igual no sé porque le sorprendía tanto si él ya sabía desde hacía tiempo que Jungkook me gustaba. Entendía que quizás no era de su agrado, pero tampoco era para ponerse de esa forma.

— ¿C—cuando? ¿Cómo? ¿POR QUÉ?

— Desde ayer —respondí orgulloso.

— ¿POR QUÉ? —volvió a preguntar.

— Es obvio. Porque me gusta, ya lo sabías.

— ¡Nunca me dijiste que te gustara Wonho! —exclamó casi colérico. Yo fui a responder que sí que lo había hecho, pero entonces analicé sus palabras, y vi que no tenían ningún sentido. Ya estaba liándose de nuevo.

— No me gusta Wonho, es normal que no te lo dijera.

— ¿Entonces? —me encogí de hombros sin llegar a comprenderle. — ¿Qué por qué sales con él?

— ¿Con Jungkook?

— ¡Con Wonho, estúpido!

— No salgo con Wonho, salgo con Jungkook —respondí frunciendo el ceño. — Wonho no me gusta. No tendría sentido salir con él.

— ¿Entonces no sales con Wonho? —preguntó ya más calmado. Negué al tiempo que le daba un mordisco al bollo de envoltorio verde. Sí, me lo había apropiado, y Jimin no parecía haberse dado cuenta, así que no iba a detenerme. — ¿Sales con alguien? —asentí, masticando aquella delicia hecha masa y sonriendo al pensar que metafóricamente me estaba comiendo a Jungkook, porque ese era el bollo que había elegido para él. — ¿Con quién sales?

— Unguk.

— Mastica, traga, y vuelve a responder.

— Con Jungkook —repetí tras seguir sus instrucciones. Aun así, a pesar de que ahora lo había pronunciado perfectamente, seguía mirándome con desaprobación. — Jungkook —volví a decir, aún con mejor vocalización.

— ¿Por qué?

— Porque me gusta y me lo pidió.

— ¿Pero por qué?

— Porque me gust—

— ¡Pero es idiota! —apretó el papel de plástico que tenía en su puño, y lo tiró al suelo. Yo me apresuré a cogerlo y comencé a doblarlo cuidadosamente. — No lo acepto.

— Vale.

— ¿Me has oído, Yoongi? Tienes que romper con él ahora mismo.

— ¿Por qué? —pregunté sin entenderle.

— Porque acabo de decirte que no lo acepto.

— ¿Y?

— P-pues, eso.

— Pero a mí me gusta, no importa quien no lo acepte. Mi hermana tampoco lo acepta y me da igual —sonreí dulcemente tras exponer mi elaborada teoría.

— P-pero...

— Ni peros ni nada —terminé el último doblez en su papel, y se lo tendí sonriente. — Por cierto, ahora Wonho es bueno. No sé por qué, pero es muy agradable. Ya no le tengo miedo.

— Pe—pe—pero...

— Y NamJoon también me cae bien.

No dijo nada.

— Y necesito que me des consejos para hacer mejor el sexo con Jungkook, porque quiero darle una sorpresa y tú tienes experiencia. Aunque no me digas como comer almohadas, porque no me gustan.

Luego de eso, Jimin tuvo que tomar asiento y relajarse porque le dio un bajón de azúcar, lo que me hizo sentirme culpable. Quizás no debería haberme comido su bollo.

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