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45

Yoongi.

Tan solo quedaban tres días para que Jimin pudiera volver al colegio, tres días que se me hacían eternos. No podía concentrarme en las clases por pensar en estar de nuevo con mi mejor amigo.

Incluso hasta echaba de menos cuando salía a fumar y sin querer me echaba todo el humo en la cara, provocando que me pusiera a toser sin control. Le echaba tanto de menos que solo podía pensar en verle. En cierta parte, eso me ayudaba a olvidar ciertos temas que no quería ni plantearme.

¿Qué temas? Pues por un lado el de siempre, Jungkook.

Por otro, se me había añadido uno mucho más complicado y que hasta hace poco me daba miedo hasta pronunciar su nombre. Sí, hasta hace poco, porque ahora Wonho desprendía un aura tan encantadora que no parecía la misma persona, y en consecuencia, se me hacía imposible verle de esa forma.

No era Wonho, no era el chico que tanto me aterraba hacía un tiempo. No era él, realmente no lo era, había cambiado. No entendía por qué lo había hecho, pero ahora comprendía por qué le llegó a gustar a Jimin.

Desde hace unos días, me saludaba siempre que me veía, me ayudaba con los apuntes y sujetaba la puerta cuando veía que iba a entrar tras él a algún sitio. Era muy amable y dulce, siempre hablándome con una sonrisa. Casi me hacía olvidar el que Jimin no estuviera. Casi, pues obviamente mi amigo era insustituible.

De cualquier forma, me gustaba el cambio, me gustaba el nuevo Wonho, me gustaba cómo me trataba. Me gustaba tanto, que no comprendía ese cambio de actitud en Jungkook con su amigo. Ahora que a mí comenzaba a agradarme, ahora que comenzaban a caerme mejor sus amigos, él parecía vivir en un estado de amargura constante.

Siempre que le veía, estaba enfadado, o al menos eso mostraba su rostro. Quizá era envidia o miedo de que pudiera quitarle a su amigo. Tal cual se lo comenté a Wonho en medio de clase de educación física, cuando nos obligaron a formar parejas. Teníamos que ayudarnos a hacer abdominales, primero sujetando los pies de uno, y luego cambiando roles. Era divertido, y lo mejor es que podíamos hablar al mismo tiempo.

— ¿De verdad crees que es eso? —preguntó a punto de reírse. Seguro que no lo hizo porque llevaba sesenta abdominales seguidas y se estaba quedando sin aire— ¿Que no quiere que seas mi amigo por si le quitas el puesto? —asentí con total convencimiento.

En ese momento el profesor dio un pitido, anunciando nuevamente un cambio de roles. Wonho se incorporó y yo me tumbé, esperando a que se colocara sobre mis pies. Cuando el segundo pitido sonó, comencé a subir y bajar a un ritmo que marcaba yo mismo mentalmente. No iba tan rápido como Wonho, pero al menos no era el más lento de toda la clase.

— ¿No crees que pueda ser por otra razón? —preguntó en voz alta, para que así, aunque estuviera con la espalda en el suelo, pudiera oírle. Fruncí el ceño y volví a bajar, sospesando su teoría— Como celos, pero de otra persona.

— ¿Celos de otro? —asintió con una pequeña sonrisa. Seguí pensando en su idea, pero terminé encogiéndome de hombros y negando al tiempo que subía y bajaba por décima vez aproximadamente— No, estoy seguro de que es por lo que te he dicho.

— Quizá tengas razón.

— Claro —seguí con mis abdominales, intentando disimular que ya comenzaba a costarme coger aire. Eché un vistazo a mí alrededor, en busca del profesor, y cuando le divisé dándome la espalda y mirando unas hojas en su mano, me dejé caer sin pensarlo dos segundos, tomándome un descanso. Wonho rió en voz baja, pero no dijo nada— ¿No vas a decirle nada?

— ¿Eh? —ladeó la cabeza con desconcierto, y tras apoyar sus manos sobre mis rodillas, se inclinó ligeramente sobre mí— ¿A quién?

— Ya sabes —busqué a Jungkook entre las parejas de clase. No tardé ni un instante, pues desde que habíamos comenzado, le tenía localizado. NamJoon, su pareja en el ejercicio, estaba tumbado, exactamente igual que yo, solo que él llevaba así desde el primer pitido. Cuando nos encontramos con la mirada de Jungkook, la cual llevaba clavando en nosotros bastante rato, Wonho le saludó alegremente agitando la mano y yo aparté la vista, cohibido— A Jungkook.

— ¿A él? —dije, incorporándome ligeramente. El profesor seguía en su mundo, así que no había peligro— ¿Y qué quieres que le diga?

— No sé, tranquilizarlo. Asegúrale que su amistad no se va a ver afectada.

— ¿Acaso te preocupa cómo se sienta?

Me quedé mudo con esa pregunta, me entraron nervios e inconscientemente lo primero que hice fue volver a hacer de nuevo abdominales, encontrando la distracción perfecta a esa conversación. Había tocado un punto que me avergonzaba hasta tratarlo conmigo mismo.

— No, no lo sé —Wonho sonrió de medio lado, trasmitiéndome desconfianza. A pesar de todo, siempre mantenía mis sentidos a alerta. Podía haberse vuelto amable, pero ahora lo que me asustaba era que siempre tenía una faceta de obviedad, como si pudiera leerte el pensamiento. Yo quería ser el único que pudiera hurgar dentro de mi cerebro, metafóricamente hablando, claro— ¿A ti no te preocupa? —Wonho borró la sonrisa de inmediato, mirándome con desconcierto. Yo sonreí triunfante en mi interior, por haber podido desviar el tema— Es tu amigo.

— Oh, sí, claro —se encogió de hombros— ¿Yoongi? —me giré de nuevo hacia Wonho, centrándome en la conversación, y asentí dándole a entender que le escuchaba. En realidad ya me había olvidado del punto que tratábamos— Da igual —rió y me apretó ligeramente el muslo, causándome cosquillas. Yo también reí e intenté apartarle la mano, pero justamente en ese momento sonó la alarma indicando que la clase finalizaba.

Al igual que todos los demás, fui a ponerme en pie para ir directo a las duchas. No solía usarlas, pues prefería esperarme a casa, pero la clase de hoy parecía haber estado destinada a mojar la camiseta de sudor, y aprovechando que ahora teníamos un recreo, me venía perfecto para tomarla sin prisas.

Wonho me tendió la mano para levantarnos al mismo tiempo, pero antes de poderlo hacer, se desestabilizó y cayó sobre mí, consiguiendo colocar a tiempo sus brazos a ambos lados de mi rostro para que estos últimos no chocaran. Nos quedamos a medio centímetro de distancia, yo respirando agitadamente por el shock. Podía hasta sentir su fría cadena que llevaba colgada al cuello, rozando mi garganta.

— ¿Estás bien? —asentí enmudecido, aún abrumado por el repentino corte de distancia. Él sonrió y entonces volvió a alejarse, esta vez poniéndose en pie de un salto con total facilidad y tendiéndome la mano una vez estuvo de pie— Perdona, culpa mía —estreché su mano y tras agarrarme de la muñeca, tiró de ella hacia arriba, ayudándome a levantarme. Negué con la cabeza y agaché la vista.

Había sido muy extraño, por no decir incómodo, estar tan cerca con una persona, una que no fuera Jimin, pues con él, el aura habría sido muy distinta.

Me giré hacia la entrada, topándome con Jungkook esperando a Wonho, apoyado en la pared. No pude evitar tacharle también a él de la lista, pues habíamos estado aún más cerca y no me sentí incómodo, al menos no las últimas veces.

— ¿Vienes a las duchas? —me giré abruptamente a Wonho, pestañeando varias veces saliendo de mi ensoñación. Asentí, pero no avancé.

— Adelántate tú.

— Está bien —me revolvió el pelo, detalle que me resultó ligeramente omitible debido a que lo tenía casi todo húmedo por el sudor.

Jimin ni se habría acercado a mí, o bueno, lo habría hecho, pero para tirarme una toalla a la cabeza y luego salir huyendo, porque obviamente yo le perseguiría para pegarle y restregarle toda mi humedad corporal. Ah, le echaba demasiado de menos.

— Nos vemos —sonrió y echó a andar. A lo lejos pude ver cómo se acercaba a Jungkook, quien no cambió su seria expresión ni un segundo. Incluso, casi podía jurar que aún la sentía cuando me dieron la espalda y desaparecieron por la salida del patio.

No le di más importancia y eché a andar hacia las grandes fuentes que había a un lado del patio, ocupando el mínimo espacio posible. Encendí una y metí la cabeza debajo de ella, refrescándome con el frío contacto. Ahora que comenzaba a hacer calor de nuevo, estos instrumentos nos daban la vida a la mayoría de alumnos.

Tras tomar un trago de agua y secarme la cara con mi propia camiseta, me dirigí a las taquillas de los vestuarios, donde cada alumno guardaba un uniforme de repuesto. Además, yo tenía añadido un estuche con cepillo de dientes, jabón y demás material de aseo, y otra bolsita con varias prendas de ropa interior.

Todos ellos eran una especie de bóxers que me compró mi hermana en un cumpleaños para reírse de mí, y hasta ahora, solo había usado dos de los seis que venían en el pack. No es porque fuera un desagradecido, pero realmente me avergonzaba llevar la parte trasera tan descubierta. El diseño casi se asemejaba a un tanga, solo que ligeramente más ancho.

De cualquier forma, no tenía tampoco opción, así que una vez llegué a las duchas con todo lo necesario, me arrinconé en una esquina, intentando llamar lo más mínimo la atención, y ahí permanecí casi veinte minutos, viendo como las personas de mi alrededor iban rotando.

Al rato, el último chico atravesó la puerta, cerrándola a su espalda, y tras asomarme por el muro de las duchas y comprobar que realmente los vestuarios estuvieran vacíos, me dispuse a aclararme y en un minuto me encontraba saliendo de ellas al tiempo que me ataba una corta toalla alrededor de la cintura.

El sonido de mis chanclas chapoteando por el encharcado suelo, rebotaba por todas las paredes de la sala. Realmente estaba solo, y eso me dio el suficiente valor para deshacerme de la toalla y colocar rápidamente aquella vergonzosa ropa interior. Eran unos con rayas blancas y verde lima, de tacto tan suave, que realmente parecían hechos para la piel de un bebé. Quizás por eso me los compró mi hermana, porque mi piel era tan suave como la de ellos.

Me los coloqué con total comodidad, incluso disfrutando de suave roce, al menos hasta que vi me reflejo por la espalda en uno de los espejos de los lavabos. A penas me cubrían la mitad de las nalgas, y sin más esfuerzo que esa imagen, mis mejillas se cubrieron de rojo y aparté la vista, dispuesto a cubrirme con el uniforme lo más rápido posible.

— ¿Por qué me evitas?

Me giré abruptamente hacia la puerta de entrada, con el corazón detenido y un brazo a medio meter en la camisa del uniforme. A excepción de la vergonzosa prenda interior, esta era lo único que cubría mi desnudez, a la cual Jungkook no parecía prestar atención. Tan solo me miraba, me miraba fijamente apoyado en la puerta que había cerrado tras su espalda.

— Respóndeme —comenzó a andar hacia mí, alertándome de su presencia y haciéndome reaccionar por primera vez desde que le había escuchado. Era él. Era Jungkook— ¿Por qué huyes cada vez que me acerco? —comencé a caminar hacia atrás sin apartar la vista de encima suyo ni un segundo. Parecíamos una presa y una víctima en medio de un documental, solo que en este momento, Jungkook no parecía querer comerme— Explícamelo, por favor —terminó la palabra al tiempo que yo chocaba contra las taquillas, incapaz de retroceder un centímetro más. Él, por el contrario, sí podía acercarse, y no rechazó la oportunidad de hacerlo, abrumándome aún más— Explícamelo porque no lo soporto, no puedo con ello ni un minuto más.

Mientras hablaba, mientras nos mirábamos, me fijé en que él también se había duchado. Probablemente de los primeros del curso, pues su pelo a pesar de conservar las puntas húmedas, estaba seco y brillante. También lucía más despejado, y desprendía un olor muy refrescante a acondicionador que me incitó a hundir mi nariz en su cuello. Obviamente no lo hice; habría sido demasiado raro.

— No te evito.

— Sí lo haces.

— No, no lo hago —murmuré en voz más baja, agachando la mirada. Era consciente de que estaba mintiendo, era consciente hasta de lo falsas que sonaban mis palabras, de que no eran creíbles, pero aun así las soltaba sin dudar— No te evito.

— Te escondes constantemente de mí, Yoongi —se inclinó un poco más sobre mi rostro, hablando a centímetros de él. Inconscientemente bajé la vista a sus labios, tentándome a besarlos como había hecho tiempo antes. Tragué saliva, apartando esa opción, y volví a mirarle a los ojos, reteniendo la mirada con todo mi esfuerzo— Me tienes miedo.

— No te tengo miedo.

— ¿Entonces por qué huyes?

— No huyo.

— Sí lo haces —repitió, pero ahora con más frustración, resoplando al final de la frase. Apoyó un brazo a un lado de mi rostro, acorralándome por ese lateral, y atisbé a ver como apretaba el puño cerrado contra las taquillas, reteniendo aquel fuerte sentimiento en el gesto— Me tienes miedo, me tienes más miedo que a Wonho.

— No te tengo más miedo que a Wonho.

— ¡No mientas, Yoongi!

— ¡No te tengo miedo, deja de decir eso! —ese grito resonó por todos los vestuarios, pero sobre todo en mi cabeza. Incluso varios segundos después, no asimilaba lo que acababa de hacer, y por la expresión de Jungkook, él tampoco lo creía— Q-quiero decir, que no digas eso. En serio, no te tengo miedo.

No respondió, pero tampoco se alejó, lo máximo que distanció de mí, fue su rostro cuando grité, colocando unos cuantos de centímetros más en medio. Aun así, la distancia que nos separaba era exageradamente pequeña.

— ¿Acabas de gritarme? —terminó preguntando, al cabo de un rato. Le miré sorprendido, porque no me esperaba esas palabras. De hecho, no me esperaba ningunas. Como máximo, una despedida y que no volviera a hablarme jamás.

— S-sí, perdona.

— Me has gritado —volvió a repetir, pero más para sí mismo que para mí. Casi no se lo creía, lo que comenzaba a irritarme.

— Grito continuamente, solo que no delante de ti.

— Has gritado, realmente lo has hecho —rodé los ojos y suspiré. Parecía tan conmocionado por ello, que comenzaba a molestarme. Era humano, y los humanos gritaban al igual que susurraban. No entendía porque le sorprendía hasta tal extremo. Sí, quizá había sido inesperado, pero solo era eso, un grito.

— ¿Y qué? —me crucé de brazos, sintiendo colgar mi camisa desabrochada. Debido a no haberme secado adecuadamente el pelo, estaba comenzando a mojarse por las gotas que caían de este— He gritado. Ya me he disculpado. Lo siento.

— Ha sido demasiado...

— ¡Ya te he pedido perdón! ¡Ni siquiera debería haberlo hecho! —le apunté con un dedo en el pecho, tocándolo debido a la reducida distancia. Presioné con él, pero lo único que conseguí fue hundir más su camisa hasta sentir su piel, porque el pelinegro no se alejó ni medio milímetro— ¡Si te molesta, te aguantas! ¡A Jimin le grito todo el tiempo y nunca pido perdón, menuda tontería! —me crucé de brazos y lo miré desafiante. No sabía por qué, pero estaba muy enfadado, y para mi suerte o desgracia, me encontraba con más fuerza que nunca— ¿Sabes qué? ¡Retiro mis disculpas! ¡Gritaré lo que quiera! ¡Te gritaré lo que quiera, entérate!

Se me quedó mirando, pero siguió en silencio, haciendo brotar una pequeña planta de vergüenza en mi interior. Cualquier reacción habría valido, incluso una en la que se enfadaba, una en la que me devolvía las malas palabras, pero no fue el caso. Sin apartar la mano, sin alejarse, permaneció callado, observándome detenidamente.

— ¿Qué? —ahora, tras su inesperada reacción, mi voz estaba perdido su fuerza. Yo estaba perdiendo mi confianza— ¿Qué pasa? —chasqueó la lengua con desaprobación, y negó levemente, desconcertándome aún más— ¿Qué?

— No me gusta lo que has dicho —terminó soltando con firmeza, pero la contrario que yo, sin alterar ni un pelo.

— ¿El qué de todo?

— Lo de Jimin —fruncí el ceño, rememorando esa parte de la conversación, y le miré con desconcierto al no encontrar nada hiriente en esa frase. De hecho, era la más indiferente entre todas— Yo no soy como Jimin —tragué saliva, pegándome más a la taquilla al notar como su mirada comenzaba a oscurecerse— Jimin es tu amigo. Yo no.

— ¿Estás... —me corté a mitad de la frase por lo intimidado que comenzaba a sentirme. Jungkook estaba aún más cerca que antes, pegado a mi pecho, con el borde de su rodilla entre mis piernas, arrinconándome más entre él y el frío metal de las taquillas— ¿Estás enfadado?

— Sí, Yoongi, sí lo estoy —volví a tragar saliva, mirándole fijamente, sintiendo enormes ganas de apartar la mirada, pero a la vez con una enorme obligación de sostenerla. No podía apartarla, me estaba atrapando— Estoy muy enfadado.

— ¿Co-conmigo?

— ¿Por qué te vas con Wonho? —soltó de repente. Cuando comprendí el punto principal del asunto, me permití relajar los hombros. Ahora podía pillar la conversación, pues no era nada más y nada menos que mis suposiciones sobre sus celos— ¿Y ahora por qué sonríes?

— Tienes miedo de que me convierta en amigo de Wonho y tú te quedes a un lado, ¿verdad? —me miró impactado, levantando una ceja y sin soltar palabra. Sí, definitivamente había acertado— ¿Verdad? —repetí. Quería corroborar mi teoría con sus propias palabras.

— No, claro que no.

— Jungkook...

— Me da exactamente igual eso, ni siquiera me lo había planteado de lo absurdo que suena. Es... es tan estúpido que no puedo ni siquiera pensar en cómo se te ha ocurrido.

— No es estúpido, es lo que veo. Siempre estás amargado cuando nos ves.

— ¡Pero no es por él, es por ti! —cerré mis labios al escuchar sus palabras, tragando las mías propias. Eso no me lo esperaba— Dices que yo te doy miedo, que no quieres juntarte conmigo. No me hablas, no me escuchas, me rehúyes todo el tiempo, ¿y para qué? ¿para qué? ¿para irte luego con el tipo que te tenía temblando por los pasillos hacía tan solo unos días? —dio un golpe contra las taquillas, sorprendiéndome por ese acto, e inconscientemente me achanté. Él suspiró y bajó la mano, aunque aún tenía el puño cerrado— Sabes de lo que es capaz y sin embargo lo prefieres.

— ¿Lo prefiero?

— Lo prefieres antes que a mí.

— No lo prefiero antes que a ti, no digas eso —agaché la vista, clavándola en mis pies descalzos. Ahora estaban completamente mojados debido al suelo encharcado— Pero Wonho no me asusta de la forma en la que tú lo haces.

Mi voz había vuelto a disminuir de volumen, pero no por cohibición o vergüenza, simplemente me encontraba más tranquilo, y por algún motivo, me sentía obligado a transmitir esa tranquilidad a la persona frente a mí.

— ¿Por qué te asusto yo y no él? —preguntó en casi un susurro, acercándose más. Casi podíamos rozar nuestros labios, y gracias al silencio de la sala, escucharnos perfectamente— Es más peligroso.

— Él no me importa porque no me gusta. Me da igual que sea bueno o malo, porque no siento la necesidad de pasar tiempo con él —no lo pensaba, las palabras me salían solas. En un momento, clavé mi vista en un punto fijo al fondo, en ningún sitio en concreto, tan solo una zona fuera de la vista de Jungkook— Contigo sí, por eso es diferente. Me asustas, porque me vas a atraer seas malo o no.

— ¿Crees que soy malo? —murmuró contra mis labios. Estaban calientes en comparación a los míos, que aun guardaban cierto frío de la ducha— Yoongi —le miré repentinamente, con nerviosismo. Ya volvía a tener ese sentimiento en mi estómago, ese sentimiento que aparecía cada vez que le veía. Ese que tanto me costaba ignorar— ¿Eso crees?

— No lo sé —apenas podía escucharme yo mismo, pero a la vez se escuchaba demasiado alto junto a goteo de las duchas— No estoy seguro.

— Compruébalo tú mismo, pero por favor... —sentí cómo enlazaba disimuladamente sus dedos con los míos. No podía verlo, tan solo sentirlo, y me pareció un gesto muy agradable. Uno que me gustaría sentir todos los días— No me alejes de ti.

— Lo siento —conseguí decir, mirándolo fijamente a los ojos. Con cada palabra, rozaba mis labios contra los suyos, tentándome a ir más allá— Quizá sí tenía un poco de miedo.

— No voy a comerte, si eso te preocupa —respondió entre ligeras y apagadas risas.

— Me preocupa que te comas a otro.

— Puedo no comerme a nadie si tú me lo pides.

Sonreímos tontamente, ignorando otros detalles que minutos antes me volvían histérico. Ahora disfrutaba de su contacto, de su cercanía, de su respiración y mirada clavada en la mía propia. Disfrutaba que estuviera conmigo, de no estar solo.

— Yoongi.

— ¿Qué pasa? —pregunté, asustado por el repentino tono.

— Te he mentido —ahora no solo mi tono mostraba mi miedo, sino también mi expresión— Hay alguien a quien no puedo evitar comerme —pasé a desconcierto, despegando ligeramente los labios para saber si mi suposición era acertada, pero antes de poder hablar, mordió suavemente mi labio inferior y tiró de él— Sí, idiota, es a ti.

Y entonces hizo aquello que llevaba tanto rato ansiando en mi interior.

Me besó.

Me besó dulcemente, probando mis labios con tanta gentileza que parecían pequeños roces continuados, consiguiendo que con cada espacio, yo me muriera de ansias porque volviera a repetirlo. Y lo hacía, pero fue subiendo de nivel, añadiendo más y más contacto, metiendo mordiscos y adentrando su lengua en mi boca. Dejé de pensar y me sumí a él en aquel acto tan placentero, dejándome llevar por los impulsos que me empujaban a juntarnos más y más.

Me sujetó del trasero y subió, pegándome contra las taquillas, ayudándome a rodearle la cintura con mis piernas y seguir aquellos delirantes besos en alto, con mis brazos alrededor de su cuello. A penas cogíamos aire, todo eran suspiros y respiraciones agitadas entre los chasquidos de nuestros labios.

Y entonces gemí, y él me estampó de nuevo, atacando mis labios aún más ferozmente que momentos antes, invitándome a repetir ese sonido de nuevo una y otra vez. No pensé en callarme, no pensé en reprimirme de ninguna forma. Sentía la liberación que tanto tiempo guardaba bajo una forzosa presión.

— ¿Qué mierda llevas puesto? —preguntó con agitación, agarrándome con más firmeza y llevándome a algún lugar. No sabía a donde, pero tampoco me importaba. Simplemente quería estar con él— Joder, no me lo creo.

— ¿Qu-qué? —miré a mi alrededor, buscando aquello causante de su reacción.

Y entonces lo vi, o más bien, me vi reflejado en el espejo. Yo estaba de espaldas, y Jungkook de cara a este, disfrutando de las vistas a mi medio trasero descubierto a causa de la vergonzosa ropa interior. Pegué un grito por la sorpresa y pataleé hasta que volvió a dejarme en el suelo, momento que aproveché para salir corriendo y esconderme tras una de las barras de metal que separaban los espalderos de los bancos.

— ¡No mires, cierra los ojos! —pedí muerto vergüenza. Ahora, con ese bulto deformando las líneas de la tela, me sentía incluso peor— ¡Jungkook, para!

— Ni en broma me pierdo un segundo de esto —comenzó a acercarse a paso lento, y cuando fui a echar a correr de nuevo, avanzó rápidamente unos metros, agarrándome por la cintura y colgándome a su hombro con total facilidad— No sé si lo haces para provocarme, pero lo consigues, Yoongi —dio una palmada en mi trasero, sacándome un quejido de sorpresa— Y vaya que lo haces.

No me percaté hacia donde nos estaba llevando, hasta que vi cerrarse la puerta de la cabina frente a mis narices, y entonces caí que nos acababa de meter en uno de los vestuarios privados. Siempre solían estar ocupados por los más pudorosos, aquellos que querían evitar las miradas de la gente.

— No me lo compré yo, fue una broma de mi hermana —comencé a explicar con agobio, ignorando el lugar y la situación. Entonces, Jungkook, dejando claro que no me estaba haciendo ni caso, se lanzó contra mí, pegándome a la pared, y bajó su mano hasta ese bulto que llevaba un rato doliéndome— ¡Ah! —comenzó a masajearlo lentamente, igual que aquella vez en el parque, solo que aquí ponía más fuerza. Y lo agradecía, porque algo en mi interior lo necesitaba sin un ápice de delicadeza— S-sí haces eso, no voy a poder evitar gritar. ¡Ah! 

— Antes te daba igual —besó mi oreja, lamiendo el interior de esta y hablando pegada a ella— No entiendo por qué ahora debería importarte.

Tenía razón. No importaba, nada lo hacía, y mucho menos cuando sacó mi miembro de la exageradamente infantil prenda interior, y empezó a acariciarlo al tiempo que desabrochaba la cremallera de sus pantalones. Solo ese sonido, me encendió de sobremanera. Me lancé a besarle, indiferente de distraerle de su objetivo, disfrutando de su lengua, enredándola y presionándola contra la mía.

Cuando quise darme cuenta, se encontraba masturbando nuestros dos miembros a la vez. Sus manos no abarcaban la anchura de ambos, por lo que se ayudaba del roce contra nuestros propios cuerpos. Se pegó de nuevo a mí, empujándome contra la débil pared de la cabina, y comenzó a morder y lamer mi cuello, bajando hasta mis clavículas y succionando con ahínco, consiguiendo otra tanda de gemidos provenientes de mis ensalivados labios. Y precisamente eso fue lo que limpió con su mano, el hilo de saliva que se deslizaba por mis comisuras y que al estar tan cegado por el placer no me paré ni siquiera a limpiar.

Aprovechó la humedad de esa mano para mojar nuestros miembros, ya húmedos y embadurnados por el líquido pre seminal que envolvía ambos. Siguió el movimiento, aún más rápido, haciendo que me perdiera en gemidos, empujando sus caderas de una forma delirante. Yo jadeaba en su boca y le agarraba de los brazos, de la chaqueta, arrugándola desesperadamente entre mis manos mientras me dejaba llevar por el placer.

— No dejes que Wonho se sobrepase contigo —murmuró en mi oído, acompañando a mi desastrosa voz que se deshacía en jadeos y suspiros— Voy a matarlo si te toca.

— Mmhm —ni siquiera sabía de qué hablaba. Recargué la cabeza en su pecho, apoyando mi frente en él y sosteniéndome por sus hombros cuando las piernas comenzaron a fallarme— M-más, Jungkook.

— Joder, Yoongi —comencé a besar su cuello descubierto, atrapando entre mis labios cada zona que se ponía al alcance de estos. Me pegó más a él y aumentó el ritmo, llevándome en un torbellino de subidas y bajadas, a un profundo cosquilleo seguido de un desbordante clímax que acalló tragándose mi gemido con su propia boca.

Él volvió a hablar.

— Yoongi —levanté la vista, cansado, mirándole con los ojos muy abiertos, y entonces noté que él aún no se había venido, pero guiándome por todo el líquido pre seminal y lo duro que estaba, poco le faltaba— De rodillas —me ordenó con voz ronca, la cual no dudé en cumplir.

Me coloqué de rodillas frente a él, sintiendo un alivio al no tener que depender de mis piernas para sostener el peso de mi cuerpo. Él siguió masturbándose frente a mi rostro, haciéndome imposible quitar mi vista de su miembro. Sin pensarlo detenidamente, acerqué mi mano y tras agarrarlo muy superficialmente, acerqué mis labios a su extremo.

— Abre la boca, Yoongi —me ordenó con la misma autoridad. Yo ya sabía lo que se avecinaba, y me revolví en mi sitio con impaciencia, anticipándolo con ansias. Abrí la boca tal y como él me había indicado, y un segundo después, me adentró su miembro en mi boca, corriéndose en el interior de esta— Así, muy bien —me agarró del pelo y apartó, sacándolo de esta. Yo le miré en busca de otra aprobación mientras terminaba de lamer el semen que aún adornaba mis comisuras— ¿Te ha gustado? —preguntó, con una ladeada sonrisa, cogiéndome en brazos cuando alcé los míos propios. No entendía cómo seguía teniendo fuerza.

— Sabía raro, pero no estaba malo —confesé con vergüenza, escondiendo mi rostro en su hombro.

— Me refería a lo que acabamos de hacer, no a lo que sabe el semen.

— ¡Cállate! —le cubrí la boca con las manos y él rió ahogadamente por estas. Cuando las quité, me juntó más a él, sosteniéndome en brazos para besarme. Sonreí al separarnos, y asentí— Me ha gustado mucho.

Luego quitó el seguro de la puerta y ese sonido me devolvió de nuevo a la realidad. Una en la que Jungkook sonreía, y por primera vez en mucho tiempo, no me daba miedo disfrutar de esa sonrisa. 

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