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37


Jungkook.

El lunes no me atreví a entrar en clase. Llegué incluso quince minutos antes de que sonara el primer timbre, de que abrieran las puertas, pero todo ese tiempo permanecí quieto, apoyado en uno de los muros, viendo entrar a todos mis amigos, conocidos y desconocidos, sin yo poder dar un paso.

¿Qué iba a hacer con lo de Yoongi? ¿Podría dejar pasar el tema y hacer como que nunca lo había oído? Eso sería una opción, pero estaría desechando tontamente la oportunidad de arreglar todas las cosas con él de una vez por todas. ¿Entonces debía corresponder sus sentimientos? ¿Sabiendo cómo eran mis amigos? ¿Sabiendo cómo era Yoongi? Casi sonaba peor que la primera opción.

De cualquier forma, no iba a decidirlo en ese momento, y mucho menos plantarle cara al problema un lunes por la mañana y en medio del colegio. La mejor idea en ese momento sería marcharme, saltarme las clases, y fumarme un cigarro para olvidarme de problemas durante un rato.

— ¿Vas a entrar o no, chico? —me giré extrañado hacia la voz del portero, que ya estaba a punto de cerrar las puertas de entrada. Obviamente que yo no iba a entrar, por eso me estaba marchando dándole la espalda. Esa pregunta había sido tan idiota que casi me sorprendió menos percatarme de que no me la habían hecho a mí, sino a otro alumno, parado junto a la entrada, con la mochila colgada a la espalda y su labio inferior apresado con fuerza entre sus dientes. El portero le miraba irritado, esperando una respuesta que no llegaba— No tengo todo el día, niño.

— ¿Tiene una capa de invisibilidad? —preguntó de improviso el alumno. Tanto el portero como yo, que me encontraba escuchando a escondidas, nos extrañamos ante tan rara pregunta— Ya sabe, para que nadie pueda verme, como en Harry Potter.

— Mira, no sé qué mierda es eso, pero o entras de una vez, o te quedas fuera.

— ¿Usted qué cree que tengo que hacer? Es que hay alguien a quien no quiero encontrarme, porque le aseguro que como lo vea me caigo al suelo y se me para el corazón. Y yo no quiero morir en el colegio, le aseguro que no.

El hombre no respondió.

— ¿Cree que debería quedarme fuera y saltarme las clases?

El hombre se quedó en silencio y en vez de responderle, se limitó a empujarle unos centímetros, los suficientes como para dejar al alumno tras la verja, y seguidamente le cerró la puerta en la cara, despidiéndose con la mano antes de marcharse nuevamente al interior del edificio.

El chico se giró, mirando hacia su alrededor con desconcierto, y entonces pude comprobar que efectivamente era quien tanto sospechaba.

Yoongi acercó su cara a las barras de la verja, ahora cerradas, y se quedó ahí un par de segundos, lamentándose por las clases que tendría que recuperar más adelante en su casa con ayuda de los libros.

Y yo le miraba sonriendo, porque solo imaginar pasar un rato a solas con él, me animaba hasta puntos incomprensibles. Cierto que quizás tendría que plantar cara a ciertos temas que no me hacía gracia tocar, pero de cualquier forma, estaba a solas con él. Sin Jimin, Wonho, Taehyung o cualquier alumno del centro que pudiera señalarnos.

— ¿Vas a perderte todo el día de clases? —pregunté acercándome a su espalda. Él, por la sorpresa, se giró y cayó de culo al suelo, terminando sentado sobre este y la espalda apoyada contra la verja de entrada, mirándome alucinado desde abajo. Sonreí y me agaché, quedando en cuclillas, para ponerme a su altura— Buenos días, por cierto.

— Bu-bu-buenos días.

— ¿Qué haces aquí? —pregunte con diversión. Él tenía los ojos abiertos de par en par mientras terminaba de procesarme. Solté una pequeña carcajada y le coloqué el flequillo antes de ponerme en pie, agarrándole la mano y levantándole a él conmigo— ¿Y bien? ¿Vas a algún sitio?

— No, solo no quería entrar en clases.

— ¿Y eso? ¿Por qué? —pregunté con exagerada dramatización. Obviamente yo ya sabía el motivo. Habría sido lo suficientemente obvio sin necesidad de la conversación con el portero sobre la capa de invisibilidad— Yo quiero esconderme de alguien, por eso no entré.

— ¿De verdad? —preguntó sorprendido. Asentí sonriendo y él terminó por sonreír ligeramente también— Yo también.

— ¿Entonces estabas escondiéndote?

— Un poco —respondió con timidez.

— Si quieres, podemos escondernos juntos —propuse con fingida inocencia, la cual le desconcertó un poco. Seguramente no tenía ningún sentido en su cabeza esconderse con la persona de la que te estás escondiendo, pero por algún motivo, terminó aceptando, agitando dulcemente su cabeza de arriba abajo mientras se colocaba la mochila aún más arriba en su espalda— ¿Y de quién te escondías?

— De alguien —apartó la mirada, clavándola a un lado de la acera pero sin dejar de caminar. Yo era quien nos dirigía, teniendo un parque cercano en mente, el cual estaría vacío debido a que todos los niños se encontraban en horario de clase.

— ¿De un profesor? ¿Has hecho mal un examen?

— No, no —negó con la cabeza, balanceando su castaño flequillo y rascándose seguidamente la nariz con el dorso de su mano, cubriendo por unos momentos aquel lunar que tanto me gustaba— No es nada de eso.

— ¿Es un alumno entonces? —esta vez asintió, pero mucho más imperceptiblemente. Era tan tierno sin si quiera intuir que yo ya sabía todos sus motivos, tan ingenuamente adorable— ¿Y por qué te escondes de él?

— Porque metí la pata hasta el fondo y ahora no puedo mirarle a la cara.

— ¿Le insultaste a sus espaldas y te escuchó o cómo? —pregunté con diversión, fingiendo seriedad en cada una de mis palabras.

— Le dije que me gustaba —murmuró en voz baja. Justo en ese momento llegamos al parque, en el cual agarré a Yoongi de la muñeca y tiré de él para que no se lo pasara, pues él tenía intención de seguir caminando.

Él continuó.

— Bueno, en realidad se lo dijo otra persona —nos acerqué a una especie de cúpula de metal y me agaché, teniéndome que arrastrar para conseguir pasar a su interior. Yoongi me imitó, y a los pocos segundos apareció detrás de mí, saliendo por la pequeña entrada que apenas deja entrar unas motas de luz— Y b-bueno, luego me volví a declarar yo, pero por los nervios. Al final terminé jugando Mario Bross con Jin.

— ¿Por qué no quieres hablar con él?

— ¿Con Mario Bross? —preguntó sentándose a mi lado. Encogió las rodillas y tras apoyar sobre ellas los brazos cruzados, escondió ahí su bonito rostro, privándome de ver todas sus adorables expresiones.

— Con el chico que te gusta.

— Ah —se escondió más. Tanto que su voz se iba ahogando bajo la arena de parque que cubría todo el suelo— Porque me da vergüenza. No quiero que se ría de mí —casi podía notar como formaba un puchero— No quiero que nadie más se ría de mí.

— No voy a reírme de ti.

— ¿Ah no? —giró tímidamente la cabeza, esta vez apoyando únicamente el perfil de esta sobre sus brazo y mirándome con cautela. Cuando se percató de lo que acababa de escuchar, se incorporó de inmediato, alejándose unos centímetros, y se cubrió los ojos con sus manos— ¡E-estamos hablando del chico al que me declaré, no de ti!

— Yoongi, a no ser que te vayas declarando a chicos cada dos segundos, es obvio que soy yo.

No dijo nada.

— Y sí, lo sabía desde un principio.

Nuevamente no contestó.

— Y lo vuelvo a decir —me acerqué lentamente de nuevo a él, sonriéndole con tranquilidad— No pienso reírme de ti.

— V-vale.

— Y por cierto —ahora, juntos de nuevo, era mucho más fácil hablar en voz baja y que el otro nos escuchase con total claridad— Yo también estaba escondiéndome de ti.

— ¿De mí? —me miró con desconcierto y yo asentí sonriendo— ¿Tenías miedo de que me riera de ti?

— No tenía miedo, o no de eso al menos. Estaba confuso.

— ¿Confuso?

— Quiero hacer muchas cosas y a la vez no quiero hacerlas, Yoongi.

— ¿Qué quieres hacer? —los pequeños rayos de luz iluminaban a trozos su rostro, haciendo que sus ojos brillaran como dos piedras preciosas. Entreabrió los labios, mirándome expectante de una respuesta, y yo lo único que quería hacer en ese momento era besarle, no hablar.

Finalmente tragué saliva y aparté la vista, controlando todos mis impulsos.

— ¿Quieres comer un helado pero a la vez no porque ya no hace tanto calor y luego se te congela la lengua? —reí y negué, divertidos por sus inesperadas ocurrencias— ¿Entonces?

— Quiero que me llames Kook, por ejemplo.

— Puedo llamarte Kook, si quieres —respondió sonriente.

— Y quiero que dejes de tener miedo cuando veas a mis amigos. Quiero estar todo el día pasándome humo contigo y acompañarte a casa en vez de que lo haga Jimin. Yo también quiero besarte, Yoongi.

Levanté la vista con cautela, temeroso de la reacción que pudiera encontrarme en la cara del castaño. Pero cuál fue mi sorpresa al no poder visualizarla ni dos segundos antes de que se inclinara ligeramente sobre mí y juntara nuestros labios, rozándolos ligeramente. Cuando se separó unos milímetros y ya no había roce, aún tenía su mirada tan cerca de mí que aceleraba mi corazón con solo un pestañeo.

— Puedes besarme cuando quieras.

— ¿Y acompañarte a casa? —asintió con una sonrisa.

— Y tus amigos van a seguir dándome miedo, pero puedo llamarte Kook Kook para compensarlo. Dos veces en vez de una.

— Prefiero que me regales dos besos por cada uno que ibas a darme —él asintió emocionado y volvió a rozar dos veces nuestros labios. Casi ni entraba en la categoría de beso, pues duraban medio segundo y tan solo los juntaba superficialmente, pero a mí me resultaban adorables— ¿Te puedo dar yo uno a ti?

Asintió emocionado y sin pensármelo dos veces, le sostuve por la nuca y atraje hacia mí, uniendo nuestras bocas como hicimos aquella tarde en la habitación de su hermana, como tantas noches había imaginado en mi cuarto. Y se sentía igual de exquisito a como le recordaba. Sabía a batido de chocolate, y sentir como movía torpemente su lengua en busca de más contacto, no hacía otra cosa que excitarme aún más.

Me separé de él tan solo un segundo para quitarme la chaqueta. Yoongi me miró con desconcierto, respirando con dificultad. Tenía las mejillas rojas, y parecía ansioso por volverlo a repetir.

— Túmbate encima —le indiqué tras colocar mi chaqueta en el suelo. Él lo hizo sin dejar de mirarme ni un segundo, esperando indicaciones. Se tumbó boca arriba y seguidamente me coloqué sobre él, con sus piernas apresadas entre las mías— ¿Quieres que te de otro beso? —pregunté a centímetros de sus labios, sintiendo su cálido aliento chocar contra los míos. Asintió tímidamente y no tardé ni un instante en cumplir sus peticiones.

Recostándome con cuidado sobre él, agarré su mandíbula y volví a adentrar mi lengua en su boca, juntándome todo lo posible a él. No tardé en terminar deslizando las manos hasta sus caderas, y coloqué mi rodilla derecha entre sus piernas, con la cual comenzó a restregarse de forma inconsciente en busca de contacto. Mordí su labio, succioné y besé con todas las ganas que llevaba reprimiendo estos días, y no eran precisamente pocas.

Fui bajando hasta su cuello, imitando lo mismo en que sus labios pero en esa zona. Él se agarró de mi camisa, estrujándola entre sus manos mientras comenzaba a respirar aceleradamente. Por un momento me asustó que pudiera estar dándole un ataque de ansiedad, pero cuando fui a comprobarlo, me alivió encontrarle simplemente completamente excitado.

Moví mi rodilla contra su incipiente erección, disfrutando de los gemidos que soltaba de poco en poco, cada vez con más frecuencia y volumen. Yo también tenía una erección reclamando atención, pero en ese momento me interesaba más dársela a él y ver sus reacciones. Quería ver la cara que ponía Yoongi cuando recibía placer.

Comencé a mover la rodilla más rápido, añadiendo mi mano y sobando con fuerza aquella zona tan tensada de su pantalón. Con la otra mano comencé a acariciar su pecho, desabrochando lentamente los botones de su chaqueta y camisa del uniforme, y a la vez besaba con ansias su cuello.

— A-ah, Kook... —mordí con más fuerza aquella zona de carne que tenía entre mis dientes al escucharle llamarme de aquella forma. Era tierno y peligrosamente excitante a la vez. Hacía tiempo que perdía el control de esta manera— M-más, porfi.

De un tirón desabroché a cremallera de sus pantalones y adentré directamente mi mano en el interior de sus bóxers, agarrando la dura erección que se escondía bajo estos.

Yoongi gimió en voz baja, ahogando el sonido mordiendo su propio brazo. Le masturbé lentamente, disfrutando de cómo juntaba las piernas por instinto cada vez que sentía un espasmo, y yo tenía que sujetarle de los muslos con fuerza, golpeándole suavemente con mi rodilla en la zona donde se encontraba su entrada, justo debajo de aquel bonito y marcado trasero.

Si por mi hubiera sido, le habría desvestido entero y follado contra cada uno de los juguetes infantiles que invadían el parque, pero por desgracia aún me quedaba un poco de coherencia y responsabilidad, así que mantuve los pantalones de Yoongi en su sitio y tan solo me deleité con la marcada figura bajo la fina tela que tanto paso dejaba a mi imaginación.

— Repíteme eso de que te gusto —reclamé con voz grave, volviendo a acariciar su erección con rapidez e inclinándome sobre él, impidiendo directamente con mi cuerpo que cerrara las piernas a cada impulso. Él gimió en voz baja y giró su rostro, dejando expuesto la otra parte de cuello totalmente intacta. Acerqué mis labios y tracé un camino, rozando estos contra su piel, en dirección a su oreja— Dímelo, Yoongi.

— M-me gustas tú, Jungkook.

— ¿Cuánto te gusto? —murmuró alguna palabra que no conseguí terminar de entender. Yoongi era un estropicio de jadeos y gemidos, y eso me encantaba— ¿Mucho? —asintió tímidamente, encorvando la espalda al sentir que yo aceleraba el ritmo ahí abajo— ¿Más que nadie?

— M-más —no sé si fue una respuesta o una petición, por lo que lo tomé de las dos formas y volví a presionar mi rodilla contra él, consiguiendo que se restregara de nuevo mientras yo seguía masturbándole con rapidez, sintiendo el líquido pre seminal gotear y deslizarse por su miembro, haciéndome más fácil el subir y bajar mi mano— Ah, Jungkook, no pares.

— No paro, tranquilo.

Sonreí y volví a besarle, esta vez directamente en los labios. No quería apartarme de él nunca, permanecería en ese beso por siempre si me fuera posible, aunque efectivamente no lo fuera. Y lo noté cuando su agarre en mi espalda se intensificó y escondió su rostro en mi cuello, gimiendo mi nombre y mordiendo sin mucha fuerza, a partes iguales mientras yo sentía como mi mano se manchaba de su semen.

Seguí moviéndola pero a un ritmo más lento, hasta que él relajó todos sus músculos y se apoyó de nuevo sobre la chaqueta del uniforme que yo había colocado en el suelo. Saqué un par de clínex del paquete que asomaba en un bolsillo lateral de su mochila, y comencé a limpiarnos, tanto a él como a mí.

— Lo has perdido todo, Yoongi —le regañé en broma. Cuando le miré, él estaba poniendo una adorable carita de culpabilidad que no hizo otra cosa que mandarle más impulsos directos a mi parte baja— Es broma, no te preocupes.

— N-no pude controlarme... —respondió con la voz entrecortada, aun cogiendo el aire que había perdido minutos antes. Sonreí y terminé de limpiar su parte de uniforme y mis manos antes de lanzar el papel a algún lado e inclinarme nuevamente sobre él.

— ¿Habías hecho esto antes? —pregunté mientras abrochaba de nuevo sus pantalones y rezaba para que los míos dejaran de estar tan tensados. Cada vez que Yoongi me rozaba involuntariamente en esa zona, se sentía como el infierno y cielo mezclados.

— S-sí, en la ducha. Pero yo solo.

— ¿Se sintió bien? —era obvio que sí, pues sus expresiones habían hablado por sí sola, pero prefería escucharlo directamente de sus labios.

— Mucho mejor —confesó en voz baja, sonriendo tímidamente. Volví a besarle, pero esta vez con dulzura, y terminando rápido. No quería que la situación volviese a coger intensidad y yo no pudiera controlarme— Me alegro de no haber ido a clases.

— Yo también.

Esta vez fue él quien se arrimó poco a poco en busca de un beso, y cuando se lo di, no pude evitar pensar en todas las cosas que valdría la pena arriesgar por poder vivir tan solo otro momento igual con Yoongi. Y eran muchas, muchísimas, casi tantas como mi vida entera.

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