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32

Jungkook.

Con el paso de los días, Taehyung volvió al grupo. Cierto era que la relación no seguía siendo la misma, pues a pesar del esfuerzo de todos los demás, no terminaba de vérsele igual de integrado y cómodo que tiempo antes, pero mejor era eso a nada. Sobre todo para mí, quien recaía en él más que en ningún otro.

Todo esto no tenía nada que ver con Jimin, con que las cosas hubieran mejorado, porque no lo habían hecho. De hecho, ese día de la limpieza, terminé limpiando yo solo todo el comedor ya que Taehyung se encerró en los baños a llorar sin avisar siquiera.

Al menos podía haber pasado a informarme, pero no lo hizo, y durante casi una hora mi única compañía fue la escoba, la fregona y el trapo que antes había estado usando Yoongi. Lo mejor de todo era que probablemente esos objetos sintiesen más amor hacia mi persona que el castaño.

¿De qué me servía que le gustase mi sonrisa si sus ganas se inclinaban más a querer romperla que besarla?

Pero vamos, que tampoco me importaba. Si Yoongi quería odiarme, allá él, mucho mejor para mí. Tan solo tendría que reprimir mis ganas de acostarme con él, y estaba seguro de que con el tiempo se me curarían. Había demasiada gente en el mundo como para quedarme encaprichado toda una vida del rarito.

— ¡De queso!

— Todas llevan queso, idiota.

— ¡Pues la que más queso lleve de todas! ¡A mí esa!

— ¿Pueden calmarse? Me están arrugando el uniforme, estúpidos.

— BamBam, aparta o elige de una maldita vez... ¡No, joder, las pizzas están por detrás!

— No me chilles, te escucho perfectamente. Eres tú el que no me has oído as ocho veces que he dicho que quiero una vegetal.

— ¿Vegetal? ¿Qué clase de problema tienes?

— ¡Carne, carne, carne!

— Yugyeom, deja de meterte en conversaciones ajenas y pide lo tuyo también de una vez.

Y básicamente ese era el panorama en el mostrador de la pizzería.

Acabábamos de salir del colegio, y aprovechando que Mark le había conseguido sacar casi todo el dinero de la billetera a uno de su clase, decidimos darnos un festín en el pequeño local que había cruzando la calle. Había sido una buenísima idea, aunque seguro que el hombre que nos tenía que atender no opinaba lo mismo.

Finalmente Wonho terminó de hacer todos los pedidos, uno por cada persona del grupo. Sí, cada uno de nosotros se comería una pizza entera, y aun así probablemente habría alguno que se quedaría con hambre. Si tuviera que apostar por alguno, sería Yugyeom o NamJoon. Esos dos devoraban más que comer.

— A-ah, no, espera —Taehyung se hizo un hueco hasta llegar al mostrador y dejó un par de billetes, pagando su parte. Todos lo miramos extrañados ante la buena acción que había llevado acabo. Él tan solo se encogió de hombros— Prefiero poner mi dinero.

— Pero Taehyung, ya te he dicho que nos invita Jackson —le recordó Mark, sonriendo por su hazaña.

— Da igual, prefiero poner mi parte. Me da pena ese chico.

— ¿Pena? Solo he dejado que me diera su dinero.

— Eso, ni que le hubiésemos pegado una paliza —intervino Yugyeom por el fondo riéndose. De igual forma Taehyung negó y acercó el par de billetes al hombre que iba a cobrarnos, quien escuchaba disimuladamente la conversación.

— Te estás aprovechando de él, de que está enamorado de ti.

— ¡Y por mí! —añadió Bambam, cogiendo el sitio junto a la ventana nada más llegamos a la mesa. Las pizzas no tardarían en estar listas, y las comeríamos en el local. Yo cogí un lugar al lado de Taehyung, más pendiente de las reclamaciones de mi estómago que de las palabras de mi amigo, pues no me sorprendían en absoluto.

Yo había presenciado mucho más de cerca el cambio que estaba dando estos últimos días.

— Sigue soñando —murmuró Mark al tailandés antes de volverse hacia el más bajo del grupo— Siempre lo hemos hecho, no entiendo porque ahora debería ser diferente.

— No les he dicho que no lo hagan, simplemente yo he decido cambiar —declaró sonriente, desconcertando aún más al grupo. Bueno, no a todos, pues Kyungsoo seguía con la misma cara de aburrimiento que siempre, y al contrario de lo que parecía, enterándose de más cosas que la mayoría.

— Es por Jimin, idiotas. Ahora se va a convertir en un buenecito para caerle bien al emo —Taehyung fulminó a Kyungsoo con la mirada, al cual no le pudo dar más igual.

Agarró la bebida que acababa de pedirse y le dio un largo sorbo mientras se apoyaba en el pecho de Chanyeol y dejaba acariciar el pelo por él. Se veían bastante adorables, y de hecho una parte de mí prefería seguir centrándome en esa parejita que escuchar la conversación que tendría Taehyung con el grupo.

— ¿Te pagas las pizzas para gustarle al emo? —Bambam frunció el ceño pensativo durante varios segundos, y terminó negando, lo que le sacó un suspiro a Taehyung— No lo entiendo.

— Porque no tiene sentido. Es una tontería —declaró Mark.

— Además por el emo. Si hablásemos de su hermano, quizás lo aceptaría —intervino NamJoon, dejando su móvil a un lado y quitándole la bebida a Kyungsoo sin previo aviso para darle un trago. Cuando se la devolvió, el rubio le miró fulminándole— Jin se merece todas las pizzas del mundo.

— ¿Pueden dejar de decir idioteces?

— ¡Eso! —todo el mundo miró a Kyungsoo, incluido yo, sorprendido de que estuviera defendiendo a Taehyung. No encajaba nada con él, y cuando volvió a abrir la boca, lo comprendí todo— Pensarlo bien. Ahora nos sobra dinero para otra pizza.

— ¡Oh, dios, es cierto! ¡Me la pido!

— ¡Ni hablar!

— ¡Wonho, dame el dinero! ¡Rápido!

Segundos después vino el personal de la pizzería a regañarnos por el alboroto que estábamos montando. Bajamos el tono y momentos después comenzamos a disfrutar de nuestro banquete, pero aquella llamada de atención no se quedó en el olvido de todos, y cuando nos fuimos a ir, Wonho se acercó al mostrador y agarró cuatro cajas de pizzas recién salidas, listas para llevar a cualquier otra mesa.

De alguna forma, al igual que la mayoría de los días, terminamos corriendo calle abajo con un dependiente gritándonos toda variedad de insultos y agitando un bolígrafo mientras nos perseguía. No llegó ni a mitad de la calle, pero nosotros seguimos bajando hasta que tocamos fondo y lo único que podíamos atisbar a ver era cuesta y más cuesta.

— ¿Quién se ha quedado con hambre? —preguntó Wonho abriendo una de las cajas y sacando unas agotadas carcajadas a todo el mundo.

Rápidamente nos acercamos al primer banco que encontramos y sin pudor alguno comenzamos a degustar el magnífico y totalmente gratuito festín que habíamos recibido con la ayuda de nuestro amigo. Por este tipo de cosas se le perdonaban tantas salidas de tono a nuestro amigo, porque lo solía compensar con las mejores ideas.

— ¿De aquí sí que comes, Taehyung? —preguntó el pelinegro, burlándose de forma obvia del castaño. Rodé los ojos y fingí no escuchar nada mientras rezaba para que Wonho no decidiera tomarla con Taehyung. No en ese momento— ¿Qué crees que opinaría tu emo?

— No lo hago por Jimin. Y no es lo mismo jugar con alguien que robar a una empresa de comida rápida.

— Robar ya es malo de por sí, no te excuses. No eres ningún héroe salvador del mundo, y mucho menos mejor que nosotros.

— Tampoco pretendo serlo —respondió Taehyung tranquilamente, dándole un mordisco a su trozo de pizza— ¿Tanto te molesta que no quiera usar el dinero del chico con el que está jugando Mark?

— Se llama Jackson —intervino el nombrado.

— Jackson Wang —prosiguió Bambam por el fondo. La mayoría rodamos los ojos y les ignoramos, centrándonos más en la tensada conversación entre Taehyung y el pelinegro.

— No me molesta, simplemente me parece penoso que ahora quieras ser un santurrón para que el niño ese te deje probar su culo —Taehyung frunció los labios en una sola línea, pero no respondió. Yo le sujeté del brazo disimuladamente, tanto para darle ánimos como para poder detenerle a tiempo en caso de que se lanzara encima de Wonho— Y permíteme decirte que tampoco es para tanto. He probado muchos mejores.

— No tienes ni idea de la mierda que estás hablando.

— ¡Oh dios mío! —todo el mundo se giró de inmediato hacia NamJoon. Yo con el corazón a mil, asustado por el inesperado grito. Incluso Taehyung y Wonho relajaron el ambiente y centraron toda su atención en los labios de rubio, los cuales aún permanecían en forma ovalada— Jin acaba de cambiar su foto de perfil —suspiré, y a igual que todos los demás, la expectación desapareció en un segundo y volvimos a centrarnos en las pizzas— Joder, necesito follarle la maldita boca.

— Oye, que estoy comiendo —se quejó Mark.

De alguna forma, las fantasías sexuales de NamJoon consiguieron evitar lo que podría haber sido la peor pelea que había pasado por el grupo. Y lo agradecí infinitamente, porque en parte compartía las ideas de Taehyung, y mi cobardía necesitaba de su presencia para que alguien gritara lo que yo no me atrevía ni a murmurar.

Por ello, cuando apenas quedaban un par de trozos, Wonho propuso ir a parar a un grupo de chicos que estaban caminando por la calle de en frente, y Taehyung me preguntó en voz baja si prefería marcharme con él a dar una vuelta. Acepté sin dudarlo.

No quería ser un héroe, pero quizás sí que necesitaba cambiar.

Yoongi.

Ese día no fue el único que Taehyung hizo acto de presencia en las horas que nos tocaba limpiar, y de alguna forma las cosas siempre terminaban igual. Jimin rechazándole y convenciéndome para marcharme y dejar que el más bajito terminara limpiando toda la sala. Me daba pena, pero el pelinegro solía estar tan enfadado en esos momentos que no me veía con ningún valor para llevarle la contraria.

De cualquier modo ya tan solo nos quedaban tres días de sufrimiento, solo tres y podríamos volver a casa a la misma hora que todo el mundo, a unas decentes.

Ya habían pasado dos semanas desde la guerra de comida. Después de eso me puse a pensar en todo lo que habíamos desperdiciado y me arrepentí en cantidad, pero a pesar de todo no podía dejar de sonreír idiotamente al recordar lo bien que me lo había pasado. Incluso con la interrupción bajo las mesas.

Otra novedad era que al parecer, mi hermana y Moonbyul habían vuelto a hacer las paces. De hecho, no era por exagerar, pero parecían mucho más unidas que antes.

Cuando les pregunté el porqué del repentino cambio, mi hermana me mandó callar, me dio una patada y declaró que jamás se volvería a hablar de ese tema en la casa. Yo no estaba de acuerdo, tenía mucha curiosidad por saberlo, pero las patadas de mi hermana eran fuertes, y yo no quería probar ninguna más de las necesarias.

El caso era que todo volvía a marchar bastante bien. Conseguía sacar mis estudios adelante, iba a terminar el castigo, con tanta práctica casi había aprendido a silbar, y había días en lo que podía pasar una clase entera sin mirar a Jungkook.

— Yoongi, aunque cierres los ojos, no desaparezco.

— ¡Lo sé bobo, pero en mi cabeza sí! —respondí orgulloso al pelinegro, agitando el palo de fregar en señal de victoria— Es un plan genial contra los monstruos. Te tapas los ojos y desaparecen.

— Prueba a hacer eso en un apocalipsis zombie, a ver si funciona.

— Los apocalipsis zombies no existen, idiota.

— ¿Y los monstruos sí?

— ¿Si no existen qué es lo que vive debajo de tu cama entonces?

— Mis ganas de soportarte —respondió sin pensarlo. Sí, las mejores respuestas solían venirle solas, y yo me moría de envida por ello. En mi caso me pasaba un millón de años buscando el insulto perfecto para que luego ni siquiera pudiera compararse a su saludo de buenos días— ¡Ah, con el palo no, que duele, ya te lo he dicho!

— ¡Deja de decirme cosas feas, estúpido!

— Ya sabes que te las digo en broma... ¡Ah, Yoongi, para ya!

Me quitó el palo de escoba de las manos y lo lanzó al suelo antes de salir corriendo a por mí. En menos de un segundo yo me encontraba huyendo a la velocidad del rayo por todo el comedor, sintiendo verdadero miedo recorriéndome. De verdad que en mi mente parecía que me perseguía un monstruo y no mi mejor amigo.

Por ellos cuando choqué con una persona, ni siquiera me lo pensé. Me escondí tras su espalda y cubrí mis ojos mientras gritaba que se marchara.

— ¿Qué haces tú aquí?

— ¡Jimin, me rindo, déjame!

— Estoy parado idiota —me espetó el pelinegro, apartando mis manos de los ojos de un manotazo y agarrándome del brazo, quitándome del lugar donde me encontraba y acercándome nuevamente a él— La técnica de no ver no funciona. Te habría comido si hubiera querido —murmuró victorioso en voz baja. Yo le saqué la lengua y finalmente levanté la vista hacia la persona que me había servido de muro humano.

— ¿Jungkook?

— Vine a acompañ...

— ¡Jimin, te traje un regalo! —todo el mundo nos giramos hacia la puerta, lugar donde apareció Taehyung con una caja de galletas de chocolate en las manos. Inconscientemente me lancé para acercarme a él, sintiendo la boca agua con solo imaginarme el sabor, pero Jimin me detuvo, cortando mi fantasía de raíz.

— Espérame mientras voy a llamar a la directora —anunció pasando de largo. Cuando estuvo junto a Taehyung, le miró enfadado y añadió— Otra. Vez.

— ¡Pero te traje galletas! ¡Jimin!

Y nuevamente terminé quedándome a solar con Jungkook, lo que era un problema enorme, ya que justamente ese día había conseguido mirarle únicamente dieciocho veces, y en todas duré muy poquito. Había sido un récord que estropearía por una tontería.

— ¿Se puede saber qué haces? —escuché que preguntó con desconcierto.

— ¿Cómo que qué hago? —me puse en pie, ahora con el palo de madera en las manos, aquel que Jimin había tirado hacía unos segundos para ponerse a perseguirme por toda la sala. Por suerte no se había roto, y es que con la fuerza de amigo, no era tan extraño de imaginar— Cojo la escoba.

— Me refería a por qué te tapas los ojos.

— Ah.

Nadie dijo nada por unos minutos.

— Yoongi, te vas a caer —le ignoré y seguí caminando con una mano cubriendo mis ojos, tan solo permitiendo que la mínima luz me guiase por la finísima rejilla que había entre mis dedos. No escuché las palabras de Jungkook hasta que tropecé con algo, cayendo de espaldas y sintiendo mi inevitable muerte— Te lo advertí —entreabrí los ojos, encontrándome con el rostro de Jungkook mirándome desde arriba. Me acababa de salvar de un gran golpe totalmente inesperado— ¿Por qué te tapabas los ojos?

— ¡Mierda! —exclamé tapándomelos de nuevo y alejándome varios pasos de él. Ya lo había mirado, ya se había echado a perder mi récord. Suspiré y me los destapé con desánimo al no haber conseguido mi propósito. Al parecer la vida se empeñaba en ponérmelo difícil— Por nada importante —me acerqué el cubo del agua y mojé la fregona, empapándola bien antes de sacarla y devolverla al suelo. Cuando levanté la vista, divisé a Jungkook en el mismo sitio, observándome de brazos cruzados. Era muy injusto que yo me molestara en no mirarle y él por su parte hiciera lo que le daba la gana— ¿No vas a limpiar?

— Claro que no. Solo vine a acompañar a Taehyung.

— Pues en ese caso puedes esperarle en la entrada. Aquí molestas.

— Te recuerdo que acabo de evitar que te abras la cabeza contra el suelo.

— Eso ha sido por tu culpa —murmuré resentido.

— No he sido yo quien te ha tapado los ojos.

— Pero me los he tapado por ti, así que sí es tu culpa —le saqué la lengua y me giré indignado, devolviendo mi atención a la fregona y las manchas de pimiento que había en el suelo.

Pasé los siguientes diez minutos mirando el reloj, luego a Jungkook, luego a la fregona, seguidamente al suelo, y de nuevo al reloj de animalitos que decoraba mi muñeca. Era un círculo vicioso, o mejor, un círculo nervioso, porque eso era lo que me impulsaba a no poderme estar quieto.

Y lo peor llegó cuando escuché el sonido de una bolsa de plástico abriéndose. Miré a Jungkook, saltándome el reloj y la fregona de la lista, y abrí la boca de par en par al divisar la preciosa y tentadora bolsa de galletas que llevaba en sus manos. Era igual a la que Taehyung había comprado para Jimin, pero estas también tenían lacasitos de colores en su interior.

Era el maldito cielo hecho galletas y estaban siendo devoradas cruelmente por aquella persona que tantos problemas me estaba dando. Y el muy desgraciado, cuando me encontró mirándole, tan solo me sonrió y saludó con una mano, balanceando inconscientemente la bolsa de plástico, a la cual siguieron mis pupilas como si de una maravilla se tratasen.

Igualmente negué y retomé a seriedad. No iba a dejarme llevar por la comida, aunque fuera lo que mi cuerpo más ansiara en ese momento. Agarré con fuerza la fregona y seguí con mi tarea de limpiar el piso.

— ¿No vas a pedirme? —preguntó al rato. Levanté la vista y tragué saliva, quedándome ligeramente embobado con los dulces. La bolsa ya estaba por la mitad, y seguro que a este paso no tardaría en terminársela. Negué y agaché la vista— Si me pidieras, te daría.

— ¿En serio? —asintió con indiferencia, y no tardé ni dos segundos en dejar la fregona apoyada sobre una mesa y salir corriendo en su dirección, colocando las manos con las palmas extendidas, ansioso por recibir una de esas deliciosas galletas— Porfi, Jungkook, dame una —sonreí durante un segundo, hasta que recordé que me caía mal, y volví a ponerme de morros.

Aun así no aparté las manos, pues yo seguía queriendo mis galletas.

— ¿Puedes dejar de mirarme como si quisieras pegarme?

— ¿Puedes darme la galleta de una vez? —rodó los ojos y me tendió a bolsa, o al menos lo que quedaba de ella, que era bastante, sobre todo después de que pensara que tan solo iba a recibir una de las deliciosas pastas— ¿Todas para mí? —asintió con cansancio y ahí sí que no pude reprimir una enorme sonrisa de absoluta felicidad. Abrí la bolsa y me metí tres a la vez en la boca— Fhafiaz.

— De nada —respondió secamente, limpiándose las pequeñas migas que le había escupido sin querer a la chaqueta— Por cierto... hablé ayer con Moonbyul —levanté la vista de la bolsa y le miré con curiosidad. Él parecía nervioso, con la mirada apartada a un lugar perdido del suelo— Le conté que no tengo ni he tenido nada con tu hermana, cosa que veo bastante innecesaria. Es decir, a tu hermana le tiran más las tetas que cualquier otra cosa. Es estúpido pensar que pudiera haber tenido algo conm...

— ¿En serio le dijiste la verdad? —pregunté asimilando lo que acababa de escuchar. Él asintió y yo volví a masticar mi galleta, la cual se había quedado a medio despedazar en mi boca completamente abierta— Toma —solté sin pensar, ofreciéndole una de las galletas de la bolsa que él acababa de regalarme.

— ¿Eh? —me miró extrañado, pero aun así agarró el dulce y lo sostuvo entre sus dedos, sin atreverse a morderlo. Sonreí y volví a saborear una de las mías antes de responderle.

— Es un premio. Mis padres siempre me dan premios cuando me porto bien.

— ¿Me acabas de dar un premio como si fuera un jodido perro?

Silencio.

— ¿Sabes qué? —cambió su molesta expresión por una sonrisa y le dio un mordisco a la galleta— Tienes razón. Gracias.

Por algún motivo, sentí que habíamos retrocedido mil años en el tiempo, aproximadamente al primer día. O por otro lado, que acabábamos de hacer el mayor avance que podía haber imaginado. De cualquier modo, me alegré enormemente de haber compartido esa galleta con él.

Y los pocos minutos restantes que pasamos juntos, olvidé completamente cumplir mi meta, mi récord. Quizás era una tontería no mirarle, quizá solo eso no hacía daño a nadie, ni siquiera a mí.

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