30
Jungkook.
Jamás me había fijado en la rabia, en ese sentimiento tan momentáneo que sentimos algunas veces y es causante de muchas consecuencias indeseables. Aquel que sale sin permiso alguno, destrozando y rompiendo todo a su paso, tan peligroso para los demás como para uno mismo.
Y jamás me había fijado en ella porque jamás la había experimentado de la forma en la que lo hacía en ese momento.
Me despertaba y acostaba con la misma sensación desgarradora en el pecho, una que era horriblemente desagradable pero no sabía cómo hacer desaparecer, y poco a poco estaba empezando a hacerme la idea de tener que vivir con ella.
Y al parecer no era el único, pues Taehyung también venía estos días a clase con unas ojeras bastante similares a las mías, y eso los días que se dignaba a venir a clase. En general casi no aparecía por el colegio, y cuando nos lo encontrábamos, no solía permanecer mucho tiempo con nosotros.
Pero no le culpábamos, pues después de enterarnos de lo que había sucedido entre Wonho y Jimin, comprendíamos que se sintiera de esa forma, aunque jamás imaginamos que llegaría a tal extremo de apartarse del grupo.
¿Cómo podía alejarse de esa forma? Yo también había sentido impulsos de hacerlo, de mandarlos a tomar por culo y culparles de la mayoría de mis problemas. Cada vez que bromeaban, yo no participaba. Únicamente permanecía a su lado para poder salir por las noches y desahogarme en alguna pelea, pero ese motivo era más que suficiente. Era lo que me mantenía en pie al día siguiente.
Irónico que fuese una paliza lo que me sacara de la cama y no al revés. Porque sí, normalmente era yo quien las recibía, y por voluntad propia además. Me gustaba escoger al más grande del grupo contrario y enfrentarme a él, enfrentarme a alguien a quien no tuviera posibilidades de ganar ni aun poniendo todo mi empeño. Era mucho más satisfactorio ser yo el que quedara inconsciente.
— ¿Hola? ¿Estás escuchándome? —Moonbyul me zarandeó del brazo ligeramente, devolviéndome al mundo real. Uno que compartía con ella y Yongsun en la casa de esta última. Todo esto porque estaban haciendo un trabajo y yo había pasado a recogerla para ir al cine juntos, no por gusto propio. Obviamente yo esa casa no quería pisarla ni en sueños— Decía que subo un momento al cuarto de Sunnie, que me he dejado la mochila.
— Ah, sí claro. Te espero aquí.
— Te esperamos aquí —aclaró su amiga sonriente. No sabía si prefería que subiera con mi novia al cuarto o que se quedara haciéndome compañía. Ambas opciones eran igual de desagradables. Aunque cuando nos quedamos a solas y la castaña me miró con el ceño fruncido, decidí que la primera opción habría sido ligeramente menos horrible.
— Tú.
— Sabes mi nombre. Pronúncialo al menos.
— Cállate —levanté una ceja, extrañado por su bruco comportamiento, pero aun así me callé. Tampoco tenía ganas de mantener una pelea, al menos verbal, y sabiendo que la sesión de cine comenzaba en veinte minutos, una física no me convenía en absoluto— ¿Estás engañando a Moonbyul?
— ¿Cóm-
— Y como me mientas te parto un brazo aquí mismo. Responde.
— ¡Claro que no la estoy engañando! —exclamé molesto. En realidad no le había mentido. En ese momento no la estaba engañando. La había engañado, pero en un pasado que no se volvería a repetir. Y además, lo de Yoongi casi ni se podía considerar engaño.
— ¿Y por qué te comportas tan mierda con ella? —agaché la vista, evitando mirarla a los ojos. No quería tener esta conversación, y menos con la hermana del castaño— Jungkook, estoy teniendo mucha paciencia, así que habla y deja de tocarme los ovarios.
— Si alguien está teniendo paciencia, soy yo. Y no puedo responderte, porque no es cierto. Me comporto igual que siempre.
— La dijiste que no la querías.
— ¿Y? Es cierto. No la quiero, no estoy enamorado —antes de que pudiera echárseme encima, porque realmente lo iba a hacer, seguí hablando— Y ella tampoco, así que no te pongas así.
— Pero a ella le gustas, idiota. Si no te gusta de la misma forma, no sé qué hacen juntos.
Fruncí el ceño, valorando sus palabras, concretamente esas últimas. Tenía sentido, no existía ninguna razón para que estuviéramos juntos. Yo no la quería. De hecho, cuanto más valoraba la idea de estar solo, más me gustaba. Era una idiotez depender y hacer que alguien que no me importaba nada dependiera de mí.
Y entonces todo sucedió muy rápido. Mientras lo pensaba, escuché unas risas a mi espalda. Me giré y les vi. Estaban haciendo el tonto, Yoongi subiéndose a la espalda de Jimin mientras este intentaba avanzar con saltos. Se veían tan felices que la rabia no tardó en volver a aparecer, a coger más presencia.
Y a provocar desastrosas consecuencias.
No lo pensé detenidamente, simplemente agarré a Yongsun y la besé en el momento que escuché a mi novia bajar por las escaleras.
Todo parecía haberse quedado en silencio, y así permaneció hasta que la morena reaccionó, se soltó y me dio un puñetazo en toda la mandíbula.
Luego escuché lloros, disculpas e intentos de explicaciones por parte de Yongsun a su amiga. Moonbyul y sus lágrimas junto a ideas equivocadas sin detenerse. Gritos. Insultos. Y una pequeña y silenciosa sonrisa en mi rostro.
Cuando Moonbyul salió por la puerta llorando, las tres personas presentes se giraron hacia mí. Cada uno con una expresión. El pelinegro con asco, la morena con odio e incredulidad, y Yoongi con tristeza. Esa última dolía, así que no se la sostuve más de medio segundo, y aun así fue la que más grabada se me quedó.
— ¿Por qué mierda has hecho eso? —gritó.
— Solo fue un beso, no te alteres.
— ¡Piensa que le pones los cuernos conmigo! ¡Ahora me odia, pedazo de desgraciado!
— Es normal que te odie. Te ha visto besándote con su novio —fruncí y ceño, pensativo, y añadí de inmediato— Bueno, ahora exnovio. Tenías razón, es mucho mejor así. No quiero a nadie, así que no tengo que estar con nadie.
— Fuera. Vete de mi casa.
Me encogí de hombros y salí, topándome con Jimin y Yoongi en la entrada, los cuales me abrieron paso sin decir palabra. Giré la esquina y comencé a andar hacia mi moto. Está a unos metros, apenas unos pasos. No me esperaba que cuando estuviera sacando el casco de la guantera, alguien me sorprendiese por la espalda pronunciando mi nombre.
— Jungkook —me giré sorprendido, topándome con el castaño a una considerada distancia de mí. Tenía las manos en el interior de las mangas de su sudadera, y no paraba de morderse el interior de la mejilla. Parecía tan nervioso que tuve un impulso de tranquilizarle igual que aquella última vez en los baños. Un asqueroso impulso que obviamente evité— ¿Puedo preguntarte algo antes de que te vayas? —asentí con indiferencia mientras me colocaba el casco de la moto, intentando no mirarle fijamente. Ese niñato era mi punto débil, y no iba a caer de nuevo— ¿De verdad no quieres a nadie?
Me encogí de hombros y negué. No tenía ni que pensarlo, o quizás no quería hacerlo. No quería ponerme a plantear esa cuestión y llegar a respuestas indeseadas. Era más fácil responder rápidamente que no.
— No sé por qué te sorprendes.
— No me sorprende, solo me entristece.
— ¿Entristece?
— Sí —asintió ligeramente y mostró una pequeña sonrisa. Una casi imperceptible, una tan temblorosa que parecía dispuesta a partirse de un momento a otro— Es muy triste.
— Sí tú lo dices —se giró, dispuesto a volver a su casa. A penas dio un paso, volví a llamarle— ¡Yoongi! —me miró y me percaté de que tenía los ojos llorosos, y la sonrisa de momentos antes se había terminado de romper— ¿Quieres que vayamos a algún sitio? Puedo darte humo de nuevo.
Sí, era mi debilidad, la excepción de todo, y por ello aunque estuviera hablando en broma, si la respuesta hubiera sido un sí, no habría dudado ni un segundo en llevármelo al fin del mundo si hacía falta. Pero como ya me esperaba, no se dio ese caso.
— Ya no quiero tu humo, Jungkook —estaba a punto de llorar. Tenía los ojos tan inundados que no tardarían en desbordarse, y el labio inferior le temblaba, rompiendo sus palabras— Además, fumar es malo. No quiero estar cerca de cosas que me hacen daño.
Esa vez, cuando se giró, no volví a llamarle. Me sentía tan roto por dentro, que ni siquiera quedaba hueco para remordimientos, para arrepentirse. Lo hecho, hecho estaba, y podía vivir perfectamente con que Yoongi me odiara, pues jamás iba a hacerlo más que yo mismo.
Yoongi.
Mi hermana pasó toda la semana encerrada en su habitación, pegada al móvil y rodeada de cincuenta rollos de papel higiénico terminados, con los respectivos papeles hechos bolas, manchados de mocos y lanzados con pésima puntería a la papelera que tenía junto a su puerta. Era una imagen tan deprimente que ninguno de la casa se atrevía a entrar más de dos veces al día.
Al parecer, Moonbyul no creía ni palabra de lo que ella le contaba. Aún seguía en estado de shock, montándose ideas que no eran ciertas en absoluto, y lo peor es que en su cabeza empezaban a cobrar sentido de la forma más entreverada que podía existir.
Al contrario que sus otras discusiones sin importancia, esta se sentía mucho más grave. Simplemente había que echar un vistazo a la condición de mi hermana para asegurar que: o estaba en una enfermedad terminal o a punto de caer en una depresión; y después de que mis padres la llevaran al médico pudimos descartar la primera opción.
Pero lo peor de toda esta situación no era que estuvieran peleadas, que Moonbyul odiara a mi hermana y ya no pasara por casa ni para saludarme. Lo peor de todo era el motivo que nos había llevado a esto, aquella persona a la que ya no podía seguir mirando con los ojos vendados.
Por ello pasé cada día desde que me tocó presenciar aquella pelea, ignorando a Jungkook. En realidad el primer día fue sencillo, pues casi ni se percató del cambio, pero a partir del tercero sí que se hizo más notable mi ausencia.
No era diferente a la relación que llevábamos antes. Nunca habíamos tenido mucho contacto, en verdad, pero desde mi parte siempre había existido esa inclinación hacia él, esas ganas de escuchar un saludo suyo o que me sonriera, y ya no estaban.
Ya no quería nada.
Estaba perfectamente solo con Jimin. Incluso algunos días se sentaban Jin y sus amigos de cursos mayores a comer con nosotros. Eran muy agradables, y lo mejor era ver las caras del grupo de Jungkook. Por algún motivo, siempre que nos veían parecían muy molestos. El motivo de NamJoon lo entendía, pero Jungkook no tenía razones. Él siempre me había querido lejos, no había razones para que no estuviera encantado con la situación actual.
— Taehyung sigue sin venir a clase —solté sin pensar en medio de la comida. Esta vez solo estábamos Jimin y yo, pero las miradas del otro grupo seguían siendo las mismas. Puede que ese fuera el motivo, Taehyung, que nos culparan de su estado. Quizá en cierto modo éramos culpables.
— Lo sé. Es imposible no notar la ausencia de un acosador.
— ¿No estás preocupado? —negó indiferente, balanceando su negro flequillo mientras acercaba una pinchada de arroz a su boca— ¿Ni un poquito? —volvió a negar, esta vez mientras se limpiaba con la cuidada servilleta de tela. La mía estaba ya tan manchada que nadie se creería que íbamos tan solo por el primer plato— ¿Ni siquiera un súper poquito poquitísimo?
— ¡Que no, Yoongi! —se quejó de improviso, lanzándome inintencionadamente varios granos de arroz a pocos centímetros de mi bandeja. Los señalé y luego le miré acusatoriamente, esperando que los recogiera, cosa que obviamente no hizo. Tan solo se encogió de hombros y me sonrió divertido— Te lo mereces por ser tan pesado.
— ¿Ah, sí? —afilé mi mirada y asentí, aceptando el desafío. Bueno, probablemente para él no había sido ningún desafío, pero yo lo sentí como tal, y por lo tanto, lo acepté como tal. Tomé una pinchada de mi arroz y se la escupí encima. Mi intención era que cayeran al lado de su bandeja, igual que en mi caso, pero no terminaron exactamente ahí. Eran muchísimos granos más, y todos sobre el uniforme de Jimin— Ups.
— Yoongi...
— Quizás me pasé.
No era un quizás, era un: Estoy seguro de que me he pasado mientras observo como te levantas y vas acercándote a mí. Porque exactamente eso era lo que estaba haciendo mientras mostraba una sonrisa digna del peor maniaco existente, y su mirada tampoco se quedaba atrás.
Seguramente me hallaba sonriendo como un tonto, mirándole embobado mientras sostenía un puñado de arroz sobre mi cabeza. Todo el comedor nos miraba, pero yo estaba demasiado hechizado con la adorabilidad de mi amigo como para centrarme en la situación.
— ¿Puedes dejar de mirarme el diente de una vez? —preguntó molesto, aún sin soltar el puñado de arroz, del cual me percaté en ese momento— Pide perdón ahora mismo.
— Tú me los lanzaste por ser un pesado y yo a ti por ser un insensible —declaré orgulloso, totalmente firme a mis ideales. Estábamos a iguales, exceptuando el que quizás yo me hubiera sobrado un poquito en mi lanzamiento, pero esos detalles podían pasarse por alto sin ningún problema— Todo el mundo nos mira.
— Me da exactamente igual quien mire —miré el puño que había sobre mi cabeza, del cual sobresalían varios granos de arroz— ¿Vas a disculparte? —esta vez ya no sonreía. Era algo serio, una de nuestras batallas serias, las cuales jamás habían sucedido en medio de la escuela. Ambos sabíamos que ninguno iba a ceder, lo que las hacía tan peligrosas— Te doy tres segundos... —pensé en hablarle de aquellas personas que no tenían nada que comer, por las cuales había que compadecerse y no desperdiciar nada de comida, pero la mirada de Jimin no dejaba cabida a la empatía en ese momento, y tras el primer segundo escuché una ovación de todo nuestro alrededor y la mano del pelinegro abriéndose, dejando paso a que todo el arroz me cayera por encima. Cuando levanté la vista, estaba sonriendo de nuevo, pero esta vez mucho más satisfecho— Estabas advertido.
Me quedé con la boca abierta, aún sin asimilar lo que acababa de ocurrir. Algunos comenzaron a reírse, otros cuchicheaban, y yo solo veía la sonrisa de Jimin tornándose a una mueca de molestia al percatarse de nuestro público. Se giró para decirles algo, probablemente algún insulto o mandarles callar, y me dio la espalda.
No lo pensé dos veces antes de agarrar parte de mi arroz con las dos manos y lanzárselo.
— ¡Ni siquiera habías llegado al tres! —exclamé con indignación.
Mi amigo se giró con la sangre hirviendo. Casi podía ver mi muerte reflejada en mis ojos, y yo inconscientemente lo único que podía hacer era sonreír pícaro, disfrutando de su molestia bajo mis actos.
Después de eso podían haber sucedido muchas cosas, tantas que hasta me canso de imaginarlo, y cada cual más divertida y arriesgada que la anterior. Podíamos haberles dado un espectáculo digno de cobro a todo el colegio, pero en su lugar, en el lugar de cualquiera de esas posibilidades, sucedió la mejor cosa que podía haber ocurrido.
— ¡Pelea de comida!
Ese grito, tan solo esas palabras de una persona desconocida para la mayoría, dieron paso a la mejor guerra de toda la historia del colegio, quizás hasta la mejor de toda la historia de la humanidad.
Las risas y los gritos invadieron la sala. La mayoría se preocuparon por coger un lugar en el que refugiarse y atacar al mismo tiempo. Otros simplemente lanzaban aquello que llegaba a sus manos, independientemente de acabar ellos llenos de comida hasta la ropa interior.
Y finalmente, el menor grupo, protagonizado por Jin, se cubrían con su bandeja y buscaban la salida más rápida del comedor para escapar de ahí sin que su imagen sufriera grandes daños.
En algún momento Jimin y yo terminamos rodando por el suelo, riéndonos e intentando manchar más y más al contrario. Ya no éramos en punto de atención, lo que lo hacía infinitamente más divertido.
— ¡Mira Jimin, es como si nos estuviéramos casando! —exclamé yo en pleno éxtasis de la situación. Realmente lo parecía, pues aquello que no paraba de llover era precisamente arroz. Si no fuera porque a aquellas semillas se le añadían los trozos de carne y la salsa del segundo plato, y porque estábamos en medio de un comedor, hasta podría pasar por un casamiento real.
Jimin rió y empezó a hacer el amago de besarme mientras yo le apartaba y metía comida del suelo en su boca, o bueno, lo intentaba, ya que al ver las intenciones se apartó y escupió lo poco que sus labios habían rozado, sobre mi cara.
Íbamos a comenzar la pelea cuando Jin apareció otra vez por la puerta de entrada, ahora con un enorme abrigo del cual protegerse, y cuando nos divisó, se acercó con el ceño fruncido y sus ojos destellando llamas, hacia nosotros.
A Jimin lo agarró al segundo a pesar de sus intentos de escapar. Me miró pidiendo ayuda, rogando por su vida y estirando la mano dramáticamente, pero yo solo me despedí sonriente antes de que unas manos tiraran de mí y me arrastraran bajo la mesa que tenía a mi espalda, escondiéndome de cualquier receptor de la princesa monstruo.
— ¡Gracias, me has salvado la vida!
— No te vas a casar con él, en las bodas el arroz no está cocido —declaró la persona que aún seguía sujetándome de la cadera por detrás. Ahora que me había girado ligeramente para verle, tenía su rostro a centímetros del mío y podía apreciar perfectamente aquella cicatriz tan bonita que quedaba en su mejilla— Solo te lo aclaraba.
No dije nada.
— Por cierto, de nada por salvarte la vida.
— ¿Cómo? —aún seguía en shock por tenerlo tan cerca. Sentía su aliento sobre el mío propio, y casi podía asegurar que me estaba embriagando con él.
— Eso dijiste antes. Que te había salvado la vida —sonrió y se quedó en silencio un par de segundos. Lo único que se escuchaban eran los chillidos de fondo, pero parecíamos alejados de todo eso, y de hecho lo estábamos— No era mi intención, en verdad. Tan solo pasaba por tu lado. Aunque supongo que ahora soy como tu héroe —volvió a sonreír con aquella seguridad que tanto me gustaba. Estábamos demasiado cerca, tanto como las otras veces. Un milímetro más y nos besaríamos— ¿No vas a decir nada?
Tragué saliva y le observé bien, me quedé embobado inconscientemente. Casi no parecía que el tiempo hubiera pasado. Era el primer día, era el Jungkook del principio, mi favorito en el mundo entero, aquel no haría daño a nadie de forma consciente. Una persona increíble a mis ojos.
Y falsa.
Aparté mi rostro, devolviéndolo al frente y separándolo del suyo. Ahora lo único que veía eran pies y mitades de cuerpos moviéndose por el comedor. La comida también caía, pero estábamos a salvo bajo la pequeña mesa. A pesar de todo seguía sintiendo sus manos sujetándome por la cadera, agarrándome firmemente, casi con inseguridad, con miedo. No se asemejaba en nada a la orgullosa sonrisa que mostraba segundos antes.
— ¿Por qué lo hiciste? —pregunté de improviso, rompiendo el silencio.
— Porque soy malo malísimo, y los malos malísimos hacemos ese tipo de cosas, Yoongi.
— Mi hermana se pasa los días en su habitación llorando.
— ¿Por un beso? —fruncí los labios con frustración. No se lo estaba tomando en serio, no me tomaba en serio a mí— ¿Tan mal lo hago? Dímelo tú, Yoongi. Tan horribles no deben ser si quisiste repetir.
— Jungkook, hablo en serio. No estuvo bien.
— ¿Ah, no? —me arrimó más hacia él, juntando mi espalda contra su pecho, y entonces se inclinó sobre mi cuello. Yo me tensé, incapaz de concentrarme totalmente si se ponía a hacer tales cosas— Pensé que te gustó —pasó delicadamente su lengua por la curvatura, limpiando mi piel de la salsa con la que nos habíamos embadurnado Jimin y yo, o por otro lado, manchándola de su saliva. De cualquier forma, solamente ese gesto consiguió que un escalofrío me recorriera de pies a cabeza— Y parece que te sigue gustando.
— Me refiero a lo de mi hermana y Moonbyul.
— Yo también hablaba de eso —mintió con un tono socarrón, casi entre risas. Podía notar su aliento chocando contra mi cuello, lugar que ahora se encontraba rozando con sus labios, tensando aquel fino hilo del cual sentía que iba a caer— Hablemos de otra cosa —depositó un breve beso, haciéndome cerrar los ojos de manera inconsciente. Odiaba que se sintiera tan bien— Últimamente casi no hemos hablado.
— No quiero hablar contigo.
— ¿Porque me odias? ¿Por eso no quieres hablar? —asentí en silencio, sintiendo esa verdad demasiado dolorosa como para poder formular palabra. Esta vez sí que se rió, pero fue muy breve, muy apagada y muy amarga. Casi ni parecía una risa de verdad— Y yo que pensaba que era tu amigo.
— Deja de bromear.
— En una escala del uno al diez, ¿cuánto me odiarías? —volvió a besarme muy suavemente, ascendiendo poco a poco hacia mi oreja, lugar donde permaneció terminando de hablar antes de morder cuidadosamente el lóbulo de esta. Parecía que todos mis sentidos estaban puestos a donde dirigiese sus labios— Poniendo que el uno es "Te acepto" y un diez es "Me das tanto asco que no te soporto ni un segundo a mi lado, a pesar de que innegablemente tú estés enganchándote a mí"
No volví a responder.
— Yo voto por el diez —me atrajo hacia sí aún más, esta vez agarrándome por la cintura, rodeándome como si me estuviera abrazando. Subió una de sus manos hasta mi mandíbula y me giró lentamente el rostro hacia el suyo, obligándome a devolverle de nuevo la mirada— ¿Tú que dices?
— M-me quiero ir, Jungkook.
— Puedes hacerlo cuando quieras —sonrió y soltó su agarre. Ya no había brazos que me rodeasen, pero aún permanecía pegado a mi espalda, con su rostro a pocos centímetros del mío y una sonrisa que aún no podía terminar de descifrar— Puedes irte, Yoongi —repitió con voz ronca.
— No me sonrías. No me sonrías si vas a seguir siendo de esa forma.
— ¿De qué forma? —preguntó sonriendo, haciendo exactamente lo contrario a lo que le había pedido. Burlándose en mi cara.
— Malo. No quiero que me guste algo de alguien malo.
— ¿Te gusta mi sonrisa? —asentí sin pensarlo. Me gustaba, me gustaba muchísimo. No podía mentir, pues había demasiadas cosas que me gustaban de él— ¿Y mis ojos? —volví a asentir. Él seguía sonriendo— ¿Y mis labios? —incliné la cabeza de nuevo, por tercera vez, igual de convencido que a la primera— ¿Y qué no te gusta?
— No me gusta cómo eres.
— Entonces no eres el único —torció la sonrisa y soltó su agarre de mi mandíbula, pero no me moví. Seguí mirándole, curioso de todo lo que decía, incapaz de alejarme ni un centímetro. Todo el barullo de nuestro alrededor casi había desaparecido por completo, quedando hasta en un décimo plano. Un pestañeo suyo llamaba más mi atención que la batalla de comida que se lidiaba a medio metro de distancia— Pero lamento decirte que no tiene arreglo.
— No me gusta que seas mala persona, y eso siempre tiene arreglo.
— Estás equivocado, Yoongi. Pensé que a estas alturas ya te habrías dado cuenta.
Negué y me alejé de él, sorprendiéndole tanto como a mí mismo. Todo mi cuerpo luchaba por quedarse, por apagar ese repentino frío que sentía, con su cuerpo. Pero no lo hice, y en el fondo sabía que estaba actuando bien. No le había ignorado todos estos días para caer ahora, y menos sabiendo que era el mismo de siempre. No iba a reconciliarme con alguien así.
— Puedes ser como tú quieras.
— Quizá no quiero.
— Pues entonces yo tampoco quiero ser tu amigo.
— Quizá yo tampoco quiera ser tu amigo —murmuró ladeando su sonrisa.
— Pues en ese caso... —me incorporé, listo para salir, y fruncí el ceño en una mueca triste al verlo ahí sentado— En ese caso, haz lo que te pido y deja de sonreírme, por favor.
Mientras salía de la mesa, yo tampoco me giré. Me marché sin mirarle una última vez, igual que tantas me había hecho él a mí anteriormente, pero en ningún momento satisfecho con eso. No quería venganza, no quería devolvérsela, tan solo quería que me dejara de sonreír. Solo eso.
Y era imposible, pues tenía la imagen de su sonrisa grabada en mi mente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro