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27

Jungkook.

Hacía un frío digno de pleno invierno, digno de tres sudaderas como mínimo y no la pequeña chaqueta que me había prestado Moonbyul mientras la esperaba con la moto en medio de la calle.

Llevaba casi veinte minutos pidiendo las malditas pizzas, y a este paso iba a terminar pensando que las estaba cocinando ella misma.

— Había una cola enorme, lo siento cariño —se disculpó nada más salió del restaurante con las cajas en las manos. Me dio un beso en la mejilla y seguidamente abrió un poco la tapa de una de las cajas para que pudiera disfrutar de su aroma. Olía jodidamente bien— ¿Tienes hambre? —asentí al tiempo que me colocaba el casco y subía de nuevo a la moto. No podía esperar a llegar a su piso y disfrutar de la deliciosa comida que traía entre manos— Pues no te voy a dar.

— ¿Eh? —me levanté el cristal del casco y la miré con el ceño fruncido— Con la comida no se bromea, ya te lo he dicho.

— Lo digo totalmente en serio —cerró la caja y sonrió con malicia. Por suerte no hablaba en serio de verdad, tan solo era otro de sus juegos. Por desgracia yo no estaba de humor para ningún tipo de juego— Estás castigado.

— ¿Castigado? ¿Yo? ¿Por qué?

— Sunnie me contó lo que le hiciste.

Oh, así que era eso. La idiota de su amiga entrometida no le bastaba solo con querer romper mi relación con Moonbyul, también quería acabar la que tenía con las pizzas. Esa chica era tan insoportable que no podría aguantar a su lado más de un minuto.

— No fue mi culpa. Ella dejó la mochila en el suelo.

— Y tu pasaste por encima suya con la moto.

— Pero porque estaba en el suelo —rebatí quitándole importancia. Sí, había atropellado la mochila de Yongsun dos veces en la salida de la universidad, pero no fue culpa mía, fue por culpa de Moonbyul, que me dejó a solas con su amiga sabiendo que la odio— No la vi, fue un accidente.

— Pasaste tres veces.

— Dos en realidad.

— Tres. Volviste a hacerlo cuando nos fuimos.

— Oh, tienes razón. Fueron tres entonces —Moonbyul frunció el ceño y yo forcé una sonrisa— Y todas ellas sin querer. Tu novio es muy torpe, lo siento cariño.

— Lo sé. Por eso no vas a probar ni un bocado de esta deliciosa pizza —respondió con la misma sonrisa falsa.

Al final terminé comiendo de ella, como era de esperar. Moonbyul podía parecer muy estricta, pero siempre solía pasarme este tipo de cosas por alto. Además, ella sabía de sobra la relación de odio que teníamos su mejor amiga y yo, así que no le había pillado por sorpresa.

Una vez en su cuarto, con las cajas a medio terminar y en la tele un drama sin pies ni cabeza, más romántico y cursi que Taehyung hablando de Jimin, volvió a salir el tema.

Bueno, no fue exactamente sobre Yongsun, pero el terreno era igual de farragoso que ese. Un terreno que no me convenía tocar, y menos en esos momentos. Aun así ella siguió hablando, y poco a poco la conversación fue cogiendo un plano principal en el cuarto.

— No sé qué quieres que te diga —definitivamente no debimos haber empezado a hablar de nuestra relación— No estoy enamorado hasta las trancas, y tú tampoco. Ya lo sabes.

— ¿Entonces hacia dónde va dirigido esto? —me encogí de hombros y le di un mordisco a mi trozo de pizza, intentando mostrarme indiferente, y no me costaba, pues en realidad era así como me sentía— Jungkook, esto es serio.

— Nos lo pasamos bien juntos, no le veo el problema.

— Ya lo sé, pero... no sé.

— ¿No te gusto? —pregunté con curiosidad. Últimamente era lo que parecía, tanto de parte de uno como de otro. Y a ser sinceros, tampoco me dolía. Lo que decía, total indiferencia.

— Sí me gustas, pero no sé... ¡No lo sé, no sé lo que quiero decir!

— Yo si lo sé —declaré con tranquilidad. Ella me miró y enarco una ceja. Llevaba los últimos diez minutos con su trozo de pizza en la mano, intacto y balanceándose a cada movimiento que hacía— Te gusta Yongsun.

— ¿Qué? ¡No! ¡Claro que no!

— Ajá.

— ¿Qué insinúas?

— Nada. No lo insinúo, te lo digo claramente, ya me has oído.

— No me gusta nadie más, deja de decir tonterías.

— Ajá.

— ¡Deja de decir eso!

— Mmm —repetí, esta vez con la boca llena de pizza. Cuando la miré supe que no debía haberme comportado de ese modo. Estaba enfadada.

— ¿Y qué me dices de ti? No pareces centrado. Quizás eres tú quien está con la vista puesta en otra persona y me lo estás ocultando. Quizás eres tú quien se ha interesado por alguien más —finalmente le dio un bocado a su trozo y añadió antes de tragar— ¿O estoy equivocada?

La miré fijamente, pero no la vi.

En su lugar otro rostro me vino a la mente.

Uno de pelo castaño, tez pálida y ojos lindos. Uno que tenía dos pequeños lunares en la oreja y una sonrisa adorable. Uno que me llevaba atrayendo desde hacía demasiado tiempo para mi gusto, atrayendo tan incontrolablemente que comenzaba a volverse peligroso.

Pero solo era eso, atracción.

Yoongi no me gustaba. Era irónico el que ambos estuviésemos con la vista puesta en cada uno de los hermanos Min, claro que con intenciones diferentes.

Moonbyul sentía amor, o algo parecido, y yo algo puramente físico. Lo mío no tenía sentimientos y lo suyo sí.

— Estás equivocada —respondí con simpleza.

Ella me miró con los ojos entrecerrados, valorando si creerme o no. Y no se sí lo llegó a hacer, pero al menos sirvió para zanjar el tema. No volvimos a hablar de ello en toda la tarde, y cuando volviendo a mi casa recordé mis palabras, fruncí el ceño.

No era ella quien tenía que creerme, era preferible que lo hiciera yo mismo, porque había momentos en lo que no estaba tan seguro de ello. De que Yoongi no me importara en absoluto.

Yoongi.

Siempre se me había dado bien esconderme. Desde muy pequeño me era fácil encontrar refugio en pequeños huecos junto a cubos de basura o callejones apartados.

Había días en los que dejaba de ser una escapatoria y comenzaba a volverse hasta divertido. Luego había otros días en los que estaba muerto de miedo y solo me sentía como uno de esos perritos que solía ver a través del cristal del coche, uno de esos pequeñitos que caminan solos por la calle y se refugian de cualquier ser humano existente.

Pero si, la mayoría del tiempo era divertido.

No entendía porque justamente en estos momentos no me sentía de esa forma. ¿Quizás porque la gente que me perseguían no eran niños con la fuerza de, exactamente eso, un niño? ¿Por qué mi casa ahora estaba demasiado lejos como para salir corriendo hasta ella? ¿O simplemente porque me había vuelto aún más cobarde que cuando era pequeño?

Aquello de imaginar que todo era un juego ya no me funcionaba. Sabía que cuando Wonho y sus amigos me encontrasen, no iba a poder escapar. No iba a poder tirar de la manga de un adulto y pedir ayuda, porque eran unos adultos en sí los que me infundían el miedo.

Por eso, ahora me encontraba sentado en la fachada trasera de la escuela, metido entre todos los arbustos y tan encogido sobre mí mismo que sentía como la chaqueta del uniforme me fuera a estallar en cualquier momento.

Además de que las ramas se me enganchaban por todos lados y como me arañaban, no podía mover ni un solo dedo, ni siquiera para limpiarme las lágrimas. Por eso las aguantaba con toda mis fuerzas, cerrando los ojos y pensando en cosas bonitas.

O eso último, intentándolo al menos.

No podía dejar de ver la mirada de Wonho persiguiéndome allí donde fuera, y eso que tan solo se la había sostenido un segundo. Parecía que me fuera a comer solo con sus ojos, y quizás no lo fuera a hacer precisamente con ellos, pero sus dientes estaban perfectamente afilados para pegarme un mordisco tras otro si quisiera.

Si tan solo me hubiera tomado mi batido en el recreo, nada de esto estaría sucediendo. Si no lo hubiera perdido hasta última hora y hubiera decidido tomarlo en ese momento.

Si no me hubieran asaltado por detrás, saludándome a medio centímetro de mi oreja, y yo por instinto no hubiera apretado el batido, haciendo que saliera disparado y le manchara toda la cara a Wonho.

Si todo eso no hubiera pasado, probablemente ahora estaría de camino a casa tranquilamente y no escondiéndome entre unos incómodos matorrales.

Pero para mí desgracia, no era el caso. La realidad dolía incluso más que las ramitas que me arañaban los mofletes con cada movimiento. Más que haber desperdiciado el delicioso batido de chocolate a penas recién empezado. Mucho más que todo eso. La realidad daba miedo.

— ¡Aquí estás!

Y me había encontrado.

Levanté la vista lentamente, aterrado, rezando en mi interior para que aquella voz hubiera procedido de mi imaginación y no de unos labios reales. Unos labios como los de aquel chico rubio que me miraba desde lo alto, sonriendo deliberadamente mientras yo temblaba de miedo a reconocerle como uno de los amigos de Jaebum.

— ¡Hey, chicos, está aquí escondido! —gritó sonriente. Casi parecía que me iba a tender la mano para ayudarme, que era agradable y no pretendía hacerme daño. Tenía un rostro totalmente puro y dulce. Y para mi desgracia, también falso— ¡Llamen a Wonho y díganle que lo hemos encontrado!

Cerré los ojos y me encogí aún más, escondiendo la cabeza entre mis brazos. No tenía mochila, pues la había escondido en mi taquilla por miedo a que le hicieran algo como venganza, la cual ahora solo podía recaer en mí directamente, no había otra opción.

Y aunque la hubiese, solo con ver la sádica mirada de Wonho al encontrarme, supe que no la habría escogido.

— Te has hecho de rogar, pequeño—entreabrí un ojo solo para topármelo a medio centímetro de mi rostro, sin llegar a entrar a las zarzas, sin cruzar esa línea. Línea que no me protegía en absoluto ya que era obvio que me harían pasarla a la fuerza— ¿Tienes algo que decir?

Tragué saliva, incapaz de apartarle la mirada. Estaba petrificado, él me había petrificado, igual que medusa a todas las víctimas que convirtió en piedra. Me sentía igual que la piedra, y realmente, en esos momentos habría dado hasta mi bicicleta verde con poder convertirme un par de minutos en una pequeña roca con la que pasar desapercibido.

— P-por favor... —murmuré, atragantándome con el torrente de lágrimas que reprimía a presión. No quería soltarlas, pero ya podía sentir como iban deslizándose lentamente sin mi permiso— N-no... por f-fav... 

— ¿Qué dices? No entiendo una mierda si me hablas así.

— Por favor, hyung... —sorbí con fuerza, intentando seguir hablando, intentando hacer desaparecer ese pequeño puchero en mis labios que no dejaba de temblar. Bueno, en realidad todo mi cuerpo lo hacía— P-por favor hyung, no me comas.

Las risas que recibí a continuación no me inspiraron confianza, y mucho menos tranquilidad. Como mucho, lo que saqué de ellas únicamente fueron varios minutos, más tiempo antes de que me agarraran, sacándome de allí a tirones. Varias ramas se me engancharon en la camisa, rasgándola ligeramente, al igual que la piel de mis manos y cara.

De todas formas lo que más me atemorizaba en ese momento no era la sangre, las heridas me daban igual, pues estaba mucho más pendiente de las carcajadas que soltaban Wonho y todos sus amigos mientras este primero me cargaba a su hombro. Exactamente igual que Jimin solía hacer, pero con intenciones muy distintas.

Y con situaciones muy distintas, pues en este momento no estaba él. Ni su hermano. Ni algún profesor que detuviera la escena. A medida que avanzábamos, solo veía los pies de los del grupo, y notaba las ganas que tenían de que yo gritara para poder reprimirme con violencia.

No me gustaban los golpes, ni recibirlos ni darlos. Dolían mucho, y con el tiempo había aprendido a que es imposible acostumbrarse a ellos.

— ¿Jungkook no está? —preguntó uno de los más altos. Intenté mirarle, pero con unos segundos el esfuerzo de levantar la cabeza fue demasiado, y volví a dejarla caer, totalmente rendido— A última hora le vi en clase.

— Creo que se fue con Taehyung a la entrada.

— ¿No le han avisado? —a pesar de no verles, escuchaba atentamente cada una de sus palabras, y la esperanza volvía a mí. Jungkook podía venir. Jungkook les pararía los pies. Lo haría. Era mi amigo— Se lo va a perder.

— Da igual, ya se apuntará a la próxima.

— ¿A Taehyung tampoco le importa? Ni siquiera fuma. Seguro que se divertiría mucho más aquí.

— Ve tú a avisarle si quieres.

— ¿Y perderme siquiera un segundo de esto? —abrieron una puerta, la cual a instante pude comprobar que era la de los baños, y seguidamente la cerraron cuando entró el último del grupo, echando el pestillo— Ni en broma.

— Pues entonces cállate —esto lo dijo Wonho. Podía distinguir su voz en cualquier parte. Era aterradora, exactamente igual que él. Le tenía más miedo que a cualquier monstruo de cuento— ¿Tú qué opinas, Yoongi? —me dejó caer al suelo, haciendo que me golpeara fuertemente la espalda contra las duras baldosas llenas de pisadas. El baño a últimas horas del día no solía estar precisamente limpio— ¿Crees que le compensa quedarse a ver el espectáculo? —me arrastré lentamente a una esquina, mirándole fijamente porque no me atrevía a hacer otra cosa. Sentía que si apartaba los ojos, se lanzaría a por mí en cualquier momento— Responde o te saco las palabras a patadas.

— Y-yo... —toqué pared y me pegué completamente contra ella, deseando poder atravesarla, fusionarme con el liso mármol incluso. Pero no pasó nada, todos me seguían mirando expectantes. Parecían lobos hambrientos— N-no...

— ¿No?

— N-no, no sé... —tragué saliva, pasando la vista por el rostro de cada uno. Nadie parecía dispuesto a ayudarme, y al único que conocía de ese grupo era a NamJoon, y la sonrisa que traía no me inspiraba ninguna confianza— ¿Sí?

— Correcto —Wonho se agachó, quedando a mi altura, y sonrió maliciosamente— Sería un desperdicio no disfrutarlo de principio a fin, Yoongi —me acarició la mejilla lentamente a medida que hablaba. Tenía los dedos muy ásperos, y no pude evitar cerrar los ojos y encogerme más a su tacto, acelerando mi respiración mientras rezaba internamente para que se apartase— Pero tranquilo, que Jungkook ya tendrá más ocasiones para verlo —me agarró de la mandíbula con fuerza, sorprendiéndome y haciéndome abrir los ojos de nuevo. Sentía sus dedos clavándose en mi carne, apretando con brusquedad. Dolía, y algo me decía que eso no era nada en comparación— ¿Sabes por qué? ¿Sabes por qué no va a terminar esto aquí? —negué apresuradamente, moviendo su mano conmigo, y él sonrió— Oh, sí lo sabes.

— Lo siento, lo siento muchísimo —comencé a descargar todo tipo de disculpas con todo el miedo que sentía en cada palabra. De alguna forma eso pareció molestarle más, pues la sonrisa desapareció y comenzó a fruncir el ceño— N-no lo hice queriendo... me asustaste y s-salió solo...

— ¿El batido salió solo hasta mi cara? ¿Es eso lo que quieres decir? —asentí ligeramente, sin tener muy claro a que acababa de responder. Nada tenía sentido en ese momento. Solo quería llorar y salir corriendo— No, no te equivoques. El batido no salió solo. Tú me lo echaste —soltó mi mandíbula, subiendo la mano hasta mi cabello y agarrándolo con la misma dureza que segundos antes— Mira, atento. Así sale algo solo.

Y tras coger unos centímetros de carrerilla, me estampó la cabeza contra la pared.

No lo predije, ni siquiera fui consciente de lo sucedido hasta segundos después, cuando lo hizo por segunda vez, esta vez dándome de lleno en la nariz. Me tapó la boca para que no gritara, pero yo lo hice igual, aunque mi voz quedara amortiguada entre sus dedos.

Y entre las risas de sus amigos.

Todos miraban, haciendo exactamente lo que Wonho había dicho momentos antes. Disfrutar del espectáculo.

— Esta sangre ha salido sola —me mostró la mano con la que me había tapado la boca manchada de sangre. Cuando la apartó comencé a notar como esta misma descendía hasta mi boca, invadiéndomela con un férreo sabor, ese tan característico suyo— Sale sola de tu nariz. El chocolate no salió solo de tu batido. No es tan complicado, Yoongi.

— Pe-perd...

No llegué a formular la disculpa antes de que mi rostro recibiera otro impacto, esta vez directamente venido de su puño. Inmediatamente me puso en pie sin mucho esfuerzo, como si yo fuera una marioneta con las cuerdas deshilachadas, moviéndose a su antojo, esta vez en dirección a los lavabos.

Abrió uno de los grifos y metió bruscamente mi cabeza bajo ellos, golpeándome —esta vez creo que fue inintencionadamente— contra la metálica boca de este.

Los siguientes minutos no fueron muy distintos. Yo estaba empapado, con la camiseta rota y la mayor parte de mi rostro cubierta de un rojo salado. Se me abrió el labio y podía sentir palpitar aquellas zonas del abdomen donde recibí varias patadas por parte de algunos de grupo. Con suerte el dolor conseguía distraerme del miedo.

Hasta que habló de nuevo, pronunciando aquellas palabras. Y yo le miré aterrorizado. Atado de manos como me encontraba, no iba a poder salir corriendo. Ni siquiera con todo el cuerpo suelto e intacto podría. Pero tras escuchar eso, lo deseé con todas mis fuerzas. Poder huir.

— Tira de ahí. Tú también. Sí, así, quitárselos. Los zapatos pueden tirarlos a cualquier lado, no importa, luego los cogerá.

— ¡No, no voy a gritar, lo juro!

— Ya estás gritando, idiota —respondió el pelinegro impasible, justo antes de quitarse su propia chaqueta y amordazarme con ella, trayéndome miles de recuerdos consigo. Recuerdos que no me apetecía rememorar.

La imagen de Jungkook vino a mi mente. La pañoleta. Mi camiseta mojada. Él agarrándome, atándome, forzándome. Besándome y tocándome. No me gustó, y en esta ocasión parecía que iba a ser incluso peor.

Varias personas cuestionaron a Wonho, negándose a participar en una violación. De hecho, todos y cada uno de ellos parecían bastante disconformes con ello. Tan solo el pelinegro seguía con su sádica sonrisa cubriéndole el rostro. Era tan repugnante como aterrador. Todo a partes iguales.

Y luego la segunda cogió ventaja al ver como todos iban saliendo del baño, dejándome a solas con él. Dejándome indefenso, atado, incapaz de gritar, de moverme siquiera. Era tan angustiante que no me extrañó cuando empecé a notar como se me aceleraba la respiración.

— ¿Ya estás jadeando? —Wonho me dio la vuelta, colocándome de cara a suelo, pegándome justamente está a él. Estaba frío, y totalmente en contacto con cualquier parte de mi cuerpo, pues cada centímetro a excepción de mi camisa, la cual estaba mojada, y mi ropa interior, estaba en contacto con las heladas baldosas— Menudo pervertido. Quien lo hubiera imaginado.

— Mmmggh —mordí con fuerza la camiseta, me desgarré la garganta intentando emitir algún sonido, pero era completamente inútil. Y mi respiración cada vez empeoraba. No podía coger aire en grandes cantidades. Inspiraba y expiraba tan deprisa que a duras penas se le podía considerar a eso respirar.

— El rarito se ha puesto cachondo con solo unos golpes —pasó su dedo por toda la curvatura de mi espalda, haciéndomela encorvar por el escalofrío que sentí. Lloraba y sentía morirme. Iba a morirme. No podía respirar. Realmente así iba a acabar— Qué divertido.

Y entonces pensé en cuando era pequeño. En todas esas veces que fingí estar disfrutando de mis escondites. Que me engañaba a mí mismo aparentando pasármelo bien mientras huía de aquellos que querían abusar de mí. Los golpes no eran divertidos, no por mi parte. Nunca lo habían sido.

Y al parecer, la escena que estaba viviendo en esos momentos, tampoco lo fue para Jungkook cuando abrió la puerta.

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