13
Jungkook.
Lo mejor del día de convivencia deportiva, era pasarla fuera del colegio. Se realizaba una por año y consistía en que cada curso competía entre clases a diferentes deportes hasta que uno resultaba ganador.
El premio era una pequeña y cutre copa de metal que se quedaba durante todo el año en la vitrina de la clase ganadora.
¿Ahora se entiende mejor por qué mi parte preferida era faltas a clases ese día?
En mis primeros años en el colegio, al ser más pequeños y estar más apegados a las normas, todo el grupo asistíamos a los juegos. Luego más adelante decidimos que valía la pena arriesgarse a las consecuencias de no ir, y ya fuera por suerte o milagros, esas consecuencias nunca llegaron.
Al menos hasta ese año.
Todos los tutores de cada clase se encargaron de informar de que la participación mínima era de un deporte por persona, y sobre todo, que era de asistencia obligatoria o el correspondiente alumno quedaría suspendido de clases durante una semana, además de ficharle en su expediente.
Era obvio que lo dijeron por nosotros aunque no pronunciaran nuestros nombres.
Y así, tras cuatro años faltando, ahora me encontraba en la explanada de la escuela, sentado en los banquillos y maldiciendo mentalmente la existencia de cada docente del colegio. Por ello, cuando NamJoon se sentó a mi lado, lo agradecí enormemente, pues de esa forma podría quejarme en voz alta.
— No me han dejado —declaró con desánimo. Yo ya sabía a qué se refería, y no me sorprendió en absoluto la información.
— Era obvio. Solo puedes competir con clases de tu mismo curso.
— ¿Qué mierda les importa? —el rubio se había empeñado en hacer la lucha libre con Jin, aquel castaño del que se había encaprichado. Era gracioso, hasta que comenzaba a volverse obsesivo— Ni que me fuera a hacer daño.
— De hecho, le he visto pelear, y podría ser una posibilidad.
— Qué va, es demasiado precioso como para hacerle daño a alguien —omití más comentarios y decidí dejar el tema de lado. Yo había visto minutos antes una de las peleas del príncipe de la escuela, y fuerza no le faltaba— ¿Y tú?
— ¿Y yo qué?
— ¿En qué participas?
— Ah —me acomodé, sentándome correctamente en el pequeño banco de piedra, y me tapé el sol que venía de frente— Atletismo. En relevos.
— ¿En esa no estaba también el rarito? —asentí con cierto desinterés, aunque en el fondo ese fuera el nombre que no dejara de rondarme desde que había comenzado el día— Por cierto, no lo he visto en todo el día.
— Está en las fuentes con Jimin. Llevan toda la jodida mañana juntos.
— Tampoco se diferencia mucho a un día normal —rió y yo fruncí más el ceño. No me hacía ni maldita gracia que se juntara con un chico de años menores. Cierto que nosotros teníamos a Yugyeom, pero él era una excepción. Lo del chico depresivo era caer muy bajo— Igual deberíamos intentar caerle bien.
— ¿A Yoongi? —pregunté sorprendido.
— No, al otro. Al hermano de Jin —eso ya me encajaba más. Seguro que solo lo decía para conseguir una forma de acercarse al príncipe.
— ¿Te harías amigo de Jimin solo para follar? ¿En serio, NamJoon?
— No, claro que no —le miré enarcando una ceja, esperando en silencio un par de segundos, los justos para que añadiera sonriendo— Para follarme a Jin, que es diferente.
Luego de eso estuvo relatándome mil y un motivos por los cuales ese chico no podía ni compararse al resto de mortales que le quitábamos espacio en la tierra.
Al parecer era tan perfecto que su único inconveniente era el depresivo satánico que tenía por hermano. Yo me limitaba a asentir, olvidándome al segundo cada palabra que cruzaba mis oídos.
En realidad no ignoraba a mi amigo por voluntad propia, que también, si no lo que ocurría era que mis ojos estaban siendo interceptados por una muy molesta imagen de Yoongi y Jimin comportándose como idiotas junto a las fuentes.
Ahora se dedicaban a mojarse el uno al otro, y obviamente, como Yoongi tenía menos fuera, era el que más empapado estaba terminando.
— Ahora vuelvo —solté de repente, poniéndome en pie de un salto y dejando a NamJoon con la palabra en la boca. O quizá siguió hablando, tampoco me quedé para comprobarlo, pues me dirigí hacia el par de amigos que me irritaban.
Cuando llegué, agarré a Yoongi y lo cargué a mi espalda, quitándoselo de los brazos al pelinegro que pretendía mojarlo aún más.
— Deja de hacer tonterías.
— ¿Qué mierda quieres? —espetó justamente con el que no estaba hablando. Le miré de arriba hacia abajo y solté un bufido. ¿Cómo mierda con su edad podía tener casi los mismos músculos que yo?— Estábamos ocupados. Y tiene piernas, no necesita que lo cargues.
— Déjame en el suelo, Jungkook, porfa —murmuró Yoongi en voz baja.
Miré a uno y luego al otro, o bueno, lo que podía mirar del castaño tal como lo tenía cogido. Luego me encogí de hombros y negué, ignorando por completo al rarito y centrándome más en la mirada desafiante que me echaba Jimin. No sé qué fue lo que me impulsó a actuar de esa forma, pero no lo pensé dos veces antes de responder con ese tono.
— Vete con los demás niños de tu curso.
— Vete con tus amigos y deja de joder —maldito mocoso sin modales. Ni entendía cómo podía gustarle aunque fuera una pizca a Taehyung.
— Lo haría, pero tengo que participar en una mierda de carrera junto a tu novio —miré a Yoongi y sonreí con fingida resignación, como si la carrera fuera en pocos minutos y no en una hora.
Como si me hubiera acercado a ellos por obligación. Aunque bueno, en realidad lo había sido. Me había sentido obligado a intervenir si no quería terminar estallando y rompiéndole la boca a alguien.
— Pásalo bien jugando al escondite o lo que sea que hagan en tu curso.
— Solo me sacas tres años, idiota —exclamó Jimin por el fondo mientras yo me alejaba, aún con Yoongi a cuestas, claro. En estos momentos agradecí que el castaño tuviera peso pluma. Podría hasta participar cargándole y no me cansaría una pizca.
— ¿A dónde vamos? —bufé con molestia al escucharle hablar, más que nada porque me recordaba a la realidad. A una en la que yo había actuado por impulso, un impulso que podría confundirse fácilmente con celos, y uno que sobre todo, no tenía ninguna gana de explicar— No quiero ir con tus amigos...
— No vamos con mis amigos, cállate —respondí bruscamente.
En todo el camino no dijo ni media palabra. La gente nos miraba, incluso algún profesor se giró hacia nosotros, pero nadie abrió la boca o me llamó la atención. Supongo que pensarían que estábamos jugando o algo por el estilo, no que le estuviera llevando a los baños de la escuela porque era lo primero que se me había ocurrido.
Abrí la puerta con una pequeña patada y cerré a mis espaldas, dejando a Yoongi finalmente en el suelo antes de quedarme apoyado junto al manillar de esta. Él se quedó de pie, en silencio, sin decir nada y sin siquiera mirarme.
— ¿No piensas secarte?
— ¿Eh? —se miró de arriba abajo, percatándose finalmente de lo empapado que estaba. No me incomodaba, pero me era difícil apartar la vista de su cuerpo cuando se le trasparentaba hasta la más ligera curva de su torso— Oh, perdona.
— Por tu culpa también me he mojado —me quejé sin ganas, echándome un vistazo al espejo y comprobando que, efectivamente, también tenía húmeda la parte en la que había estado apoyado Yoongi— Lo mío no es tanto, se secará solo.
— Ah, ge-genial —volvió a sonreír con incomodidad y bajar la vista hasta sus pies, los cuales comenzó a balancear junto a su cuerpo con nerviosismo. Aún sin mirarme, volvió a hablar en un tono muy bajo— Jungkook.
— Dime.
— ¿Qué hacemos aquí?
— ¿Eh? —me quedé en blanco varios segundos. Entre que su imagen me desconcentraba, las palabras de Wonho no paraban de emborronarme la mente, y tampoco había un motivo en específico por el que lo había traído, era normal que no supiera qué responder. Al final solté la primera excusa que me vino— Ya te lo he dicho antes, para que te seques.
— ¿Aquí?
— ¿Dónde si no?
— Quizá sea mejor estar afuera, ya saber, hace calor, hay sol y corre el aire —fruncí el ceño, molesto por la lógica de su respuesta. Y esa, para nada contenta mirada, fue la que se encontró cuando levantó la vista. Me miró asustado y se mordió con fuerza el labio antes de añadir apresuradamente— Pero el baño también está bien, tienes razón —me sonrió débilmente y tras hacer una pequeña reverencia, fue a sentarse sobre la tapa de uno de los retretes, con las piernas juntas y las manos escondidas entre ellas.
Y las palabras de Wonho se hacían cada vez más fuertes a medida que le miraba.
Estaba mojado de arriba hacia abajo, quizá a excepción del corto pantalón rojo de deporte, que dejaba perfectamente a la vista aquellos muslos. A través de la casi transparente camiseta podía cerciorarme de algo que ya me temía, de que tenía una complexión delgada.
Aun así, no podía denominar ningún centímetro de su cuerpo con el adjetivo "feo" o "desagradable". Su físico tenía perfecto potencial para cubrir su irritante personalidad.
— Quítatela —me miró sorprendido por haber roto el silencio y se miró de arriba hacia abajo, agobiándose por no comprender. Le señalé la camiseta y tendí mi mano para que me la diera.
Tras varios amagos, terminó quitándoselo lentamente y con inseguridad, por ellos no me extrañó que cuando la tuvo completamente fuera, no me la diera. Me miró temeroso, mordiéndose el labio y me preguntó que si se la iba a devolver.
— Claro, no me hace ninguna gracia que te vean así los demás.
— ¿Así?
— Medio desnudo.
— Los de natación llevan menos ropa —declaró como si nada. Yo no pude evitar reírme por su intervención, retomando mi seria actitud al darme cuenta de que acababa de divertirme con algo que él había dicho. Estaba molesto, no debía ni sonreírle— Puedo hacerlo yo si quieres.
— Como quieras.
Me hice a un lado y le dejé paso hasta el secador de mano. Todo lo hacía sin mirarme, cada paso que daba o movimiento, lo ejecutaba con la vista gacha y fija en sus propias manos.
Me ponía nervioso que se comportara de esa forma conmigo después de haber estado casi fundiéndose a risas con Jimin en la fuente.
Me dio la espalda y estiró torpemente la prende bajo el aparato. Al primer intento la sacudida de aire hizo que se le cayera la prenda al suelo, y lo primero que hizo fue pedirme disculpas e ir rápidamente a recogerla para retomar su tarea.
Por algún motivo, comenzaba a molestarme que se comportara tan inseguro conmigo. Me hacía sentir culpable, y eso me cabreaba.
Y cuando la gente se enfada, suele actuar más por instinto, de forma inconsecuente y sin analizar la situación. Realmente no había sido mi intención en un principio, pero todo se volvía en contra de mi autocontrol. Las palabras de Wonho ensordecían mi conciencia, y la imagen de espaldas de Yoongi reflejándose frente al gran espejo de los lavabos, nublaba mi mente por completo.
Definitivamente no pensé cuando me acerqué por su espalda y le agarré de las muñecas, inmovilizándole, porque inconscientemente sabía que él no quería esto, que tendría que ejercer la fuerza.
— ¿Ju-Jungkook? —acerqué mis labios a su cuello, ignorando la desconcertada mirada que me mandaba a través del cristal. Tenía la piel intacta, extremadamente suave.
Wonho estaba equivocado, no podía cerrar los ojos ante Yoongi. Sería un desperdicio tenerlo tan expuesto y no mirarle. Ahora entendía por qué Jimin se había interesado tanto en mi rarito. Simplemente, al contrario de las demás personal del colegio, él lo había mirado.
Apreté las muñecas de Yoongi y escuché como caía la camiseta al suelo, esa que antes agarraba. Me daba igual, solo quería tenerlo para mí, aunque fuera un segundo. No paraba de pensar en lo que Jimin me estaba arrebatando. Era mío, el rarito me había pertenecido desde el primer día.
— ¿Por qué te juntas con él? —pregunté entre dientes, acercando de nuevo mis labios a la curvatura de su cuello. Lo besé y me quedé fascinado cuando tembló ligeramente junto a mi cuerpo.
— Jungkook, esto es raro, para.
Levanté la vista hasta ver reflejada su asustada expresión en el espejo. Tenía los ojos cerrados, pero todo su rostro se tornaba angustiado. Solo me sentía empujado a seguir, a descubrir cada tipo de expresión que el castaño pudiera ofrecerme. Quería conocerlas todas.
— ¿Cómo voy a confiar en tu palabra después de esto? —mordí suavemente su hombro y volví a subir. Él seguía cerrando los ojos con fuerza, mordiendo su labio aún más. No parecía que precisamente le estuviera gustando, y eso solo conseguía molestarme más— Me dijiste que no tenías nada con Jimin.
— N-no.
— No me gusta que me mientan, Yoongi —seguí besándole, restregándome inconscientemente contra su trasero. El pantalón de deporte era tan fino, que con poco ya podía sentirlo perfectamente.
— Es mi amigo, te lo juro —soltó un pequeño gemido cuando le mordí el cuello. Quizá me pasé de fuerza, pero es que hablar de Jimin en estos momentos no me relajaba— Volvamos afuera, por favor.
Por primera vez desde que me había acercado, estaba mirándome. Tenía los ojos llorosos, los labios tan rojos que no me hubiera sorprendido que se hubiera hecho una herida mordiéndose. Parecía suplicante, y mi mente no tardó en manipular esa imagen a mi gusto.
Le solté lentamente y me agaché a por la camiseta, ahora húmeda, que había dejado caer minutos antes. Yoongi se estaba frotando las muñecas, aliviado y aún desconcertado por lo que acababa de suceder.
Pero al contrario de lo que él pensaba, no había terminado.
En un segundo le até las manos tras la espalda con la camiseta. No fue difícil, Wonho nos había enseñado a hacerlo a todos los del grupo años antes. En ese momento no me planteé para qué podría servir algo así, claro que tampoco conocía a Yoongi, no conocía la tentación prohibida en persona.
Le tapé la boca y giré, colocándole ahora de cara a mí y dándole la espalda al espejo. Me miraba asustado, como si fuera a dañarle. Odiaba que me mirase de esa forma, me dolía, me enervaba. No iba a hacerle nada malo, no tenía que ponerse de víctima.
Y lo peor de todo ello era verme reflejado en el espejo en esa situación. No lo pensé dos veces antes de meternos en una cabina y cerrar la puerta. Allí solo lo vería él, lo único que quería que mis ojos disfrutaran.
— Ven, siéntate —tiré de él hacia mis muslos, sentándolo encima de mi regazo. Yo estaba sobre la tapa del retrete, apoyado con la espalda en la pared, y ahora con él encima. Lo tenía tan cerca, tan pegado a mí que casi no podía creerlo— ¿Vas a gritar si quito la mano? —negó apresuradamente, de forma tan impulsiva que no le creí. Habría que ser idiota para hacerlo.
Con la mano libre, le agarré de la cintura y pegué más a mi cuerpo, cuidando que no cayera al suelo. Sus pies se balanceaban en el aire, y no paraba de mover inútilmente las manos para quitarse la camiseta. Por un segundo me preocupó que le doliera el agarre de la prenda, así que eché un vistazo comprobando que no quedara marca.
— ¿Te hace daño? —asintió rápidamente y le quité la mano de la boca para que pudiera hablar mejor. Como me imaginaba, no le hacía daño, simplemente le había salido la respuesta de forma inconsciente por el miedo. Pero para mi sorpresa, no gritó, hizo algo peor.
— ¿Qué estás haciendo? —preguntó en un débil sollozo. Tenía lágrimas en los ojos y temblaba cada vez que lo rozaba. Al contrario que antes, ahora no podía dejar de mirarme fijamente, casi hablándome con la mirada.
Estaba realmente asustado.
Y eso hizo que yo mismo me asustara.
Actué por impulso, agarré la bandana verde que cubría mi brazo y se la coloqué en la boca, atándosela por detrás de la cabeza. Era el pañuelo que nos diferenciaba entre los demás, el que representaba a nuestro equipo. Él llevaba el mismo, y junto al mío, eran dos en total los que ahora tenía puestos.
Comenzó a revolverse desesperadamente hasta casi caer. Asustado porque se pudiera hacer daño, le sujeté fuertemente de los hombros, y luego bajé mi agarre a su cintura, colocándole de nuevo pegado a mí. El pañuelo comenzó a humedecerse por su saliva y tuve que limpiar un pequeño rastro de ella que se deslizó por su barbilla.
— Relájate Yoongi, no voy a hacerte nada —le acaricié la cabeza, fascinándome de nuevo ante sus reacciones. No podía concentrarme si temblaba de esa forma bajo mi tacto, si se quejaba con aquellos delirantes gemidos— Estate quieto ¿sí? —quise sonreír, hacer algo para calmarme, pero no pude, y no lo hice.
Directamente me lancé otra vez a su cuello, sin pensar, solo actuando por instinto. Como un maldito animal, eso era lo que parecía.
Cada centímetro era más apetecible que el anterior, y lo mejor de todo era la fricción que se creaba con su intento de salir de ahí. Sus quejidos, su saliva deslizándose por su cuello y el paño humedeciéndose entre sus labios. No era consciente de hasta qué punto estaba llegando, no era consciente de cuanto atrás estaba dejando la línea.
Y no fue hasta que toqué el límite.
Su pecho comenzó a subir y bajar muy deprisa, tanto que parecía que iba a salirse. Tenía los ojos cerrados con fuera, como si estuviera sintiendo un dolor muy grande. Casi podía escuchar su atragantada respiración, el cómo se quedaba sin aire. Le estaba dando un ataque de pánico y yo estaba cachondo.
No podía creerlo, no podía creer lo que había estado a punto de hacer.
Rápidamente le quité la mordaza de la boca y la camiseta de las manos. Como era de esperar, el castaño no reaccionó, tan solo me agarró con fuerza las manos y siguió cogiendo débiles y sonoras bocanadas de aire. Se estaba ahogando en frente mío.
— Yoongi, cálmate —quise hacer otra cosa, pero tenía ambas manos apresadas entre las suyas. Me las cogía con tanta fuerza, con tanto miedo, que casi pensaba que iba a rompérmelas— ¿Me estás escuchando? —era obvio que no lo hacía, pero en mi circunstancia tan solo podía hablarle. Y no mejoraba, no parecía estar relajándose ni un poco. Solo conseguía asustarme más de lo que ya estaba— Espera aquí, voy a buscar a alguien —me soltó las manos y sustituyó por el cuello. Se echó encima de mí, abrazándome de tal forma que parecía querer romperme, y aun así no paraba de temblar— ¿Me oyes, Yoongi?
— N-no, no te vayas, no —empecé a notar cómo se humedecía mi camiseta por sus lágrimas, como me clavaba las uñas con fuerza en la espalda. Estaba atemorizado, y de alguna forma me lo comenzaba a pegar. Intenté quitármelo de encima, pero puso aún más fuerza para no soltarme— ¡No, no, quédate!
— Yoongi, tengo que buscar ayuda —comencé a acariciarle la cabeza con inseguridad, sin saber cómo tratar esta situación. Estaba teniendo un maldito ataque de pánico por mi culpa y yo ni siquiera podía ayudarle. Me sentía tan inútil como asqueroso en ese momento— Ahora vuelvo, ¿sí? —de alguna forma conseguí quitármelo de encima y dejarle a él sentado sobre la tapa. Intentó agarrarme, pero se lo impedí, agarrando el pomo de la puerta y saliendo rápido de la cabina.
Él apenas podía levantarse, pero podía mirarme y sollozar entrecortadamente por ayuda, podía suplicarme de la forma más ruidosa existente, reflejándome la desesperación en sus pupilas.
Y aun así, con el alma en un puño, cerré la puerta de la cabina y luego la del baño.
¿Que salí corriendo? ¿Qué me dejé el aliento hasta encontrarme a Jimin? ¿Qué hasta volviendo a los baños, ahora acompañado de Jimin, no podía dejar de culparme y maldecir hasta la saciedad?
Quizá era cierto, pero no me excusaba en absoluto de lo que acababa de hacer, de la peor cosa que había realizado en mi vida. Y quizá parecían palabras mayores, pero solo con entrar de nuevo, abrir la puerta y ver a Yoongi tirado en el suelo, abrazado a sus rodillas y llorando, supe que ese puesto se le quedaba corto a mi acto.
— ¡Yoongi! —el pelinegro se lanzó rápidamente a por su amigo, tirándose al suelo a su lado y abrazándole con fuerza— Tranquilo, estoy aquí, no pasa nada —yo seguía de pie, impasible e impactado a más no poder con la imagen. Casi sintiendo las sacudidas de Yoongi en mi propia piel, sus lágrimas y dolor por falta de aire en el pecho. Jimin me miró sin soltar a su amigo, y yo tragué aire— ¿Se puede saber qué mierda le has hecho? ¿Estás loco? ¡Vete!
Miré a Jimin, y aún con la situación presente, volví a sentir cómo me hervía la sangre al ver a ese niñato dándome órdenes, hablándome de malas maneras. Se creía superior a mí por saber encargarse de la situación, porque Yoongi confiaba en él.
Era tan insoportable que en parte decidí salir del baño porque si seguía en él terminaría a golpes con el mocoso, y eso no me convenía, y mucho menos con Yoongi ahogándose en el suelo.
— Solo era una broma —espeté entre dientes, apartando la vista y cerrando la puerta con fuerza a mis espaldas.
Antes de irme escuché arcadas provenientes de Yoongi y no pude encontrar mejor reflejo del asco que sentía en ese momento hacía mí mismo. Porque tal y como le había dicho a Jimin, solo era una broma. Una cruel, pero insignificante broma.
De ninguna forma podía haber significado algún segundo de ese momento, algo para mí.
Solo una broma más, Jungkook, una broma.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro