Prólogo
Las aves cantaban, los árboles se mecían lentamente, los gallos cacareaban, la brisa del aire rosaba la ventana de Gale, todo parecía perfecto, nada podía salir mal en esa hermosa tarde, o al menos eso pensaba él.
«Mientras más rápido perdonemos, más rápido olvidamos» Gale repetía la misma frase una y otra vez. A veces es bueno aprender a perdonar, pues la vida no es para nada buena si guardamos rencor hacía nuestros ¿enemigos? No siempre serán enemigos, Gale ha perdonado a su amiga quien después de decepcionarlo, la ha perdonado.
Gale pensaba en los peligros de sus sentimientos, en todo lo que le pasó, en realidad él no tenía el pasado más agradable de todos, pues ha sufrido. Mucha cosa quería olvidar, una de ellas era su pasado, lo odiaba. Muerte, lagrimas, tristeza, familia rota. Todo eso había causado que Gale muriera por dentro. Que no pudiera sentir nada.
Después de que Gale terminara de su "ritual" de todas las mañanas, decidió levantarse para ir a cenar, ya que el oficial les ordenó a todos los prisioneros que bajaran a comer. Abrieron su celda y le ordenaron que se fuera a la cafetería principal de la cárcel. Gale es prisionero, un asesino, o al menos eso todos creen. Tras haber cometido homicidio (lo cual no hizo) lo condenaron a 27 años de cárcel, solo puede hablar con sus padres. Gale no mató a nadie, lo acusaron solo porque era el más cercano a la víctima, él no dijo nada, ni que era inocente, ni que no tenía nada que ver; se le hizo más fácil no hablar, a andar explicando.
Prefirió estar los 27 años en prisión a explicar quién era el asesino. Gale empezó a caminar con cuidado, pues sus pies estaban encadenados, se dirigía hacia las charolas llenas de avena y pan dulce. La comida no era lo malo. Empezó a recordar todo y el por qué había llegado a ese lugar, ala cárcel, aunque eso era lo que menos le importaba en ese momento.
—Ese es mi lugar —dijo uno de los prisioneros que se acercaba por detrás de Gale, él confundido dio la vuelta para ver cuál de todos había sido el que lo había interrumpido en pensar.
—Lo siento, he llegado aquí primero —reclamó Gale al prisionero mientras le lanzaba una mirada fulminadora.
El gran hombre solo bufó, todos de la cárcel sabían lo que Gale "había hecho", nadie quería ser su amigo, pues según los informes (falsos) él mató a alguien cercano a él. Aunque a Gale le daba igual si no conseguía amigos, solo necesitaba salir de ahí, de alguna u otra forma.
«No permaneceré aquí con estos idiotas» pensaba Gale, estaba harto de todo, de los prisioneros, de ser el malo del lugar, por favor, había ahí violadores, traficantes, farsantes, rateros, de todo, y resulta que Gale era el chico malo. Los prisioneros de su mesa lo miraban y cómo no, él siempre tenía su mirada fulminadora, algunos deseaban acercarse a él, pero para lastimarlo. Gale no estaba loco, solo quería retroceder el tiempo para poder corregir todos sus errores.
—¡A las celdas! —gritaba uno de los guardias de la planta B.
Gale se dio cuenta que no había comido nada, ¿Cuánto había pasado? Tomó la cuchara con sus largos y gruesos dedos y empezó a jugar con ella. Tras la voz en su cabeza que le decía «Cariño, no juegues con la comida», extrañaba esos momentos, más bien, extrañaba su infancia, Gale se preguntó «¿Cuándo fue que perdí todo lo que me importaba»
La verdad, era una MUY buena pregunta, pues Gale nunca le había importado tanto lo que le pasaba, o más bien nunca se había dado cuenta lo que había perdido, siempre le daba igual, siempre.
—¡Oye, tú el de la planta L! ¡¿Por qué no has ido a tu celda?! Será mejor que te vayas ahora mismo si no quieres que... —Gale no lo dejó terminaba, estaba frustrado, tomó el brazo del guardia y le arrebató el arma al mismo tiempo que lo tiraba.
Le apuntó, Gale quería dispararle, quería ya no sentir dolor, quería quitarse el sufrimiento que llevaba en su interior, pero sabía que eso no iba a ayudar, el guardia lo miraba con una ceja alzada, sabía que Gale lo estaba retando, pero no hizo nada, solo le tiró el arma al guardia.
—No quiero. Y no vuelvas a amenazarme —anunció Gale, sabía que sus palabras serían en vano, pues apenas el oficial se levantara, iría con el jefe y haría que lo castigaran.
La mirada entre el oficial y entre Gale se volvía más amenazadora, nadie mostraba debilidad, o al menos Gale nunca la mostró, aunque el oficial trataba de hacerlo.
—Pff... patético —dijo Gale, se volteo, no quería seguir con el jueguito del oficial, caminó hasta su celda y ahí otro guardia lo encerró. Se recostó sobre su cama, necesitaba pensar, o al menos eso él creía.
«¿Cuándo fue que perdí todo esto?» decía Gale en su mente mientras miraba las fotos que había pegado en una de las paredes. Siempre se había preguntado si algún día podría volver a sonreír, a ser feliz, como antes, aunque nunca pudo sentirlo, pero hace 5 años casi podía lograrlo. A él nunca le gustaba hablar de...
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