Capítulo 1 (primera parte)
Una decisión, una decisión lo cambia todo, la vida, los amigos, el amor... una decisión puede ser buena o mala. Gale no es el que la elige, para eso tenemos que empezar desde el inicio. Desde el comienzo de Gale, o más bien por qué llegó a prisión. No hay que temerle al futuro ¿verdad?, pero tampoco hay que confiarnos de él. O ¿qué me dices del pasado? Es algo en lo que podemos confiar ¿no? La verdad ni Gale lo sabe con certeza, lo único que sabe es que el presente es a lo que hay que temer.
Vamos desde el comienzo, hace 21 años, donde todo comenzó, donde Gale aprendió a vivir, pero también conoció una nueva sensación, la decepción.
* * *
El día empezó con una cálida brisa, y a cálida me refiero a muy, muy, CÁLIDA. La casa se estaba quemando, una casa de tan solo 2 pisos de alto, color blanco de afuera, pero rojiza por dentro. Una hermosa casa, si me lo preguntan. Ah, si, se está quemando. Creo que he comenzado muy pronto, cuando Gale apenas era un niño sin saber que en ese incendio perdió a sus padres. Si, Gale los perdió por un incendio ¿qué lo provocó? No es qué, más bien es quiénes. ¡Eso es lo gracioso! Los padres de Gale incendiaron su casa, pues al darse cuenta que no podían criar a un niño con tan solo 11 meses de edad, decidieron suicidarse.
No es lindo lo que hicieron, pero eso fue lo que hizo que Gale fuera como es. Gale nunca lloró de grande cuando "sus tutores" le dijeron como y el por qué se habían muerto. Nunca sintió amor hacía ellos por traerlo al mundo, pero tampoco sintió rabia, a él le daba igual si tenía o no papás.
Gale nunca fue de muchas emociones, nunca sintió de pequeña alegría por ser navidad, o por un regalo de cumpleaños, ni siquiera le importaba si se cambiaban o no de casa.
Eso mismo fue lo que pasó. Gale se levantó algo extrañado, pues su alarma no había sonado. Se le hizo algo fuera de lo común, ya que siempre había funcionado.
—¡Levántate de una vez Gale! —gritó una mujer de la planta de abajo, esa mujer es la "madre" de Gale, ella lo adoptó a los 5 años de edad. Si, Gale estuvo 4 años en un orfanato, esperando la muerte, según él.
Gale no quería ir a la escuela, a su nueva escuela, acababan de mudarse y se le hacía un poco rápido empezar así nada más, necesitaba conocer toda la ciudad. Saber cómo llegar a ella, pues sus "padres" no lo llevarían.
Sus ojos le pesaban, tenía sueño, quería solo acostarse en su inmensa cama y dormir un poco más, pues las vacaciones habían terminado y necesitaba acostumbrarse.
Tenía que arreglarse, pues hoy tendría que dar una buena impresión, o más bien lo que le decía su "papá" ya que por lo visto a él le importaba un comino las notas.
Su pelo ya estaba largo, era de color castaño, pues después de que los señores Wesley lo adoptaran quiso cambiar su imagen, cada mes va a la estética a pintarse el pelo, lo sé, no es algo muy bueno para su cabello, pero él odia demasiado a su cabello rubio, al cabello que heredó de sus padres biológicos.
Después de darse una arreglada rápida, decidió ir con ropa casual, odiaba el uniforme escolar, lo hacían ver -según él- como niño mimado. No era un problema el no llevar uniforme, pues los padres de él eran demasiado ricos hablando de economía, siempre sobornando a los directores para que no le llamaran la atención, esas cosas eran lo que molestaba a Gale.
Se miró al espejo, levantó suavemente sus dedos hacía su pelo, lo llevó a su oreja. «No puede ser que este pedazo no lo haya pintado» pensó Gale, odiaba esos pequeños detalles, odiaba que no hicieran bien su trabajo.
—¡Gale Alexander Wesley Koppeli! Si no bajas en este preciso instante te juro que...
—Señora Wesley, en un momento bajo —le contestó Gale, mientras intentaba no sonar fastidiado.
Bajó con cuidado las escaleras de forma de caracol, le encantaba sentir la alfombra de lana en sus pies descalzos, por desgracias esta vez llevaba sus zapatos puestos. Cuando por fin bajó a la sala principal, encontró a su madre sentada en un sillón de tercio pelo, cruzada de brazos.
—Gale, se te hizo tarde. Era el único compromiso que tenías, llegar temprano a tu primer día de escuela es importante, eres un Wesley, tenemos una reputación. —anunció su madre un poco alterada
—No siempre fui uno. —reclamó Gale, fue directo hacía la cocina y se miró en el espejo que estaba en la esquina junto al closet de su madre, miró su ropa, llevaba puesto una camiseta de maga corta color celeste, que hacía que resaltara sus brazos, sus pantalones eran color negro un poco dark, pero a él a si le gustaban.
Gale no podía parar de pensar en cuántas personas quisieran esto, quisieran un hogar, mientras él solo le daba igual, los señores Wesley pudieron haber adoptado a un chico menos problemático y con un pasado menos doloroso, pero no lo hicieron, lo eligieron a él.
Estaba cansado de preguntarse una y otra eso por la mente. No pensaba en suicidarse ni nada de eso, pues no le gustaba esa idea, odiaba a la gente que llegaba a eso. Porque, ósea, hay mucho por lo que hay que vivir, un mal recuerdo, una mala situación, o incluso una mala perdida no es causa para suicidarse. Gale lo sabía.
Salió de la inmensa mansión celeste de sus padres, recorrió el gran campo de girasoles del patio, amaba solo una parte de la casa, su cobertizo. Nadie lo utilizaba, ahí el desquitaba todo con el dibujo. No era un experto, pero le encantaba dibujar, en especial incendios, lo cual es raro, pero siempre lo veían dibujar fuego.
El chofer lo esperaba en la entrada con una limosina muy larga, era negra, pero era igual de llamativa.
—Este. Richard, me gustaría ir en la camioneta de usted, por favor, ya es demasiado que sea hijo de unos millonarios, me gustaría ser normal, ¿podrías? —anunció Gale, quería que por alguna vez en su vida con los Wesley fuera algo normal.
Richard solo asintió. Su camioneta era una Porsche cayenne algo descuidada, pero para Gale era lo mejor del mundo. Subió a la camioneta, cerró sus ojos, estaba feliz de poder al fin quitarse un peso de encima con la escuela.
Llegaron a un instituto enorme, era muy amplio, pero a Gale le daba igual, solo quería acabar con eso de una vez. Bajó de la camioneta y se acomodó su camiseta. En la entrada había dos grupos de chicas y los dos lo miraron, unas se sonrojaron, mientras otras solo levantaban una ceja. Gale solo las ignoró, lo último que quería era llamar la atención.
—¿Acaso eres nuevo?
Gale no quería voltear, era la voz de una chica, no quería ser grosero, pero tampoco quería hacer amigos, raro ¿no?
—¿Se nota? —preguntó Gale intentando fingir que sonreía.
—Un poquito —contestó la chica mostrando una enorme sonrisa.
Gale ya no quería hablar, antes de marcharse le mandó una sonrisa, «¿Mi mamá biológica utilizó la misma técnica tonta para atraer a mi padre?» pensó Gale, en verdad no era muy fan en tener novia, nunca le llamó la atención.
Se alejó de la chica rubia, lo cual notó al instante, su pelo empezaba marearlo. Necesitaba dejar de hablar con chicas y chicos rubios.
Todo le parecía confuso, nada era claro en ese momento, solo quería llegar a su salón. Estaba nervioso, no sabía nada de medicina -lo cual iba a estudiar-, solo quería irse de la escuela. De hecho, a él no le gustaba tanto esa especialidad, pues su padre lo obligó a estudiar eso solo porque pagaban adecuadamente.
Su salón era enorme, parecía el más grande de toda la inmensa escuela. Todo era blanco, las mesas, las paredes, los mesa-bancos incluso las tabletas de cada alumno. Después de un largo respiro, se acercó a un lugar vacío, Gale estaba feliz, era el último de la fila, no llamaría mucho la atención, pero se equivocaba, pues todos sus compañeros lo miraban confundidos.
Se recostó sobre su pupitre y colocó sus manos en su rostro, cerró despacio sus ojos verdes y se dispuso a "dormir" un poco.
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