-Mírame-
Disclamer: Como ya todos sabéis ni los personajes, ni parte de la trama, ni los lugares me pertenecen a mí, sino a Rumiko Takahashi. Estaré publicando (espero) esta serie de historias cortas los próximos días por el gusto de participar en una nueva dinámica, sin ningún ánimo de lucro.
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Nota de la Autora: Esta historia participa en la maravillosa #Rankane_week_2024 organizada por las chicas de la página de Facebook "Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma" #Por_amor_al_fandom. ¡Gracias por invitarme!
#Día_1_a_primera_vista
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22 de Julio: A primera vista.
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MÍRAME
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Ranma salió de la ducha envuelto en una nube de vapor pegajosa. Se tapó con una toalla atada a la cintura y buscó a tientas sus chanclas, con cuidado de no resbalar por la humedad que empapaba el suelo. Tenía tanto calor que no sabía a ciencia cierta qué gotitas de las que le resbalaban por el cuello eran de agua, y cuáles eran de sudor.
Abandonó esa zona para dirigirse a las taquillas donde guardaba la ropa y allí oyó las voces de los chicos, parloteando de cualquier tontería, como solían hacer después de cada entrenamiento. Había esperado a que las duchas se quedaran vacías del todo para usarlas, por lo que la mayoría de los chicos estaban ya vestidos.
—¿Cómo es que siempre se ducha con agua caliente, sensei? —Le preguntó uno de ellos en cuanto le vio entrar—. ¡Con el calor que hace!
>>. ¡Una ducha de agua fresca sienta genial después de entrenar!
Ranma asintió, sonriendo de lado, mientras sacaba su mochila y caminaba, con un ser patizambo, hacia los bancos de madera.
¡Qué más habría querido él que poder ducharse con agua fría!
Estaban a mediados de Julio, y sí, hacía un calor insoportable pero, por desgracia, le era imposible usar el agua fría tras los entrenamientos porque, de hacerlo, acabaría convertido en una pequeña pelirroja desnuda frente a los ojos de sus alumnos y solo con pensarlo le daba escalofríos.
Estaba acostumbrado a que la mayoría de la gente conociera su maldición, incluso sus compañeros del Furinkan llegaron a saberlo con el tiempo, pero esto era diferente. Aquel era el mejor trabajo que había podido encontrar tras graduarse: clases de artes marciales en un buen gimnasio del centro de Nerima, y no le apetecía tener problemas tan pronto. Le preocupaba no saber cómo reaccionarían sus jefes antes su problemilla con el agua fría.
¿Y si a causa de eso le despedían?
Ni que decir tiene que esa panda de críos que le llamaban sensei y le hacían reverencias con solemnidad al saludarlo, le perderían todo el respeto al verle en su forma femenina.
Ni hablar. Ranma había pasado por esa situación suficientes veces como para saber que era mejor mantener su maldición separada de esa parte de su vida, por eso estaba siendo tan cuidadoso.
Por suerte, ese grupo de adolescentes eran tan despistados como él lo había sido en su momento, y no prestaban atención a ese tipo de detalles, al menos no durante demasiado tiempo. Saltaban de un tema a otro, solo les importa relatar sus hazañas al resto, sacar pecho y reírse un poco.
—Pues en mi caso, fue lo más típico —dijo un chico que se ataba los cordones de las zapatillas sobre uno de los bancos. La mayoría remoloneaban vaciando y llenando sus bolsas, más interesados en la charla que mantenían que en irse a casa—. No vale la pena ni contarlo.
No supo de lo que hablaban, cada día era un tema distinto y aunque no siempre participaba en las conversaciones, le gustaba oírles y unirse a las risas cuando tocaba. Estaba contento con los grupos de alumnos que le habían tocado, éste en concreto lo formaban chicos un par de años menores que él, muy dispuestos, con ganas de aprender y que obedecían todo lo que les decía.
Buenos chicos, solía decirse con orgullo.
En poco tiempo, tenía que reconocerlo, les había tomado afecto y ellos a él, pues a menudo le pedían consejo sobre cualquier tema y se quedaban ensimismados escuchando las historias que quisiera contarles.
—Naoko y yo estuvimos en la misma clase toda la secundaria —siguió explicando el mismo chico—. Además, coincidimos en algunos clubs así que fue inevitable que me fijara en ella.
—¿Y ella en ti?
—Bueno... tuve que insistir un poco.
—Pues yo me colé por Kazua desde el primer año de instituto, era la delegada de clase —comentó otro que aún se estaba secando el pelo con la toalla—. Pero mi mejor amigo se me adelantó y la invitó a salir.
—¡Oh, qué mal!
—¡Ya ves! —reconoció—. Estuvieron juntos dos años, y encima a mí me tocaba acompañarles a todos lados —Chasqueó la lengua y después sonrió—. Luego mi amigo se mudó a Kioto y Kazua se quedó muy triste.
—¡Y tú aprovechaste, ¿a qué sí?!
Algunos de los chicos se rieron, entre bromas exigieron saber qué tácticas usó el que hablaba para convencer a la chica, pero éste les mandó callar.
—¡Yo era su amigo, la consolé sin más! —se defendió—. Y con el tiempo, pues...
Le tiraron toallas mojadas a la cara y él les insultó iniciando una pequeña trifulca medio en broma que Ranma atajó dando unos golpecitos con su bolsa sobre la madera. Estaba bien que dedicaran un rato a charlar después de entrenar, pero no podían ocupar el vestuario toda la tarde. Ya le habían echado la bronca alguna vez por no despejarlo a tiempo para las siguientes clases.
Ya es hora de irse, se dijo, alzando la cabeza.
—Pues lo mío con Chieko fue amor a primera vista.
Estaba de pie, a pocos metros de la puerta, del todo vestido, calzado y con su bolsa al hombro. Casi todos le miraron con una leve sorpresa, quizás porque creían que ya se habría marchado, pues el chico en cuestión solía ser de los primeros en abandonar el vestuario y pocas veces tomaba la palabra. Como fuera, el anuncio llamó la atención de todos y Ranma notó un llamativo cambio en la atmosfera de la habitación.
Era un adolescente bien parecido que exhibía una sonrisa de bienestar, de satisfacción intensa.
—Tonterías —Le contestó alguien—. ¡Eso del amor a primera vista no existe!
—Claro que sí.
—¡Son cursilerías de las películas!
—Es real, a mí me pasó —insistió ese chico—. La primera vez que vi a Chieko el corazón casi me estalla, se me puso un nudo en el estómago y por poco no me caigo al suelo —Les explicó—. Ella salía de la academia de clases avanzadas que hay en frente de mi casa y nada más verla, supe que era la chica más especial del mundo.
—¡Buah! ¿Y cómo podías saberlo?
—¡Lo supe sin más! ¡Así es el amor! —Se llevó una mano al pecho y las mejillas se le encendieron, lo que provocó nuevas risitas entre sus compañeros—. Desde ese día, esperaba todas las tardes a que saliera de la academia para verla y después de un par de semanas, me atreví a hablar con ella.
—¿Y le confesaste que era el amor de tu vida?
—Le dije: ¿este lápiz es tuyo? —Aclaró, con los ojos brillantes—. Porque se le había caído al salir por la puerta y yo lo recogí —Alguien bostezó de forma sonora—. Me pareció una buena excusa para comenzar una conversación con ella.
—¿Y qué pasó?
—Me dijo no, no es mío —Les relató—. Pero me dio las gracias de todos modos.
—¡Que rrrrrrrromantico!
La mayoría volvió a reírse pero Ranma, que ya se había vestido y estaba escuchando con gran atención la historia, preguntó:
—¿Y después?
—Me sonrió —le contestó el chico—. Y así supe que también se había fijado en mí.
>>. Me sonreía todos los días al salir de la academia, cuando nos encontrábamos en la calle y un día me ofrecí a acompañarla a su casa y hablamos. ¡Teníamos tanto en común! Empezamos a quedar, a tener citas...
>>. ¡Pero yo estoy convencido de que el amor surgió con la primera mirada!
—Eso no puedes saberlo —opinó alguien—. Solo sabes que a ti te gustó de primeras, pero ella... ¿estás seguro de que no creía que eras un acosador?
—¡Pero, ¿tú qué dices?! ¡Serás imbécil!
—¡Pues anda que tú, cursi, más que cursi!
—Chicos, chicos —Ranma se adelantó hasta el centro de la estancia con las manos en alto y logró cortar la disputa antes de que la cosa fuera a más. Para la próxima clase debía asegurarse de aumentar la intensidad, porque era obvio que esos chicos se quedaban con ganas de seguir peleando.
Pero eran buenos chicos, así que por más que discutieran, la sangre nunca llegaba al río.
—¿Y tú, sensei? —Preguntó uno de ellos, entonces—. ¿Cómo conociste a tu prometida?
Ranma se dio la vuelta y descubrió que todos le miraban con la misma avidez con que lo hacían en las clases, esperando su respuesta. Ya les había hablado de Akane, también de la situación que tenían en el dojo y el por qué había tenido que buscar un trabajo fuera, pero no les había contado los detalles de su relación.
¿Cómo nos conocimos Akane y yo?
Esa era una pregunta difícil, ya que no podía contarles la verdad de cómo fue sin revelarles lo de su maldición. Al fin y al cabo, eso había tenido mucho que ver con su primer encuentro con la chica; por otro lado, no le apetecía mentirles.
Ellos confiaban en él, era su sensei, y mentir no era nada honorable.
—Es una historia un poco complicada —Les respondió—. Y... algo vergonzosa —Claro que con eso solo consiguió que aquellos pares de ojos curiosos se agrandaran con mayor anhelo—. ¡Akane me daría una paliza si se entera de que os lo he contado!
—¡Pero sensei, no tiene por qué enterarse!
—Ella siempre se entera de todo.
Se echó la bolsa al hombro y se colocó en la puerta del vestuario mientras sus alumnos salían, algunos fastidiados por su secretismo, otros, se olvidaron del asunto al instante y trotaron al exterior haciéndose bromas y despidiéndose hasta la siguiente clase.
El último en salir, fue el chico que había contado su historia.
—Gracias por la clase, sensei Saotome —Le dijo con una reverencia antes de salir. Se trataba de un joven educado y bastante formal, a pesar de esa alma romántica y ardorosa que había desvelado poseer hacia unos minutos—. Dígame aunque sea una cosa, sensei.
—¿El qué?
—Cuando conoció a su prometida... ¿fue amor a primera vista?
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¿De verdad podían dos personas enamorarse a primera vista?
Incluso para alguien tan poco dado a reflexionar acerca de la naturaleza del amor y sus distintas formas, a Ranma se le hacía muy difícil creer que algo así pudiera pasar. ¿En las dos personas, al mismo tiempo?
¡Ya sería casualidad!
Caminaba, o más bien se arrastraba, desde el centro de Nerima hasta el dojo con el empalagoso sol de última hora de la tarde lamiéndole la nuca. Ni siquiera a esas horas el calor hacía una tregua a los viandantes, no sería hasta la madrugada que se levantaría una suave brisa que aliviara los rigores del verano, con suerte. Ranma hacía ambos trayectos, de ida y vuelta, a pie porque quería ahorrar todo lo que pudiera su sueldo. No obstante, según subían las temperaturas, empezaba a tentarle la idea de coger un autobús para moverse.
Quizás mañana, se decía cada día, engañándose a sí mismo. Hoy ya no vale la pena que lo haga.
Estaba tan cansado por las clases y por ese calor insólito que el cuerpo le pesaba como si arrastrara veinte kilos de hormigón. Ya llevaban casi una semana sin bajar de los treinta cinco grados durante el día y había notado, sobre todo durante la vuelta a casa, que le embargaba una especie de ligereza mental que lo convertía en un mero observador de sus pensamientos. Simplemente, no tenía fuerzas ni ánimo para intervenir, prefería dejar libres sus ideas y que éstas condujeran su atención adormecida a dónde ellas quisieran.
Y esa tarde, claro, se quedó pensando en la historia que ese chico había contado.
Era obvio que su alumno había caído rendido a los pies de la tal Chieko nada más verla, porque ésta debía ser una gran belleza. No le importó no conocer su carácter, al parecer, pues estuvo soñando con ella sin saber si era dulce y agradable o si tenía un humor de mil demonios. ¡Incluso se animó a hablar con ella con esa boba excusa del lápiz sin temor a hacer el ridículo! Seguro que Chieko se dio cuenta de la estratagema, no en vano asistía a una academia de clases avanzadas; y sin embargo, aceptó que él la acompañara a casa y, con todo, acabaron enamorados.
Suponía que era una bonita historia para contar, pero... ¿amor a primera vista?
Quizás por parte de él sí pero, ¿y ella? Era verdad que no podía saberse lo que ella había sentido al verle. Ni siquiera podía saber si el día del lápiz era la primera vez que reparaba en él o ya le había echado el ojo con anterioridad. En cualquier caso, pasaron juntos un tiempo paseando y charlando hasta que ella aceptó salir con él. Eso era una prueba de que el amor no surgió a primera vista, ¿verdad?
¿Y no es así siempre? Se preguntó.
En el amor hay uno de los dos que se fija en el otro primero, y es quien se acerca y hace los intentos por conquistar el corazón de la otra persona. A veces se conseguía, y otras no. Existían los corazones rotos, pero también aquellos que preferían convencerse de que la otra persona les había amado desde el primer momento.
Pero, ¿por qué será? Se preguntó. ¿Qué tiene eso de especial?
Ranma no estaba seguro de por qué estaba pensando en esas cosas que, por otro lado, nunca le habían interesado lo más mínimo. ¿Sería por el calor? Su mente saltaba de una cosa a otra y él solo atendía.
Precisamente, esas cuestiones lo llevaron a recordar un relato que le habían obligado a leer en el instituto para una clase de inglés. Lo había escrito una autora americana y había habido una frase que se le había quedado grabada: en una relación siempre hay uno que ama más que el otro.
Plantearse ese tipo de cuestiones era solo una forma estúpida de complicar más aún una relación de pareja. ¡Cómo si no fueran ya bastante difíciles de manejar!
Y se sintió cansado.
Y hambriento.
Akane y yo no nos conocimos en las mejores circunstancias reconoció para sí, pasándose una mano por la nuca sudada y haciendo una mueca. ¿Alguno de los dos...?
No le pareció posible, todo fue un caos aquel día.
Sus padres los habían comprometido a la fuerza, sin decirles nada hasta pocos minutos antes de que se vieran las caras por primera vez. Para mayor problema, él llegó a la casa convertido en mujer, de modo que los Tendo pensaron que su padre les había engañado. Aquello alegró (y mucho) a Akane, que pensó que se había librado del compromiso impuesto.
Por eso se mostró tan simpática con él... al principio.
¿Quieres venir a ver el dojo?
Oh sí, mientras él mantuvo su aspecto femenino todo fueron dulces sonrisas, buenas palabras y risas de complicidad entre los dos. ¡Lo reconocía! Incluso a él le pareció una chica agradable y fue una grata sorpresa descubrir que tenían en común el gusto por las artes marciales. Más tarde quedó impresionado al ser testigo de la pasión desgarradora que Akane ponía en cada movimiento, se notaba que se tomaba muy en serio su entrenamiento y eso le agradó.
Seremos amigas, ¿vale?
Le entusiasmó, de hecho, pues nunca había tenido una amiga con la que compartir el arte.
Ahora que pensaba en aquel día, repasando sus sentimientos de entonces, tenía que admitir, con el rostro todavía más ardiente de lo que ya estaba a causa del sol, que tal vez él sí se fijó en ella.
¡Sería exagerado hablar de amor a primera vista!
Lo que ocurrió fue que, mientras era una chica, ambas se llevaron muy bien. Simpatizaron con facilidad y Akane hasta le halagó por sus habilidades de artista marcial de manera sincera. Recordaba eso con afecto, porque mientras que todos en esa casa se mostraron decepcionados con él, su prometida le brindó su amistad sin condiciones y eso le hizo sentir...
¡Vaya!
Quizás él también quedó un poco embelesado por ella, por su encantadora risa tras finalizar aquel primer entrenamiento. Y es que fue agradable, lo admitía. Y llegó a pensar que... bueno, pues que no le importaría conocer a esa chica un poco más.
Claro que eso no duró mucho, y ahí él tuvo la mayor parte de culpa.
Tonto, se reprochó, sacudiendo la cabeza. ¿Por qué hice una tontería semejante?
No era la primera vez que se lo preguntaba después de tres años.
Pero volviendo al tema del amor a primera vista... ¿eso fue lo que le pasó a mí?
Se detuvo en mitad de una calle y achicó los ojos, pensativo.
Si era del todo sincero consigo mismo, es posible que él ya sintiera algo en aquel primer entrenamiento (¡Y por eso, también, hice lo que hice!), aunque era demasiado ingenuo para entender la naturaleza auténtica de lo que sentía. Eso explicaba, tal vez, que casi desde ese día se sintiera obligado a cuidar de esa chica. Ese instinto de protección que se activó casi al día siguiente de conocerla, cuando se le erizó la piel de los brazos al ver a esa marabunta de brutos del instituto atacarla, todos a la vez, cuando llegaron al Furinkan de buena mañana.
¡Y él estuvo dispuesto a meterse en una pelea contra una multitud de desconocidos por una chica a la que apenas conocía!
Después, su relación había sido como el recorrido de una montaña rusa, arriba y abajo, malentendidos y reconciliaciones dudosas. A lo mejor por eso le costaba tanto volver al principio y reflexionar acerca de cómo surgió todo. Aunque si tan claro tenía que eso del amor a primera vista solo vale para uno de los dos, y pensaba que había sido él...
¿Qué pasó con Akane? ¿Ella no sintió lo mismo?
Para cuando llegó al dojo, la noche ya había caído sobre Nerima, sin aliviar un ápice el bochorno del verano. Atravesó el portón, que rechinó a sus espaldas como si estuviera igual de cansado que él, y se arrastró hasta la puerta principal, procurando no mirar el dojo cerrado que había a su derecha.
Cuando abrió la puerta de la casa, Akane le estaba esperando sentada en el escalón de la entrada, al lado del armarito donde se guardaban los zapatos. Le sonrió al verle y se puso en pie de un salto.
—¡Bienvenido! —dijo ella, acercándose para abrazarle. Los primeros días daba rienda suelta a su fuerza descomunal saltando sobre él sin miramientos, pero había aprendido a ser más cuidadosa, pues Ranma solía llegar tan agotado que en más de una ocasión habían acabado los dos en el suelo.
Ahora se acercaba despacio y le rodeaba la espalda con sus brazos, con cuidado, apretando lo justo.
—Hola.
Ranma también había aprendido cosas en ese tiempo: como a disfrutar del suave roce de los pechos de la chica contra su torso que le provocaba escalofríos, las cosquillas en el cuello cuando la naricilla de Akane le acariciaba al inclinar la cabeza. Y también, que no tenía nada de malo apoyarse en ella, solo unos segundos, dejar que el peso de su cuerpo cansado reposara en sus brazos mientras él se tomaba un momento para suspirar y sentirse en casa otra vez.
La verdad es que esos días interminables de madrugar para preparar las lecciones, caminar hasta el gimnasio, colocar y limpiar el material necesario, dar todas sus clases, recoger, limpiar otra vez todo y volver caminando de nuevo eran matadores, pero valían la pena por esos instantes de tranquilidad.
Al menos sentía que volvía a un lugar donde le esperaban.
—¿Qué tal en el gimnasio?
—Muy cansado... —respondió, apretujándola por la cintura—. ¿Qué tal en la universidad?
—Muy aburrida...
Los dos se rieron por lo bajo, porque sabían que era mentira y, en realidad, ambos disfrutaban de lo que habían escogido hacer después de la graduación en el instituto. Lo único malo era que ya no podían pasar juntos tanto tiempo como antes; bueno, en realidad, lo único, único, no era.
Una fuerte palmada sonó tras ellos. Ranma frunció el ceño, aún con los ojos cerrados, y apretó con más fuerza el cuerpo de la chica. Notó que ella también se estiraba más hacia él.
Y se oyó otra palmada.
Maldita sea...
—Ya está bien Ranma —le ordenó la voz de su padre—. Apártate de ella.
Rechinó los dientes, frustrado.
—Akane, hija —La voz de su tío solía sonar un poco menos firme, pero ahí estaba también—. Suéltale.
No les quedó más remedio que obedecer.
Se giraron para quedar cara a cara con sus padres. Los mismos que, años atrás, los habían prometido a la fuerza, los mismos que hasta hacía unos meses, habían seguido llevando a cabo todo tipo de artimañas ridículas para acercarlos con la intención de que iniciaran una relación amorosa que, en poco tiempo, culminara en una boda que uniría por fin sus familias.
Ahora, sin embargo, muchas cosas habían cambiado en el dojo Tendo.
—Ya sabéis que no podéis hacer eso —Les recordó Genma, en actitud grave y severa que ya no impresionaba a nadie, al menos, no a su hijo.
—Y vosotros ya sabéis que hacemos lo que nos da la gana cuando no estáis —Les retó el chico. Su padre se mantuvo impasible, por supuesto, a él no había nada que pudiera escandalizarle. Pero Soun frunció las cejas, desconsolado, y juntó las manos en actitud suplicante en dirección a su hija.
—Akane...
—¡Ay, papá! ¡Que ya te he dicho que no hemos hecho nada de eso!
—Pero es que...
Genma lanzó una mirada gélida a su amigo, instándole a mantener la calma. Se suponía que tenían un frente común contra ellos pero el carácter voluble de Soun se venía abajo con gran facilidad.
—Ahora en serio —dijo Akane, cruzándose de brazos—. ¿Cuánto tiempo más vamos a estar así?
—Depende de vosotros —respondió Genma—. Hasta que entréis en razón.
—¡Ósea, hasta que hagamos lo que vosotros queráis!
—Eso es, Ranma.
—¡Pero no es justo! —exclamó la chica—. ¡Nosotros tenemos que ser los que decidamos cuando casarnos!
—Pero, hija... mi niña... —Soun lo volvió a intentar mientras Genma ponía los ojos en blanco—; si vosotros dos os casarais, no habría ningún problema.
—¡Aún es demasiado pronto!
—Pues entonces, nada de nada —volvió a recitar Genma, con el mismo tono autoritario en que lo dijera la primera vez—. Mientras no haya boda, no vamos a consentir ni una sola falta de respeto a la familia en esta casa.
¿Falta de respeto?
¡Tenía narices que alguien como él hablara de eso!
Sobre todo porque era una gran mentira. No lo hacían porque les pareciera una falta de respecto sino que era una estúpida táctica para presionarles. Igual que lo del dojo. Sus padres no eran de los que resolvían las desavenencias hablando porque, simplemente, eran incapaces de dar su brazo a torcer; preferían usar la manipulación, el chantaje o cualquier otra técnica igual de deleznable.
¡Así fuera contra sus propios hijos!
—Vamos, cada uno a su sitio —indicó Genma—. Que vamos a cenar.
¡Ni siquiera les permitían ya sentarse el uno al lado del otro en la mesa del comedor!
Es absurdo...
Era una verdadera locura que, con todo lo que les habían hecho pasar esos años, ahora no les dejaran ni cogerse de la mano en su presencia. Ranma notaba que, cada día que pasaba, su paciencia se iba haciendo más y más pequeña. Pero ni él ni Akane iban a rendirse ante ese par de cabezotas.
Todo había comenzado cuando, pasado un tiempo de que ambos se graduaran en el instituto, sus padres volvieran con el tema de la boda.
La maldita boda.
Al parecer, era muy urgente que se celebrara porque Ranma debía tomar las riendas del dojo cuanto antes. Él, por supuesto, se ofreció hacerlo sin más. No estaba interesado en seguir estudiando y le pareció que no había razón para retrasar más el asunto; era cierto que los ahorros escaseaban en la casa y necesitaban que el dojo comenzara a funcionar a pleno rendimiento.
¡Y, diablos, para llevar el dojo no era imprescindible que estuviera casado con Akane!
Pero ni a su tío, ni a su padre les gustó la idea. Se les metió en la cabeza que solo le dejarían hacerse cargo del negocio tras la boda. Querían que los jóvenes estuvieran casados antes que cualquier otra cosa, pero ¡eran un par de críos! Además, Akane quería hacer una carrera primero. Intentaron hablar con ellos, como adultos, pero sus padres fueron firmes.
¡Si no hay boda, no hay dojo!
Ranma sabía que era solo una manera de presionarle y, por supuesto, le sentó muy mal. Aunque pudo resarcirse cuando encontró trabajo en el gimnasio del centro y empezó a ganar su propio dinero. No solo fue un alivio para él, que detestaba estar en casa sin hacer nada, de paso dejó a ese par de egoístas sin nada con que presionarles.
O eso pensé.
Hasta que esos dos (o puede que otra persona de la familia que, después, se lo contó a ellos) descubrieron que Akane y él habían comenzado una relación de verdad. La noticia, lejos de alegrarles, se convirtió en un nuevo arma contra sus hijos, pues siguieron negándose a la boda.
Desde entonces, Genma y Soun habían impuesto un régimen de separación obligada extremadamente estricto en la casa. No les dejaban nunca a solas, ni sentarse juntos, ni mucho menos tocarse. Les vigilaban y espiaban a todas horas, lo cual era muy perturbador.
Y realmente estúpido, para qué negarlo.
Si queréis comportaros como una pareja, antes tendréis que casaros.
Si bien aquello había sido una de las tontas ideas de los patriarcas, Nodoka y las hermanas de Akane habían acabado por apoyar la estrategia, pues todas ellas (por distintos motivos) ansiaban también que la boda tuviera lugar.
Estamos rodeados pensó Ranma, de manera siniestra y tragando con malestar la cena. No dejaba de escrutar los rostros de su familia en silencio sepulcral. ¡¿Cómo hemos llegado a esto?!
En el extremo más alejado de la mesa, Akane también comía sin hablar. De vez en cuando le miraba por encima de los platos y las fuentes, pero si el contacto visual se alargaba demasiado y alguien de la mesa se daba cuenta, iniciaba una conversación sobre cualquier tema y les obligaban a participar para distraerles.
Ranma prefería tener cuidado porque era mucho mejor comer en silencio. No se veía capaz de responder a una charla intranscendente de manera agradable sabiendo la verdadera razón de ésta, y esa noche tampoco le apetecía armar jaleo frente a todos.
Estoy harto de todo esto.
Y no era la única idea que le rondaba la cabeza aquellos días. La indignación que crecía dentro de él le había hecho barajar nuevas opciones de futuro que cada vez veía más tentadoras.
Su padre desconocía lo bien que le iba en su nuevo trabajo, su jefe le recomendaba cada vez más con sus superiores y, la verdad, él se sentía muy a gusto con sus alumnos y las condiciones que le proponían. Estaba ahorrando casi todo el dinero que podía ya que había comenzado a pensar que, tal vez, le valdría más la pena largarse de esa casa con Akane. Podrían tener su propio hogar, de los dos, donde solo ellos tomaran las decisiones. Él seguiría desarrollándose en el gimnasio y ella podría seguir con sus estudios.
Era una bonita esperanza.
Sus padres estaban tensando mucha la cuerda y, no sería nada extraño que ésta acabara por romperse. Y que de un día para otro, Genma y Soun se encontraran con que tenían un dojo, pero nadie que lo llevara por ellos
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Ranma tenía que madrugar al día siguiente pero eran cerca de las dos de la madrugada y aún seguía despierto. Y no, no era solo por el calor. Tampoco por el insoportable olor a pelo mojado que despedía el panda que roncaba a su lado. Su madre, una mujer inteligente, había decidido volver a su casa por las noches para no tener que compartir cuarto con ese animal que se empeñaba en pasar las noches transformado.
Recuperar algo de espacio en la habitación fue una suerte, pero seguía siendo insoportable la presencia de ese panda panzón e insufrible.
Intentó moverle hacia un lado, para aplacar sus ronquidos, y de paso asegurarse de que estaba realmente dormido. Le hizo rodar un par de metros y éste ni se inmutó, de modo que tenía vía libre.
Se colocó las zapatillas y sacó la cabeza por la ventana. Sonrió. Al menos ya se podía respirar hondo ahí fuera, la noche había traído consigo un vientecillo fresco que agitaba las ramas de los árboles del jardín y arrastraba cierto aroma a jazmín desde algún lugar. Salió a la cornisa y de allí, pegó un salto a uno de los árboles que tenía más cerca. Se deslizó sobre las ramas más gruesas y descendió hasta la ventana de Akane, cuya luz seguía encendida.
Se apoyó, en cuclillas, sobre el saliente de ésta y golpeó el cristal.
Akane descorrió las cortinas al instante, y abrió la ventana con la misma sonrisa de hacía unas horas.
—Hola —Le saludó en voz baja. Apoyó las palmas de las manos en su escritorio para estirarse hacia él y le besó en los labios con las ganas que llevaba reprimiendo todo el día. Ranma se estremeció, pero procuró no distraerse, pues seguía en lo alto de un árbol.
—¿Has cerrado la puerta?
—Sí —respondió ella—. Aunque vengan a fisgar no podrán entrar.
>>. Les oiremos con tiempo de sobra para volver.
—Pues vamos —Le tendió el brazo y Akane se subió a la mesa para cogerlo. Después trepó hasta la espalda del chico y se aferró sus hombros. Ranma se echó hacía atrás y regresó a las ramas más altas del árbol, desde las cuales, pegó un poderoso salto para alcanzar el tejado de la casa.
Ya arriba, a salvo de miradas indiscretas, Ranma abrazó a la chica antes de que esta se separara y la besó con tal ímpetu que la levantó por la cintura, pegada a él. Akane encogió las piernas en torno a la cintura del chico y durante unos segundos, él la sostuvo para que el beso no se rompiera.
Hasta que se tambaleó por la inclinación del tejado y tuvieron que sentarse, antes de que perdieran el equilibro. Aun así, mantuvo a Akane sobre su regazo, apretando su cintura con los brazos. Suponía que era efecto de la estúpida prohibición de sus padres pero, como no podían hacerlo, Ranma se veía dominado, casi todo el tiempo, por la imperiosa necesidad de abrazar a Akane, de tenerla lo más cerca posible de él cuando al fin se reunían; si era posible, solo se relajaba si sus cuerpos estaban en contacto. Otro de los efectos de aquello era, por supuesto, la desazón que lo invadía cuando se separaban cada mañana y sabía que faltaban horas hasta volver a verla.
Por ello, mientras la chica le hablaba de lo que había vivido en la universidad con mayor detalle, Ranma la escuchó a medias, mientras le pasaba una mano por la espalda, el otro brazo ceñida su cintura y su barbilla se frotaba suavemente contra el cabello de la joven.
Ahora sí, se sentía genial. Y volvió a acordarse de aquel relato que leyó en el instituto, en aquella frase sobre que siempre hay uno que ama más al otro.
¿Y si era cierto?
De serlo, y como sospechaba, si él había sido el primero en sentir ese amor... ¿Sería por tanto el que más amaba de los dos? A veces le palpitaba tan fuerte el corazón cuando pensaba en ella que se quedaba sin fuerzas durante varios minutos, y de hecho, había comenzado a experimentar cierta inquietud ante este hecho.
Pero era tan feliz cuando estaban juntos.
También él le relató cómo había sido su día en el gimnasio, y de nuevo, presumió de sus alumnos ante ella. Se puso de mejor humor al hablar de ellos, aunque eso también le hizo rememorar la conversación del vestuario.
—Oye Akane, ¿tú crees que lo nuestro fue amor a primera vista?
Su prometida respondió de inmediato, casi sin pensar.
—¡Claro que no! —Le dijo—. ¡Si nos caímos fatal!
>>. ¿O ya no te acuerdas?
—Bueno, sí, hubo algún malentendido —reconoció él—. Lo que pasó en el baño...
—¡Menudo susto me diste!
—¿Crees que si eso no hubiese pasado nos habríamos llevado mejor desde el principio?
—No sé —respondió, encogiéndose de hombros—. Da igual.
>>. Lo que pasó, pasó. Y no fue culpa de nadie.
Ranma apretó los dientes y sin querer, también los dedos que delineaban la cintura de la joven.
—Ya —murmuró, tenso—; eso no es... así del todo.
—¿A qué te refieres?
Akane volvió la cabeza para mirarle y Ranma movió sus ojos al cielo.
Quizás había llegado el momento de ser sincero del todo.
Uff... menos mal que eres una chica.
No pienso permitir que ningún hombre me derrote.
Eso fue lo que Akane Tendo le dijo justo después de que entrenaran por primera vez en el dojo, el día en que se conocieron. Y él se quedó pensando en esas palabras, y tal vez, en su bonita sonrisa.
¡Pero sobre todo en sus palabras!
Porque no le gustaron nada.
—Yo soy un hombre —se dijo, después, cuando ya estaba en el baño de los Tendo aseándose. Y sí, era extraño hacer tal afirmación mientras no dejaba de ver sus senos de mujer desnudos frente a sus narices en cuanto bajaba un poco la cabeza—. ¡Pero sigo siendo un hombre!
Aunque la tal Akane había sido simpática con él, le molestó lo que le dijo.
¡¿Qué era eso de que no permitiría a ningún hombre vencerla?!
—¡Pues ya hay uno que la ha vencido! —Exclamó, echándose por encima el agua fresca—. ¡Y ese soy yo! ¡Ranma Saotome!
Pero claro, ella solo le había visto como mujer.
¡Porque al idiota de su padre no se le había ocurrido nada mejor que llevarle a esa casa con semejantes pintas!
¿Cómo esperaba que Ranma impresionara a su futura prometida si aparecía así? No era nada raro que su padre hubiese actuado sin pensar y, la verdad, a él tampoco debía importarle, en absoluto, lo que esa chica tan bruta pensara de él.
¡Pero le fastidiaba su arrogancia!
¿Acaso se creía invencible luchando contra hombres?
Él no era ningún enclenque debilucho, y tarde o temprano, lo descubriría, puesto que aquel secreto era demasiado grande como para ocultarlo mucho tiempo, en especial si iban a quedarse allí a vivir. Akane descubriría que era un hombre, en realidad.
—Y tendrá que tragarse sus palabras.
Hacía tanto calor que Ranma se estaba duchando solo con agua fría, aunque detrás de él estaba la bañera caliente, preparada. Por esa razón el vapor del agua se le pegaba al flequillo, y éste a su frente, aumentando su irritación.
—Como sea —continuó hablando consigo mismo—. Yo no quiero ninguna prometida —dejó en claro—. Y, supongo que después de verme así, Akane también se negará a que sea su prometido.
¿Qué chica aceptaría prometerse con alguien que se transforma en otra cosa al contacto con el agua?
—Sería distinto si me hubiera conocido con mi verdadero aspecto —De eso no cabía duda. El encanto Saotome era infalible, nadie podía resistirse a él. Pero Akane no lo había visto, claro.
Pero de haberlo hecho...
En ese momento, Ranma escuchó pasos que se acercaban por el pasillo y después, que la puerta del baño, al otro lado de la mampara, se abría y se cerraba. Alguien había entrado sin saber que él aún estaba ahí. Buscó la toalla para cubrirse y avisar de su presencia, pero reconoció la voz que tarareaba al otro lado.
Akane estaba ahí mismo y al pensar en ella y su sonrisa, Ranma sintió un cosquilleo en su estómago.
Y se le ocurrió la peor idea de todas. Bueno, no está claro que se le ocurriera o que fuera un impulso peligroso que ni tan siquiera pasó por su cerebro. No recordaba, de hecho, haberlo pensado. Solo ocurrió.
Distinguió la mano de Akane agarrando el asidero de la mampara a través del panel rugoso y supo que se disponía a entrar. Y algo, no supo qué, le empujó a saltar a la bañera del agua caliente. En cuanto sintió el cambio en su apariencia, se puso en pie, totalmente desnudo, en el mismo momento en que la chica abría la puerta, también desnuda, y se quedaba mirándole.
Perpleja. Anonada. Impertérrita.
Ranma, por alguna razón estúpida, no esperaba que la chica estuviera también desnuda y por eso entró en un pequeño shock del que no salió hasta que Akane se fue y la escuchó gritar con todas sus fuerzas.
—Me parece que he metido la pata —se dijo, hundiéndose de vuelta en la bañera hasta la coronilla.
Desde luego que metió la pata, y de la peor manera posible. Si lo que había pretendido era impresionarla con su apuesto porte masculino, no podía haberlo hecho peor.
¿Y todo por qué?
¿Por qué él sí se había quedado atontado por la sonrisa de esa chica que se presentó en kimono, despeinada y con el rostro aún colorado por el ejercicio que había estado haciendo antes, para conocerle? No sé podía decir que la impresión que tuvo de ella fuera la de una deslumbrante belleza, sin embargo, cometió tal imprudencia, ¿no? Porque a él sí le había gustado Akane, y quería que ella le viera tal y como era de verdad.
—Ojala lo hubiese pensado un poco más...
—Tonto —Se burló Akane, con las mejillas coloradas. A pesar de todo le sonreía contenta, con la cabeza apoyada en su hombro—. ¿Lo hiciste a propósito?
>>. ¡Casi me da un infarto!
—¡Y tú casi me partes la cabeza con una mesa!
—¡Eso fue por otra cosa! —se defendió ella. Guardó silencio y se movió, de ese modo en que su nariz rozaba el cuello del chico y le impedía tragar—. Entonces... ¿Yo te gusté a primera vista?
—Bueno...
¡¿No había quedado lo bastante claro?!
Si cometer un acto tan ridículo no era propio de enajenación por amor a primera vista, no se le ocurría ninguna otra explicación. Igual que no se le ocurría cómo había sido posible que después de aquello, y de tantas otras tonterías que había cometido frente a ella, al final hubiese logrado conquistar el corazón de Akane.
¡De verdad, no sabía cómo lo había hecho!
Pero ya no le importaba tanto. Quién se había fijado antes o quién amaba más. El caso es que estaban juntos después de tantos problemas y pese a los obstáculos que su familia siguiera poniéndoles, parecía que el futuro era esperanzador.
Ranma inclinó la cabeza para susurrar algo a la chica, sus labios rozaron el lóbulo de su oreja y ella tembló:
—¿Qué opinas sobre lo de tener nuestra propia casa?
.
.
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Fin
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¡Ya llegó, ya está aquí la Rankane Week!
Y este año, por fin, puedo participar ^^ Estoy muy emocionada, y me estoy divirtiendo mucho escribiendo estas pequeñas historias. Es posible que no estén tan revisadas como las otras, en las que tengo más tiempo, pero está siendo interesante, jeje.
¡Espero que os gusten!
Aquí está la primera: A primera vista. Era obvio que tenía que retrotraerme al primer encuentro de estos dos. He tratado de darle un nuevo enfoque, ¿qué os parece? ¿Encaja con el tema propuesto?
Me gustaría agradeceros a todos y a todas los que me escribisteis en mi anterior fic "Todos los Besos de Akane", nada más terminarlo me puse con las historias de la Rankane Week para llegar a tiempo, así que no he podido responderos, pero ya sabéis que vuestro apoyo significa mucho para mí. Que sois mi motivación para seguir escribiendo, y a los que me pedisteis que participara en esta semana, bueno, espero no defraudaros.
Nos vemos mañana con la segunda historia *___*
¡Hasta pronto! ¡Muchos besotes!
—EroLady.
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