Capítulo 16.
Harry se quedó en la enfermería con Draco Malfoy, el segundo mencionado todavía dormitaba, recostado a un lado suyo en la camilla y él todavía lo observaba realizando un pequeño escrutinio sobre su rostro, sus facciones afiladas, perfectas, esculpidas. La señora Pomfrey había ido a revisarlo unos minutos después de que sus amigos y los Slytherin se marcharan, cualquier contusión o lesión que pudo producirse por la caída fué prevenida por la intervención de Dumbledore.
Su debilidad se debía a su peligroso acercamiento—y contacto directo— con un dementor de Azkaban. Harry lo sabía, pero de todos modos dejó que la mujer se lo recalcara. Así que le habían dado permiso de retirarse luego de darle una poción para reanimar su sistema, con un justificativo para su ausencia en las clases que tuvo en las próximas horas y una advertencia de mantenerse alejado de aquellas criaturas.
El pelinegro había puesto sus ojos en blanco, era inaudito, ¡Él no los atrajo porque quiso!, ¡Ellos se acercaron a él abruptamente!.
—Estúpida suerte de pacotilla— refunfuñó frunciendo su entrecejo, cavilando en sus pensamientos repetitivamente.
—Vaya, es la primera vez que te escucho decirte estúpido— esa voz.
Su cabeza giró casi parecido a la niña poseída de El exorcista, una película que a su primo Dudley le causaba muchísimo miedo. Encontrándose con los ojos de Draco mirando las encandilantes luces del techo.
—Estás despierto— comentó en cambio, ignorando sus palabras. Notando como el rubio todavía tenía los ojos ligeramente enrojecidos y la nariz irritada.
Draco no pareció reparar en su aspecto, todavía.
—Obviamente— dijo con ese tono burlón, inconscientemente, eso estiró un poco las esquinas de los labios del ojiverde, en una pequeña sonrisa—. ¿Finalmente has notado tu estupidez?
—No me lo decía a mí, se lo decía a mi suerte— enfatizó la última palabra con un toque de sarcasmo que, intrigó al Slytherin.
—Menuda suerte, va contigo a todos lados por lo que te relaciona— se enderezó con aparente tranquilidad, Harry volvió a sentirse irritado al ver nuevamente esa máscara de indiferencia y hostilidad aparecer en sus expresiones, mirada neutra, voz socarrona y monótona—. Y, te hace estúpido como tu suerte para encontrarte con los problemas.
Tampoco lo miraba, y, hace exactamente unas cuatro horas atrás, cuando recién iba despertando. Esa angustiada y emocional mirada plateada había hecho contacto visual con sus ojos, sin cohibirse o rehuirle.
—Draco— el aludido gruñó, pero a Harry no le importó mucho—. Tú... ¿Estabas preocupado por mi?
Draco se detuvo en pleno proceso de llamarlo 'maldito' solo para que su máscara cayera nuevamente apenas tuvo la intención de solidificarla.
¿Preocupación? ¿Por eso me sentía tan mal? Pensó, sintiendo una mano hipotética repartiendo bofetadas en sus mejillas, su mente intentando aclararle la vista, quitarle la venda, despertarlo. ¿Por eso me sentía tan angustiado? ¿Mis-...
—Hey— la mano de Potter se situó en su hombro, sobresaltado ante la acción, volvió a encontrarse con esa mirada verde.
Su corazón volvió a brincar en su pecho a toda velocidad. Como si estuviera corriendo una larga carrera y se estuviera dirigiendo sin saberlo, directo a la recta final.
Estaba perdido.
—Yo...
¿Mis sentimientos tienen tal magnitud que sobrepasa la máscara de indiferencia que muestro ante tí? Harry le sonrió, Malfoy le devolvió la sonrisa; a medias.
Me gustas.
Harry Potter abrió sus ojos desmesuradamente, no esperando ese movimiento del Slytherin. Sus ojos firmemente cerrados, sus tersas mejillas arreboladas de un tierno color rojo y sus labios, sus labios acariciando tímidamente los suyos.
Esto responde a mi pregunta pensó el Gryffindor cerrando lentamente sus ojos, correspondiendo suavemente al contacto tímido de la serpiente. Procurando ser cuidadoso, lento y gentil.
Sus manos subieron lentamente hasta posarse sobre la estrecha cintura del rubio, el moreno archivó ese pensamiento, Draco era de cintura estrecha.
Los movimientos de Malfoy sobre los labios de Potter tomaron más firmeza y seguridad poco a poco. Y sus brazos, sin notarlo, rodearon el cuello del león.
Me gusta, me gusta mucho fué el último pensamiento de Draco Malfoy antes de que se escuchara el bullicioso y estridente mar de gritos y pasos presurosos por el pasillo de la enfermería.
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—¡Mirad lo que le ha pasado al cuadro!.
—¿En dónde se metió la dama gorda?
—¡Oh, es terrible!— esa, y muchas exclamaciones asustadas rondaban por el aire sin rumbo especifico más que quedar allí, amontonadas con el resto de los alumnos de Gryffindor con algunos de Hufflepuff, Ravenclaw y unos cuantos de Slytherin.
El director se abrió paso pidiendo con voz serena que todos conservaran la calma, a su lado, Mcgonagall indicaba con un rostro firme y ligeramente fruncido que los alumnos de su casa correspondiente hicieran una formación y la siguieran escaleras abajo.
Severus también había presenciado esa escena exagerada de miedo y pavor pintado en los rostros juveniles de los futuros magos y brujas, frunció sus labios en una mueca girándose sobre sus pies para ir directo a su despacho, aquel sitio silencioso, tranquilo y apacible, el único lugar donde podía sentir verdadera paz.
Pasó a un lado de Remus, quien con ojos enormes y pasos vacilantes se aproximó hasta el cuadro que había recibido todo el daño, el licántropo por supuesto supuso de quien se trataba, y, claramente le esperaba una gran reprimenda.
—Profesor Lupin— el castaño volteó la mirada en dirección al anciano barbudo que lo observaba a unos pasos de distancia.
—¿Si director?
—Los chicos están aterrorizados en estos momentos, me encantaría que usted junto a la profesora Mcgonagall ubiquen a Gryffindor en el gran comedor esta noche, mientras solucionamos el inconveniente sucedido— Remus sintió un nudo formarse en su estómago a medida que escuchaba sus palabras.
—¿Donde está la dama gorda?— preguntó el menor con voz trémula, Dumbledore solo miró unos cuadros más arriba y empezó a subir las escaleras, por supuesto, Remus lo siguió.
La dama gorda se escondía en una hermosa pintura de acuarelas, un precioso prado lleno de flores con un pozo.
Albus se acercó más y se quedó quieto delante de la pintura, hasta que la silueta regordeta empezó a moverse hasta salir de su escondite.
—¡Director Dumbledore!— exclamó la mujer con alivio—. ¡Estaba tan asustada!
—¿Sabes como se veía su atacante?
Asintió con severidad—. Sus ojos detonaban un ardiente fulgor en rabia, de un momento a otro estuvo cubierto de pelo de los pies a la cabeza, tan oscuro como el ébano, sus filosos dientes y garras se levantaron en contra de mi, ¡Y todo por que no le di acceso a la sala común de Gryffindor!
Remus palideció un poco más al oír la descripción tan... específica de su agresor.
—¿Y sabes quién es?
Ella respiró ruidosamente antes de decir con el terror pintado en su rostro rosado.
—Sirius Black.
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Holaaaa, tanto tiempo ha pasado mis pequeños basiliscos, pido una enorme disculpa por haber tardado tanto tiempo en traer una nueva actualización.
Seguro ya pensabais que estaba muerta o algo, JAJAJAJA.
Bueno, seré absolutamente honesta, llevaba medio capítulo hasta que me vino tremendo bloqueo mental. Y no fue hasta hoy que decidí terminarlo con las ideas repentinas. Pienso que quedó del orto pero aún así espero que les guste, está corto pero prometo que traeré un siguiente capitulo aprovechando la inspiración.
Gracias por seguir acompañándome en esta nueva aventura de Harry Potter, sus amigos y su novio no oficial. Como habrán notado Harry y Draco están en su momento, sin embargo aún no es tiempo de el felices por siempre, aún faltan cositas sueltas.
Sin embargo, habrá más énfasis en ellos dos en el siguiente capítulo.
¿Mucho spoiler? Probablemente pero solo quiero dar ese pequeño dato.
No olviden votar y comentar por favor, realmente leer sus comentarios y ver sus votos me animan de sobremanera. Una vez más, mil disculpas.
¿Qué te pareció el capítulo?
¿Qué sucederá a continuación?
¿Qué hará Draco después de semejante arrebato sentimental?
¡Nos leemos pronto!
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