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Una confesión y malas noticias.

Al oír nuevamente el nombre de su hijo mayor, las reacciones de ambos adultos fue una bien distinta de la otra, porque mientras la mujer estaba totalmente emocionada y con una evidente y rebosante felicidad y esperanza por finalmente saber de su hijo mayor después de casi diez años, el hombre simplemente estaba totalmente enojado y los pequeños gestos que hizo durante el corto periodo de tiempo que estuvo frente a Milo, dejó bien en claro de que no tenía intención alguna de oír ni media palabra de lo que el griego tenía para decirle.

Apenas si Degel dejó salir la noticia de que Milo conocía a Camus, Krest no dudó ni medio segundo en ponerse de pie y marcharse lo más a prisa que pudiera. No quería oír absolutamente nada de la boca de nadie, si se trataba de aquel irrespetuoso niño que osó ir en contra de todo lo que le habían inculcado como correcto y había humillado a la familia de manera tan ruin, grosera y despreciable. Pero, a pesar de que no podría convencer a su esposo de volver, corrió detrás suyo para hacer el intento de que escuchara lo que sea que aquel joven podría llegar a decirles, porque, aunque ella también se había sentido traicionada por su hijo en aquel entonces, con el tiempo pudo lograr perdonarlo, y desde ese instante no hubo día en que no rezara porque el corazón de su compañero de vida se ablandara lo suficiente como para entender al propio corazón del pelirrojo menor, porque sabía que el perdón de Krest para con Camus era algo imposible, por lo menos quería que lo comprendiera y ya no le molestara escuchar el nombre de Camus. Aunque al ver que se marchaba sin decir ni media palabra pudo darse cuenta de que años de plegarias habían sido más que en vano y que a esa altura en su vida, no estaba dispuesta a aguantar ni un segundo más la fantasía de ninguna religión, por más de que su alma estuviera llena de felicidad porque estaba en la punta de sus dedos, la oportunidad de ver nuevamente a su niño, no lo tomaría como un milagro, si no como lo que era, la iniciativa del destino de querer verlos a todos juntos nuevamente.

-Krest, detente por un momento, por favor.- Dijo con la voz más firme que pudo salirle en el momento.

-Sasha, no pienso escuchar ni una sola cosa de las que tengas para decirme.

Y allí estaba ese tono de voz. Ese tono tan estricto y algo macabro que solo salía de su boca cuando quería imponerse frente a quien le causara molestia. Pero, aun con esa terquedad en su contra, iba a hacer el intento de convencerlo de volver.

-Es nuestro hijo. Tal vez necesita ayuda o simplemente... No lo sé, Krest, deberíamos escuchar a este chico si tiene algo que decirnos.

-Ese mocoso no es nada nuestro y ya me he cansado de repetírtelo. Él eligió una vida sumergida en pecado que solo logrará hacerlo arder en el infierno cuando muera y bien merecido se lo tendrá. Puede hacer con su existencia lo que le plazca, pero bien en claro le dejé el día que lo eché de la casa, que no se atreviera a regresar. Que ni se le ocurriera tener el simple pensamiento de volver a poner un pie aquí y volver a interferir en nuestras vidas, trayendo esa peste que su corazón y alma aceptaron así, sin más, sin pensar en lo mucho que lastimaría a los que lo rodeábamos, a quienes lo queríamos, y que si tenía finalmente el descaro de regresar, iba a encargarme personalmente de que se arrepintiera toda su vida de las decisiones que tomó.

Al oír aquello, el corazón de la rubia no pudo romperse más. No podía ser verdad aquello que le soltaron sin más y tenía que asegurarse de que así fuera.

-Lo que me dices no es cierto.

-¿Qué no es cierto?

-Me dijiste que Camus se fue por propia voluntad. Tú me dijiste que él simplemente se fue, que no se llevó nada, que no sacó de la casa ninguna de sus cosas porque estaba totalmente enojado con nosotros y que ni quería volver a ver nuestras caras.

El sentimentalismo de su esposa estaba molestándolo a cada momento, un poco más y si seguía poniéndose aún más en ese papel, tan deplorable a sus ojos, no iba a vacilar para nada en gritarle todo lo que se le viniera a la mente para que dejara de comportarse así, y si tenía que llegar al límite de darle una bofetada, lo haría también y sin dudar.

-Pues no, Sasha. No fue así para nada. Camus quería irse a Grecia con ese idiota, pero no quería dejarnos atrás, queríamos que siguiéramos todos juntos, aunque hubiera una evidente distancia, pero por él vivir en otro país y no por otras situaciones, pero yo no iba a permitir que, bajo ninguna circunstancia, mi familia tuviera contacto alguno ni con él ni con ninguna otra clase de gente que sea igual a él.

-¡¿Entonces me mentiste?! ¡¿Estuviste mintiéndome todo este tiempo!?

-¡Pues si! ¡¿Quieres saber la verdad!? ¡Esa es la verdad! ¡Camus no se fue! ¡Yo lo corrí de la casa y no le quedó otra más que irse del país con ese tal Saga! ¿Querías la verdad? ¡Allí la tienes! ¡Si, te estuve mintiendo durante diez años y no me arrepiento de haberlo hecho!

No pudo más con eso y antes de que el otro pudiera reaccionar, una cachetada bastante fuerte fue a dar justo en la mejilla de aquel hombre que solo quedó con su rostro volteado a la derecha, con sus ojos cerrados, suspirando con bastante cansancio mientras oía a la dolida mujer decirle que eso había sido todo. Que ahora ella iba a hacer que él se arrepintiera por haber roto a la familia y por haber logrado que, durante muchos años, ella odiara a Camus, por haber creído que el pobre niño de verdad los había dejado sin importarle nada más que su novio.

Mientras regresaba a donde había dejado, también un sentimiento de odio, pero hacía ella misma, comenzó a crecer en su pecho, ya que de verdad habían sido muchos años en lo que había deseado lo peor para su hijo mayor, por haber tomado semejante decisión, pero con el pasar del tiempo, pudo "perdonarlo" por eso y ahora, finalmente, tenía la oportunidad de arreglar todo con él, pedirle perdón por todo lo que había pasado y poder empezar de cero, hacerle conocer a su hermanito y los tres lograr recuperar todo el tiempo que por culpa de Krest habían perdido... No, no solo por culpa de Krest, porque ella también estuvo demasiado tiempo enfrascada en la idea de que Camus era un pecador que solo arrastraría al castigo eterno a su familia si le permitían estar cerca con ese estilo de vida por el que había optado, y si salió de ese pensar, fue lo cuándo Degel comenzó a crecer y se dio cuenta de todas las cosas que con su hermano compartía y todo lo que su religión podía "enseñarle" acerca de lo que sea que le pasaba a aquellos como Camus, no fue suficiente para que un nuevo odio hacía él naciera, si no que en su lugar, un enorme y desesperado instinto materno nació de nueva cuenta en ella y lo único que podía calmar ese sentir, era tener a su primogénito nuevamente entre sus brazos, para amarlo y cuidarlo como no pudo hacer antes, pero por sobre todas las cosas, sin intentar cambiarlo y sin reprocharle nada, ya que lo único que deseaba era verlo volver a su lado y recuperar la familia que perdió.

Ahora su más grande anhelo era convertido en realidad y, aunque a su esposo le pesara, ella, si tenía que moverse hasta Grecia para reencontrarse con Camus y traerlo de regreso a sus vidas, entonces lo haría. Ella no volvería a perder a Camus, nunca más lo haría.

Apenas volvió a las bancas que estaban ocupando momentos atrás con Krest, y donde era que dejó a aquel chico rubio con Degel, se sorprendió bastante de que el pequeño estuviera solo, aunque no se le veía preocupado, más bien un tanto alegre mientras veía fijamente la pantalla de un celular, que seguramente era el de aquel joven.

-Degui, cariño, ¿Y el joven?

-Su nombre es Milo, mami, y me dijo que es el mejor amigo de mí hermano.

El corazón de la mujer, repentinamente se cubrió de una cierta calma al tener una certeza de que aquel muchacho no era el tan mentado Saga, así que estaba tranquila de que él si le podría hablar con la verdad si llegaba a tocar ciertos temas, ya que lo único que sabía de ese Saga, era que era un manipulador y un tanto sociópata y narcisista también, pero como esa también era una descripción hecha por su esposo, en el último tiempo de su vida se había cuestionado mucho si aquello era realmente cierto. Pero como no era él, sino que era Milo, este nuevo e inesperado personaje en sus vidas, y no había tenido contacto alguno en su vida con Krest, podría ser que le dijeran como era realmente ese tal Saga.

Aun así, le extrañaba que no estuviera allí con Degel, cuando bien claro les había dicho que necesitaba hablar con ellos acerca de Camus.

-¿Ese es su celular?- Preguntó extrañada, señalando al objeto que el menor tenía con fuerza entre sus manos.

-Si, me lo dejó porque, no solo tiene muchas fotos recientes de mí hermano y puedo verlo tal cual está ahora, aunque está un poquito enfermo, pero son mejores que todas las fotos viejas que tengo de él, que tú me regalas y que escondo en mí cuarto para que papá no las encuentre.

"Está enfermo". Esas palabras se quedaron dando vueltas en la cabeza de la pobre Sasha que no tardó en imaginar lo peor, por lo que, aparentando la más grande calma y disimulando lo más que se podía, el temblor en sus manos, le pidió que le mostrara aquellas imágenes, cosa que el pequeño accedió con una sonrisa, acomodándose en el regazo de su madre y yendo al lugar exacto del aparato en que Milo le había dicho que podía encontrar esas fotos.

Apenas abrió la galería y dejó ver la primera foto, las lágrimas que estuvo tratando de contener, cayeron en gran cantidad y sin que ella pudiera hacer algo para evitarlo.

-¿Mamá, estas bien? ¿Por qué lloras?

Solo en ese momento fue consciente de su estado, por lo que, fingiendo una sonrisa, le quiso hacer entender que nada malo le pasaba, pero claramente no era así.

-Nada me pasa, pequeño. Solo es que hace años que no veía a tu hermano, ni siquiera en una foto, y poder ver algo nuevo de él es...

-Es lindo, verdad?

-Muy lindo.- Fue su simple respuesta, ya que sentía que su voz se quebraría si hablaba más.

El alma y el corazón le dolían a más no poder, ya que, si bien era cierto de que le daba gusto poder ver nuevamente a su Camie, le dolía ver la situación en la que se encontraba.

Su cabello se veía mucho más largo que la última vez que lo vio y se veía bastante bonito, pero era triste que eso fuera lo único que se veía bien en él.

Su carita estaba más pálida de lo que siempre fue, casi consumido hasta los huesos, se notaba mucho más en sus manos ese pesar, y bajo esos enormes rubíes que eran sus ojos, grandes ojeras y bolsas le daban un aspecto de más cansancio del que aparentaba, y el que estuviera en una silla de ruedas, no hacía más que preocuparla más.

-Degel, ¿Milo te dijo que fue lo que pasó con tu hermano?

-¿Cómo que, que le pasó?

-Me refiero a que si te dijo porque está enfermo. Si te dijo que enfermedad tiene o algo parecido.

-No me dijo nada, mamá, solo que ese tema era algo que quería hablar contigo y papá, ya que es algo largo de contar y yo soy muy chico aún para comprender bien todo.

-Ya veo.- Eso, más que darle calma, solo logró preocuparla todavía más de lo que ya estaba y le resultaba increíble, ya que jamás pensó que se sentiría así en su vida. -¿Y ahora dónde está?

-Mi hermano está en Grecia, mamá. Tú misma me lo contaste, ¿Qué no te acuerdas?

-Si, lo sé, cariño, pero no pregunto por tu hermano, te pregunto por este chico, Milo.

-Ah, él. Se fue.

-¿¡Cómo que se fue?! ¿A dónde se fue? ¿Te dijo a donde iba o al menos si iba a regresar pronto?

-No lo sé, mamá. Solo me dijo que tenía que regresar a su casa, así que creo que debe de haberse ido al aeropuerto.

La calma con la que dijo eso sorprendió bastante a la mujer y a la vez se sintió muy desesperada por eso. ¿Por qué se había tan repentinamente? Si ella le había pedido que le esperara un momento, que ella, definitivamente, si quería charlar con él, porque no podía comprender bien porque se había marchado.

La angustia la embargó en menos de lo que creyó y poniéndose de pie, caminando algo desesperada de un lado a otro en un corto tramo de lugar, estuvo a punto de tomar de la mano a Degel y correr lo más pronto posible al aeropuerto, pero justo cuando se giró nuevamente a su hijo, para llevar a cabo dicho pensamiento, vio que el pequeño le estaba extendiendo un papel.

-¿Qué es eso?

-Me pidió por favor que te lo entregara.

-¿Y que es lo que dice?

-Me pidió que no lo leyera, así que le hice caso y por eso no tengo idea de lo que dice.

Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Sasha, pero de la misma manera rápida en la que apareció, se fue cuando comenzó a leer lo que Milo le había dejado a saber mediante esa nota apresurada.

"Me llamo Milo Scorpio. Soy el mejor amigo de su hijo Camus. Él, hace un poco más de un año tuvo un accidente que lo dejó en coma hasta hace casi unos meses que logro despertar.

Su ex pareja, Saga, estaba dejándolo morir por lo que yo me hice cargo de Camus y de sus cuidados. Es algo muy largo y complicado de explicar mediante una nota, pero créame que tengo que regresar ahora mismo a país, porque Camus al parecer ha tenido una recaída y ha empeorado mucho.

La razón por la cual vine a Lyon a buscarlos, es porque desde hace muchos años, su hijo ha querido volver a encontrarse con ustedes, pero al estar casi secuestrado por Saga, jamás pudo hacerlo, por lo que ahora que se encuentra alejado de él, me pidió el favor de venir a buscarlos y por eso aquí estoy. Lamento tener que encontrarlos solo para irme a prisa, pero como ya le dije, yo soy el responsable de la salud de Camus, y aunque él dijo que haría todos los esfuerzos posibles para estar bien, yo le prometí que regresaría si algo malo le sucedía, por eso es que me estoy marchando en este mismo momento.

Dejo teléfono celular con usted para que pueda comunicarse conmigo más fácilmente, ya que tengo otro que uso exclusivamente para el trabajo y puede llamarme allí si lo desea.

De verdad que me gustaría que viniesen a Grecia para ver a Camus, sé que Degel quiere conocerlo y sé que a Camus le hará mucho bien saber que tiene un hermano que lo necesita y quiere recuperar todo el tiempo perdido. Sé también que usted necesita mucho a su hijo, tanto a más de lo que él la necesita a usted.

Si decide finalmente venir hasta aquí, por favor diríjase directamente al edificio de medicina de la Universidad Aristóteles de Tesalónica, pues allí lo tienen ingresado y por lo poco que me dijeron, estará allí bastante tiempo.

Por favor le pido que venga y se reencuentre con él, porque nuevamente le digo, usted le hace mucha falta a Camus y yo lo sé muy bien a eso.

Por favor, venga cuanto antes a Grecia.

Milo Scorpio."

El saber que su pequeño niño, como solía llamarlo desde siempre y nunca dejó de hacerlo de ser sincera, había tenido un accidente tan terrible como para dejarlo en coma y simplemente estaba empeorando a pesar de ya haber salido del hospital, le fulminó el alma en un simple parpadeo y no tuvo que siquiera pensarlo.

-Degel, no podemos perder más tiempo. Iremos a casa a hacer las valijas y nos iremos.

-¿Y a donde iremos?- Le cuestionó con una media sonrisa.

-Nos vamos a Grecia a que conozcas a tu hermano.

El brillo que adquirieron los ojos del menor podía iluminar todo el cielo nocturno si lo quería, ya que lo que siempre anheló estaba a punto de cumplírsele, pero lo que si le molestaba hasta el punto de comenzar a preocuparlo, era porque su madre no estaba emocionada como él, sino que más bien se veía triste y desesperada, pero lo tomó como el simple hecho de que Camus y ella volverían a encontrarse después de tanto tiempo y sobre todo, tantos problemas que pasaron, pero sabía que el amor de familia, haría que todo entre ellos se solucionara muy rápido.

Por su propio lado, Sasha sabía que Camus podría llegar a perdonarla por todo lo que pasó... Lo único que deseaba era llegar a tiempo para que eso sucediera.

"-¡Milo! ¡Milo, por dios, tienes que regresar ahora!

-¿Saori? ¿Qué pasó? ¡¿Camus está bien!? ¡¿Qué sucedió!?

-¡No sé dónde está Camus!

El corazón se le detuvo apenas escuchó eso.

-¡¿Cómo que no sabes dónde está!? ¡Tú debías estar en casa! ¡¿Qué mierda pasó que no estabas allí!?

-Se que debía estar allá, pero a Camus se le terminaron varios medicamentos y no me lo dijo y se pasó los últimos dos o tres días sin tomarlos, por lo que le di un calmante y lo dejé durmiendo mientras iba al hospital por más provistas, ¡Pero cuando regresé no estaba! ¡La puerta de la casa estaba entre abierta pero la habitación que usan estaba toda desordenada y él había desaparecido!

Fue como si su sangre detuviera su circular cuando le dijo que lo dejó dormido, medio drogado y solo en la casa, pero sintió como se heló por completo en sus venas cuando le dijo que todo estaba revuelto y su cubito no estaba.

Eso solo podía significar una cosa... Más bien, una sola persona.

-Saga...

-Milo, no creo que...

-Si, Saori.- La cortó de inmediato mientras apretaba fuerte su mandíbula, haciendo que su odio se viera y también que Saori lo escuchara claramente. -Fue él. Ese maniático lo encontró y estoy seguro de que se lo llevó. ¡Si me dejó bien en claro que no iba a dejarnos tranquilos e iba a hacer hasta lo inimaginable para cumplirme su amenaza! ¡¿Pero porque mierda no fui capaz de ver que de verdad podría llegar hasta ese punto!?

-¡Milo, por dios, cálmate!

-¡¿Cómo quieres que me calme si mí novio está desaparecido y es casi seguro de que ese imbécil lo tenga!?

-¿Y si no es así? ¿Y si tal vez, Camus simplemente se sintió mal y salió a buscar ayuda?

-¿Si fue así como explicas que hayas encontrado sin seguro la puerta y que hayas visto toda la habitación hecha un caos? ¡Además seamos realistas, Saori! ¡Sus piernas no le responden por lo que el salir por sus propios medios es algo imposible a menos que use la silla!

La castaña iba a replicarle, pero su celular comenzó a sonar de manera escandalosa y de inmediato supo que era porque otra llamada estaba llegándole.

-Milo, me están llamando del trabajo.

-No me cortes y déjame oír, que si es sobre Camus, quiero saberlo ahora y no luego.

No le contradijo y dejándolo en la línea, contestó el otro llamado y de inmediato supo, por todo el escándalo que se oía en el fondo, que algo bueno, no era.

-¡¿Saori!? ¿Me oyes?

-Shaina, ¿Qué sucede?

-Hace unos minutos ingresaron a Camus. ¿Qué es lo que pasó? ¡Estaba fatal!

De solo escuchar eso, a ambos jóvenes se les detuvo su propio corazón y Milo solo quiso salir corriendo de inmediato hacía allí.

-¿Cómo que ingresaron a Camus? ¿Qué pasó? ¿Cómo llegó allí?

-Un chico rubio, que antes ya había estado aquí con Milo, lo trajo. Estaba totalmente desvanecido cuando atravesó la puerta.

-¿Y cómo se encuentra ahora?

Un silencio solo se dio por respuesta y luego un suspiro leve no dejó dudas de lo mala que era la situación, pero, así y todo, Milo quería que le dijeran, por lo que se hizo notar en esa conversación y a la pobre de Shaina no le quedó otra más que decirles.

-Entró en paro...

Algo en Milo murió apenas le dijo lo que los médicos le pronosticaban a su cubito..."

Con esa conversación repitiéndose en su mente una y otra vez, Milo tuvo que esperar una eterna e inacabable hora y cuarto hasta que su vuelo saliera, pero la única buena noticia que tuvo entre tanta desesperación, fue el ver a la madre y el hermano de Camus llegar e ir desesperados a intentar conseguir boletos para viajar.

-Señora Koltso.

Un alivio se presentó en la mujer cuando el jovencito se les volvió a aparecer, y una vez que, milagrosamente, pudieron encontrar un vuelo para ella y Degel, aunque no en la misma aerolínea en la que Milo iría, pero eso no le importaba mientras pudiera llegar a Tesalónica, se sentó en un apartado con el rubio y fue directa en su pregunta.

-¿Qué tan mal está?

Milo solo la miró. Si para él fue duro saber lo que le esperaba al volver, sabía qué para ella, lo sería aún más, por lo que dudó en decirle toda la verdad, pero el sentir que lo tomaba fuerte de la mano y con su mirada le rogaba que fuera sincero, solo le dijo lo último que escuchó de Shaina antes de cortar la llamada, ya que no podía manejar lo que había escuchado.

Tomó aire y lo dejó salir en un suspiro largo, más luego, habló con esa pocas, pero, a la vez, tan terribles palabras.

-Los médicos... No creen que pueda sobrevivir a esta noche.

Y simplemente sucedió lo que esperaba. Sasha se derrumbó y se apretó a su pecho para llorar con amargura e impotencia, y al sentir ese acto tan cargado en desesperación y miedo, él también se terminó de romper y la acompañó en ese llanto, ya que sabía bien que ambos tenían la misma pena, el mismo pensamiento y miedo, que era el solo imaginar que llegarían, pero que sería demasiado tarde para volver a ver a Camus.

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