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Un despertar a la verdad y la desgracia.

-¿¡Por qué no la detuviste!?

-¿Cómo se supone que lo hiciera? Si tú y ella son iguales. Cuando algo se les mete en la cabeza, no hay manera de hacerlos desistir, y ella lo había decidido apenas si tuviste tu primera operación. No iba a haber forma de convencerla de que no hiciera esto.

-¿Pero, al menos, intentaste algo?

-Con ustedes dos me di por vencido hace mucho tiempo, eso es algo que tendrías que tener bien claro hace bastante también.

Camus iba a responderle, pero una fuerte punzada le dio en el pecho y no pudo decir nada, solo llevó su mano izquierda, que la tenía libre de agujas y demás vías de medicamento, hacía su pecho para apretar una vez más las vendas que lo cubrían, pero esta vez no fue un dolor interno como venía pasándole desde hace bastante, sino que, si bien lo sentía sobre su pecho, era más bien en su parte externa, en la parte superior y no era muy intenso, por lo que no sabía bien que era lo que le sucedía. Llegó a pensar que estaba por darle otro ataque, pero esta vez sería uno peor, uno que lo mataría, después de todo, sabía que lo más suave acababa siendo lo más horrible en su situación, pero que su padre se portara tan pasivo y hasta casi indiferente, le hizo cuestionarse un poco si sus pensamientos eran acertados o si a Krest le importaba mínimamente su situación. Para su suerte, el mayor le dio la respuesta que buscaba.

De una manera un tanto cruel, pero la tuvo.

Krest, se sentó casi a su lado, poniéndose a escasos centímetros detrás suyo, lo tomó de los hombros y le obligó a hacer un movimiento brusco, teniendo todo el pecho y mitad del abdomen rígido debido a los vendajes, fue muy doloroso y volvió a sentir ese mismo pinchazo violento que momentos atrás sintió. Un gruñido de dolor fue lo único que salió de su boca mientras volvía a tocarse el pecho.

-No te está dando ningún ataque.- Le dijo pacifico mientras volvía a ponerse de pie mientras caminaba de regreso a los pies de la cama. -Te están tirando las suturas de la operación, solo es eso. Te dolerán por unas semanas, pero luego pasara. No te miento y te admito que será muy incómodo, hasta te aviso que cuando comience a sanar, te dará algo de comezón, por lo que ya te digo que, si te veo rascándote, te voy a volver a abrir el pecho, entendido?

-Si, señor.

-Bien.- Regresó cerca de su hijo, acercando una de las sillas que había en la habitación, poniéndose bien pegado a la cama, sentándose junto a él y, mirándolo de una manera muy tierna y casi culpable, trató de tener luz entre tanta tiniebla que las confusiones creaban. -Ahora dime, ¿Qué pasó?

-Me dio un infarto.

-Ya que cubrimos lo obvio...

-Un accidente, un coma y dos infartos.

-Camus...

Un momento de silencio se hizo lugar. Camus no quería hablar de todo lo que Saga le había hecho pasar, en caso de que eso fuera lo que su padre quería oír, pero tampoco quería hablar de cómo fue que se había puesto mal tan rápido, porque inevitablemente acabaría hablando de Saga, ya que él fue el gran y máximo responsable de ese estado que llevaba ahora. El pequeño pelirrojo no se sentía con ganas de tener esa conversación, pero sabía que era lo mejor, tal vez el momento no era el indicado, pero ambos bien sabían que no podían arriesgarse a no volver a tener una chance, por lo que simplemente se acomodaron físicamente a la situación, pero mental y sentimental, definitivamente no lo estaban.

-Fueron cuatro infartos. Camus, ¿Qué pasó, hijo?

Camus lo miró impresionado, ya que no tenía idea de que habían sido tantos sus episodios cardiacos. Ahora entendía mejor porque el corazón se le había destrozado con tanta rapidez, pero estaba muy enojado, ahora que era consciente de la realidad, pues Milo le había dicho que solo habían sido dos. Tal vez su pareja se lo había dicho para no tener tantas preocupaciones juntas, pero claramente iba a pedirle explicaciones apenas si lo viera cruzar la puerta.

Su mano siendo sostenida por las de su padre fue la acción que lo devolvió a la realidad y los ojos se le llenaron de lágrimas apenas si se dio cuenta de que Krest cargaba con una mirada más culposa que antes.

-Papá...- Bajó su mirada una vez más, porque no se animaba a mirarlo mientras dejaba salir la pregunta que tantos años le torturó. -Sabes que es inútil que me sigas poniendo la misma excusa, por lo que te pido, por favor, que me digas la verdad de una buena vez. A Serafina no la echaste porque no quiso ser médica, como tú, y a mí no me corriste porque te presenté a Saga como mi pareja, verdad? Tu nos echaste porque nos enteramos lo que pasó con el doctor Aeneas, no es cierto?

Krest solo guardó silencio, mientras veía como su hijo mayor agachaba todavía más la cabeza. Sabía muy bien que Camus estaba muerto de la vergüenza al cuestionar aquello por primera vez en muchos años, no solo los años que llevaban separados, sino también aquellos en los que convivieron sin saber que el menor también estaba enterado de aquello por lo que había exiliado a su hija mayor de la vida familiar de los Koltso.

Él también estaría de la misma manera si era sincero, también quería bajar su mirada y no volver a cruzar sus ojos con nadie, pero no estaba en posición de portarse aniñado, no estaba en posición de caer en un mar de vergüenza y negar como un infante todo aquello de lo que se le acusaba. Debía de afrontar sus errores de manera estoica y sin miedo, y ahora que finalmente podía hacerlo, estaba agradecido por eso, pero se sorprendió mucho cuando fue consciente de que, con quien peor se portó, era quien le daba la oportunidad de descargar todas esas culpas que tanto lo atormentaban.

-No se lo digas nunca a tu madre, por favor te lo pido.- A pesar de que tenía la mandíbula apretada con odio, y sus muelas mordían con mucha fuerza su lengua, hasta casi el punto de sacarse sangre mediante dicha acción, no detuvo su hablar ni por medio segundo. -Se que fui demasiado cruel contigo y con tu hermana, sé que me porté de lo peor y me escudé detrás de excusas ridículas para hacerlos a un lado de nuestras vidas y sé que lo más ridículo fue hablarte de una ficticia condena divina por tus decisiones de vida, cuando yo fui quien primero las cometió. Te grité cosas horribles y las mantuve durante tantos años solo porque quería hacerme creer que lo que tú hacías estaba mal, porque lo dejabas ver y eso era lo que estaba mal, y no yo, que trataba a como diera lugar, que nadie me descubriera nunca. Que tú te merecías más que yo, un castigo proveniente de una inexistente deidad, porque no te daba pena ni vergüenza demostrar tu amor real, y por eso me solté diciendo todo lo que dije. Quiero mucho a tu madre, Camus. La quiero como no te imaginas, pero no sé qué me sucedió... Zaphiri estaba allí y... No lo sé, hijo... No sé qué fue lo que pasó después.

El pequeño pelirrojo ignoró su dolor y se abalanzó sobre su padre, abrazándolo lo más fuerte que podía y comenzando a llorar él también al sentir como ese cariño era devuelto. Lloró como un niño al volver a sentir ese amor que tanto le faltaba y pensó no recuperar más, y su corazón, el corazón de su hermana, se volvió cálido y una muy reconfortante sensación lo invadió. Se sentía cómodo, cuidado, rodeado de la protección más grande y las sensaciones de que todo a partir de allí mejoraría, solo se incrementaba. Al parecer, un nuevo corazón, no era lo único que Camus obtendría. Aparentemente también conseguiría paz y calma, recuperar el lazo familiar que Saga le hizo perder y poder vivir la vida tranquila y maravillosa que siempre mereció tener, por ser un chico increíble que siempre buscaba el bienestar del otro por sobre el propio.

Lo sentía, podía escuchar claramente la voz de Serafina diciéndole que todo ya casi acababa, que resistiera un momento más y luego si podría ser feliz. Que solo unas pruebas más le faltaban superar y después podría disfrutar de todo lo que esa vida nueva le traería.

Camus sentía que, a esa altura de su vida, podía soportar lo que sea. Había aguantado a un novio golpeador y aprovechado, un cuñado alcohólico y abusador, un accidente que casi lo mata, un coma de más de un año, más de un infarto, dos cirugías a corazón abierto, una de ella siendo un niño pequeño y otra apenas salido de un prolongado letargo y ahora un trasplante, al precio de perder a la chica más importante de su vida, así que sentía que podía con todo.

O tal vez no.

La calma se desmoronó tan a prisa como se creó. La puerta abriéndose con escándalo y esa cara conocida, pero que ahora, en lugar de mostrar esos aterradores y burlones colmillos, solo hacía lugar a una mirada repleta en preocupación y algo de tensión y temor.

-¿Interrumpo?- La modestia y suavidad con la que dejó salir esa pregunta, le impresionó al pequeño galo, pero no pudo dejar salir palabra alguna.

-¿Y tú quién eres?

-Kanon...- Fue Camus quien respondió, haciendo que Krest se girara hacía él, dejando salir un "¿quién?" de entre sus labios, con un susurro.

-Kanon Pollux, señor.

- Él es el hermano de mí ex pareja... Y uno de los responsables de que yo haya pasado por todo lo que pasé.

Krest no lo pensó ni un solo segundo, pues apenas escuchó aquello, su instinto de padre brotó en un simple parpadeo, como nunca antes lo había sentido ni experimentado y se abalanzó directo hacía el recién llegado, olvidando su posición de médico, de pilar fuerte en una comunidad que se dedica exclusivamente a salvar y preservar vidas. Sin importarle nada, sin pensar en el que dirán, Krest se arrojó con fuerza y odio sobre el gemelo menor y llevó sus manos hacía su cuello, apretando con mucha fuerza, mucha más a cada segundo que pasaba, mientras el otro trataba de defenderse como podía, pero quien estaba sobre él, no le daba chance de salirse de allí.

Estaban tan metidos en esa pelea, que no se dieron cuenta de que a Camus le comenzaba a faltar el aire y se iba poniendo más y más pálido.

Tarde se dieron cuenta de lo que le pasaba. Solo fueron conscientes del estado del menor cuando escucharon un fuerte ruido y al levantar sus miradas y ver más allá, la desesperación se hizo presente una vez más.

Camus, contra todo pronóstico previo, estaba teniendo un nuevo ataque y al parecer, iba a ser más severo que otras ocasiones.

*

*

*

¡Bellezas mías! ¿Cómo están? ¡Lamento mucho que haya pasado tiempo desde la última actuación! Pero con los problemas que tuve con mí computadora últimamente, perdí muchas cosas, muchos archivos y bueno, entre esos estaban varios capítulos de este fic. (De este y de todos los demás)
Me desanime bastante, pero hoy la alegría se me regresó cuando hallé cuatro capítulos que pertenecen aquí! Así que aquí estoy, regalandoles esto. Se que es algo corto, pero prometo que serán mejores los que vendrán 😊

¡Besos! ¡Las quiero!

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