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Piel contra piel ¿Realidad o fantasía?

La oscuridad lo rodeaba y parecía que no tenía intención alguna de ceder.
Nuevamente, se sentía mareado y la enorme necesidad de respirar profundo se le hacía presente de nueva cuenta. Le parecía totalmente ilógico sentir aquello pero a cada momento que transcurría aquel sentir se hacía más y más necesario y ya no podía ignorarlo.

Llenó sus pulmones de un puro pero también pesado aire y sus ojos tuvieron que cerrarse puesto que una cegadora luz devoró toda la oscuridad reinante y por primera vez en quien sabe cuánto tiempo, pudo divisar algo en su entorno.

Aunque no tenía ni la más mínima idea de cómo acabó allí, sintió una especie de alivio cuando se dió cuenta de que estaba nuevamente en la escuela donde perdió la vida aquella mañana, pero no porque se hallaba en un entorno tristemente conocido, si no que ese alivio se presentó ya que las clases apenas empezaban y seguramente encontraría con facilidad a Camus.

Los recuerdos de lo que había sucedido con Kanon estaban totalmente frescos en su mente, para él, era si fuera pasado unas horas atrás, y por eso necesitaba de inmediato ver a su pelirrojo y asegurarse de que estuviera bien.

Corrió por todos los pasillos y subió las escaleras lo más rápido que le fue posible y una a una, fue asomándose a las puertas de todo aquel largo corredor, donde sabía que Camus daba su clase a esa hora. Lo malo era que no recordaba en qué aula estaba metido, por esa razón recorría todos los salones.

Al final del pasillo, cuando ya vio cada habitación y no pudo encontrar a nadie, suspiró y dió un fuerte puñetazo a una ventana, rompiendo el vidrio de está y haciendo espantar a una muchacha que iba pasando despreocupada por allí.
Milo no le prestó atención a eso pero su atención se vio robada por esa linda voz conocida.

-¿Estás bien? ¿Qué sucedió?

-Si profesor, es que un vidrio se rompió de la nada y me asustó mucho.

-Bien, tranquila. Entra y vuelve a tu lugar, veré qué fue lo que pasó, seguro que se trata de un pájaro.

La estudiante volvió a incorporarse a la clase, que en ese momento se desarrollaba en la biblioteca, y apenas entró, Camus se fue corriendo a donde el pequeño altercado había sucedido, con la esperanza de que aquello inexplicable, hubiera sido propiciado por su adorado fantasma.

Al doblar al final del corredor, sus ojos se llenaron de lágrimas y no pudo evitar arrojarse encima suyo. No le importaba nada si alguien lo veía, necesitaba abrazarlo más que cualquier otra cosa.

-Milo... Milo por fin... Regresaste ¡Al fin regresaste!- Camus lloraba desconsolado perdiendo su rostro en el pecho contrario, que nuevamente se sentía tibio y real. Sobre todo real. -No te das una idea de cuánto te he necesitado... No sabes cuánto te he extrañado y cuánto he echado de menos tu presencia.

Milo no podía dejar salir palabra alguna de su boca, ya que no podía creer lo demacrado que Camus se veía.
Su rostro estaba más bien pálido, su cabello seguía siendo de ese perfecto y lindo rojo, pero ahora estaba opaco y hasta algo enmarañado y esos ojitos carmín que cada que se fijaban en Milo, brillaban constantemente, ahora estaban apagados, más blancos de lo que una persona normal y sana debería de tener. Grandes ojeras demasiado notorias, entre morado y negro, ocupaban hasta sus párpados y sus pómulos se notaban de manera exagerada. Al pegarlo más a su cuerpo, al rodearlo con sus brazos, pudo sentir que también había perdido mucha masa corporal, estaba más delgado y si le quitaba la camisa, también notaría sus costillas y algún que otro de sus huesos.

Pareciera que mientras no estuvo, Camus se consumió totalmente y ahora se encontraba en sus huesos. Cualquiera que lo viera, podía asegurar que el francés estaba enfermo de gravedad y que moriría pronto, y eso lo asustó mucho al pobre griego.

-Camie, pero... ¿Qué es esto? ¿Qué te pasó? Estas completamente cambiado. ¿Qué es lo que te sucedió? ¿Estas enfermo y nunca me lo dijiste? ¿Acaso lo que pasó con Kanon te hizo empeorar?

-Estoy bien en lo que puedo estar... Pero si es cierto que he desmejorado mucho. Estoy demasiado débil últimamente y no puedo hacer muchas cosas porque me agoto muy rápido.

-¿Pero como es posible? ¿Cómo es posible que te hayas puesto tan mal en apenas horas?

-¿Horas?- Camus lo miró totalmente confundido al oír eso.

-Han pasado horas desde que me marché. Por eso que no entiendo porque te has puesto tan mal tan rápido.

-Milo... No fueron horas...

-¿A qué te refieres?- Ahora el confundido era el pequeño rubio.

-Han pasado más de dos meses desde que desapareciste.

El heleno quedó en shock al escuchar eso. ¿Dos meses? ¿En serio había transcurrido tanto tiempo desde esa noche? No podía dejar de pensar que era algo imposible, si para él, no habían pasado más de unas cuantas horas. Al parecer el tiempo de los muertos, era demasiado diferente al de los vivos.

Pero ahora lo que le interesaba no era entender cómo fue que no pudo percatarse de la realidad del tiempo, si no que estaba nuevamente pensando sin parar en cómo fue que Camus se había puesto tan mal en su ausencia.
Por un instante creyó que Kanon nuevamente había regresado y le había hecho un daño tan grande que las consecuencias seguían presentes hasta ese día pero descartó eso de inmediato ya que el miedo que vio en los ojos del gemelo esa noche, le dejó en claro que nunca regresaría a aquella casa.

No podía entender nada por más de que lo intentara.

-Milo...- Las delicadas manos del galo tocando su rostro con ternura, lo hizo bajar a la realidad. Cómo temiendo que quebraría sus dedos si lo tocaba con demasiado brusquedad, retiró las manos contrarias de sus mejillas con mucha suavidad y lentamente, y finalmente les dejo en beso en cada una, cosa que hizo sonreír al mayor. -Pediré permiso para irme. Ya hemos estado demasiado tiempo separados. Necesito sentirte una vez más.

-Camus, no tenemos que irnos ahora. Estas trabajando y...

-No me importa. Dejaré la clase a cargo de alguna otra profesora. Ahora quiero que nos vayamos de aquí y estemos solos.

La precaria situación de salud que mostraba Camus, no le daban ganas a Milo de discutirle, por lo que solo se limitó a dejarse llevar por la mano del mayor y después de disculparse con sus alumnos y hablar con el director, ya se encontraban en el auto del pelirrojo, haciendo el camino de regreso a su casa.

El viaje fue silencioso, Milo lo miraba con preocupación mientras que Camus solo suspiraba, miraba con ternura a Milo pero a la vez varias lágrimas se le escapaban sin poder controlarlas.
Eso le daba aún más preocupación a Milo pero no quería sacarle toda la información de lo que le pasaba en ese momento. Prefirió quedarse en silencio y esperar a la iniciativa del otro para que le dijera lo que le sucedía.

Al llegar, las preocupaciones del menor crecieron, ya que apenas si pudo salir del auto, Camus cayó de rodillas, tomándose el pecho con la peor cara de dolor jamás vista y sin parar, comenzó a respirar agitado y poco tiempo le bastó para hiperventilarse.

-¡Camus! ¡Camie por dios! ¡Mírame!- Lo tomó del mentón e hizo que sus ojos se conectaran. Camus lo miraba suplicante mientras que a Milo la preocupación lo comía a cada segundo un poco más. -Tranquilo. Por favor, relájate y cálmate.

Camus así lo hizo, buscaba la calma para que Milo dejará de sentirse preocupado pero sabía que ahora que ya se notaban sus malestares, no podía ocultarle más lo que le pasaba.

-Ne... Nece... sito...

-¿Qué cosa? Déjame ayudarte. Te juro que haré todo lo que me pidas pero necesito que me digas que es lo que estuvo pasando.

-Te necesito a tí.

Milo, ya creía que no podía quedar más sorprendido por todo lo que pasaba, pero al escuchar eso, una sorpresa aún más grande lo hizo su presa. Aunque ese estupor principal pasó cuando sintió como Camus rodeaba su cuello con sus débiles brazos y lo acercaba a su boca, las cuales se unieron en un beso tan dulce y suave que ambos no querían que acabará nunca, porque lo sentían tan especial que poco a poco fueron necesitando sentir mucho más que eso.

Teniéndolo entre sus brazos, Milo entró en la residencia, que la sintió un tanto más nostálgica, hasta podía decir que se sentía deprimente y demasiado pesado el ambiente que los rodeaba, pero no dejó que eso le importara, solo se dejó caer en la necesidad de respirar el aire de Camus y que Camus respirara el suyo.

A paso lento pero seguro, subió las escaleras aferrando el delgado cuerpo francés entre sus brazos, mientras sus bocas seguían devorándose una a la otra.
Al llegar a la habitación del mayor, lo dejó suave entre las sábanas y con la misma delicadeza, le empezó a quitar la ropa. El espanto lo embargó un poco al ver que Camus se veía más esquelético de lo que pensaba pero ese pensar también se disipó como un rayo cuando lo vio sentarse en la cama y llevar las manos a su pecho, sacando lentamente su propia camiseta negra y una vez más, la sorpresa lo invadió cuando se vio a si mismo.

-Al parecer, este día en especial, es el día de las sorpresas para ti, mi bello griego.- Comenzó a delinear con la punta de sus dedos todo el pecho del menor. En ese momento se dió cuenta de que, Camus se veía casi muerto por lo pálido y delgado que se veía, mientras que él mismo se veía mucho más corpóreo que la primera vez, su cuerpo se sentía caliente y en ese momento se dió cuenta de que estaba respirando constante y suavemente. -Vida... Es lo que se refleja en ti en este momento... La vida.

-¿Qué cosas dices? Sabes que...

-Calla cariño. Ahora no disfrutemos de nada más que de nosotros mismos. Dejemos atrás un momento todo este asunto de vida.- Le dijo señalando al corazón del rubio. -Y muerte.- Está vez señalando a su propio pecho.

Aunque le pareció demasiado extraño ese comentario último, hizo caso y nuevamente se pegó a los labios del francés, quien se sujetó fuerte a los anchos brazos del menor y comenzó a acostarse con Milo encima suyo.

Milo empezó a llevar sus manos por todo el cuerpo contrario, acariciando cada parte de ese menudo ser que se encontraba debajo suyo ofreciéndose totalmente con tan solo una mirada y una simple caricia.
No entendía como era que acabaron en la cama tan rápido. Apenas si pudieron volverse a ver una media hora antes y ahora ya estaba allí, dejando un largo camino de humedos besos por todo el pecho blanco que subía y bajaba con impaciencia de los nervios que la situación le provocaba.

El boxer negro marcaba un límite del cual nada más podía devisarse pero vaya que podía ver lo que bajo de el había. La erección del mayor era más que evidente y de solo verla, Milo descubrió que también podía sentirse igual. Una fuerte punzada en su propia entrepierna le hizo notarlo.
Con la punta de sus dedos, comenzó a tocarlo con lentitud y hasta volvió a inclinarse para morderlo levemente y dejar salir un caliente suspiró sobre esa tela que ya estaba totalmente mojada.

-Quiero esto.- Dejó salir con la voz totalmente ronca.

-Tomalo. Tómalo y tómame también.-Respondio casi en súplica el francés.

Ante eso, el rubio sacó de un solo tirón esa única prenda que llevaba ese ángel rojo y sin perder tiempo alguno, llevó esa palpitante virilidad a su boca.

Un grito agudo escapó de la garganta de Camus y aferró sus dedos a las descontroladas y levemente mojadas hebras del menor.
El galo no podía creer lo real que se sentía aquello. Los labios, la lengua de Milo, la calidez de lo más profundo de su boca lo llenaba de sensaciones que jamás antes había experimentado y eso lo llevaba a lugares que siempre, en sus más profundas fantasías, le hubiese encantado llegar.
Los movimientos de su lengua, sumado a los leves mordiscos que le daba en la punta y las caricias que le eran dados en la base de su miembro, lo hacían enloquecer y poco bastó para que sus puños se aferraran con más fuerza a los cabellos blondos, llevándolos hacia abajo mientras el subía su cadera y la semilla de la pasión que Milo le hacía sentir, se derramará por completo en la garganta de este.

-Eres tan dulce.- Inquirió divertido mientras recogía los restos de aquél líquido que no habían llegado a su garganta.- Quien lo imaginaría, bajo esa personalidad un tanto fría.

-Calla. Sabes que contigo, no tengo que fingir.

Las mejillas del mayor estaban bastante rojas y eso a Milo le pareció muy hermoso, hasta tierno y ese sentir se le acrecentó más cuando ese color fue en aumento en el instante en que lo tomo por los muslos e hizo que rodeará su cintura.
Ambos sabían que era lo que seguía, aún así no podían dejar de sentirse nerviosos... Después de todo, eran un fantasma y una persona de carne y hueso metidos en un acto sexual.

-Espera... No quieres que yo también...

-No, Camie, no es necesario. Intentare...

-No pienses. Sólo hazlo.

Un beso cargado de pasión se dio lugar de nueva cuenta ya que Milo creía que así a Camus se le irían los nervios. Poco a poco se fue metiendo en el francés y en menos de lo que creyeron, un lento y constante vaivén se dió lugar.
Las manos de Camus recorrían de punta a punta la ancha y bronceada espalda griega, mientras que el menor besaba y mordía el cuello de ese cisne que suspiraba y rogaba por más.

Una fuerte estocada y un grito demasiado elevado, le dio a entender a Milo cual era el punto de excitación máxima de su amante y desde ese momento se ensañó con ese sitio y no lo dejó en paz un solo segundo de lo que duró ese encuentro particular.

Camus tomó impulso y acabó por tirar a Milo al colchón, quedándose arriba y tomando las riendas de esa situación, comenzó a subir y bajar sobre ese caliente y palpitante miembro que lo llenaba y sentía que lo tocaba mucho más profundo que antes.
Milo colocó sus manos en las caderas contrarias, haciendo pequeños círculos en sus extremos, notando que sus huesos se sentían en extremo en ese lugar también.
Camus se movía al más frenético ritmo que podía. Subía y bajaba sin parar, rápido primero para luego ir lento y nuevamente recuperar la velocidad inicial. Clavaba sus uñas en el pecho de Milo, quien gruñía y dejaba salir ligeras maldiciones en su idioma madre.

-¡Dioses! Esto... Es... ¡Es demasiado real!

-Se siente tan real, tan bien...- Milo se sentó y lo rodeó con sus brazos, uniéndose en un beso profundo una vez más. -Estoy tan enamorado de ti.

-Tambien te amo, Milo. Te amo desde que te vi.

Un nuevo beso y la velocidad del encuentro se volvió más alocada. Entre más gritos, gemidos, jadeos y hasta un poco de sangre salido de la espalda del menor, cosa que lo sorprendió, el momento en que todo acabaría se hizo presente.
Milo lo abrazó con más fuerza, Camus hizo lo mismo, rodeó el cuello contrario y se perdió en el aroma de esos mojados cabellos.

La cama golpeaba con fuerza la pared y en esos últimos momentos ese acto se hizo más y más frecuente, más rápido, más fuerte hasta que en un solo segundo, en un solo movimiento, ese ruido se apagó y lo único que quedó llenando el ambiente fue una enorme estela de silencio... Un reconfortante y muy cómodo silencio.

En los brazos del otro, ese abrazo se extendió por largo tiempo hasta que los sollozos del mayor hicieron que la preocupación de Milo regresará.

-Camie, que te pasa? Por favor, háblame. ¿Qué es lo que tienes? ¿Qué es lo que te pasó en estos meses que estuve lejos de ti?

-Milo... Tú... ¿Tú me amas?

El blondo abrió sus ojos sorprendido y le dio un nuevo beso en los labios para afirmar que lo hacía.

-Te amo más que a nada. Te amo tanto que no puedo imaginar no estar sin ti. No supe cuánto tiempo pasó pero si supe de la angustia que tenía porque no estaba contigo. Dime porque favor, que es lo que pasa.

-Si me amas como dices, entonces... Necesito que me hagas un favor.

Los ojos de Camus estaban bañados en lágrimas y Milo no pudo oponerse en nada a lo que le pediría.

-Milo... Amor mío... Necesito que me ayudes...

-Lo que sea. Sólo dime qué tengo que hacer por ti.

-Yo... tengo miedo.

-¿Miedo? ¿Miedo porque? ¿O de que?

-No quiero morir, Milo... En serio, ahora que te tengo no quiero hacerlo...

-No te entiendo, amor. ¿Qué es lo que necesitas? ¿En que tengo que ayudarte?

-Tienes que ir a buscarme y salvarme de esto... No quiero morir porque no quiero pasar una eternidad lejos antes de volver a verte...- Lo tomó del rostro y después de darle un beso en la frente lo miro directo a los ojos y le dijo lo último que le diría en mucho tiempo. -Milo, el tiempo corre y se me acaba. Tienes que apurarte si quieres salvarme... Por eso necesito que despiertes...

Ante eso último, Camus le cubrió los ojos y nuevamente la oscuridad se hizo presente pero está vez, pudo darse cuenta de que sólo fueron unos cuantos segundos.

-Milo... Hey... Milo.

Abrió sus ojos lentamente, acostumbrandose a la luz y no pudo evitar sentirse impactado pero sobre todo, confundido por lo que veía.

-Hey bicho, todo bien? ¿Te pasa algo?

-Angelo...

*

*

*

*

¡Hola! Bueno, pasó a contar rápidamente.

Mi médico, para ver qué tan lejos estoy del dolor inicial, me dio permiso para volver a escribir o usar una computadora pero solo una semana y una hora por día, así que aproveche y edité estás pequeñas cositas como para entrar en el clima del final de la historia. Porque sip, ya casi es el final.

¿Recuerdan que les dije que iba a haber una sorpresa para el sexo fantasmal? Bueno... ¡Sorpresa! 😅
Y si... Es sexo soso y común pero uno de ellos es un fantasma, así que espero que no estén tan decepcionadas, sé que esperaban algo más que está cosa xD

En cuanto a mi salud, creo que unas cuatro o cinco semanas más y ya tendré el alta. Espero verlas para ese entonces. Mientras tanto, me volveré a detener para enfocarme solo en eso.

¡Besos! ¡Las quiero!

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