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Pídemelo...

Luego de ponerse de acuerdo con que no era descabellado aquella razón, pues ambos sentían y sabían que Camus era más feliz desde que comenzó a estar con Milo, se decidieron por salir a dar una vuelta por el centro comercial para despejar un poco la cabeza.

Milo, los fines de semana, siempre hacía esa clase de salidas con su madre y su hermano, divirtiéndose y tratando de crear la mayor cantidad de recuerdos con las dos personas que más amaba en el mundo. Y ahora hacer eso con Camus, después de tanto tiempo transcurrido, le alegraba sobremanera.
Por su lado, Camus también había tenido momentos así cuando era niño, pero a medida que crecía, esos paseos iban menguando hasta hacerse prácticamente inexistentes. Luego de empezar a salir con Saga, volvió a tener momentos así pero cuando comenzaron a vivir juntos, desapareció tan rápido como empezó, y aunque hizo un pequeño esfuerzo por recuperar eso, cuando supo del engaño de Saga, se dió cuenta de que ya era imposible recuperar lo que sea que hayan tenido, además de que también sintió que toda esa relación había sido una completa mentira y una perdida total de tiempo.

Al bajar las escaleras, Kanon estaba allí, en el sofá como siempre, tomando cerveza y fumando como si nada malo le pasaría a su salud en un futuro.
A ambos jóvenes no les importaba nada, es más, estarían más felices si algo le pasaba pero no iban a pensar en eso, pues lo único que querían era pasarla lo mejor posible, aunque sea un rato.
Antes de salir, el rubio mayor lo miró con desdén y rió de medio lado, cosa que a Camus le fue indiferente pero irritó mucho a Milo, que quiso ir y darle un buen susto, pero el pelirrojo sólo lo tomó de la muñeca y lo arrastró fuera de la casa.

-Alguien tiene que darle una lección, Camus. O al menos un susto.

-No lo vale. Ese tipo no vale nada, ni tiempo de los vivos, ni de los muertos.

-Aun así alguien debería de darle una buena paliza.

Ante eso, Camus solo dejó salir una pequeña y apenas notoria sonrisa y solo se subió al coche, seguido por Milo, quien una vez más, ocupó el lugar del acompañante y por alguna razón se alegró mucho por no tener que usar el cinturón de seguridad.

-Una de las grandes ventajas de estar muerto.

-¿Y que si alguna vez, estabas en un accidente?

-Bueno, tuve una buena vida.

-Milo, tenías 19 años.

-Dije buena, no larga.

-Eres un tonto.- Le dijo bastante alegre.

-Pero así y todo me quieres y te la pasas genial conmigo.

-No te negaré eso.

Milo levantó su rostro con una pizca de orgullo y satisfacción, al saber que Camus si se la pasaba bien a su lado. Aunque lo sabía por su actitud y sus modos de ser en el último tiempo, el escucharlo, el tener esa afirmación en palabras, le daba aún más alegría a su ser.

-¿Y a dónde iremos?

-Pues verás, una vez al mes en el centro comercial hacen funciones de películas clásicas, y como hoy proyectan una, pensé que sería divertido ir con alguien.

-Como... ¿Una cita?

A Camus se le subieron los colores al rostro, pero casi de inmediato volvió a su serio semblante y asintió seguro.

-Asi es. Tómalo como una cita.

-Una cita fantasmal.- Dijo divertido el menor.

-No. Una cita normal, porque yo puedo verte y tocarte. Puedo hablarte y sentirte, así que para mí, es una cita normal.- Le respondió serio y seguro pero sin sacar sus ojos del camino.

Milo se sorprendió aún más por eso y un montón de sensaciones se amontonaron en su estómago, si es que eso era posible.

-Demonios creo que te amo.

-¿Sabes que? El sentimiento es mutuo.

Una carcajada muy alta se dejó oír pero nada más se dijo, si no hasta llegar al estacionamiento del centro, pero no abordaron ese tema, ya que ambos tenían el mismo pensamiento, o sea que creían que era una broma ese "te amo".

-¿Qué película veremos?

-No lo sé. No me fijé en realidad

Con calma se fueron acercando hasta la boletería y cuando vieron los carteles, Milo se rió con ganas, mientras que Camus se mordía los labios para evitar mostrar lo mucho que le hacía gracia la situación. La película a proyectar no era otra que "Ghost: La sombra del amor".

-¡Es como si hubieran sabido que veníamos hoy!- Exclamó el rubio una vez que entraron en la sala. -¿Alguna vez viste está película?

-Solo una pero no la acabé.

-¿Cómo es eso?

-Me dormí antes de saber cómo acababa la historia de Sam.

Se sentaron en la última fila de arriba y aguardaron pacientes a que comenzara la función.
Mientras aguardaban, Milo veía con algo de envidia como Camus comía con calma una barra de chocolate y él no podía porque no le era necesario. Cuando el galo se dió cuenta, hizo algo bastante infantil, pues se restregó algo de chocolate por la mejilla y le hizo una señal para que le diera un pequeño beso en donde tenía el dulce.
Milo lo hizo gustoso y, muy a pesar de lo que creyó, en los labios le quedaron con un leve gusto al dulce.

-Hace tiempo no probaba esto. Gracias, de verdad que extrañaba ese gusto.

-Sabes que siempre que pueda darte algo que extrañes, lo haré. Te lo debo, despues de todo.

El pequeño rubio le sonrió una vez más y después de darle otro beso pero esta vez en la sien, se apoyó en su hombro y quedó en silencio esperando a que la función empezara.

Una vez que eso pasó, no se dirigieron la palabra durante todo lo que duró la función, pero en cierto momento ambos se quedaron impresionados y algo pensativos, al ver una escena muy especial y emotiva, la cual mostraba al espíritu de Sam meterse al cuerpo de la médium y tener un último romántico momento con su adorada Molly.

Al salir del lugar, Camus no le importó si alguien lo veía raro por hablar sólo, necesitaba sacar su duda.

-¿Tú puedes hacer eso?

-¿Hacer que?

-No te hagas el desentendido, Milo. ¿Puedes manifestarte a través de otro cuerpo?

-No lo sé. Nunca lo había pensado en realidad.

-¿Y tú propio cuerpo?

-Hace más de un año que me asesinaron. Mi cuerpo ya debe ser lo siguiente del polvo. Y si lo hubiera podido hacer, no lo habría sabido, pues cuando mueres no sabes lo que pasará luego. No sabes que es lo que puedes hacer y lo que no. Aunque, ¿sabes algo? De haber sabido que era posible volver a mí cuerpo luego de morir o lo que sea parecido a eso, no lo hubiera hecho.

-¿Y eso porque?

Paró su andar y segundos después Camus hizo lo mismo, cosa que Milo aprovecho para pararse firme frente a él.

-Porque no te habría conocido a ti.

-Milo...- Se acercó a él y lo tomó suavemente de las manos, una vez más sin interesarle si alguien lo veía y lo trataba de loco por lo bajo. -Créeme, no quiero hacerte sentir mal al preguntar esto, porque sé que tú existencia no debe de ser fácil, pero si lo pregunto es porque de verdad que me gustaría estar contigo en una forma mas... Cercana. Quisiera estar contigo en una forma más íntima y más intensa de lo que ahora tenemos.

-Quisiera lo mismo, Camie. Pero necesito que sepas que, aunque también quisiera estar contigo sin está barrera que nos separa, no quiero que sea a través de otro cuerpo. Quisiera que sea mi cuerpo el que sienta al tuyo y no otro...

Camus lo miró directamente a los ojos y pudo ver que los ojos de su pequeño rubio brillaban como nunca antes. Ni cuando lo conoció y se vio salvado de ese eterno encierro, sus bellos orbes azules brillaron tanto.
Milo también se fue perdiendo en el brillo incesante de los ojos de mayor, que a cada segundo se ponían más y más cristalinos, como si fuera a llorar, pero no eran lágrimas, si no que era una emoción muy especial y única... Digna de la relación que llevaban.

-Quiero tenerte por siempre a mi lado... Por más egoísta que suene, no quiero que te vayas.

-Tampoco quiero irme- Se pegó al pecho del francés y se abrazó fuertemente a él. -Quiero estar siempre contigo y no quiero que nada nos separé. No quiero que lo nuestro acabe como la historia de Sam y Molly.

Camus lo apretó más contra su pecho y contuvo sus ganas de llorar. Estaba terriblemente desesperado ante la idea de alguna vez perder a Milo. Eso era algo que su mente no podía tolerar.
Aunque no estaba solo, pues a Milo también lo embargaba el dolor de pensar que algo superior podría separarlo de Camus. No podía ante esa idea, simplemente no lo aceptaba.

-Pídemelo... Por favor te lo ruego... Pídemelo...- Le dijo el rubio en un susurro doloroso

Bajo un poco su cabeza, hasta pegar su boca al oído de Milo y le habló suave.

-Quédate conmigo esta noche... Quédate conmigo esta noche y para siempre. No te apartes nunca de mi lado, por favor.

El menor levantó su mirar y con los ojos aún más brillantes que antes, movió levemente su cabeza, aceptando ese pedido y dándole a entender a su "amigo" que jamás iba a abandonarlo.

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