El primer encuentro
Milo se quedó calmado al lado del pelirrojo, quien dormía profundamente después de haber sido sedado por la inevitable crisis que le dio el saber que la razón por la cual estuvo al borde de la muerte, estaba del otro lado de la puerta y aunque tuvieron que volver a sujetarlo a la cama, porque todo estaba girando a una inevitable crisis nerviosa que solo lograba que Camus quisiera arrancarse las intravenosas y huir de allí, ya que no quería ver a Saga bajo ninguna circunstancia. Así que, para el pesar de Milo, aunque entendía la situación y el protocolo a seguir, el galo acabo, una vez más, dormido por sedantes y atado de las muñecas para evitar que se lastime o que lastime a alguien más.
Todo después permaneció en total silencio y aunque Saga, desde el exterior de la habitación, miraba con molestia como Milo estaba sentado al lado del pelirrojo, acariciando su cabello y mirándolo con ternura mientras sonreía de una manera un tanto boba, no entro en ningún momento a aquel lugar y se quedó en toda la calma posible, esperando que el rubio volviera a salir para enfrentarlo en el asunto.
Del otro lado, estaba Natassia, mirando con ternura a su hijo y una satisfacción enorme ya que a cada segundo se daba cuenta de que eso no era un error o un impulso sin sentido de su hijo. Milo estaba enamorado y la preocupación que transmitía a cada momento en que estaba al lado del galo, lo dejaba bien en claro.
Eso solo le dejaba en total calma la mente y sabía que, una vez más, Milo, si bien había actuado por impulso, lo había hecho bien una vez más. Pero eso no iba a ser suficiente para ella en cierta manera y para ver que su hijo se había convertido en todo un hombre responsable de sus actos y palabras, que mejor que dejar que maneje de hombre a hombre el tema con ese hombre de aspecto tan altanero que del otro lado de la puerta se encontraba y así terminar de convencerse de toda la situación.
-Milo, hijo.- El nombrado llevó sus ojos a su madre y esta, haciendo una casi imperceptible seña con su cabeza, le dio a entender que debía salir a arreglar ese asunto de una vez. -Yo lo cuidaré mientras no estés.
-No quiero hacerlo, pero sé qué si no lo hago, volverá y eso es lo último que quiero. Por favor, si no lo hace Saori en un rato, tu suéltale las correas.
-¿Está bien que haga eso?
-Si no quieres hacerlo, está bien, pero entonces lo haré yo cuando regrese.
-Le diré a Saori cuando la vea pasar por aquí. No quiero que te metas en problemas o peor, meterme yo en uno por tu culpa.
Sin más, Milo le dio un beso a su madre, quien sonrió ante ese acto de su hijo y pasó inmediatamente a ocupar el lugar en que antes estaba sentado el rubio.
Ya fuera de la habitación, las enfermeras que rondaban aquel pasillo se pusieron bastante nerviosas al ver que, Milo apenas salió, Saga se puso de pie y, aunque aquel ejemplar estudiante era unos escasos centímetros más bajo que el griego mayor, no se intimidó ni un solo segundo y le hizo frente con decisión, mirándolo con mucho enfado, pero también con determinación y confianza, sobre todo.
-No quiero que montemos ningún otro escándalo cerca de él, recién está reponiéndose y lo último que quiero es que tenga una recaída.
-No actúes como si te interesara.- Dejó salir con desgano y mucha molestia el mayor. -Me enferma que te armes todo este teatro.
-Aquí el único que enferma al otro, eres tú. Pero ya te dije, no voy a decirte una sola palabra más, al menos aquí. Vamos al edificio de al lado, a la cafetería. Creo que allí, con toda la gente que la frecuenta todo el tiempo, será posible que mantenga mi compostura y así evite caer en la tentación de romperte la cara.
-No podrías ni aunque quisieras, niño.
-No me provoques, es lo único que te diré.
Ignorándolo a mas no poder, Milo le dio la espalda y comenzó a caminar hacia la salida mientras Saga lo seguía de cerca, con el nuevo y recurrente pensamiento de que, aunque Milo se veía un poco más adulto y maduro de lo que él se imaginaba, no iba a ser difícil tirar abajo todos sus sueños y expectativas y siéndose sincero, estaba más que ansioso por hacer aquello.
De su lado, Milo trataba de armarse de toda la paciencia que pudiera, porque, con las pocas palabras que cruzó con Saga, ya estaba más que claro para él, que era para lo que se había aparecido. Obviamente que no le daría el lujo de verlo siquiera un poco derrotado, pero tampoco iba a buscar pelea, a menos que fuera totalmente necesario. Él se conocía a sí mismo, sabía bien que era lo que ocurriría si caía ante las provocaciones del mayor y todo lo que vendría luego, no sería para nada bueno, así que mejor iba a llamarse a toda la calma posible y tratar de que aquel inesperado y más que incomodo encuentro, pasara lo más pronto posible.
-Bien, entonces, ¿Qué demonios quieres?- Habló de inmediato Milo apenas si encontraron un lugar donde sentarse.
-Creo que sabes bien que es lo que hago aquí.
-Preocuparte por Camus seguro que no. Después de todo, está como está por tu responsabilidad.
-Yo no lo obligué a irse esa noche, él se marchó porque quiso.
-¿Te das cuenta de lo cínico que suenas en este momento? Camus se fue esa noche porque descubrió que había vivido en una mentira por quien sabe cuánto tiempo y que el idiota que decía amarlo, solo se burlaba de él y no le tenía ni el más mínimo amor.
La molestia en Saga era tan evidente que Milo comenzó a disfrutarla, aunque bien sabía que podía ser un poco peligroso, pero aun así no iba a dejar pasar esa magnifica sensación de derrotar a tan soberbia persona.
-Parece que sabes mucho acerca de Camus y yo.- Dijo sin mirarlo mientras le daba un sorbo a su taza.
-Se lo que tengo que saber. Solo eso, ni más ni menos.
-¿Sabes lo que quieres saber o sabes lo que quieres obligarte a creer? Me imagino que Camus se habrá puesto en víctima y te contó lo que le convenía, pero, ¿Sabes una cosa? Una persona recién salida de un coma, con decenas de drogas en su organismo y totalmente fuera de situación, después de tanto tiempo alejado de la realidad, no creo que sea una buena fuente de información.
Ahora era Milo quien lo veía con frustración y sus pensamientos acerca de cuan imbécil era el rubio frente a él, se hacían cada vez más grandes.
-Todo lo que se, lo sé por una amiga de Camus. Él tan solo lleva unos días despierto y como soy una persona considerada y empática con los sentimientos y pesares de los que me rodean, es claro que nunca voy a sacar un tema que a él le hace tanto daño. Ni ahora ni nunca podría pedirle hablar de esto.
-Tal vez eres demasiado blando con él. Te lo digo por experiencia, a Camus debes tratarlo con un poco de rigor en la voz, si no, jamás te hará caso. ¿Cómo crees que estuvo tantos años junto a mí? Porque yo tengo decisión y voluntad de mando, todo lo que yo digo, se hace a mi modo y cuando yo quiero. Yo tengo voluntad y poder, algo que a simple vista es obvio que tú no tienes.
-¿De verdad crees que eso es lo único que se necesita en una relación? ¿En serio piensas que un supuesto poder y mando de una persona sobre la otra, es lo que consigue unirlas? ¿Piensas que eso es lo único necesario para que dos personas estén juntas y así amarse sin importar que?
La gran y bastante sarcástica risa del mayor logró sacarlo bastante de su centro y una vez más tuvo que recurrir al autocontrol para no abalanzarse sobre él y partirle la cara a golpes.
Saga, de su parte, disfrutaba de la "inocencia" de Milo. Se reía, no solo porque a sus ojos, la forma en la que el griego menor veía el amor era demasiado "estúpida e infantil", sino que también le daba mucha gracia la forma tan decidida y seria en que se lo decía.
-De verdad que te gustan los cuentos de hadas, niño.
-Y si así fuera, en mi cuento, tu serías el maldito que siempre arruina todo lo que es bueno.
-Creo que te estas equivocando. Aquí el único que arruina todo lo que es bueno, es Camus. Arruinó nuestra relación, arruinó la relación que ahora tengo porque Aioros no confía en mi por su culpa, y hasta arruinó su propia vida y estoy seguro de que arruinará la tuya. Aquí el único que merece ser llamado "maldito" y el único que merece ser odiado por todo lo que creo, es Camus. Creo que todo hubiera sido mejor si se hubiera muerto en ese maldito accidente. De haber sido así, todos mis problemas se habrían solucionado sin contratiempos.
Eso fue todo.
A pesar de que el lugar estaba repleto de gente, puesto que era casi hora del almuerzo, Milo se levantó de su asiento y le dio un fuerte golpe directo en la nariz, cosa que dejó al mayor bastante desorientado, en el piso y con el rostro empezándose a llenar de sangre. La adrenalina que se liberó en su cuerpo apenas si sintió su puño chocar con la piel del contrario no pudo haberse sentido mejor y realmente quería seguir haciéndolo para acabar de sacar toda la rabia que aquel sujeto le provocaba.
Todos alrededor de los dos rubios, se quedaron en total silencio, mirando con sorpresa a aquel jovencito que era tan calmo y simpático con todos en la universidad pero que en ese momento se veía tan diferente a como solía ser.
Sus ojos desprendían un intenso odio y su mirada seria y la mandíbula apretada era la clara imagen del rencor y el enojo personificados en una sola persona.
-Al fin lo hiciste. Un momento más y comenzaría a pensar que eres un maldito miedoso.
-Si me contuve tanto solo fue porque quería evitar un escándalo, pero te esfuerzas tanto en que te rompa la cara que ya superaste mis límites.
-¿Ahora superaste tus límites? Creí que eso ya había sucedido en el mismo momento en que te comenzaste a aprovechar de un pobre idiota sumido en un profundo estado de coma. Sigo creyendo que hubiera sido mejor que muriera a tener que ser salvado por un mocoso degenerado como seguramente eres tú.
El solo oír eso lo llenó aún más de un indescriptible enojo y no dudo un solo segundo en arrojarse sobre el mayor para seguir golpeándolo, pero esta vez con más fuerza, sacando de lo profundo de su alma cada gramo de rencor y frustración que tenía para con aquella desagradable persona.
Pero claramente que Saga no se dejaría humillar por Milo, por lo que hizo bastante esfuerzo por incorporarse y de esa manera, también le comenzó a devolver cada golpe que el menor le daba, pero no contaba con la gran agilidad que el pequeño rubio tenía, por lo que a cada golpe que Saga podía asestarle, Milo anteriormente ya le había dado otros tres más de forma seguida.
Nadie podía creer lo que veía, esa riña se volvía a cada segundo más y más violenta. Estaban tan metidos en sacar todo el odio que sentían el uno por el otro que nada a su alrededor importaba. Habían barrido con sillas, mesas y algún que otro mueble con adornos a su paso, pero todo elevó su nivel de violencia cuando Saga, en un momento en el que el menor perdió equilibrio, tomó del cabello a Milo y lo arrojó con mucha fuerza contra un ventanal, provocando que el enorme vidrio estallara y decenas de cristales comenzaran a caer sobre el pobre rubio que quedó tendido sobre mas vidrios rotos, totalmente fuera de sí mismo y muy confundido sobre todo lo que estaba pasando.
De un momento a otro, Milo no sabía que sucedía y todo se estaba volviendo bastante confuso. Se sentía muy aturdido y una fuerte punzada se hacía notar en su pierna derecha. Pero así como todo era confuso, se volvió claro de manera automática, no entendía bien que estaba pasando, que le pasaba, no comprendía como su mente y su cuerpo estaban trabajando bajo tanta adrenalina y confusión pero apenas si pudo incorporarse, fijó sus ojos en Saga, quien seguía allí, mirándolo sin un solo mínimo de culpa acerca de lo que acababa de hacer, solo un enfado más grande que antes se dejaba notar bajo toda la sangre que manchaba su rostro.
-Esto no se va a quedar así, espero que lo sepas, niño.
-Montas todo este circo y encima te atreves a amenazarme. ¿Quién mierda te piensas que eres? Solo eres basura y hoy eso ha quedado más que claro.
-No te voy a seguir permitiendo que me hables así.
-¿Quieres pelear de nuevo? Solo dilo y te juro que me pongo de pie y te parto la cara.
-Creo que por hoy es suficiente.
Milo suspiró profundo al oír esa voz. Lo último que le faltaba estaba allí para hacerle pasar un rato peor del que ya había acabado de pasar.
-No sé quién demonios eres, pero la única persona en este mundo que tiene derecho para retar o hacerle pasar un momento incomodo a Milo, soy yo, por algo soy su madre. Y tú.- Comentó señalando con firmeza al menor. -¿Qué es todo este escándalo? ¿No puedes medir tus acciones o pensar en las consecuencias de los actos que llevas adelante? ¿Qué siquiera no pensaste en lo que tu hermano y Camus dirán cuando te vean todo lastimado? Tú mismo lo dijiste, que Camus está recuperándose y lo último que necesita son emociones fuertes, ¿Y el niño que hace? Agarrarse de los pelos con otra señorita despechada, como si fueran dos gatos callejeros.
-Óigame, no sé quién es usted, no la conozco y tampoco me interesa hacerlo, pero bajo ninguna circunstancia le permito que me hable de esa manera.
-Y yo no te voy a permitir que tú me hables de esa manera a mí. No te voy a permitir que vengas a un lugar donde se te ha prohibido ingresar, ya que se está priorizando el bienestar y recuperación de una persona, no te voy a permitir que rebajes a mi hijo con tus falsas acusaciones y tampoco, menos que menos, te voy a permitir que le pongas nuevamente una mano encima y lo lastimes de esa manera.
-Él comenzó.
-¿Saga es tu nombre, cierto? ¿Qué acaso tienes dos años o que te pasa? Esa excusa es tan infantil. Creo que ni a mi hijo de nueve años ha usado semejante frase estúpida.
-Mamá...- El susurro de Milo apenas si fue audible, pero para su suerte, Natassia se giró a darle atención. -Deja que se vaya que ya no soporto verlo. Si está aquí un minuto más, juro que como sea me pondré de pie y voy a volver a golpearlo más fuerte que antes.
-Ya oíste. Por favor, has el favor de retirarte.
-Está bien, me iré pero que te quede claro, Scorpio, que voy a volver. Tú no eres más que un estudiante y no tienes ninguna clase de poder aquí. Voy a volver cuando menos te lo esperes y quieras o no, voy a hablar con Camus y dejarle en claro todo lo que pienso de esta situación y ni tu ni nadie me lo va a impedir. No me interesa en lo más mínimo la situación en que se encuentre su salud, él me va a oír y si luego le pasa algo pues mala suerte, no me haré responsable de lo que venga.
Milo iba a replicarle, pero su madre le hizo una seña leve con su mano y solo por eso se decidió a guardar silencio mientras veía como el mayor se iba de aquel lugar empujando de mala manera a quien, sin intención, estaba en su paso.
Los presentes, que hasta ese momento habían permanecido ajenos a todo el problema, se apresuraron a ayudar a Milo, ya que como tenía un grueso pedazo de vidrio enterrado en su pierna, el moverlo o sacarlo abruptamente podría ser bastante peligroso, así que dos de sus compañeros lo tomaron por los hombros y con paciencia lo llevaron hasta el departamento de enfermería.
Saori casi se desmaya al momento en que vio a Milo atravesar las puertas por el estado en que traía el pobre heleno, por lo que se apresuró para preparar todo lo necesario para curarlo. No quería tener que ser grosera o abrupta al preguntar por qué acabo así, pero sabía que no había manera de abordar ese tema así que simplemente dejó salir la pregunta.
-Podría ser obvio, pero necesito saber qué fue lo que sucedió allí afuera.
-Dijo que iba a regresar y que entonces nada le iba a impedir enfrentar a Camus.
-Eso no responde mi pregunta.- Le comento mientras con cuidado retiraba todos los pequeños rastros de cristales que quedaban dentro de la herida mayor. -¿Era realmente necesario pelear así? ¿Qué le vas a decir a Camus? Sabes que estaba al tanto de que habías salido a hablar con Saga.
-¿Está consciente?
-Acaba de salir de los efectos del sedante, por lo que está un poco aturdido.
Milo le dio una casi imperceptible sonrisa a la castaña, pero enseguida se borró ya que en su mente aún continuaba la amenaza de Saga, de volver cuando menos se le espere y dañar aún más a su pelirrojo amado. No podía permitir que eso pase. No debía permitirlo.
-Milo, ¿Qué piensas?
-Tengo que sacar a Camus de aquí. Se que es peligroso, pero tengo que hacerlo. Tengo que llevarlo a algún sitio donde ese imbécil demente no lo encuentre.
-¿Sacarlo de aquí? ¡Pero qué cosas dices! ¿Dónde lo llevarás? Es imposible que en otro sitio lo cuiden mejor de lo que aquí lo cuidan.
-Te equivocas. Aún hay un solo lugar en este mundo donde estará totalmente cuidado y protegido de todo lo que afuera de cuatro paredes pudiera llegar a suceder para dañarlo.
-¿De qué hablas? ¿Qué lugar es ese? ¿A dónde planeas llevarlo?
-A casa... Voy a llevarlo a casa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro