El plan de la sombra y la luz
Ya había hecho cuanta cosa se le había ocurrido que podría tener resultados inmediatos, pero todo le había salido más que mal. Para hacer más grandes sus "males", había llamado a su hermano, pidiéndole que regresase a ayudarle, creyendo firmemente que aún tendría alguna clase de resentimiento hacía Camus, pero fue, para su gran sorpresa y disgusto, que fue todo lo contrario. Kanon, no solo se largó sin decirle para donde se iba, sino que también se había marchado con esos dos pequeños mocositos que serían su segura sentencia si hablaban acerca de quién había sido el responsable del incendio que desapareció la casa de los Scorpio. No iba a matarlos, era un sádico y un loco, pero no al punto de hacer aquello, pero si había pensado en venderlos a alguien que se los llevará lejos de allí y a la vez le dejara algo que le permitiera huir lo más pronto posible de aquel lugar y así salirse impune de todos los actos que llevó adelante.
Kanon iba a ser su chivo expiatorio, dejando a los niños con él, a solas, y como su gemelo tenía una acusación grave en su contra, estaba prácticamente seguro que iban a inculparlo a él, pero todo se le fue al demonio cuando el gemelo menor tomó a los infantes, los llevó al hospital y así los puso a salvo y seguro que esos dos pequeños ya habían hablado, diciendo que Kanon era el bueno en la situación y Saga había sido el responsable de todo lo que los llevó a tal situación extrema. Sabía que el pequeño Koltso fue el único que estuvo consciente todo el tiempo en que las cosas ocurrieron, por lo que estaba bien enterado de quién fue el verdadero culpable, así que allí iba otro clavo a su ataúd.
Tenía que idear un plan para callar a todos y tenía que hacerlo pronto. Lo que lo complicaba era que ya no solo era Camus a quien debía silenciar. Ahora tenía a su ex, su actual pareja, aunque si lo pensaba mejor, si Aioros se disculpaba y admitía que estuvo equivocado todo el tiempo, podría considerar perdonarle, pero solo si el castaño se humillaba un rato, no antes, pero sacando ese detalle y regresando a sus reales preocupaciones, también debía de borrar del mapa a su hermano (y alguna vez mayor cómplice) y dos niños que parecían bastante difíciles de desaparecer, aunque no lo pareciese. Sea como sea, no debía de preocuparse por cosas podía ir solucionando en la marcha, mejor se concentraba en armar un buen plan para acabar con todo eso.
Y frente a sus ojos, se encontraba la gran y perfecta oportunidad para comenzar con sus tan mentadas fechorías.
Durante sus años lejos, Saga, más de una vez, por mera curiosidad más que por extrañarlo, había revisado con cuidado la vida virtual que su hermano mostraba y por esas diversas redes, supo ubicar por GPS la dirección exacta de su casa, más luego fue muy sencillo conseguir su teléfono y ahora era el momento para utilizar dicha herramienta.
Puso su número en privado y se arrojó a su cometido.
Dos o tres veces sonó el tono antes de que su llamado fuera dirigido a una contestadora, cosa que lo hizo maldecir, pero no se dio por vencido ya que las siguientes horas se las pasó intentando que alguien tomara la llamada, y cuando eso pasó, una sonrisa bastante sádica se comenzó a plantar en su rostro.
-¿Diga?
Una pequeña satisfacción comenzaba a llenarle el cuerpo.
-¿Sorrento? Soy yo, Kanon.
Una expresión de alegría se oyó del otro lado de la línea y esa pequeña satisfacción se transformó en una incontenible sensación de pronta y completa victoria.
-Pensé que hoy no ibas a poder llamarme, ya que me dijiste que saldrías a almorzar con ese chico, Milo, para ver si podías arreglar tus problemas con él, más bien, los problemas que su terquedad te provoca.
Un punto más a favor había logrado sacar de esa charla. Kanon y Milo saldrían, lo que dejaría a las mujeres, los pequeños y Camus completamente solos y muy a merced de cualquier situación o complicación.
-Estaba por salir a eso.- Dijo muy confiado y firme, tratando de imitar lo más exacta posible la voz de su igual, para hacer creíble su farsa. -Pero me busqué un minuto, aunque sea, para llamarte y saber cómo estabas.
-Pues estoy muy bien, la verdad, aunque te extraño mucho, cada día más. ¿Cuándo regresarás? Cuando te fuiste, dijiste que te irías por unas pocas horas, pero ya pasaron varios días. ¿Cuánto más te tardarás?
Una idea bastante macabra se le pasó por la cabeza y supo que debía hacerla marchar de inmediato, ya que eso sería, en definitiva, lo que haría que las "piezas" se comenzaran a mover por propia voluntad y él tuviera más sencilla la labor de "sacarlas de juego".
-La verdad es que no sé qué tanto me tardaré, pero, ¿Sabes qué? Le he hablado mucho a Camus de ti y también sabe de lo mucho que te extraño, así que, él sabiendo lo que sabe, ¿Por qué no vienes y te quedas con nosotros? Yo no puedo estar todo el tiempo con Camus y de mi hermano no he sabido nada, así que, me harías mucho más feliz que lo usual, si vienes.
Una pequeña risilla se oyó del otro lado de la línea, seguido de inmediato de una clara y muy efusiva respuesta positiva.
-¿Crees que puedas llegar mañana?
-¡Por supuesto que sí! Acabo de atender unos asuntos de mi trabajo aquí y luego, saco el pasaje para viajar en la hora más temprana posible. Trataré de estaré allí mañana en la mañana, o más tardar, mediodía. ¿Me buscarás en el aeropuerto, cierto?
-Por supuesto que sí.- Trató de simular una sonrisa, para escucharse feliz por aquella situación, porque seguro que a su hermano si lo alegraría, pero por una razón muy diferente a la que lo alegraba a él en ese momento. -No me llames, yo lo haré, tú solo descansa bien y trata de disfrutar el viaje, ¿De acuerdo?
-De acuerdo. Nos vemos mañana, entonces, amor.
-Nos vemos mañana. Descansa.
-Tu igual. Te amo.
Con un poco de suavidad en su voz, le dio un "yo igual" y cortó la llamada, para, de manera inmediata, comenzar a reír de una manera muy psicótica.
-Vas a caer, hermanito.- Dijo entre gritos, mientras se arrojaba a la cama de aquel hostal en el que se estaba ocultando, al no poder volver a su casa. -Vas a enfrentarte a la desgracia más grande de tu vida, y todo por culpa de tu falso corazón bondadoso y tú ridícula idealización del amor.
A pesar de bien saber que era un prófugo de la policía, estaba tan eufórico y exaltado, que nada más que no fuera salir, emborracharse y pasar el mejor momento de su vida, aunque bien en claro tenía que, el mejor momento de diversión, lo pasaría cuando se deshiciera de todos sus estorbos.
Por su propio lado, Sorrento, apenas si la llamada se cortó, borró la enorme sonrisa que tenía plantada en el rostro y comenzó a preocuparse sobremanera. Sacó con mucho, demasiado apuro su celular, pero se detuvo y trató de detener también todos sus pensamientos cuando, no solo vio que su teléfono caía estrepitosamente al suelo, deslizándose como seda entre sus dedos, de los temblores que tenía, si no también cuando fue consciente que estaba siendo demasiado acelerado en sus acciones, por lo que mejor procedió a calmarse y pensar bien en cuales serían sus siguientes pasos.
Tenía que ser y actuar calmo, por lo que, preparó un té de hiervas y menta, se sentó en su sofá y trató de recordar cómo fue que su relación con su pareja comenzó y como fue todo ese largo proceso para volverlo la persona madura que era hoy día.
-Eres especialista en comportamiento humano, Sorrento. Ya lograste cambios en personas con peores personalidades que esta... Lo lograste con Kanon, así que puedes volver a hacerlo.
Le dio un largo sorbo a su bebida, disfrutando esa sensación caliente pasar con calma por su garganta y, después de quedarse varios y largos segundos a un punto muerto en un rincón de la sala, meditando y decidiendo.
-Bien. Tiempos desesperados...- Ahora sí, con más paciencia y paz, tomó su móvil y escribió un cortó mensaje, que mandó sin esperar más y tampoco sin aguardar respuesta alguna, aunque seguramente la tuviera, pero él ya había decidido no verla. -Medidas desesperadas.
Armó una mochila con apenas lo esencial y salió de la casa, ignorando el sonido ensordecedor de su teléfono, recibiendo una llamada tras otra tras otra tras otra, pero que todas eran desviadas al buzón de voz.
El austriaco caminaba hacia el aeropuerto con calma, escuchando sus sinfonías favoritas sonar de sus auriculares, mientras tras él, el sol se escondía y la luna comenzaba a asomarse con lenta paz. No le importaba nada más que lograr una gran y total pasividad en su ser, para estar estoico y tranquilo, frente a lo que estaba seguro, que le pasaría.
Él estaba en paz, a pesar de la fuerte lucha que se vendría, pero quien no estaba en paz era el pobre gemelo que, por fortuna aún se encontraba en el hospital con Camus y Milo a pesar de la hora, y tuvieron que sedar hasta dejarlo casi dormido, ya que estaba tan espantado de lo que a su pareja podría pasarle.
Ese mensaje que recibió de su parte no era nada tranquilizador, a pesar de que el mismo Sorrento le pedía mantener la calma, así que le fue imposible evitar el ataque de pánico y la hiperventilación.
Tantos años intentando mantenerlo a salvo del demente de su hermano y ahora su adoración máxima, quien lo había convertido en una persona madura y decente, mucho más de lo que él mismo imaginó ser algún día, se metía en la boca del lobo y por propia voluntad, solo para acabar con toda esa pesadilla que bien sabía que el otro conocía, pues todo el tiempo se la comentaba.
No comprendía que estaba sucediendo en ese preciso instante, ¿En qué momento Sorrento creyó que esta era también su lucha? Definitivamente esa sería la primera pregunta que le haría apenas si pudiera sacarlo de las garras de Saga.
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Camus tomó otro día de paz y descanso, y está bien así porque después de todo lo que le pasó, se merece estar tranquilito, aunque sea un rato xD
Pero la cuestión grande aquí es... ¡Sirenita a la pelea! La va a pasar mal, eso seguro, pero Saga también, porque Sorrento sabe bien como meterse en la cabecita de las personas y moldearlas xD
Será un interesante pelea, no? 😆
¡Besos! ¡Les quiero!
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