El encuentro antes de rendirse.
Saori pasaba por la casa de Milo todas las tardes para cuidar de Camus mientras Natassia trabajaba y realmente lo hacía con gusto, ya que sentía un gran aprecio por aquella parejita, pero también le preocupaba mucho el tener que hacerlo sola, porque si algo le pasaba al pelirrojo, ella iba a tener que manejarlo en soledad y, fuera la situación que se presentase, aunque estaba preparada para afrontar cualquier tipo de cosas, podría serle un poco complicado si no tenía el equipo necesario para ayudar a prisa al corazón del galo, que era lo que en los últimos días estaba dando más problemas de lo habitual.
Pero sacando los problemas que día a día el pobre organismo del joven presentaba, ambos podían manejarlo bastante bien a todas las situaciones que vivían. Todo estaba marchando relativamente bien y esperaban que así siguiera más tiempo, incluso más después de que Milo regresara. De verdad que deseaban aquello.
Pero ese día en particular, aunque pareciese que sería como cualquier otro, una situación sin malicia fue lo que desató toda la catástrofe que los atormentaría durante mucho tiempo.
-Camus, dime por favor que tienes más de estas.- Dijo preocupada la castaña mientras entraba a la cocina con un frasco de pastillas vacío.
Camus, al ver a la joven entrar con aquel objeto, alejó un poco el plato con frutas que estaba desayunando y suspiró cansado. No había sido su intención, pero con las prisas y el leve cambio de rutina que habían tenido últimamente debido al viaje de Milo, estaba pasando muchas cosas por alto y aunque no lo hacía a propósito, sabía qué no decir que algunas de sus medicinas se estaban acabando, podría ser demasiado malo para él.
-Se que no es excusa, pero simplemente lo olvidé.
-Camus, entiendo que tengas la cabeza más en saber de Milo que en cuidar de ti mismo, aunque sabes que no está bien que lo hagas, pero sabes que, si no tiene estas dos cosas, el corazón te puede fallar en cualquier momento.
-Lo sé, Saori. Se que necesito tomar cada noche estos medicamentos, pero siento que en este momento no puedo pensar claramente.- Sintió como el aire le faltaba y el tocarse el pecho le fue inevitable. Ante esa imagen, Saori se acercó rápidamente a él, y sacando de su bolsillo un frasco de píldoras nuevo, sacó dos de esas y le ayudó a tomarlas, ya que las manos del francés estaban tan temblorosas que apenas si podía sostener algo entre sus manos, ya que el vaso que tenía cerca, acabó en el suelo, rompiéndose en varios pedazos en cuanto intentó tomarlo para poder ingerir lo que la chica le daba. -Se que está mal todo lo que puedo hacer, pero de nuevo te digo, no es por mala voluntad o algo así. No me gusta sentirme así y encima cada día que pasa me siento mucho peor. De verdad siento que, con o sin toda la medicación, el corazón me late cada vez más y más lentamente... Y no lo soporto... Ya no lo soporto más.
-Camus, por favor, no digas eso. No digas cosas tan horribles.
-¿Y prefieres que te mienta? ¿Qué te diga que me siento genial y que cada día que pasa siento grandes mejorías? No seamos tan ilusos, Saori. De verdad agradezco que me cuides y me apoyes en todo esto, pero no podemos ignorar que nada va a estar bien... Los dos bien sabemos porque alejé a Milo justamente ahora y no antes. Puede que en un momento me haya arrepentido de haberle pedido que vaya, porque no quiero que sufra lo que yo sufrí, pero de verdad necesitaba que se alejara, porque no quiero que esté aquí si ocurre.
-Pero Natassia y Kardia si, y ellos le avisarán. Le avisarán que te pusiste mal y él volverá de inmediato a tu lado... Pero ya deja de decir tantas idioteces, Cam... No vas a morir.
-Tú no estás en mi piel, en mi interior, Saori, así que no puedes decirme lo que me pasará o no. Tu deja de decir idioteces, porque yo sé bien lo que me pasa y lo sé mejor que nadie... Y lo que sé es que no podré volver a ver a Milo.
-Camus...- Quiso abrazarlo, pero como esa corta conversación dejó con una evidente falta de oxígeno al pelirrojo, solo tomó su mano y la apretó con un poco de fuerza, como queriendo traspasársela para que resistiera un poco más. -Iré al hospital a buscar más medicación. Veré si puedo conseguir un poco más para tener una pequeña reserva en caso de emergencia. ¿Crees que estarás bien solo por un rato?
-Supongo que sí. Ayúdame a ir a la cama, así dormiré un poco, estoy tranquilo y no tienes que preocuparte por mi mientras estés afuera.
-Me preocuparé igual, lo sabes.
-No te preocuparas tanto.- Acabó de decir el galo mientras comenzaba a mover su silla hasta donde Saori estaba, para que lo ayudara a ir hasta la habitación, ya que aún se le hacía muy difícil moverse en la silla de ruedas.
El ver cortada su libertad y estar aún confinado a aquel lugar, era una de las cosas que más lo agotaba, pero sabía que era eso o seguir metido en una cama, y esa situación solo haría que se sintiera aún más inútil de lo que siempre se sentía.
Con todos esos pensamientos inundándole la mente apenas si se dio cuenta cuando Saori le estaba acomodando las sabanas y las almohadas para que pudiera dormir de manera más cómoda. La castaña veía que el francés estaba fuera de este mundo, pero no quería hablarle de eso porque temía que el joven se enojara y se pusiera más mal de lo que en ese momento estaba, por lo que solo le dejó a su alcance todo lo que podría llegar a necesitar, pero bajó su almohada le puso el teléfono celular y casi rogándole, le pidió que le llamara si cualquier cosa le sucedía a lo que Camus solo le respondió vagamente y se acomodó mejor en su lugar para poder descansar.
Saori sentía que no podía dejarlo solo, pero no tenía a quien pedirle ayuda para que se quedara con él, así que, con mucho pesar, abandonó primero la habitación y luego la casa, subiéndose a su auto y yéndose rápido de allí, con la esperanza de volver lo más pronto que pudiera.
Pero por el apuro, no se dio cuenta de que alguien, desde un vehículo estacionado a una corta distancia de la casa, la vio salir y alejarse a prisa de aquel lugar.
Una pequeña sonrisa se le escapó al ser consciente de que Camus estaba solo y que iba a ser algo fácil entrar para poder hablar con él.
•
•
Milo había pasado varios días ya en Lyon, yendo y viniendo, buscando hasta la más mínima ayuda que le pudiera servir para localizar a sus suegros, pero nada de lo que intentaba tenía un buen fin.
Lo primero que hizo apenas llegó, fue ir directamente hacía la parte de la ciudad donde Camus le había dicho que vivió con sus padres hasta antes de irse con Saga, pero apenas si llegó, lo único que halló fue una residencia con varios años de abandono y la nula probabilidad de que todo le saliera bien a la primera.
Fue a la casa vecina y la chica que allí vivía solo le pudo decir que, de un día a otro, el matrimonio tomó todas sus cosas y se fueron de allí, sin decirle nada a nadie y sin comentar siquiera a donde iban a vivir a partir de ese momento.
Saber eso, a Milo le dio un pequeño dolor de cabeza, ya que por las fechas que manejaba en su memoria aquella mujer, había sido unos dos días después de que Camus siguiera a Saga a Grecia, o sea que la razón de aquella mudanza intempestiva, era que, seguramente, no querían que se hablara de ellos por el hecho de que su hijo se había ido con un hombre a vivir un amor.
-Este paseíto sí que estará bien jodido... Lo que hago por amor.
Al decir eso último, dejó escapar una pequeña risa mientras encendía su teléfono y observaba la imagen que tenía allí en su pantalla. Mucho tiempo no tuvo que pasar para cambiar la foto de su gato, que llevaba muerto casi dos años, a una de su bello Camus, totalmente dormido en su pecho y con la expresión de serenidad más increíble del mundo. La verdad era que no se arrepentía para nada el haber ido hasta allá, solo con una dirección y dos nombres, para hacer feliz y darle calma al pelirrojo, porque al final de cuentas lo hacía porque estaba totalmente enamorado de aquel muchacho y se había jurado de que haría hasta lo imposible por hacerle feliz.
Y bueno, había decidido empezar por "lo imposible" para demostrar su amor.
Había pasado ya poco más de una semana desde que había llegado y como le había prometido, llamó a su cubito cada noche y se quedaba hablando con él hasta tarde, hasta que el pelirrojo no soportaba más el sueño y simplemente se rendía a su necesidad de descanso. El rubio simplemente le dejaba hacer porque sabía que en su condición debía descansar lo más que pudiera, por lo que siempre que oía a Camus bostezar, comenzaba a insistirle que ya durmiera y no se detenía hasta lograrlo. En esas noches se dieron cuenta de que Camus había encontrado a su contraparte perfecta en aquel heleno, ya que mientras él era centrado y calculador, Milo era insistente e impulsivo, pero, así y todo, lo amaba con el alma y ambos de verdad sentían que no podían dejarse ir.
No podían separarse, ya nunca más debían de permitir que eso ocurriese.
Y con el mismo pensamiento en la mente de ambos jóvenes, además de la evidente falta de información que seguían manejando a pesar de que Milo se pasaba casi todo el día en la calle, apenas nueve días después de llegar, Camus le volvió a pedir a Milo que regrese y este aceptó sin poner una sola queja.
Ambos sabían bien que Milo estaba perdiendo el tiempo desde el momento en que aquella vecina le dijo que se habían marchado hacía años de allí, pero, así y todo, el griego seguía recorriendo lugares a los que su madre solía llevarlo o sitios a los que concurrían como familia, nunca pudo hallar nada. Era como si la tierra se los hubiera tragado, por lo que aceptó volverse inmediatamente al siguiente día.
-De verdad siento que doy vueltas en circulo y jamás llego a ningún lugar.- Se repitió a si mismo lo que le había dicho a Camus la noche anterior por teléfono mientras disfrutaba de las horas que le quedaban en aquel sitio. Pensaba mucho en él cuando se ponía a recorrer las calles sin destino fijo alguno, como los últimos dos días estaba haciendo, al ser casi consciente de que no importaba cuanto hiciera, todo era un callejón sin salida. Sus pasos lo llevaron a un pequeño parque infantil y las vistas que había allí eran hermosas, por lo que no tardó en sacar su cámara de su bolso y con calma buscó la lente perfecta para capturar aquellos paisajes y tenerlos en perfectas fotos para siempre en recuerdos.
-Tal vez Kardia pueda dibujar algo de esto si se lo muestro.
Sonrió con mucha felicidad al tener nuevamente a su hermanito en su mente y en ese instante se dio cuenta de que, así como el pequeño rubio tenía sus dotes para con el dibujo para liberar su mente y sacar sus enfados, él mismo tenía la fotografía y era algo que lo enorgullecía mucho, pues casi todos los retratos que había en su casa, él los había capturado y siempre les decían lo bellas que se veían aquellas imágenes. Incluso Camus llegó a admirar el talento de aquel fotógrafo, sin imaginar que su propio prometido había sido aquel a quien Camus elogió durante largos minutos. Milo, durante todo el tiempo en que el galo estuvo hablando de las fotos que tenían de la Acrópolis Ateniense, estuvo con un sonrojo imposible de disimular, pero pudo encontrar una excusa perfecta para no decirle que lo que lo ponía nervioso era en realidad que estuviera hablando de sus fotos como si él fuera el mejor artista del mundo. A sus ojos, entre los dos, Kardia era el talentoso mientras que él solo era el cerebrito en medicina, el futuro doctor y nada más.
Metido en sus pensamientos, en hacer las mejores tomas posible para que su hermanito pudiera recrear a la perfección aquel sitio, se detuvo bruscamente a ver a alguien que se le hacía muy conocido y que estaba sentado en soledad debajo de un árbol que parecía recién plantado en aquel sitio a pesar de que era bastante grande.
Se quedó mirando a aquel niño largo rato y hasta usó su cámara para poder admirarle más sin tener que acercarse a él, pero se dio cuenta de que todos a su alrededor lo estaban viendo mal por estar sacando fotos a un niño que estaba solo a escasos metros suyo, por lo que, aunque incomodo por las miradas sobre él, volvió a guardar su cámara en su bolso y con algo de prisa camino hasta donde el niño estaba.
-Emm... Hola.- El infante alzó su vista y posó sus enormes ojos celestes, casi violetas en el rubio frente a él y no dudo un segundo en ponerle una mueca de enfado. Milo solo sonrió. Sentía que estaba viendo a un pequeño Camus y de inmediato se hizo a la idea de que ese niño tenía algo que ver con su francés. -¿Cómo te llamas?
-¿Por qué debería de decírtelo?
Sin decirle una sola cosa más, el pequeño se puso de pie y tomó su mochila, metiendo rápido en ella el libro que tenía y más que decidido, comenzó a caminar hacia el lado contrario de donde Milo había llegado.
-¡Espera! ¡No te vayas!- Como el niño no le prestaba atención, si no que parecía que a cada momento caminaba más rápido, a Milo no le quedó otra más que decirle porque se le había acercado. -¡Espera! ¡Solo dime si conoces a Camus Koltso!
Al oír ese nombre, el menor se paró tan rápido como iba alejándose del rubio, pero después de quedarse largos segundos mirando quieto hacía adelante, volvió sus pasos y tomó de la mano a Milo, para luego simplemente comenzar a correr nuevamente, arrastrando al heleno con él, que no tenía ni la menor idea de a donde lo llevaba, pero pronto lo comprendió.
-¡Mamá! ¡Papá!
-Degel, ¿Por qué debes de gritar y ser tan escandaloso? ¿Qué es lo que quieres?
-Krest, no seas tan malo con él. ¿Qué es lo que sucede, corazón?
-¡Él conoce a Camus! ¡Me acaba de decir que conoce a mi hermano!
Al oír aquello, la mujer dejó salir una pequeña sonrisa, pero aun así sus ojos brillaban tanto como los de su pequeño hijo, mientras que el hombre simplemente apretó con fuerza sus puños con odio y con notoria molestia, se puso de pie y se marchó de allí, dejando solos a aquellos tres y sin importarle que era lo que aquel jovencito rubio tenía para decirle acerca de aquel hijo que había perdido hacía muchos años... Y que estaba a punto de volver a perder, pero para siempre.
*
*
*
Todo lo malo que puedan imaginar... Pasara pero potenciado al mil.
Más que nada para Camus, ya que alguien lo está acechando sin que nadie se de por enterado.
No me odien por todo lo que está por ocurrirle.
¡Besos! ¡Las quiero!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro