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Desesperación y angustia. Alguien sabe algo.

"Tan larga despedida... Pero no es un adiós, sabes que nos volveremos a encontrar. Puedo verlo en tus ojos, aún tienes ese brillo que ilumina los sueños de cualquiera que mire al cielo... Esos ojos que iluminaron mí sueño de volver y que por un breve momento pude cumplir.

Pero esta vez no sé si lo lograré, lo único que sé es que el sol y tus ojos seguirán brillando cuando me vaya, así que voy a tomar esta enorme ola de recuerdos que creamos juntos en tan poco tiempo y voy a remontarme a esos bellos momentos que vivimos juntos y en los que me di cuenta de que siempre serás el gran amor de mí vida.

Un ensordecedor y continuo sonido parecido a un pitido le perforó los oídos y la imagen casi borrosa que tenía de Camus, sosteniéndole las manos, comenzó a desvanecerse mientras aquel sonido se volvía más y más insoportable y la imagen de su novio se volvía todavía más transparente. La desesperación se hacía cada vez más y más presente en él y no podía hacer nada para acercarse a Camus y ayudarle, pues la mueca de calma y la sonrisa que le daba no lo dejaban para nada tranquilo pues sabía que algo malo le estaba sucediendo y tenía que ayudarle lo más rápido que pudiese, pero a cada paso que daba era como que Camus se alejaba aún más y no podía acercarse a él nunca.

La desesperación crecía en él más y más, no sabía qué hacer, pero cuando Camus le susurró un simple "adiós" un grito finalmente pudo salirse de su garganta."

Totalmente sudado y asustado se despertó y pudo notar que el sudor le caía de grandes cantidades, no solo desde su frente si no también su pecho y su espalda estaban completamente repletos en sudor. Había tenido el sueño más espantoso de su vida, pero no acababa de comprender que era lo que eso significaba.

En realidad, si lo hacía más quería negárselo rotundamente, ya que ese sueño solo le decía que a Camus no le quedaba mucha vida y que existía la desesperante posibilidad de que no pudiera volver a verlo, volver a hablarle, volver a oír de esos labios que amaba besar, un nuevo "te amo" y la promesa de no separarse nunca...

¡No! ¡Eso no podía ser! ¡Simplemente no podía ocurrir! Camus tenía que mejorar, sabía que estaba haciéndolo a pesar de lo que había escuchado de Shaina en aquella conversación telefónica y no podía siquiera entender como su mente le jugaba semejantes bromas tan crueles. Cada día que hablaban, podía escuchar su voz con un tono más claro y calmo, lejos quedaba la desesperación y continuos suspiros que daba por la falta de aire que siempre atravesaba desde que dejó el hospital, su voz ahora se oía tan clara, tan transparente, tal y como en su sueño la había oído y eso deleitaba tanto a sus oídos que lo único que quería era quedarse oyéndolo toda la vida. Quería quedarse toda la vida a su lado, escuchando su voz y amándolo, haciéndolo la persona más feliz del mundo y darle el universo entero, porque sabía que se lo merecía después de todo lo malo que tuvo que pasar.

Su amor por aquel hombre crecía cada vez más y más, por lo que no entendía como su mente le pedía que se despidieran, si todo estaría bien y una vez que todos los problemas hayan sido superados, iban a dar un paso más allá en aquello que compartían, sellando su compromiso de amor eterno con una boda y luego dedicándose a disfrutar el resto de su eternidad uno junto al otro, después de todo, sabía que iban a encontrarse más allá de la muerte porque ya lo habían hecho una vez y sabía que podían hacerlo mil veces más.

Una sonrisa bastante grande se le escapó al acordarse de lo que le llevó a encontrarse con su francés en esta vida terrenal, y su sonrisa se hizo todavía más enorme cuando anunciaron que estaban a punto de aterrizar, y eso solo significaba que estaba a un poco más cerca de estar nuevamente con su cubito, por lo que los minutos que pasaron entre que finalmente el avión acabo su recorrido por la pista y pudo bajar de este, se le hicieron los más largos de su vida, pero respiro con toda la calma posible y busco tranquilidad, ya que entendía que si él la estaba pasando mal, seguramente Sasha la estaba pasando todavía peor, porque después de estar separada de su hijo por casi diez años y luego volver a verlo en semejante situación, debía ser lo más estresante y desesperante que podría pasar una persona.

Cuando pensó en ella, se preguntó a si mismo si era prudente irse sin ella, dejarle un mensaje en su teléfono, decirle bien a donde dirigirse una vez que ella y Degel también llegaran y esperarla directamente allí, pero consideró que podía ser muy grosero de su parte hacer eso, pero a la vez quería irse solo para tener una idea de lo que estaba pasando con Camus y poder darle una idea más formada a la mujer sobre lo que iba a encontrarse, por lo que tomó como mejor opción ese pensamiento y le hizo una llamada, dejándole un mensaje de voz, dándole todas las indicaciones que podría llegar a necesitar para llegar al lugar donde tenían ingresado a Camus, y luego de darle un largo y detallado mensaje acerca de lo que debía de hacer, tomó camino hacia afuera del aeropuerto, donde no tardó mucho tiempo en conseguir un taxi y luego de un viaje de casi eternos quince minutos, maldiciendo a más no poder el tráfico de aquella ciudad en donde vivía, llegó a la universidad, en donde pudo ver a Shaina, otra de las enfermeras que cuidaba de su francés desde el traslado a aquel establecimiento, esperándolo con una mirada de bastante y evidente estrés y desesperación.

-¡Milo!- La morena sintió un poco de alivió apenas si vio al menor aparecer finalmente, aunque la preocupación que vio que Milo llevaba encima era mucho más evidente que la propia, trato de que no rompiera con el mínimo aire de calma que flotaba en el ambiente. -Antes que nada, déjame dec...

-¿Dónde está?

La pregunta directa del rubio, aunque sabía que iba a tenerla, no dejó de sorprenderla, pero trato de responderle con toda la calma que pudiera tener ante todo lo que estaba pasando.

-En el mismo cuarto que utilizo antes, pero tiene más vigilancia de parte de las enfermeras, a comparación de cuanto lo monitoreaban antes.

-¿Y su condición?

-Pues cuando llegó no hizo falta sedarlo, porque se descompenso y darle calmantes podría haber sido muy malo para él. Luego tuvo un episodio cardiaco por lo que tuvieron que reanimarlo, cosa que llevó mucho tiempo ya que no podían darle ritmo normal a su corazón, y cuando podían, enseguida volvía a detenerse, así que sufrió mucho estrés y sabe que eso es algo muy malo para cualquier musculo del cuerpo, pero en el corazón es mucho peor, y mucho más en un corazón como el suyo, que está bastante dañado, por lo que se tomó la decisión de inducirle al coma, para tenerlo más calmo y monitoreado todo el tiempo y así de ante mano evitarle cualquier recaída.

Milo trataba de asimilar todo lo que había escuchado y no podía creer todo lo que le había pasado a su cubito en tan pocas horas. No podía creer que hacía unas cuantas horas atrás había hablado con él y, si bien se le notaba el cansancio al hablar, también podía darse cuenta de que estaba un poco alegre y bastante animado ante la idea de que iba a volver finalmente con él, por lo que no entendía cómo pudo ponerse en tal estado en tan poco tiempo, así que estaba en extremo preocupado sobre lo que había sucedido.

Aunque estaba más que seguro quien lo había provocado, aunque aún no diría nada hasta tener sus sospechas bien confirmadas, por lo que aprovechó ese pequeño momento a solas con la muchacha para preguntarle cómo es que Camus había llegado allí.

-Ya le dije a Saori. Un chico rubio que estuvo aquí contigo hace bastante tiempo fue quien lo trajo.

-Necesito más que eso, Shaina. Por si no lo recuerdas, dos rubios fueron los que vinieron a verme cuando Camus estuvo aquí por primera vez.

-Lo sé, lo recuerdo y me quedé viéndolo durante un rato para poder decirte bien de quien se trataba y al final me di cuenta de que era el primer chico que vino a verte, no con quien te peleaste.

-Así que Aioros fue... Gracias por resolverme ese asunto, Shaina, pero ahora si no te molesta, quiero ver a Camus.

La morena solo asintió y le pidió que la siguiera, aunque vio innecesario ese pedido, ya que sabía que Milo la seguiría se lo pidiese o no, pero estaba incorporado en ella ese actuar, ya que Camus no era el único paciente al que debía cuidar y por ende, Milo no era el único familiar con el que debía tratar, y en sus años de enfermera, tuvo que toparse con personas que no sabían que hacer o cómo actuar a menos que se lo indicaran, por lo que desarrolló esa actitud de guía ante cualquier persona que inevitablemente se cruzara en su trabajo.

Caminaron en silencio por los pasillos del edificio de medicina, y luego de varios minutos de recorrido, ya que eran bastante largos y ese aspecto frustraba mucho al menor, llegaron al lugar donde Camus estaba ingresado, y una vez que dejó sus cosas acomodadas a un lado, Shaina le hizo una pequeña advertencia antes de dejarle pasar.

-Es algo fuerte hasta para mí, el verlo en este estado, así que sé que para ti será mucho peor. Por lo que te ruego que trates de mantenerte fuerte ante lo que verás apenas cruces esta puerta.

El menor le agradeció el aviso, aunque podía imaginarse con lo que iba a encontrarse, pero estaba de verdad agradecido con lo que le dejó a saber.

Pero ni todas las advertencias del mundo lo dejaron listo para ver lo que vio apenas si abrió la puerta, solo lo suficiente como para entrar él y dejar atrás hasta su propia sombra.

Las muñecas del pelirrojo estaban atadas y amoratadas, una vez más y como tantas otras veces en esa situación, ya que, si Camus despertaba, temían que, al estar desorientado de su situación, se asustase y se arrancase las vías que tenía en sus venas y que quisiera huir de aquel lugar, por esa razón estaba amarrado a la cama, pero esos amarres era lo que menos le impresionaba a Milo, ya que lo que más se llevó su atención, por no decir su espanto y horror, fue lo pálido y ojeroso que se veía, pero lo que más le destrozaba el corazón, era ver todas las vías que tenían, todos los medicamentos y sueros que pasaban por estas, todos los electrodos cardiológicos que tenía en su delgado y frágil pecho, que marcaban el débil e inconstante ritmo de su cansado corazón y lo más horrible de todo, era ver ese maldito tubo de oxígeno que tenía en su boca, atravesando su garganta para ayudarle a respirar.

Todo lo que Camus era, estaba desapareciendo bajo cientos de instrumentos médicos que parecía que le quitaban más vida que la que le daban.

Pero estaba decidido a que semejante imagen no lo derrotara ni lo hiciera decaer, porque sabía que, si él se derrumbaba, nadie podría ver por Camus como solo él lo haría, nadie podría cuidar de Camus como solo él lograría hacerlo, aunque poco le duró ese pensamiento ya que alguien se apareció por detrás suyo, uno de los médicos que atendían a su novio, y le dijo las palabras que más temía escuchar, y entonces, a pesar de que segundos atrás lo había pensado, se dejó vencer y no pudo hacer otra cosa más que llorar desconsolado.

¿Cómo habían llegado a ese punto? ¿Qué era lo que había pasado para que su amado galo acabara de esa manera?

Alguien sabía algo y necesitaba encontrar a ese alguien de inmediato para tener respuestas.

"Camus había estado dormitando desde que Saori se había marchado, así que no estaba teniendo mucha noción del tiempo que trascurría, por lo que no se preocupó mucho ni se interesó en lo más mínimo cuando escuchó la puerta abrirse y pasos acercarse hasta la habitación. También oyó la puerta abrirse y cerrarse nuevamente de inmediato, por lo que sus pensamientos de que era Saori quien había llegado siguieron en su cabeza, pero cuando notó que no se le acercaba ni le desvelaba para preguntarle si estaba bien o no, se extrañó demasiado y de a poco empezó a abrir sus ojos, pero apenas si se dio cuenta de quien era el que se había metido, se sentó lo más que pudo en su cama e inconscientemente comenzó a retroceder en el lugar.

El miedo lo había invadido en un simple segundo y quería huir, pero sus piernas no le respondían. No le respondían desde que despertó y mucho menos lo hacían ahora, por lo que bien consciente era de que no iba a poder escaparse.

-Saga...

El miedo en su voz le llenó de regocijo. De verdad quería quedarse a disfrutar más eso, pero sabía que tenía que actuar rápido.

-Escúchame bien, Camie.- Lo nombró con odio y mucho resentimiento por todo lo malo que, según él, en su propia mente, Camus le había provocado en su vida personal. -Llegó la hora de tener una charla que hace mucho debimos tener.

-Saga... Por favor...- Nuevamente se tomó el pecho, pero esta vez le dolía mucho más que antes y su vista se iba poniendo de a poco más y más borrosa. -Me duele...

-No me interesa. Me voy a quedar aquí y vamos a hablar, te guste o no..."

Aioros al recordar solo el inicio de todo eso, frenó de golpe y mirando a la nada apretó sus manos en el volante, dejando sus nudillos casi blancos al poner tanta presión en aquel acto, pero rápidamente dejó de hacer aquello para comenzar a dar golpes con su puño cerrado a cualquier cosa que tuviera a su alcance mientras comenzaba a llorar de la impotencia. Se sentía un total inútil, se sentía la peor basura del mundo por haber dejado que Saga llegara tan lejos, y siempre se recriminaría el haber sido tan inocente, por no decir estúpido, y dejar solo a Saga con Camus, y aunque sabía que había podido hacer algo bien al tomar a Camus y sacarlo de allí antes de que el rubio mayor llegara más lejos, el sentimiento de ser un fracaso era mucho más grande.

Pero lo que más le molestaba, era que Saga le había dicho que no se iba a detener, no le importaba el estado del francés, él iba a regresar y acabar de "arreglar sus asuntos" con Camus, pero por cómo había acabado todo en ese momento, sabía que el pobre pelirrojo no aguantaría otra situación como esa por lo que estaba más que consciente de que alguien debía detener a Saga, ya que él no se sentía lo suficientemente fuerte, o al menos con el suficiente coraje para pararlo.

Sabía que era de cobarde no hacer algo por sus propios medios, pero no se sentía con la fuerza necesaria para pararlo, aparte de que lo conocía, sabía bien como actuaba y si se imponía ante él como un defensor más de Camus y ya no como su pareja, también la iba a pasar mal, por lo que tomó la decisión de buscar ayuda un poco más profesional para acabar con ese asunto.

Le dolía lo que haría porque una parte de él seguía amando a Saga, pero tenía que contarle a alguien lo que le había hecho al pobre francés, aunque eso significase tener que entregar a las autoridades al hombre que pensaba amar.

*

*

*

Mala noticia ¡El niño se nos muere!
Buena noticia ¡Comienza la caída del demente resentido de Saga!

Próximamente, sabremos que fue esa noticia que el médico le dijo e hizo que Milo se desesperara.

¡Besos! ¡Las quiero!

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