De frente a un culpable
-Gracias.
El joven rubio cerró la puerta tras de sí y con algo de intriga y curiosidad fue directo al estudio donde, en ese momento, su ya declarada pareja se encontraba acabando un trabajo que le llevó toda la noche, o al menos eso era lo que le dijo, para que lo dejara solo y tranquilo.
-Saga, cariño, te acaban de mandar esto.
El mayor quitó sus ojos de su computadora y con bastante curiosidad, extendió su mano para recibir aquel sobre.
-No tiene remitente.- Comentó extrañado.
-De hecho, si lo tiene. Fíjate el membrete, arriba.
De inmediato, Saga adoptó la misma expresión de incredulidad que el menor y un pequeño balbuceo apenas si pudo salir de su boca.
-¿Quién lo ha traído?
-Al parecer lo mandaron a tu oficina, pero como no estabas allí y estaba entre la correspondencia de "urgente", mandaron a un mensajero de la firma donde trabajas para que te lo trajera. ¿Estas bien? Saga, si estas enfermo o te pasa algo grave, dímelo por favor.
-Yo estoy bien, Aioros, asique no te preocupes. Lo que me tiene sorprendido es que no conozco a nadie en ese lugar. Jamás he estado allí y eso me confunde más.
Sin dejar de ver el emblema de "Universidad Aristóteles de Tesalónica", lugar donde solo podían acceder aquellos que tuvieran altas calificaciones ya que la alta presencia académica y también la autoridad con la que se maneja aquel sitio solo exigía buenos promedios, abrió el sobre y en el encontró una pequeña carta firmada por el rector de la institución y también por la persona que estaba a cargo del destino de las becas otorgadas por la institución.
"El señor Scorpio ha decidido tomar su lugar y le agradece su esfuerzo en esta situación.
Se le adjunta un cheque por la cantidad que ha invertido en el tratamiento que tuvo que llevarse adelante durante este último año y le ruega no interferir en decisiones futuras con respecto a tan delicado asunto."
-Atentamente, se dirigen a usted, rector y becario de la universidad Aristóteles de Tesalónica.- Acabo de leer aquel escrito y mas dudas que respuestas se hicieron dueños de su mente. -¿Qué inversión? Yo no he hecho ninguna inversión o donación en ninguna universidad. Ni en esta ni en la Nacional y Kapodistríaca de Atenas. Deberé mejor llamarlos y aclarar de inmediato esto, ya que ni siquiera reconozco el nombre del que expidió el cheque.
Saga apenas alcanzó a tomar su celular que Aioros le detuvo la mano, mientras su rostro se volvía algo pálido al revisar bien la cantidad de dinero que le habían mandado.
-Cariño... Esta es exactamente la cantidad que has destinado al tratamiento de tu ex.
-¡¿Qué?!? No puede ser, Aioros. Debes estar equivocado.- Algo brusco le quitó aquel pedazo de papel, confiado en que su pareja era el equivocado, aunque rápido se dio cuenta de que no era así. -Es verdad... Esto es todo lo que gaste en Camus hasta hace cuatro meses.
-¿Cómo que hasta hace cuatro meses?- El silencio del rubio mayor lo indignó pues rápidamente entendió porque no respondía esa pregunta. Aun así, quería darle una oportunidad mas y no quedarse con tan mala imagen momentánea. -Saga respóndeme. ¿Cómo que "hasta hace cuatro meses"?
El silencio que le seguía dando solo lo ponía mas y mas en evidencia. El gemelo mayor se sentía acorralado porque no solo le había ocultado aquella decisión a su novio, si no que también, no había pensado en una respuesta coherente para cuando lo supiera. Aunque siendo sincero al menos consigo mismo, pensaba que jamás tendría que darle una explicación acerca de como iba Camus.
-¡Por dios Saga! ¡¿Cómo fuiste capaz!??
-Escucha, esta bien que ganemos bien por nuestros trabajos, pero aun así creo que no sigue valiendo la pena cuidar de Camus. La ultima vez que fui a verlo me dijeron que estaba poniéndose peor sin causa alguna y que lo mejor era inducirle el coma y solo esperar. Lo tomé como una indirecta a que ya no harían mucho por él y que yo debía de hacer lo mismo, así que simplemente deje de hacerles los depósitos correspondientes. ¿Por qué crees que cada mes entraba mas dinero de mi parte a la casa?
-¡Eres un maldito desconsiderado! ¡Ese pobre chico está como está por nuestra culpa y habíamos dicho que lo menos que podíamos hacer por él, era cuidarlo hasta que se repusiera!
-Pues ya ves que no tendremos que hacerlo más. Sea quien sea este tipo, Scorpio, ya se hizo cargo de Camus. Listo, ya podemos dejar de preocuparnos por ese asunto.
-¿Cómo puedes dormir con esos pensamientos?
-Yo duermo bien, Aioros. Si a ti algo te pesa, entonces ve a Tesalónica a preguntar por el tipo este. Seguro que tiene a Camus porque necesita un cadáver para alguna autopsia de alguna clase de práctica.
-¡¿Cómo siquiera puedes decir eso!? ¡Saga! ¡Te estoy hablando!
-Y yo te estoy escuchando pero eso no quiere decir que me importe.
El griego mayor se fue de la habitación lo más tranquilo, para después salir de la casa del mismo modo, mientras que en esa pequeña habitación, el rubio menor comenzaba a sentir la culpa crecer mas y mas en su interior. No podía quedarse tan tranquilo simplemente con el pensamiento de que algún desconocido había tomado las riendas de la salud de Camus, mas sabiendo que este no sabía ni sentía nada de lo que a su alrededor sucedía, sumado a la culpa que Saga lo había abandonado sin siquiera decírselo, sabiendo que el pelirrojo estaba allí por la entera culpa de ambos.
No sabia que era lo que mas le molestaba, si el hecho de que Saga le diera lo mismo la vida de los demás, o que un hombre extraño para él, se ocupara de salvar a alguien que también le era un extraño. No podía sentirse mas contrariado, por lo que se decidió a buscar a aquel hombre que les "devolvía las cortesías" que tuvieron con Camus y pedirle una explicación más madura que la que Saga pudo darle. A lo mejor, su pareja si conocía a este sujeto y le había pedido que se hiciera cargo del galo y en algún arranque extraño de modestia, no quiso que se enterara por nada, pero la llegada de esa carta le había arruinado los planes y tuvo que salirse con esas crueldades para no hacerle sospechar que, aunque sea muy en el fondo, Camus Koltso aun significaba algo para él.
-Bien, Milo Scorpio, creo que tenemos una charla pendiente.- Tomo su abrigo, sus llaves y su cartera, para salir cuanto antes hacia el edificio de la universidad de medicina en busca de ese, a sus ojos, misterioso salvador.
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El trabajo que tomó como asistente de uno de sus profesores, fuera de su horario de clases, estaba comenzando a cansarlo rápidamente. Aunque apenas le propuso aquel escape para poder pagar su colegiatura ahora que mas de la mitad de su beca había ido a parar al cuidado de Camus, y otra parte había ido en forma de cheque a las manos de Saga, sabia que iba a ser terriblemente cansador ser el secretario personal de uno de los catedráticos mas importantes de toda la universidad pero no declinó la oferta. Sentía que no estaba en condiciones para hacerlo.
Aún no había hablado con su madre del asunto. Quería esperar a que Camus fuese trasladado a un centro más especializado y quería que fuera acompañado por Saori, pues no querían que se supiera el tema del midazolam y tratarían de cubrirlo lo mas que pudieran, por eso la castaña había insistido en ser la enfermera que estuviera cuidando al galo todo el tiempo, aceptando la condición de ser acompañada por otras dos enfermeras en ciertos momentos del día. Ninguno objetó, les estaban dando mas de lo que querían, asique solamente aceptaron cada condición. Y ya luego de que todo ese tema estuvo solucionado, Camus ingresado en el establecimiento de alta complejidad de su universidad, Saori conservando su trabajo y aún no había señales de que saliera a la luz aquel alocado plan, solo quedaba ese último primer detalle.
-Estas son las copias de los temas a elegir para la tesis de esos seis alumnos del ultimo año. Ya deje en aviso al personal de la biblioteca cuales son los libros y manuales que deben de utilizar como guía. Necesito que, mañana a primera hora, busques a estos jóvenes y les des estos papeles.
-Por supuesto, señor. Vendré mañana antes de que la clase de inmunología comience y los buscaré a todos. También les daré el mensaje de que pueden pasar a la biblioteca si lo necesitan, para comenzar por algo.
-Perfecto señor Scorpio. Entonces nos vemos mañana. Trate de descansar y si quiere quedarse con su joven amigo, le recomendaría que no lo hiciera hasta muy tarde, recuerde que tiene trabajo que hacer temprano.
-No lo haré, simplemente pasaré a ver como se encuentra y luego me iré a mi casa.
-Perfecto.- Luego de darle la mano al rubio, aquel hombre acabó de acomodarse su saco y dejar sus cosas dentro de su portafolios. Cuando iba a abandonar la habitación, se giró hacia el menor, que se encontraba acomodando algunos papeles propios, y trato de que saciara su curiosidad. -Joven Scorpio, me permite ser indiscreto?
-No tiene que pedir permiso, profesor.
-Quisiera saber qué relación tiene usted con el joven por el cual, sacrificó una beca de estudio completa.
Milo sonrío algo tímido y bajo su cabeza breves segundos, tratando de reponerse de su sonrojo, encaró al mayor frente suyo para darle a entender con dos simples palabras que era lo que lo unía a Camus.
-Lo amo.
El hombre frente suyo se sorprendió ante lo confesado pero lejos de quedarse con una mala imagen del heleno, solo se le acercó para darle una ligera palmada en su espalda.
-Lo felicito entonces. Tenga buena noche, señor Scorpio.
-Igualmente.
Luego de aquella conversación, Milo aprovechó que estaba solo para terminar de acomodar sus libros y demás pertenencias en la pequeña oficina que le habían dado al lado de la de su profesor. Trataba de apurarse para poder ir rápido con su pelirrojo pero a la vez, tenia todo el cuidado posible para no perder nada de importancia o que se le traspapelara algo de las cosas que la mañana siguiente debía entregar.
Él jamás había sido ordenado, de ser sincero, detestaba el orden porque era algo que consideraba, debía mantenerse todo el tiempo y a sus ojos, era algo demasiado tedioso por eso prefería dejárselo todo a su madre, aunque ahora por circunstancias mayores tenia que serlo por propia cuenta, le quedaba en claro que jamás dejaría a su madre trabajando sola en el quehacer y hasta arrastraría a Kardia a ayudar si era necesario.
Compadecía en serio a su pobre madre por todos los años que pasó haciendo todo sola, desde trabajar y criar dos hijos, quedarse viuda y negarse a reiniciar su vida con alguien más... De solo recordar todo lo que ella había hecho por él y su hermano, le conmovía demasiado el corazón y eso le hacia crecer las ansias de enorgullecer a Natassia con todo sus logros, que vea que todo lo que sacrificó por él no había sido en vano. Esperaba que su madre se enorgulleciera de él hasta el ultimo momento... Hasta cuando le dijera que se había enamorado de un hombre. Esperaba que no lo rechazara por eso y que lo siga viendo como su pequeño niño, que siguiera tratándolo como siempre lo trató y siguiera amándolo como siempre lo amó.
Estaba tan metido en sus preocupaciones que no se dio cuenta de que alguien golpeaba con insistencia la puerta y como nadie le respondía, había entrado sin permiso.
-Oye, disculpa que me haya metido sin que me dieras el paso, pero necesito ayuda y ya no hay casi nadie por aquí.
-A esta hora ya están marchándose todos, si no es que ya todos se han ido. Y no te preocupes por entrar sin anunciarte, estaba metido en mi mente, con cosas personales. ¿Puedo ayudarte en algo?
-¿Trabajas aquí?
-Estudio mas bien, pero soy el secretario de uno de los profesores así que digamos que también trabajo.
-Perfecto. ¿Podrías ayudarme a buscar a alguien entonces? Y si no está, ¿Me dirías cuando y donde puedo encontrarlo?
-Pues depende quien sea. ¿Tienes su nombre? ¿Lo has visto ya?
-No, nunca lo he visto, es más, esta mañana escuché su nombre por primera vez. Creo que es un profesor.
-Bien, los conozco a casi todos por aquí. ¿Me dices su nombre? Tal vez sea de los pocos que aun se encuentran dando vueltas por aquí.
El joven saco de su chaqueta la emisiva recibida esa mañana y le dijo sin dudar el nombre.
-Milo Scorpio.
Al escuchar su nombre, una sonora carcajada abandonó su garganta, cosa que al recién llegado le pareció algo descortés, por lo que casi de inmediato, el menor se repuso para poder hacer entender su risa.
-Lo siento pero me da gracia que me hayas dado un titulo que no me corresponde.
-¿Disculpa?- Se sentía contrariado no solo por la risa aun presente del mas chico, aunque no tan escandalosa como al comienzo y también lo descolocaba esa respuesta.
-Es que me han confundido con muchas cosas últimamente, pero un fantasma y un profesor, son las mejores que me pudieron pasar.
-¿Podrías explicarte? No llego a entenderte, jovencito.
-Me presento.- Dejo de estar detrás del pequeño escritorio y pasó de inmediato a ponerse frente a frente con el contrario, que no dejaba de mirarlo entre extrañado y curioso. -Yo soy Milo Scorpio, y no, no soy profesor pero voy en camino a ser el mejor medico cardiólogo que pueda haber en toda Grecia.
Los claros orbes del rubio mayor se abrieron a mas no poder y eso Milo lo disfrutó. No sabía porque aquella persona lo había confundido con uno de sus profesores pero definitivamente disfrutaba de su confusión.
En cuanto pudo salir de su asombro, el rubio de cabello corto, trato de recuperar lo mas posible la compostura y hablar lo mas calmado posible.
-Vaya, al parecer pensé terriblemente mal. Lo lamento.
-No lo hagas, puede suceder si no se dan mas indicios que solo un nombre y mas si este esta en una carta con el sello de Aristóteles de Tesalónica. Pero ya, mejor dejemos atrás esta pequeña confusión. ¿Qué deseas de mí?
-Ah claro.- Trato de ponerse lo mas distendido posible para no tener que caer en ningún conflicto con aquel joven que se veía rebelde pero por su actuar con Camus, sabia que era muy dulce y tierno. -Verás, mi nombre es Aioros Onnassis y quiero hablar contigo sobre algo.
-¿Algo? Algo... ¿de qué?
-Mas bien de alguien.
Ahora Milo era el confundido pero no iba a poner ninguna mueca que dejara en evidencia eso. Así que solo le hizo un pequeño ademan con la mano para que continuara.
-Veras, soy la pareja de Saga Pollux y estoy aquí para hablarte de Camus.
El semblante algo sonriente de Milo se transformó apenas supo quien era el sujeto frente suyo y se tornó en uno de rabia absoluta al oír ese otro nombre tan maldito para él.
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