Conociéndose y ¿reencontrándose?
La desesperación que los invadió a ambos apenas sus miradas se cruzaron, fue suficiente como para que de manera casi inmediata, Milo se arrojara sobre Camus y este cruzara sus brazos alrededor del cuello del menor para traerlo más contra su cuerpo, sin importarle que una de las intravenosas se le arrancara de golpe, por el tirón que dio con su brazo y comenzara a sangrarle levemente.
Ninguno se dio cuenta de eso porque estaban tan metidos en la paz de aquel abrazo, que todo su entorno se había vuelto inexistente. En esa habitación no existía nada más que ellos dos y el amor que se tenían.
Aunque la reacción de los dos fue bastante parecida, en pocos segundo todo cambio completamente en el actuar de ambos, ya que Milo estaba llorando de manera desconsolada mientras lo abrazaba un poco más fuerte a cada segundo, mientras que Camus, fiel a su ser calmo y totalmente sereno, solo le acariciaba el cabello mientras le daba suaves besos entre esas largas hebras amarillas y le susurraba despacio que tuviera calma, cosa que Milo intentaba pero el sentir finalmente al pelirrojo entre sus brazos y escuchar hablarle por primera vez, tan pacifico, suave y conciliador, como soñó durante tanto tiempo, como deseo que todo estuviera después de tanta desesperación por toda la situación vivida y que, al ver como finalmente todo tenía un desenlace positivo, podía sacar toda esa angustia contenida para ya no cargarla más y por fin liberarse de todo lo que tanto mal le estaba haciendo a su alma y cuerpo.
-Tranquilo, mi amor. Cálmate y respira un poco, que, si no te pondrás mal y yo voy a tener que cuidar de ti, y creo que no querrás darme esa responsabilidad estando en este estado, recién salido de un coma, verdad?
-Por supuesto que no, Camie. Claro que no quiero poner sobre ti semejante responsabilidad, pero entiende que esto me sobrecargo las emociones. No esperaba esto para nada. ¿Cómo es que estas consciente tan repentinamente? Al menos repentino para mí.
-Vengo siendo consciente de mi cuerpo desde hace un tiempo, en lo que para mí fueron horas pero seguramente han sido días los que han pasado desde que pude mover mis dedos por primera vez y estar en consciencia de que aún seguía aquí. Siempre te sentí cerca, quiero que sepas eso, cariño mío, y creo que es esa la razón por la que estoy despierto.
La carita del menor, roja y algo húmeda por las lágrimas, lo llenó de ternura pero tambien supo que detrás de esos ojitos llorosos que mostraban algo de alegría, tambien había confusión por eso último dicho, por lo que se apresuró a responder sus dudas.
-Te sentí siempre. Desde el día en que regresaste a mí que sé que estas a mi lado y por eso, cuando no escuché tu voz en todo el día de hoy, me comencé a poner demasiado nervioso, también era consciente de eso, de mi impaciencia y mi necesidad por escuchar tu voz, escucharte contarme como fue tu día, como iban las cosas en tu casa, tus clases y todo de lo que siempre me hablas cuando vienes aquí, te sientas a mi lado y tomando mi mano, conversas conmigo durante horas.- Una enorme sonrisa se plantó en el rostro de Milo y sus mejillas ardieron levemente, cosa que intento ocultar bajando la mirada, pero el pelirrojo estiro sus manos para tomarlo de las mejillas y levantar su rostro para que no dejara de mirarlo. Camus no quería perder esa mirada ni un solo segundo, quería que Milo lo mirara todo el tiempo, todo el día. -Quiero ver esta carita preciosa todo el tiempo. Aún tus ojos brillantes los tengo en la memoria, como tengo tu dulce voz, la noche en que tuve el accidente. Aún puedo ver cómo me mirabas, tu cabello mojado por la lluvia y tu linda sonrisa dándome ánimos a que no me dejara caer inconsciente, que siguiera escuchándote... En ese momento lo supe.
-¿Lo supiste? ¿A qué te refieres?
El francés se inclinó un poco más y con delicadeza junto sus labios a los del menor. Se sorprendió por ese actuar, pero era claro que no lo alejó, simplemente apretó más su boca al contrario y así permanecieron durante varios segundos, perdidos en aquel superficial pero totalmente tierno acto.
-Quiero tener para siempre esa mirada sobre mí, esa voz hablándome solo a mí, esas caricias de calma solo sentirlas sobre mi piel... Que tu amor solo sea para mí... Que todo tú seas solo para mí.
-Voy a estar eternamente a tu lado, Camus. De la manera que tu más quieras, si quieres que sea tu amigo, lo seré, si quieres que sea tu confidente, tu amante, tu pareja... Lo que quieras que sea, lo seré.
-Quiero que te cases conmigo.
*
*
*
Aioros tardó dos días en decirle a Saga lo que había averiguado. Lo hizo más contra su voluntad, ya que el rubio mayor lo vio con actitudes tan molestas y un tanto irritante, que no lo soportó y prácticamente lo obligó a decirle que era lo que le ocurría.
Al escuchar todo lo que Aioros tenía para decirle, no pudo evitar comenzar a reír de una manera tanto cínica como histérica, cosa que hizo enfadar aún más al menor y aunque lo hizo notar, con expresiones y también gritándoselo, Saga no abandonó un solo segundo ese actuar tan estúpido y soberbio que repentinamente había adoptado.
-Sabes lo ridículo que suena eso, Aioros? Ese niño no podrá soportar a Camus bajo ninguna circunstancia.
-Se lo veía bastante determinado y con la mente solo puesta en cuidar de tu ex.
-No podrá hacerlo. Apenas si Camus despierte, si es que algún día lo hace, ese mocoso verá cómo es Camus realmente. Vera que la forma en que lo imaginó e idealizó esos días en que lo veía desde lejos en el colegio, estaba totalmente errada y no dudará un solo segundo en dejarlo apenas pueda hacerlo. Ya no te preocupes más por eso, cariño, ya viste que no es problema nuestro, te lo dejó bien en claro, no?
-Fue algo violento en su forma de hablar, pero sí, me lo dejó demasiado en claro.
-Bah, ese niñito seguro que es mucha palabra, solamente eso. Seguro que, si vuelves a Tesalónica o incluso si yo voy, no hará nada. Solo es un estudiante, no tiene ninguna clase de poder allí. Es más, ahora mismo voy a ir para allá y le dejaré bien en claro a ese tal Milo quien es el que tiene la razón aquí.
Saga le dio un beso en la mejilla al menor y sin más se dirigió hacia el placard, de donde sacó una chaqueta y con mucha calma y seguridad, se marchó hacía Aristóteles de Tesalónica a, según él, dejarle en claro a Milo Scorpio que no le intimidaba en lo más mínimo todo lo que le había dicho a su pareja, que con ellos nunca iba a poder y por sobre todo, también quería decirle que no iba a poder con Camus, que se iba a cansar de él más rápido de lo que él mismo se cansó e iba a dejarlo abandonado.
Lo que más quería era eso, romper todas las ilusiones y esperanzas de Milo, de que con Camus tendría una vida feliz, tranquila y completa. Lo único que más quería en ese instante era hacerle ver lo iluso que era y al ver todos los sueños de ese chico por el piso, se iría victorioso, con la razón en sus manos, de que nadie nunca iba a poder derrotarlo de ninguna manera y siempre tendrían que darle la razón en absolutamente todo lo que sucediera.
Vaya sorpresa se llevaría cuando llegara al encuentro de los otros dos.
*
*
*
-Así que, tu eres Camus.
-Si, soy yo. Un gusto conocerla finalmente, Señora Scorpio.
-Ay por favor, no. Dime Natassia.
-Intentaré asique por favor le pido, no se enfade conmigo si no puedo hacerlo de inmediato.
Ambos rieron, pero casi de inmediato, Camus bajó la mirada, pero sin dejar de sonreír, mientras que la rubia tomaba asiento al lado de la cama. El ambiente no se notaba incomodo ni pesado, pero si algo extraño, porque todo estaba ocurriendo demasiado rápido para el gusto de todos, pero si así todo estaba destinado a pasar, entonces simplemente se amoldarían a la situación y dejarían que ocurriera.
-Yo...- Se mordió los labios, pero fue una mala idea, ya que aún los tenía algo lastimados y de inmediato comenzaron a sangrarles y aunque quiso ocultarlo limpiando rápido las pequeñas líneas que salían, Natassia lo notó y con una cálida sonrisa, se le acercó aún más y le extendió un vaso de agua y un pañuelo, para que sacara su sangre sin mancharse y luego bebiera algo para tener un poco más hidratados sus labios, que se veían más lastimados y secos de lo que aparentaban. -Muchas gracias, no tenía por qué.
-No te hagas problemas. ¿Qué ibas a decirme?
-Ah sí, claro. Lamento mucho todos los problemas que le cause a su hijo. Nunca fue mi intensión darle tantos inconvenientes, espero sepa comprenderme.
Una sonrisa algo triste se posó en la mirada de la rubia y entonces fue ella quien bajó su mirada, pero más rápido que Camus, momentos atrás, volvió a dirigir sus enormes orbes azules hacia el muchacho frente a ella.
-Écarlate, mi esposo y padre de Milo y Kardia, murió en un accidente hace seis años. Mi niño menor no fue nunca consciente de todo lo que había acontecido porque apenas tenía tres años, pero Milo obviamente si entendió todo y quedó muy afectado. Luego de esa noche, jamás volvió a ser el mismo que era antes. Fue un cambio algo extraño, ya que él, de pequeño, siempre fue más bien introvertido, no le gustaba mucho la compañía de las personas, conocidas o no, y prefería siempre estar solo, pero luego de perder a su padre, se volvió un poco más abierto pero sobre todo rebelde y ese fue mi gran dolor de cabeza durante mucho tiempo porque no había manera de detenerlo cuando algo se le metía en la cabeza, bueno o malo, él siempre hacia lo que se le antojaba. Por suerte, dejó de lado esas actitudes cuando comenzó sus estudios universitarios y aunque en algunas oportunidades seguía siendo algo infantil, podía tolerarlo más que antes. ¡Imagínate mi sorpresa cuando, de un día para otro, se comportaba como un hombre maduro que sabía bien lo que quería, decía y que siempre que podía, recalcaba el hecho de que "no tenía más tiempo para bromas"! ¿Qué sucedió con mi hijo? No podía entenderlo realmente y cuando llegó la carta de renuncia voluntaria a su beca, creí que eso tenía que ver con tan gran cambio y tuve muchos sentimientos encontrados al tener semejante noticia en mis manos, pero nunca encontré el valor de enfrentarlo directamente, por lo que en calma esperé a que él mismo me pidiera hablar y me lo contara. No te mentiré, me dejo muy sorprendida cuando me dijo porque lo hizo y aunque al comienzo no lo entendí, el ver cómo te trató hace rato, cuando llegamos, me hizo comprenderlo todo y mi promesa a mi esposo, el día en que murió, volvió a hacerse carne en mí, mucho más que antes.
-¿No le molesta si le pregunto qué clase de promesa hizo?
-Esperaba que lo hicieras.- Llevó su mano hacia su cuello y con delicadeza, sostuvo un relicario que se veía frágil y brillante, que en su interior, tenía una foto de los tres hombres que aquella mujer más amo en su vida. -Durante todos estos años, y también todos los que vendrán, soportaré todo lo que Milo y Kardia hagan solo por el hecho de que sé que mis niños solo hacen lo que les apasiona. Ellos siempre han hecho lo que más aman hacer, sin que nadie se los impida, incluso hasta conmigo en desacuerdo, pero al final de todo, cuando veo esas enormes y bellas sonrisas...
Camus más que de inmediato comprendió que lo que Natassia había prometido, era que iba a dejar a sus hijos ser felices, sin importar nada de lo que pasara. Si veía que sus hijos eran felices, ella no se iba a interponer ante nada, más bien los dejaría que siguieran adelante con aquello que tan dichosos los hacían.
-Tu eres la felicidad de Milo, Camus. Jamás lo he visto así antes, tan feliz, con tantas ganas de vivir y de seguir adelante con todo lo que se proponga. Ya te dije que no entendí al comienzo por qué había renunciado a tener una cómoda educación, pero, no tengo que seguir pensando ni preguntando más. Solo te voy a pedir una simple cosa.
-Lo que usted pida, Natassia.
-Haz tan feliz a mi Milo, como él te hace feliz a ti.
-Voy a hacer por él mucho mas de todo lo que este a mi alcance. Él me mantuvo vivo, salvó mi vida. Sin él, usted y yo no podríamos estar conversando en este mismo momento. Usted no se imagina lo que amo a su hijo y le juro, por lo más sagrado en mi vida, que es el amor que tengo por su hijo, que nunca voy a dejarlo, que voy a cuidarlo y a amarlo hasta el último día de mi vida. Se lo prometo, Natassia.
La mano de la rubia tomó por sorpresa la suya y dándole un suave apretón, debido a que aún tenía una intravenosa en ella, comenzó a acariciarle lentamente el dorso de esta. Camus sonrió con autentica felicidad cuando aquella mujer le susurro un simple "gracias". La verdad es que sentía que él debía de agradecerle, por tener un hijo como Milo, por todo lo que hizo por él, por haber sido una gran madre que hizo todo por hacerlo feliz y convertirlo en el gran hombre que estaba a su lado ahora y le permitía que se amaran, pero decidió callar, al menos por ese momento porque lo que en ese instante debía decirse, ya estaba dicho y no había lugar para más.
Un par de lágrimas se le escaparon, pero se apresuró a limpiarlas, no porque no quería que Natassia lo viera llorar, sino porque desde afuera de la habitación se comenzó a escuchar claramente que algo estaba pasando.
Algo malo.
Los gritos de las enfermeras los alarmaron a ambos, pero más nerviosos se pusieron cuando escucharon a Saori gritar el nombre de Milo, junto a un desesperado pedido a que se detuviera.
Natassia, apenas oyó que su hijo estaba metido en medio de la conmoción, no dudo un segundo en salir a ver qué ocurría y en menos de lo que todos creyeron, con dos simples gritos de la mujer, Milo no solo se detuvo en su arranque de furia, sino que también se dejó arrastrar del brazo por su madre, como cuando era pequeño, hacia el interior de la habitación de Camus nuevamente.
-¡Cariño! ¿Qué pasó?
-¡¿¡Cómo siquiera tiene el valor de venir cuando bien en claro le dejé al otro imbécil que los iba a arrastrar de los pelos a ambos si se atrevían a poner un solo pie aquí nuevamente!??
-¡Milo Scorpio! ¡Primero te tranquilizas y dejas de hablar tan grosero!
-Si, mamá.
El rubio odiaba ser mangoneado por su madre hasta esa edad, pero ella estaba aguantando todo lo que estaba decidiendo hacer, así había sido desde siempre, por lo que sentía que lo único que podía hacer, era bajar la cabeza y obedecerla.
-Ahora dinos, pero sin perder la calma, ¿Qué sucedió allá afuera?
Con bastante incomodidad y suspirando varias veces seguidas, miró a su madre y luego de morderse los labios con fuerza, pasó por el lado de ella para ir al lado de Camus, quien le hizo un poco de lugar en su cama para que se sentará allí, como ya tenían por costumbre.
-¿Me prometes que no te pondrás nervioso?
-Si, prometo no hacerlo. ¿Qué pasa?
-En serio, Camie, te lo diré, pero quiero que te quedes tranquilo ante esto. Tu corazón aún se está acostumbrando a trabajar por sí solo nuevamente, y exaltarte te hará mucho mal.
-Milo, le pides que no se ponga nervioso, pero le das largas al asunto y al final eres tú quien lo pone ansioso, mira cómo le tiemblan las manos.
Ambos bajaron sus miradas y se dieron cuenta de que era verdad, Camus no se habia percatado que estaba temblando levemente por los nervios y eso a Milo le hizo mucho mal, tanto que la culpa no tardo en presentarsele.
-Lo siento, mi amor, no quise hacerte sentir mal.
-No te preocupes, mejor ya dime qué demonios sucedió allá afuera.
Milo tomó una gran bocanada de aire y dejándolo salir en un largo suspiro, le dijo la verdad.
-Tu ex está allá afuera y anda exigiendo verte.
De solo escuchar eso, el dolor en el pecho del pelirrojo fue imposible de ignorar, a la par de que se iba poniendo pálido y de una muy veloz manera mientras que todo a su alrededor comenzó a ponerse más y más borroso a cada segundo que pasaba.
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