Capítulo 6
-«He is sensible and so incredible...» -canto inconscientemente mientras voy haciendo mi tarea de Español.
Cuando me doy cuenta de lo que ha salido por mi boca, siento una ligera y extraña sensación en el pecho y el rostro de Nicolás aparece en mi mente dejándome algo confundida.
Sí, me agradaba estar a su lado, era lindo y adorable pero no estaba entre mis planes, enamorarme. Aunque les dije a mis amigos que recibiría el amor si llegase, realmente no creía estar preparada. Tenía mis metas claras y sentía miedo de que una relación las obstruyera. Así que me propuse ignorar cualquier sentimiento distinto al cariño, si tenía que ver con Nicolás o con cualquier otro chico.
-Hola -saluda Axel cuando se acerca a la puerta abierta de mi habitación.
-Hola hermanito. ¿Cómo te fue en la facultad?
-Muy bien Ana, dentro de muy poco seré médico, oficialmente.
-¿Sabes que me siento muy orgullosa de ti? -le pregunto antes de soltar una minúscula y tierna risa.
-Pues lo sospechaba -bromea mientras se acerca a mí con la intención de darme un abrazo.
-¡Huy, arrogante! -dije levantándome lentamente de la silla y rodeándolo a su paso para salir corriendo del cuarto pues acababa de llegar de la calle y me aterraba la idea de contagiarme con un escurridizo y letal virus.
-Te atraparé -gritó a unos pocos metros de mí, pero el miedo no impidió que me detuviera, un instante, a observar su alegre rostro, el mismo al que unas semanas atrás se le hacía difícil sonreír.
-¡No! -exclamo y cierro los ojos cuando lo noto a sólo un paso de mí, pero luego siento cómo deja un tierno beso en mi mejilla.
-Yo muero de orgullo por ti, hermana -confiesa y el alivio que me invade no es tan intenso como la felicidad que me provoca esa simple frase-. Sólo por eso no te torturaré más, je je je.
Terminamos riendo a carcajadas y conversando acerca de mis clases de baile; me hizo prometerle que le enseñaría pues él tampoco sabía bailar. Al parecer era un mal de familia.
Unas horas después decidí echar un vistazo y corregir algunos errores de mi historia.
Tristeza, desilusión, desesperación, son sentimientos que invaden nuestro ser. El mundo se derrumba ante nuestros ojos. Cada despertar constituye una batalla contra nuestros miedos, esos que se intensifican inimaginablemente por esta realidad tan cruel.
«¡Otro capítulo terminado! -pensé-. Listo para ser disfrutado»
Organicé mi escritorio y me acosté para leer un poco, aunque, por lo cansada que me sentía, no tardé en quedarme dormida.
Aquella noche tuve un sueño sumamente raro. Estábamos mi familia y yo, vestidos de «superhéroes», con trajes súper ajustados y capas súper largas y peleábamos contra algo tan pequeño que sólo nosotros podíamos ver gracias a los «súperpoderes» que poseíamos. Los edificios caían, las montañas a lo lejos se removían de un modo aterrador, los gritos de la gente eran ensordecedores.
Al cabo de unos minutos me desperté exaltada, con unas gotas de sudor deslizándose por mi frente y el corazón latiendo con más intensidad que de costumbre.
Inmediatamente me dirigí al baño, lavé mi rostro y observé el reloj en la mesita colocada a un lado de mi cama. Eran las 12:00 de la madrugada.
Otra jornada llegaba a su fin, pero la enfermedad continuaba. Miles de vidas y familias eran destruidas, pero la enfermedad no sufría ni un rasguño. ¡Al menos los míos seguían vivos y lucharíamos hasta el final!
Apagué la luz y volví a acostarme, esperando poder olvidar, al menos por el resto de la noche, la existencia de la Covid-19.
Cuando abro mis ojos, me percato de un fino rayo de luz que atraviesa mi ventana y me acerco dejándome llevar por la belleza del paisaje. Pienso en todo lo que ocurre a mi alrededor, en cuánto puede cambiar la vida de una persona, de la noche a la mañana.
En dos días cumpliría 16; sentía que esos últimos meses habían sido los más difíciles de mi corta vida y si bien sabía que la enfermedad cada vez se extendía más, no imaginaba lo que podría ocurrir más adelante.
Siento el teléfono de casa sonar unas horas más tarde y llega a mi mente la idea de colgar cuando percibo el sonido de una guitarra, sin embargo desprende una melodía tan agradable que se me hace difícil ignorar. Me permito cerrar los ojos y disfrutarla; cada nota me producía más serenidad, placer. Casi me quedo dormida en uno de los sofás pues, contraria a cualquier música aburrida, me pareció la más dulce del universo.
-Para ti, Ana -lo escucho decir cuando se detiene el sonido embriagador de aquel instrumento.
-¡Oh, Nicolás! -no hallaba las palabras adecuadas para responderle- Gracias -fue lo único coherente que pude expresar junto a una risita; estaba maravillada.
-No tienes que agradecer, soy feliz sabiendo que te gustó.
-¡Pues me encantó!
-Te contaré un pequeño secreto -adelantó-, estoy tan nervioso que mis manos no paran de sudar -confesó riendo y no pude evitar hacerlo yo también.
-Espero poder tocarte esta canción, algún día, en persona y seas testigo de mis molestos nervios.
-¿Te gusta que te vean nervioso?
-No, pero si quieres disfrutar de mi música debes verme así, contigo no me da pena, al fin y al cabo eres la responsable de mi ansiedad.
-¡Oh! -nuevamente logró que olvidara gran parte de mi vocabulario.
-¡Oh! Disculpa, es que cuando me emociono, hablo como un perico.
Después de eso, cambiamos automáticamente de tema. Él también era consciente de que algo que nos impediría ser novios, era la distancia que debíamos mantener, al menos mientras durara la cuarentena pues ya, ni siquiera podía ir al hospital. Pero desconocía la más fuerte razón, mi negativa a relacionarme amorosamente con alguien por miedo a que estropeara mis planes.
Minutos después mi madre llega a casa tan alegre que mi primera reacción fue acercarme y abrazarla, pero recuperé la conciencia inmediatamente y me detuve con una tristeza notable.
-¡Oh, cariño! Me daré un baño y enseguida vendré a darte un abrazo de oso. Mua -dijo al posar sus labios en mi mejilla.
-Mamá, ¿puedo saber qué te tiene tan contenta? -pregunté junto a la puerta del baño luego de escucharla tarareando una canción que no logré identificar.
-Por supuesto que puedes, cariño. Sucede que tu padre está mejorando y dentro de poco volverá a casa, sin embargo tuve una idea maravillosa que podemos poner en práctica ahora mismo -anunció antes de abrir la puerta mientras secaba su hermoso pelo rubio y se dirigía a su habitación-. Haremos una videollamada con tu padre, le encantará -dijo tomando su celular.
Para mí significó una verdadera sorpresa ya que hasta entonces le habíamos hecho evitar cualquier tipo de esfuerzo y a pesar de que esto no requería de mucho, lo incluímos por precaución. Cuando respondió, nos saludó alegre.
-Mi pequeña, dime cómo has estado.
-Muy bien, papá. ¿Tú cómo estás?
-Bien, cariño, ansioso por verlos y por que me leas otro capítulo de tu hermosa historia -respondió provocándome tanta alegría que inmediatamente salí en busca de la libreta en que había escrito hasta entonces.
-... y desde ese día, en todo el mundo, se reportan más y más casos. Cifras inimaginables que causan pánico, terror, ansiedad.
-¡Es perfecto hija! -valoró cuando terminé de leerle el último fragmento.
Vi lágrimas escapar por su rostro pálido. No fue preciso usar más palabras pues sus ojos, por sí solos mostraban el orgullo que sentía por mí, por la joven en que me estaba convirtiendo y el camino que había escogido.
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