Capítulo 2
El día siguiente me desperté bien temprano, dispuesta a comenzarlo con el cumplimiento de mi primer objetivo. Después de asearme y desayunar, tomé una libreta nueva y puse a volar mi imaginación.
Ante todo, tenía que pensar en un tema para mi historia y, con respecto a éste, crearle el título. Ninguna de dichas tareas me resultó difícil. Cuando supe lo de mi padre, quise escribirle algo pero no tuve el valor, todo ocurrió muy rápido y necesité tiempo para asimilarlo. Él era periodista y, desde mi niñez, me inculcó ese amor por las palabras. Como lo conocía tan bien, supe que no habría querido perderse ni un minuto de su existencia. Así que ahora, sintiéndome motivada y con fuerzas, le contaría desde mi perspectiva, todo lo que estaba ocurriendo a nuestro alrededor. Sería una historia individual y a la vez colectiva, que gran parte del mundo vivió. Se titularía Miradas de una adolescente.
Primeramente hice un resumen con los últimos acontecimientos. Cuando mi padre cayó en coma, todavía no estábamos en cuarentena aunque ya la enfermedad se encontraba entre nosotros. Recuerdo que estaba muy preocupado por el rumbo que tomarían las cosas. Pasaba varias horas seguidas buscando la información necesaria para que, quienes seguían su trabajo, estuvieran al tanto de la situación.
Ahora me tocaba, a mí, contarle lo que estaba ocurriendo y cuando terminara podría publicarla en Wattpad. Sin duda le gustaría.
Mi familia siempre me apoyó, incondicionalmente. Desde que les conté de la aplicación, no dejaron de animarme para que les mostrara a sus usuarios, mi «talento», como ellos decían. Así me daban confianza, alegría, porque confiaban en mi potencial como escritora. Una profesión a la que deseaba dedicar mi vida.
Unos minutos después de haber comenzado la historia, escuché mi teléfono vibrar, anunciando la llegada de un mensaje de Erick. Ese chico estudioso que tenía como mejor amigo, me estaba avisando de unas clases de baile online, que iban a realizar unos conocidos suyos. Sabía de mis ganas de aprender a bailar. En su fiesta de cumpleaños pasada casi estropeé sus hermosos zapatos nuevos, así que le prometí que lo haría. Justo después de enviarle mi respuesta, me subscribí al canal de YouTube donde se impartirían las clases todos los viernes. ¡Ya estaba avanzado en dos de mis propósitos!
Aquella tarde fui a visitar a mi padre. La situación en el hospital era distinta. Los trabajadores estaban más agitados que de costumbre. Caminaban por los pasillos como locos, casi ni se miraban entre ellos, sólo decían lo necesario. Parecían estar demasiado enfocados en su propia labor. Se comportaban como cuidando de no perder un segundo, que quizá necesitarían para salvar innumerables vidas. No puedo negar que me asustó un poco. Pensé en toda esa gente que estaba luchando por una oportunidad, en sus familiares que seguramente no habían perdido la fe a pesar de haberse quedado vacíos de tanto sufrir.
Cuando llegué al salón en que estaba ese ser tan querido, me encontré con Axel, mi hermano, llorando y sujetando la mano de nuestro padre. Me acerqué a él y lo abracé . Esta vez, no pude evitar que las lágrimas también corrieran por mis mejillas. Sin embargo, unos pocos minutos después, recordando el momento en que mi madre nos habló de la fuerza que necesitábamos para enfrentar tal circunstancia y mi propio lema, decidí secarme el rostro y hacer calmar a aquel pobre joven que sufría como un niño al que se le había roto su juguete preferido o al que habían abandonado sus amigos, aunque lo que en verdad estaba sintiendo era más fuerte, realmente sin comparación.
—Hermanito mío, debemos ser fuertes, recuerda lo que nos dijo mamá. Él nos necesita bien, capaces para cuidarlo mientras esté así —le dije tomando su cara entre mis manos.
—Pero es que no...
—Sabes que hay muchas posibilidades de que se recupere, el médico lo dijo. Además, al testarudo de nuestro padre no le gustaría ver a sus dos hijos así, hechos dos flacos llorones. Así que, respiremos profundo y no perdamos la esperanza —lo interrumpí.
—Ay hermanita, nadie como tú para sacarme una sonrisa en el peor de los días. Gracias —expresó mientras se secaba las lágrimas.
—Y nadie como tú para recordarme la clase de hermana que soy —bromeé una vez más.
—¡La mejor de todas! —dijo y me dio un beso en la mejilla.
Nos quedamos un rato conversando y dedicando, a menudo, miradas tristes a aquel hombre valiente, que inconscientemente luchaba por su vida. Cuando mi madre llegó, pidió que fuéramos a casa y, como de costumbre, se quedó casi toda la noche en el hospital, esperando una buena noticia.
El día siguiente lo dediqué mayormente, a la búsqueda de información para la historia. Cuando mi madre llegó a casa, siendo relevada en el hospital (después de mucha insistencia) por mi hermano, aproveché para hablarle de mi proyecto. La noté entusiasmada y me puso muy feliz su reacción, pues el cansancio acumulado durante los últimos días, le había impedido mostrar cualquier emoción distinta a la tristeza y el miedo. ¡Había logrado algo muy importante!
Esa misma noche, antes de irme a dormir le di un último vistazo a la lista y agregué un punto.
8. Hacer sonreír a mi mamá cada día.
...
Eran las 8:00 a.m. cuando me desperté por el molesto ruido que provocaba el reloj despertador y cinco minutos después decidí levantarme de una vez, porque de lo contrario me volvería a dormir.
Luego de darme un baño que eliminó todo resto de sueño y cansancio y de comer algo saludable para desayunar, decidí ponerme a escribir. Sinceramente era lo que más me gustaba. Siempre que tenía oportunidad, sin importar el lugar, sacaba el pequeño cuaderno adornado con ositos, que mi madre me regaló en mi décimo cumpleaños y plasmaba en él todo lo que pasaba por mi cabeza. Sin embargo, llegó un momento de mi vida, en el que tuve que dejar todo eso a un lado, pues mis responsabilidades iban en aumento y llegué a sufrir lo que se conoce como «bloqueo de escritor».
Lo busqué entre mis cosas más antiguas y lo desempolvé con cuidado. En ese instante, en mi cerebro se formó una tormenta de recuerdos. Me lancé sobre la cama y recibí cada uno, al tiempo que pasaba las hojas. Fue maravilloso, y nuevamente se manifestó el significado de la fase recordar es volver a vivir.
Encontré historias que había escrito en momentos tristes, como aquella que trataba de una familia que al poco tiempo de haberse reunido luego de mucho sufrimiento, se tenía que separar. Se me ocurrió en una ocasión que me sentía sola, porque así pasaba la mayor parte de mi tiempo, ya que mis padres trabajaban demasiado y mi hermano se la pasaba estudiando.
También recordé la vez en que peleé con algunos de mis compañeros por no querer compartir mis materiales. Tuve mis razones pero nadie las comprendió, y es que ellos lo rompían todo. Le dieron la queja a mi mamá y estuve castigada por una semana, al menos no me privó de mi pasatiempo favorito y fue entonces que escribí una pequeña historia de terror en la que una niña era maltratada por las personas a su alrededor y cuando está harta, se transforma en un enorme monstruo de cabello rubio que se come a todos los que le hicieron daño.
Me pareció muy gracioso aquel recuerdo. Estuve riendo toda la mañana y me sirvió de inspiración para la historia que me ocupaba aunque directamente no la consideraba de terror. Más bien era una tragedia basada en sucesos de la actualidad, o como me gustaba llamarla, la «desgracia moderna».
Y es que encontré en los pensamientos divertidos, un camino positivo y peculiar, para afrontar el desastre armado a mi alrededor.
A las dos en punto de la tarde, luego de un almuerzo «masticable» hecho por mí y de una tranquila siesta, busco mi teléfono y me conecto a internet para hacer una videollamada con mis mejores amigos. El último en conectarse fue Erick, pues siendo un chico tan estudioso, estaba terminando la tarea orientada en la teleclase del día.
—¿De qué hablaron en mi ausencia? —pregunta una vez «en línea».
—De lo lindo y estudioso que eres —responde Laura mostrando una tierna sonrisa.
—¡Eso lo sé! —bromea él y terminamos riendo a carcajadas más por la alegría de vernos nuevamente, que por su arrogancia—. ¿Ya hicieron la tarea?
—¿Qué cosa? ¡Lo siento, no te escucho bien! —finje Laura tratando de ocultar su irresponsabilidad.
—¡Por Dios, Laura! Sé sincera —le digo conteniendo la risa.
—No tiene remedio —suelta Erick, acompañado de un largo suspiro.
—¡Ay, es que sólo pienso en él!
—¿En quién? —pregunto.
—En ese chico especial que me hará feliz.
—¡Huy! —decimos mi amigo y yo al unísono.
—No hagan eso, que me sonrojo —dice Laura, cubriéndose el rostro con las manos.
—No te preocupes, te ayudaremos a encontrar a tu príncipe azul. Hasta lo agregué a mi lista de cosas para hacer durante este tiempo.
—Así que una lista ¿eh? ¿Y no tienes entre tus objetivos, buscar a tu propio príncipe? —pregunta Erick.
—No lo había pensado —respondo con sinceridad—, pero tampoco tengo tiempo para perder en ello.
—¡Tú como siempre, negándote al amor de pareja! No sé cómo algo así puede ser posible —exclama Laura.
—Simplemente no estoy desesperada, como alguien que conozco —expreso con una sonrisa adornando mi cara.
—Ja Ja Ja —fue su única respuesta a mi frase sarcástica.
—¡Ya, en serio, chicos! No lo buscaré, cuando llegue lo recibiré —confesé mientras pestañeaba de forma graciosa y los hacía reír.
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