Capítulo 48
¿Un accidente?¿Rumbo al hospital? ¿Qué demonios ha pasado?
Esas y mil preguntas más caminan como zombis en mi cabeza, unas tras otras queriendo comer mi cerebro, el pulso se me acelera, al igual que la respiración, abro la boca para preguntar, pero Cecile termina la llamada antes de que pueda hacerlo.
Me quedo en medio de esa habitación desconocida y oscura sintiéndome vacía, me he quedado en blanco, a pesar de que sé que debo moverme lo antes posible. Guardo el aparato y doy un paso hacia la salida. Sin embargo, escucho un suspiro entrecortado que me detiene, entonces me acuerdo de lo que estaba haciendo antes de la interrupción.
Me tallo el rostro con frustración, sin saber en realidad si me siento así por lo que mi hermana me ha dicho o por que no sé qué hacer con la rubia que se ve diminuta y frágil en el sofá, es como un pequeño animalillo asustado y tembloroso. Yo no conozco a Hannah del todo, no podría decir si es como Liam ha dicho, no lo parece, pero existe la posibilidad de que sea vacía y egoísta porque todos alguna vez hemos sido así, no obstante, antes que todo es una persona; y estoy segura que no merece que la traten de ese modo. Es inteligente, simpática y ayuda a muchos chicos en la escuela para que pasen sus exámenes, alguien así no puede ser una escoria.
Me gustaría decírselo porque no me gusta ver a la gente llorar, menos cuando se trata de un chico que, evidentemente, no vale la pena. No soy nadie para meterme en su relación, mucho menos catalogarla porque no sé nada sobre ellos más que los rumores de la escuela, pero alguien que vale la pena encuentra la forma de evitar lo que le disgusta sin herir a aquel que siempre ha estado ahí para él. Es decir, si han sido amigos desde hace tanto, compañeros de vida... ¿no se supone que algo debería sentir por ella? ¿Por lo menos cariño amistoso? ¿Y no se supone que los amigos no lastiman a sus amigos? Yo jamás podría lastimar a Jasmine o Jackson, ni siquiera si ellos me lastimaran primero.
—Es una emergencia, tengo que marcharme —susurro. Hannah sorbe por la nariz, en la oscuridad alcanzo a ver que mueve la cabeza, haciendo que su mata de cabello casi platinado se sacuda.
—Está bien, no te preocupes, solo necesito un momento y todo será como antes. —Mi ceño se frunce y mi frente se arruga, ¿de qué está hablando? Cuando yo lloré por Shawn no podía parar, hasta quise comprarme una fábrica de helados para deprimirme mientras comía, y eso que él jamás me trató mal o me dijo algo grosero.
—No creo que vuelva a ser como antes después de lo que escuché —digo. Luego me quiero dar cachetadas por ser tan imprudente, pues Hannah vuelve a llorar, debo aprender a mantener la boca cerrada—. Mierda, buscaré a tus amigas.
—¡No! Por favor a ellas no. —Su rostro se eleva al fin, está hecha un desastre con todo ese maquillaje corriendo por su cara. Al parecer se da cuenta de que estoy analizándola, gira el rostro y me impide verlo, como si llorar fuera la cosa más vergonzosa del mundo—. De verdad, Nat, voy a estar bien, no ha pasado nada extraño, la única diferencia es que ahora alguien escuchó.
Me da un escalofrío, no puedo entender cómo es que ha soportado que le hable de esa forma, yo le habría dado un rodillazo en las bolas, al menos sus gritos sonarían graciosos.
—Buscaré a alguien de confianza —murmuro. Me apresuro a salir antes de que pueda objetar.
Una vez en el exterior del cuarto, barro con la mirada el lugar en busca de alguien que luzca lo suficientemente cuerdo como para consolar a la pobre chica hasta que se recomponga.
Hago una mueca de disgusto cuando veo a Liam en un sofá con una chica en sus piernas, la cual no deja de hacerle cosas extrañas a su cuello. Lo más feo del cuadro es que las dos supuestas amigas de Hannah están ahí, viendo lo que está pasando, incluso se ven divertidas.
—Te he estado buscando por todas partes, ¿dónde estabas? —Enfoco a Shawn, quien lleva un vaso rojo en la mano, sus párpados se abren cuando encuentra mis ojos—. ¿Qué sucede? ¿Qué está mal?
—Mis padres sufrieron un accidente? ¿Podrías llevarme al hospital? —Sus labios se entreabren con asombro.
—Vámonos. —Con su mano libre agarra mi antebrazo para conducirme a la salida, no obstante, me detengo en seco plantándome en el suelo.
—Espera unos segundos.
Con urgencia vuelvo a buscar a alguien, no hay rastro de Jasmine ni de nadie conocido, estoy por darme por vencida cuando encuentro a un chico fumándose un cigarrillo con un montón de muchachos a su alrededor. Hago una mueca, no es la mejor opción, pero es lo único que tengo. Me suelto y empiezo a caminar hacia Oliver, quien lanza una risotada por algo que otro ha dicho. Me detengo frente al grupo de jóvenes, se quedan callados y me observan, haciendo que él me mire y alce una ceja.
—¿Podrías hacerme un favor? —cuestiono.
—Si se trata de darle celos a tu novio, el cual me está mirando como si quisiera arrancarme las pelotas, no, gracias. —Escucho risitas.
—No tengo tiempo para esta mierda, mis padres sufrieron un accidente y estoy intentando ser una buena persona, así que deja de actuar como un engreído con una espina en el culo. —Sin más, agarro su brazo y le doy un jalón, obligándolo a seguirme. No disminuyo el paso, lo arrastro por toda la fiesta, paso a un Shawn que se ve confundido, y llego a la puerta—. Más te vale que no te separes de ella hasta que se sienta mejor, y no permitas que se le acerque Liam, está alcoholizado y ya le ha hecho mucho daño.
Lo suelto cuando giro la perilla, le doy una mirada de soslayo y veo que cruza los brazos, estoy segura de que está por mandarme al carajo, así que me adelanto.
—¿Qué otra cosa tienes que hacer? ¿Fumar y hacerte el chistoso con tus amigos con cara de moco aplastado? Tengo que ir al hospital, carajo, y esta chica necesita apoyo porque sus jodidas amigas están aplaudiendo que su novio le sea infiel. Así que lo harás si no quieres que vaya con la subdirectora y le diga que todos los días se van a fumar al lado de los basureros, apuesto a que le gustará ver un montón de cigarros usados en el suelo.
Agarro a Oliver de la camisa, no le doy tiempo para responder, le doy un empujón y cierro la puerta. Con el corazón martilleando me doy la vuelta y me dirijo hacia la salida de la casa con Shawn pisándome los talones.
—No voy a preguntar qué demonios fue todo eso por ahora —dice.
—Gracias.
No hace falta que se lo pida, tampoco sé cómo consiguió las llaves del coche de Harold, antes de que sea consciente nos estamos subiendo al auto. El motor ruge y luego salimos disparados, esquivando a un montón de chicos amontonados en la calle. Me sumerjo en mis pensamientos, empiezo a hacerme consciente de lo que está pasando, ¿y si algo muy malo les ocurrió mientras yo estaba haciendo tonterías? Cierro los párpados, rogando mentalmente que todo esté bien.
Más pronto que tarde, Shawn apaga el vehículo en el estacionamiento del hospital estatal, su mano acuna la mía mientras caminamos hacia el área de urgencias. Hay una recepcionista en la entrada, clava sus ojos grises en los míos.
—Eres la hermana de la rubia y el niño pequeño, ¿verdad? Dijeron que vendrías. —Asiento, ella señala algo a mi izquierda—. Están en la sala de espera, si gustas esperar con ellos, tus padres llegaron hace unos minutos, en cuanto tengamos noticias el doctor irá con ustedes, ¿de acuerdo?
—Sí —digo sin ganas.
Con pasos lentos voy hacia la sala de espera, apenas entro, dos cabezas se levantan y dos pares de ojos me ubican. Frank se pone de pie como un resorte y corre, sus brazos me envuelven y su cara se sumerge en mi estómago. Le regreso el abrazo con un nudo en la garganta, siento los temblores de su cuerpo. Cecile también se levanta, puedo ver sus mejillas empapadas, ella nunca llora. Me trago las ganas que tengo de echarme a llorar como una niña asustada, se supone que soy la hermana mayor, que debo ser fuerte por ellos, mostrarles que todo estará bien incluso si no lo está; sin embargo, sé que en cualquier momento me derrumbaré, y entonces ellos también lo harán. Yo no puedo mostrarles nada porque ni siquiera sé que hacer, mamá y papá siempre saben, pero no están aquí.
Abro la boca y la cierro, no sé cómo preguntarle, pero al parecer sabe lo que quiero pedirle, pues empieza a hablar.
—No sé qué ocurrió exactamente, Frank y yo estábamos en la casa, recibimos la llamada. Chocaron con un camión, el auto de papá está destrozado, el conductor huyó, tomamos un taxi y llegamos aquí, no nos han dicho nada.
Los ojos de Cecile caen en Frank, quien sigue aferrándome como si temiera caerse, quiero decirle que no soy un buen salvavidas, que en cualquier momento podría hundirme con él, pero lo abrazo más fuerte.
—Ya, enano, todo va a estar bien —dice ella aplanando los labios, las dos sabemos que podría pasar cualquier cosa, ninguno de los tres está preparado para algo así, ¿quién lo está?—. Vamos a la cafetería, no has cenado nada, si pasa algo Natalie nos lo dirá.
Cecile siempre sabe qué hacer o decir, al igual que mis padres.
Ella se acerca y sacude el cabello de Frank, intentando animarlo. Él se echa hacia atrás y me observa desde abajo, como si tuviera que confirmar lo que le han dicho.
—Lo prometo —digo e intento sonreír.
Los dos se marchan, no les quito la mirada de encima hasta que es imposible mirar sus espaldas. Como un fantasma me dejo caer en uno de los asientos, solo entonces me permito llorar, voy a cubrir mi rostro con mis palmas cuando unos brazos me rodean. Shawn me pega a su cuerpo y deja que me esconda en su cuello. Le regreso el abrazo y dejo que las lágrimas cubran su piel y su ropa.
—Shh, tranquila, no va a pasar nada malo —susurra.
—¿Cómo lo sabes? —cuestiono con la voz temblorosa, queriendo aferrarme a sus palabras.
—Si estuvieran muertos ya lo sabrían, preciosa, esas noticias se dan en minutos, seguramente están revisándolos. Tienes que tranquilizarte o Frank pensará que algo está ocurriendo y se asustará.
—No soy Cecile, Shawn, yo soy la que corre a esconderse debajo de la cama, ella es la que desenvaina la espada y lucha contra los monstruos del armario.
—Eres más fuerte y valiente de lo que crees. Quizá no eres una espada temeraria que da la estocada final y vence a sus oponentes, pero todo caballero necesita un escudo, alguien que reciba los golpes y lo proteja, el escudo también es valiente.
El llanto se intensifica, lo aprieto más, hasta que siento que me uniré a él, que nada malo sucederá si decido despegarme; necesito que sus fuerzas me invadan.
—Me estás haciendo llorar —digo.
—Lo siento, solo quiero que entiendas que ser dulce no te hace débil, tus miradas azucaradas me arrasaron con fuerza desde que se posaron en mí.
—Esto sería tan romántico si mis padres no estuvieran en el hospital. —Se hace hacia atrás, así que lo miro. Una de sus manos acuna mi cara, su pulgar me acaricia y limpia las lágrimas de mis mejillas.
—Voy a estar contigo pase lo que pase, ¿de acuerdo? —Afirmo sacudiendo la cabeza. Cierro los párpados cuando sus labios encuentran los míos, se mueven con suavidad y me roban el alma, me provocan cosquillas en el vientre y me tranquilizan; aunque suene cursi. Hasta ahora me doy cuenta de cuán indispensable se ha hecho para mí, justo en este instante que me siento sola y él está conmigo dándome su calor, me quedo sin aliento porque no sé cómo decirle lo que siento. Lo beso más fuerte y hago puños su camisa hasta que mis dedos duelen. Cuando nos detenemos, apoya su frente en la mía y sonríe—. Quería decirte algo esta noche, pero creo que si lo digo ahora sonará fuera de lugar, o tal vez no, quizá es el momento perfecto porque me has dejado abrazarte y ver tu miedo; lo sea o no lo sea, quiero que sepas que te amo.
Suelto el aire contenido en mi pecho, lo miro con sorpresa, ¿de verdad lo ha dicho? Voy a hablar, no obstante, su dedo índice me silencia.
—No digas nada ahora, dímelo cuando tus padres estén en casa y tú no tengas los ojitos tristes. —Mis comisuras tiemblan, le robo un beso corto que me regresa gustoso y me recuesto sobre su pecho, disfrutando del movimiento de sus dedos sobre mi brazo.
Más tarde mis hermanos regresan, Frank se ve más tranquilo, al igual que Cecile. Los dos se sientan junto a nosotros, él se queda dormido sobre las piernas de mi hermana, quien intenta luchar con el sueño. Yo no puedo cerrar los ojos a pesar de mis párpados pesados, no dormiré hasta que me digan que no hay nada que temer.
Shawn se mueve para alcanzar algo de su bolsillo, me aparto lo suficiente, sin embargo, él vuelve a adherirme una vez que obtiene su teléfono móvil. Escucho las vibraciones del celular, él le frunce el ceño al identificador.
—Hola, mamá —dice él al contestar. Suelto un suspiro, solo espero que no lo regañen por mi culpa—. Los padres de Nat tuvieron un accidente, estoy con ella y sus hermanos en el hospital... No, no necesitamos nada, Cecile y Frank ya cenaron, Nat y yo obtendremos algo de la cafetería... Bien, le diré...
Shawn termina la llamada y vuelve a introducir el aparato en su bolsillo.
—Mi madre me pidió que te dijera que espera que todo salga bien. —No respondo porque no sé qué decir, la última vez que vi a la señora Price, le dije un montón de cosas después de que ella me insultara—. ¿Tienes hambre?
—No, pero tú deberías ir por algo de cenar. —Niega con un sonido.
—Familiares de Nicholas y Lauren Drop. —Tan pronto escucho esa voz, me levanto y localizo a la doctora de pie a unos cuantos pasos de distancia, me da una sonrisa a modo de saludo. Shawn se sitúa a mi lado y aprieta mis hombros—. ¿Eres su hija?
—Sí.
—Los vamos a pasar a piso, no pasó nada grave, así que pueden tranquilizarse. —Vuelve a sonreír y mira a mis hermanos detrás de mí—. Tu madre sufrió un esguince cervical y tu padre un golpe en la cabeza, nos demoramos pues tuvimos que asegurarnos que estuvieran bien. Tu madre saldrá en un rato y a tu padre le haremos otros estudios mañana, entonces pondrá irse a casa.
—Muchas gracias —digo, relajando mis hombros.
La doctora asiente y se va, Shawn me envuelve y me conduce de regreso a las sillas. Vuelvo a acurrucarme envolviéndolo, me recibe regresándome el abrazo. Jugueteo con los botones de su camisa.
—Tenías razón, no pasó nada malo. —Lo siento sonreír. Alzo la cabeza para encontrar su mirada—. Gracias por no haberme dejado.
—La verdad gané un montón, no me has soltado en toda la noche, me gusta tenerte alrededor, sobre todo si puedo sostenerte. —Sonrío. Agarro su mandíbula y lo jalo hacia mí hasta que su aliento choca contra el mío.
—No sé si es el momento perfecto o no, y no es que me importe, pues sea como sea sigo sintiendo lo mismo: yo también te amo, Shawn.
—Deja de ser tan dulce si no quieres que te coma a besos. —Suelto una risotada justo cuando su boca se estampa en la mía.
—Ugh, ¿podrían dejar de lamerse la cara? Hay niños presentes. —Los dos nos separamos debido a la carcajada que lanzamos. Miro a Cecile por encima de mi hombro, ella me guiña con diversión.
—En serio que me las pagarás cuando tengas novio, Cecile Abigail Drop.
* * *
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