Jasmine canta a todo volumen una de las canciones de Taylor Swift, su cantante favorita, imitando el baile ridículo de las botargas de animalillos. Me hace recordar su relación con Greg, me ha asombrado mucho que no ha caído en sus brazos como damisela en peligro, a pesar de que él insiste una y otra vez en que la ama. Yo no creo que la ame porque cuando alguien ama no traiciona, no deja a esa persona a la deriva.
—Baby, I miss you and I swear I'm gonna change trust me. Remember how that lasted for a day I say I hate you, we broke up, you call me, I love you... Ooooh, we called it off again last night but... Ooooh, this time I'm telling you, I'm telling you... —Definitivamente mi amiga no es la mejor cantante, incluso hay estudiantes que la observan conteniendo la risa, pero no quiero romper sus esperanzas e ilusiones, ella es feliz creyendo que canta como Tay, ¿quién soy yo para negárselo? Me mira y extiende su mano hacia a mí como si tuviera un micrófono. Giro los ojos, sacude su mano frente a mi boca una vez más—. Vamos, el público está esperando.
—We are never ever getting back together —digo sin cantar, con la voz más plana que encuentro en mi repertorio. Jas suelta un resoplido, negando con la cabeza como si estuviera indignada.
Vamos rumbo a la biblioteca, y antes de que se pregunten por qué mierdas Natalie Drop iría a ese lugar en su sano juicio voy a aclarar que solo estoy acompañándola porque tiene que dejar unos libros antes de que su cuenta de atrasos se extienda y tenga que vender un riñón para pagarla.
Jasmine no quedó en la selección de animadoras, por supuesto que mucho menos yo, creí que se desanimaría al no encontrarse en esa lista, pero ella dijo que lo intentaría en el equipo de la universidad. Aseguró que no les agrada a las porristas por ser la ex novia de uno de los jugadores y que es mejor pues no quiere más dramas en su vida.
—Si quieres puedes esperarme afuera —dice Jas frente a la entrada de la biblioteca al tiempo que abre su bolso para sacar los cinco libros que tiene que entregar. ¡Cinco! Yo no abro ni siquiera uno a menos que me obliguen.
—Nah, te acompaño, no quiero quedarme sola en el pasillo. —Me encojo de hombros.
Ella abre la puerta, me coloco a sus espaldas. Da un paso y se detiene de golpe con la espalda tensa. Frunzo el ceño mirando su nuca, sin entender por qué demonios se ha congelado. Cierra y se hace hacia atrás, chocando conmigo.
—¿Qué te pasa? —pregunto, confundida—. ¿Ahora te crees cangrejo?
—¿Sabes qué? Creo que todavía necesito los libros, me faltaron unos capítulos para mi reporte de Literatura, vengo después. —Pero yo sé que me está mintiendo porque sus gestos han cambiado, su mente no está justo aquí y parece nerviosa.
—¿Es Greg? ¿Greg está con una de sus zorras? —Niega con la cabeza, sin embargo, hay algo extraño en sus ojos, no es la misma chica que venía cantando con alegría una de sus canciones favoritas y eso me molesta. Aprieto mis puños, me giro y entro a la biblioteca con la intención de partirle la cara a Gregory por ser tan descarado.
—¡Natalie! Espera, no es por eso. —Ya estoy adentro cuando ella lo dice, doy unos cuantos pasos con las manos puestas en jarras, recorriendo con la mirada todo el sitio, en búsqueda de Greg Fisher, pero lo que me encuentro es muy distinto a lo que estaba buscando.
Me quedo quieta mirando una mesa cerca del escritorio de la bibliotecaria, Shawn está mirando a Hannah, ella está dándome la espalda, él no se ha percatado de que estoy observándolos. No me gusta verlos juntos, eso es un hecho, hace que mi pecho duela porque soy insegura, más ahora que sé que ella lo quiere en su vida. Me molestaría menos si no estuvieran tan cerca, después de todo, Hannah es su amiga y no puedo convertirme en una de esas chicas celosas que controlan todo lo que sus novios hacen, ¿cierto? Y no es mi novio, pero quiero intentarlo.
Doy un paso para ir a saludarlo, pero me quedo estancada en el suelo cuando Hannah se le lanza a Shawn y lo besa. Siento como si una bala me atravesara, no puedo dejar de mirar, incluso sabiendo que estoy torturándome. Respiro profundo porque ella es la que lo ha provocado, así que espero, aguardo para que él la empuje, o se mueva, la rechace, me recuerde; pero no lo hace. Mis ojos se llenan de lágrimas porque Shawn está ahí, siguiéndole el beso. Siento como si los dos estuvieran arrebatándome el corazón para pisotearlo en el suelo.
A pesar de todo creí que Hannah era buena, que le diría solamente y dejaría que pensara, jamás que lo besaría. Es como si se me estuviera resbalando de los dedos lo que hemos vivido juntos, y todo me golpea, empiezo a recordar aunque intento no hacerlo. Se siguen besando, y a mí se me sigue partiendo más y más el corazón.
La mano de Jasmine aprieta mi hombro, parpadeo para que las lágrimas bajen pues no me dejan mirar, y las arrebato lejos de mi rostro.
—Vámonos —susurra mi mejor amiga detrás de mí, no puedo pronunciar palabras porque no encuentro mi voz, tampoco puedo moverme.
Estoy viendo la cara de Shawn mientras la besa, está perdido ahí, seguro feliz porque al final obtuvo lo que quería: a la chica de sus sueños, esa a quien siempre ha amado. Me pongo en su lugar y sé que si él me hubiera besado de la nada le habría seguido el beso porque es mi crush, mi amor platónico, así que lo entiendo, comprendo que la bese, que le guste y que quizá quiera seguir haciéndolo. Eso no hace que duela menos porque de verdad lo quiero, no es una obsesión estúpida como al principio que me la pasaba haciendo dibujitos, eso lo hacía con inocencia, pues jamás intenté acercarme. No obstante, ahora lo conozco, lo he besado, he compartido secretos con él y esto jodidamente duele.
Duele.
Me está destrozando.
Recuerdo aquel día que nos sentamos en las escaleras de mi casa, cuando conoció a mis hermanos, recuerdo nuestra conversación, ese día le pedí que no me lastimara, le dije que me daba miedo que un día se fuera, pero ¿a caso estuvo conmigo alguna vez? Tal vez siempre estuvo pensando en Hannah. Quizá solo estaba conmigo porque no podía tenerla.
Duele como el infierno, como cuando me desperté un día y papá no estaba en su alcoba, tampoco en la cocina leyendo el periódico ni en la camioneta para llevarnos a la escuela.
Duele como cuando me caí de la bicicleta a los doce y llegué llorando con mamá porque había sangre en mi rodilla. Ella me sentó en el sofá y curó mis heridas, quiero a mamá ahora, incluso cuando sé que no hay pomadas para que esto deje de doler.
Duele.
Pero sigo mirando porque todavía guardo esperanza de que va a separarse, de que va a recordar que ayer me besó afuera de mi casa antes de irse. Mi labio inferior tiembla cuando no lo hace, él sigue queriendo a Hannah. Y todo sucedió justo como creí que pasaría, yo solo fui como esas comedias románticas que ves después de caer en un abismo al ver una verdadera película.
Se separan despacio, los dos al mismo tiempo. Él la observa sin darse cuenta de que ha partido mi corazón en muchos trozos, no tengo idea de qué voy a hacer ahora, ¿cómo podré andar por ahí viéndolo con ella? Doy un paso atrás, ya vi suficiente. Voy a salir de ahí, en ese momento él levanta el rostro, el aire sale de mis pulmones cuando nuestros ojos se encuentran.
Me siento como la tonta más grande del universo, tan patética porque las lágrimas no han dejado de salir, soy la más inocente e ilusa. De verdad creí que teníamos algo especial, pero yo no soy Hannah. No soy lo que sus padres esperan que lleve a casa, no tengo un buen IQ, no soy buena en los deportes, soy bastante torpe, aniñada, con tantos defectos; él es perfecto, uno de los mejores promedios de la generación, alumno estrella, ganador de torneos de atletismo, con muchos amigos y gente genial a su alrededor. Ahora me doy cuenta de que lo nuestro nunca existió, fue otra de mis fantasías.
No quiero que sienta lástima, tampoco quiero que todos se den cuenta de lo estúpida que fui, mucho menos me agrada la idea de él diciéndome que se quedará con Hannah Carson porque es perfecta, es la chica.
Así que me doy la vuelta antes de que pueda ver su reacción y salgo de la biblioteca corriendo a toda velocidad, tal vez es ridículo, después de todo él es campeón de atletismo. No obstante, no me detengo, corro y corro esquivando a las personas. No miro por encima de mi hombro, solo busco la salida.
Una vez afuera, recorro el estacionamiento con la mirada, si voy hacia la parada de autobuses él me va a encontrar y lo que menos quiero es tenerlo en frente de mí.
—¡¡Natalie!! —Escucho su grito, el pánico sube por mi garganta. Con la respiración agitada, con mis mejillas cubiertas de lágrimas y sin corazón pues lo he dejado en la biblioteca, busco un escape.
Veo un rostro conocido en una camioneta, ni siquiera lo pienso cuando me dirijo hacia Greg. Abro la puerta de su vehículo sin preguntar y me monto, le pongo seguro a la puerta, apresurada.
—Arranca, por favor arranca —pido aguantando un sollozo.
—No me estás secuestrando, ¿verdad? —Greg enciende el motor. Justo en ese instante veo que Shawn sale de la escuela y me busca, en segundos viene corriendo hacia mí.
—¡Arranca! ¡Joder! —chillo, histérica, sin importar si me veo como una niña. No me importa si luzco así, no ahora, no cuando me han lastimado. Entonces él mete reversa y, gracias a todos los cielos, sale del estacionamiento, alejándome de la escena y de él; sobre todo de él.
—¿A dónde quieres que te lleve?
—¿Puedes dejarme en los edificios de cristal? Los del centro. Por favor —pido, sorbiendo por la nariz y mirando hacia la ventana.
No sé por qué le he pedido que me lleve ahí, pero es en el único en el que puedo pensar. No tengo idea si se supone que estamos enojados, solo sé que necesito a mi padre porque sus abrazos siempre me hacían sentir mejor cuando me despertaba llorando, creyendo que los monstruos del armario me comerían. No son bestias esta vez, sin embargo, se siente como si alguien fuera a aplastarme en cualquier momento.
—¿Vas a estar bien? —pregunta Greg al detenerse frente a la acera de los inmensos edificios que parecen rascacielos. Asiento, afirmando con la cabeza. Abro la puerta y le doy las gracias al descender.
Camino un poco hasta que quedo en medio de la acera, frente a ese lugar, sintiéndome como una pequeña hormiga. ¿Debería entrar o debería ir a casa a comer frituras con Frank? Tal vez papá no quiere verme. Las lágrimas vuelven a salir, quiero regañarme porque nunca he llorado tanto, no por un chico; pero supongo que todas las ciudades tienen días nublados, también las más soleadas.
—¿Natalie? —Me giro al identificar la voz de papá—. ¡Por Dios! ¿Estás bien?
No necesito hablar, no necesito pedírselo, él se acerca a pesar de que está rodeado de ejecutivos y me abraza tan fuerte. Y entonces lloro sumergida en su pecho, en su traje. Y yo lo abrazo también, ¿por qué me enojé tanto con él? ¿Por qué?
—Shh, princesa, ya pasó, ya pasó —susurra.
Pero no ha pasado, el dolor sigue aquí, mi corazón sigue roto y no sé si pueda arreglarse.
* * *
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