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Capítulo 18



Estamos sentados en la mesa y lo único que quiero hacer es carcajearme, quiero tomarle una foto a mamá para subirla a Instagram. Creo que se da cuenta de mi diversión, la cual se esfuma cuando la escucho hablar.

—Así que... ¿tú eres Shawn? —pregunta mirándolo con una sonrisa que aparenta ser inocente; pero no, yo la conozco y es diabólica, está pensando qué hacer para avergonzarme—. Nat me ha hablado mucho de ti.

Mis mejillas deciden que este es un buen momento para convertirse en salsa cátsup. No me puede estar haciendo esto, no planea torturarme de esta manera, ¿o sí?

El pobre me mira con lo que creo es preocupación. Haces bien preocupándote, Shawn, creo que no saldremos vivos de esta.

—Espero que sean cosas buenas —dice.

—Definitivamente, aunque no me había dicho que estaban saliendo y eran novios. —La miro horrorizada y escucho la risotada ahogada de Cecile.

Muero de vergüenza, quiero hundirme en la silla y escurrirme hasta llegar a la coladera para esconderme en el drenaje y que las ratas de la alcantarilla se conviertan en mis amigas como en Blancanieves. Solo que ahí son pajaritos con plumitas, no animales peludos con ojos rojos.

Así de mal me siento.

¿Qué va a pensar Shawn? Tal vez él quiere hacer lo mismo que yo, podríamos fugarnos juntos. No puedo creer que mamá esté haciendo esto, haré huelga de hambre, solo debo prepararme y meter comida debajo de la cama.

—¿No se lo dijo? —cuestiona. Mi cabeza gira tan rápido que creo que podría estar poseída, ¿qué está haciendo? Estamos saliendo, pero no somos novios—. Vaya... Natalie, ¿por qué no le dijiste a tu madre que somos novios?

La habitación se queda silenciosa, todos miramos fijamente al chico, tal vez ya lo volví loco. No entiendo por qué está diciendo mentiras, luego recuerdo que mi madre vio que estábamos a punto de besarnos y lo comprendo.

—Eh... Lo olvidé —contesto en un murmuro.

—¿Cómo mierdas hiciste para que este chico sexy fuera tu novio? —pregunta mi hermana mirándolo de arriba abajo.

—Es porque yo no luzco como si me hubiera comido una tonelada de murciélagos.

—No, tú luces como si hubieras comido ositos cariñositos. —Abro la boca, indignada, lista para soltar una serie de maldiciones.

—¡Niñas! Tenemos un invitado —gruñe mamá, ambas cerramos la boca de golpe pues ya está lo suficientemente enojada como para que la provoquemos más—. Entonces, Shawn, como ya eres parte de la familia, ¿te gustaría ver las fotografías familiares?

—¡¡No!! —grito, ocasionando que cuatro pares de ojos me miren. Cecile y Frack están más divertidos que cuando ven caricaturas, mi madre me observa con picardía y Shawn con extrañeza, seguro está pensando que estoy demente—. Shawn ya se va, sus padres lo mandarán a la milicia si llega tarde, ¿verdad?

Espero su respuesta, le ruego con la mirada. Si él ve esas fotos, jamás podré verlo a los ojos de nuevo.

—Por supuesto. —Se pone de pie, mientras suelto el aire—. Ha sido un gusto conocerla, señora...

—Lauren —dice.

—Señora Lauren. Debo irme porque no quiero que mis padres me manden al ejército, espero nos veamos pronto. —Tomo su codo y lo obligo a seguirme a la salida antes de que algo extraño ocurra y termine siendo consumido por mi familia.

Lo saco de la casa y cierro, apoyo la espalda en la puerta soltando un suspiro de alivio.

—Eso estuvo cerca. —Escucho su risita. Sus manos se colocan a los lados de mi cabeza y me encarcela con ellos—. Yo que tú no haría eso, seguro Frank está espiando en alguna parte.

—¿Por qué no querías que viera el álbum? —cuestiona para mi mala fortuna. ¿En serio? ¿Quién es el encargado de la suerte y por qué le gusta cagarse en mí?

—Créeme que no hay nada agradable ahí, te he salvado la vida.

—¿Por qué le pintaste el pelo a tu madre?

—No le pinté el cabello, quería que Cecile se pintara el cabello porque es una bruja —digo, malhumorada.

—¿Alguna vez te sale algo bien? —pregunta con diversión.

Sonrío de oreja a oreja y rodeo su cuello con mis brazos. Ni en mis más anhelados sueños soñé que algún día abrazaría de esta forma a Shawn Price.

—Al parecer sí pues crees que somos novios —susurro.

Sus manos me abrazan con fuerza.

—Quiero que lo seamos. —Sus palabras me sacan el aire, pero sé aparentar que me queda aliento. Otra vez las malditas mariposas aletean en mi estómago, quizá Cecile tiene razón y comí ositos cariñositos.

—¿En serio? Podrías acabar con el cabello azul si me haces enojar. —Lanza una risita que me hace reír.

—Podría enamorarme de ti para siempre, es tan fácil caer en tus redes, preciosa. —Deja un besito en mi nariz, yo hago una mueca porque quiero que bese mis labios—. Lo siento, pero tu hermano está mirándonos por la ventana y luce como si quisiera apuñalarme con su espada de juguete de Star Wars.

Lo busco con la mirada y encuentro a Frank pegado al vidrio, su nariz se ha deformado debido a la presión. Está mirando fijamente a Shawn con el ceño fruncido. ¿Qué le pasa a este?

—Debo irme, tal vez no me metan al ejército, pero sí recibiré un regaño por lo de hace rato. —Asiento y le doy una sonrisa triste al escuchar su timbre melancólico.

Lo observo caminar hasta su motocicleta y perderse en la calle. Cuento hasta diez y respiro profundo antes de regresar a casa.

—Dime que no te trajo en esa maldita cosa —advierte mi madre con tono mortal. Santísimas alas del ángel, está muy enojada. Su rostro está algo rojo, en serio no quería pintar su cabello de azul, aunque es gracioso. Es como Avatar.

—¿Y tiene una motocicleta? Mierda, tal vez debería comer tus cereales de colores a ver si se me pega algo —Cecile refunfuña y se sienta enfurruñada en el sillón.

—Mamá, dile a Nat que no puede tener novio hasta los cuarenta. —Observo a mi hermano con la peor de las miradas, se encoge de hombros—. Solo digo, esa motocicleta podría matarte, deberíamos prevenir.

Intento explicarle a mi madre que el vehículo de Shawn no es peligroso y también le pido disculpas por lo de su cabello. Se molesta más cuando le cuento que la broma era para Cecile y que ella lo sabía. Así que los tres estamos oficialmente castigados. No podemos salir, no podemos comer postre, no podemos pasar tiempo en la computadora y el televisor... No podemos respirar. Soy una presa.

Lo más espantoso de todo el asunto es que tendré que cuidar en mis días libres a mis adorables hermanos. Soy la niñera de dos demonios.

No digo nada porque parece un toro a punto de atacar, solo la observamos subir las escaleras con una cajita de tinte en las manos.

El lunes en la mañana encuentro a Jasmine en la misma jardinera de siempre, solamente hay una diferencia, tiene los ojos rojos e hinchados. Acelero el paso porque luce como si hubiera estado llorando.

—¿Qué sucede? —pregunto y me siento a su lado.

Sus ojillos se cristalizan, parpadea varias veces. Tomo su mano y la aprieto.

—Greg y yo peleamos —murmura—. Creo que está viendo a otra chica.

—¿Por qué piensas eso?

—Pasamos menos tiempo juntos, dice que es porque tiene que entrenar, todo el tiempo tiene que entrenar. Ahora siempre está distante, ayer fue a la casa y no hicimos más que ver la televisión, no me dio un beso al despedirse. Su celular tiene contraseña, no es que lo espíe, Nat, pero nunca tuvo una, ¿por qué ahora sí? —Se escucha tan triste. No puedo aceptar la idea de Greg siéndole infiel, yo he visto al muchacho, he visto cómo se desvive por Jas.

Ahora, debería preparar mis guantes de boxeo... ¡No! Mejor unas tijeras.

—¿Le has comentado esto? —Sorbe por la nariz al tiempo que una lágrima sale de su ojo.

—Lo hice, ayer antes de que se subiera a su coche. Me mandó a la mierda diciendo que estaba muy cansado como para discutir estupideces. —Suspira, dolida—. Le ofrecieron una beca de deportes en una universidad, está tan distinto desde ese día, creo que quiere terminarme y no sabe cómo hacerlo. Ya no sé, no tengo idea de qué está pasando.

Vuelvo a apretar su mano. Nunca he pasado por algo así, me siento como la peor de las mejores amigas pues no sé qué decirle.

—Pienso que te estás imaginando muchas cosas, quizá sí estaba cansado por todos esos entrenamientos. Como quiere esa besa se está esforzando y solo piensa en eso.

—Tengo miedo de que cambie, Nat, él jamás me había tratado como ayer.

Aguardamos un momento, el timbre suena. Entramos al instituto y caminamos por el pasillo lleno de estudiantes y casilleros.

—Y él jamás había coqueteado con alguien estando conmigo —murmura.

Al principio no entiendo de qué habla, hasta que mi vista cae en un Greg sonriente que permite que una chica se le acerque demasiado y apriete su brazo.

Idiota.


* * *


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