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Capítulo 02

MIRADAS AZUCARADAS VUELVE A WATTPAD por tiempo indefinido\*-*/ Recuerden que este es el borrador de la historia, en el libro físico y en el ebook hay cambios <3

No, no, no, no puede ser cierto.

Delante de mí está Shawn, su antes inmaculada camisa ahora está mojada y sucia, con olor a trapeador después de asear el baño de chicos. No me muevo, me quedo estática contemplando cómo baja la cabeza y mira el desastre para luego silbar entre dientes.

Sus perfectos labios hacen una mueca de desagrado y yo me quiero morir. De hecho quiero morir, reencarnar y volver a morir.

Pero ¿por qué mierdas no pude conocer a mi crush de forma normal? ¿Por qué, por qué, por qué?

Sí, lo conozco desde hace dos años, llevamos algunas clases juntos; pero él nunca ha querido reconocerme, hasta ahora. No es que sea la chica invisible y fantasmal del asiento de atrás, tampoco soy tímida, por alguna razón no puedo estar a su alrededor sin ponerme a temblar.

Este momento me lo imaginé algo diferente. Me hubiera gustado que nuestras miradas se encontraran por mera casualidad en un cálido día de verano, en medio de un pastizal lleno de flores, y él no pudiera despegarla. Para completar el cuadro, se hubiera levantado para acomodar un mechón de mi cabello como en los libros eróticos y me robaría un beso. ¡Pero no! ¡Tuvo que caerle mi puto caldo!

Él se me queda mirando expectante, sus lindos ojos están esperando por mí. Por un momento me pierdo en el castaño que se parece a la malteada que venden en mi trabajo, aunque suene soso. Amo esa malteada, podría comerla siempre.

—L-o sie-ento. —Mi patética respuesta hace que me quiera golpear la frente. No sé por qué me pone tan nerviosa. Recupero el aliento e intento encontrar mi voz—. De verdad lo lamento, no fue mi intención, no te vi.

—No te preocupes, fue un accidente. —Suspiro, aliviada. No quería que me odiara por arrojarle la estúpida cosa. Esboza una sonrisa de lado que me pone de los nervios, creo que él sabe lo que me provoca porque suelta una risita—. ¿Debo pagar tu... lo que sea?

Su nariz respingada se tuerce, mierda, quiero babear. ¡Tengo a Shawn Price frente a mí! Mirándome a mí, hablándome a mí, quiere comprarme un caldo. Podría ser una cita, ¿no?

A pesar de que un montón de cuervos y zopilotes merodean en mi estómago, y de que mis manos sudan, aclaro la garganta.

—Eh... ¿Debo pagar la lavandería? —cuestiono. Su sonrisa se ensancha. Quiero esconderme bajo tierra justo ahora.

—Por supuesto que no, entonces nos vemos luego. —Se da la vuelta sin esperar respuesta, no le quito la mirada de encima hasta que sale de la cafetería.

Atónita, regreso a mi asiento, miro a Jasmine después de colocar en la charola el cuenco vacío, se encoge de hombros y regresa al besuqueo con Greg.

Misteriosamente, mi apetito se ha ido, eso quiere decir que tenerlo cerca ha quemado mis neuronas.

Llego a casa a las tres de la tarde, apenas entro, el olor a pasta roja se cuela en mi nariz y yo babeo. Mis tripas rugen, piden un poco.

Los gritos e mis hermanos me hacen rodar los ojos, los dos se encuentran en la sala peleando por el control remoto. Me tienta la idea de ir a molestarlos, pero prefiero ir a la cocina.

Soy una chica débil, la comida es mi talón... y mi codo, mi estómago y mi corazón.

—¿Cómo te fue hoy, cariño? —pregunta mamá tan pronto entro en su campo de visión.

Está frente a la estufa moviendo un cucharon en el recipiente. Lleva puesto el delantal que Frank, Cecile y yo le regalamos el día de las madres, tiene nuestras manos pintadas en el vientre.

Me encojo de hombros para restarle importancia, pero frunce el ceño. ¡Uy! ¡Doña Lauren Sherlock a bordo, señoras y señores!

Mi madre es un caso especial. Somos parecidas físicamente, tiene cabello miel y unos grandes ojos marrones, como los míos. Además de ser intuitiva, es suspicaz.

—¿Qué ocurrió? —cuestiona.

Yo tomo cuatro vasos del lavavajillas y los pongo en la encimera para llenarlos de jugo de naranja.

—Nada importante, solo arrojé mi sopa con olor desagradable en la ropa de Shawn, me quede medio tartamuda al tenerlo en frente. Y ¿cómo olvidarlo? Reprobaré matemáticas. —Escucho que suelta una risita, yo resoplo un tanto divertida. Si tengo algo bueno a mi alrededor, eso sería mi madre.

Es genial saber que ella estará ahí para escuchar cada cosa quiera compartir, aunque sea lo más absurdo o lo más doloroso.

—No podría vivir con tu mala suerte, Nat.

—Qué buena madre eres, burlándote de las desgracias de tu hija —digo mientras sirvo la última gota de jugo en el último vaso.

—¡Niños, a comer! —exclama mi progenitora.

Una estampida llega hasta mis oídos, lo cual es curioso pues solo son cuatro pies los que se acercan.

—¡Hazte a un lado, vomito de mono! —Ahogo una carcajada al escuchar el grito de Frank, quien empuja a Cecile para poder entrar primero al cuarto.

—¡Si yo soy vómito, tú eres mierda! —Termino carcajeándome. Mamá me da una mirada de reproche.

—Cecile Abigail, ¿qué son esas palabras? —Mi hermana entra primero y se deja caer en su silla favorita.

Es alta y flacucha, más rubia y pálida que yo, tiene quince años y está pasando por su periodo de ser una adolescente rebelde. Se pinta las uñas de negro al igual que los labios, se pone gorros de lana y deja que el cabello le cubra la cara. Dice que tiene alma dark.

—Mamá, ¿Qué es mierda? —pregunta Frank con fingida inocencia y gestos divertidos, es el típico niño con rostro angelical y cerebro maquiavélico. Me lo imagino como un pequeño y molesto Oompa Loompa.

—Mierda es lo que te sacas cuando te hurgas la nariz. —Cecile sigue hablando—. Así que tu lado de la mesa está llena de mierda.

—¡Cecile! ¡Frank! ¡Basta! —Me quedo quieta, mirando de un lado a otro como si fuera una guerra. Le apostaría a Cecile si pudiera, pero no creo que a mamá le agrade la idea.

—¡Yo no tengo mierda en la nariz! —grita mi hermano, furioso.

¿Recuerdan los Oompa Loompas? Es un pequeño troll rojo y enojado.

—¡Es suficiente! El próximo que diga la palabra mierda, se quedará sin postre el fin de semana.

Quiero decirle que ella lo dijo, sin embargo, prefiero quedarme callada.

Sirve un montón de pasta en los platos, me hace agua la boca. Posteriormente se sienta frente a mí. Empezamos a comer en silencio. Mi madre se aclara la garganta, cuando veo su semblante sé que no me va a gustar lo que va a decir.

—Tu padre llamó, quiere saber si irás el viernes a comer con él.

Su simple mención me altera, me enfurece, me dan ganas de romper todo lo que tengo cerca. Me agrada la idea de convertirme en Hulk y destruir cosas.

—La próxima vez que llame, dile que con él no voy a ir ni a la esquina y que puede irse a la m...

—¡Natalie! —Interrumpe—. Nicholas sigue siendo tu padre, ya pasaron seis meses y no lo has visto ni una sola vez.

Está enojada y estoy haciendo que se enfade más. No sé para qué lo menciona y lo defiende si siempre acabamos discutiendo. Puedo ser un algodón de azúcar, pero es tema saca mi lado violento.

—¿Ya lo perdonaste? —cuestiono, irritada.

—Es diferente, eres su hija.

Ya me conozco ese sermón de memoria, así que pasaré esta vez.

—Y tú eras su mujer, dejó bien claro que no la pasaba bien con nosotros. —Me pongo de pie de un salto. Frank está callado mirando su plato y Cecile evita mirarme—. No me pidas que actúe como si nada, no soy hipócrita.

Salgo de la cocina hecha un caos y me encierro en mi habitación. Ahogo un suspiro en mi almohada. Amaba a papá, era su princesa, adoraba cuando salíamos a jugar con nuestras bicicletas los días nublados. Me gustaba que no se riera de las cosas graciosas que e pasaban porque a veces no es divertido, y él entendía.

Por eso me decepcionó cuando decidió irse sin despedirse, sin preguntarme cómo me sentía.

Este día no podría ir peor.

* * *



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