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Capítulo 4: Secretos




                  

― Marinette, no te vayas aún, me gustaría hablar contigo un momento.

            La joven se detuvo en seco antes de llegar a la puerta, le hizo una señal a Alya para que siguiera sin ella, y aunque dudó un instante, esta decidió salir.

Después de levantarse una mañana más sin haber pegado ojo, las horas de insomnio habían traído sus frutos; se había quedado dormida en clase. Alya la había intentado despertar, incluso Nino y Adrien, delante de ella. Lo cual había conseguido su cometido sobresaltándola y logrando el efecto contrario.

― Marinette ―la profesora se detuvo delante de ella, suspirando e intentando encontrar las palabras adecuadas―. Normalmente no me meto en asuntos privados, pero empiezas a preocuparme. No solo a mí, algunos profesores ya me han llamado la atención.

― Lo siento, profesora. No he dormido bien, pero no volverá a pasar... ―se disculpó con torpeza.

            ― No es eso. El problema es que no estás atenta. Pareces pensar en otras cosas, estar pendiente de algo más ―aseguró la profesora―. Si tienes problemas personales, puedes hablar con el director y te dará unos días libres.

¿Realmente había estado tan despistada? Sí, bueno, le había dado muchas vueltas a las palabras del Gran Guardián, pero estaba segura de que su comportamiento en clase era el habitual. Dejando de lado que se había dormido y el día anterior llegó tarde, claro.

Entonces se dio cuenta. Desde entonces apenas había dormido, y no pensaba en otra cosa. Incluso los profesores se habían percatado de eso.

― No es nada, de verdad ―intentó restarle importancia―. Simplemente no he dormido bien.

― De acuerdo. Pero si tienes algún problema, puedes hablarlo. Siempre pareces estar tan atenta en clase y eres tan responsable con los estudios que no me gustaría ver que tu talento se apaga.

No era una profesora que dijera las cosas con amabilidad, todo parecía ser rudo y desagradable, pero el intento de sonrisa que le ofreció le dio la pista para pensar que lo decía de verdad. No sabía que los profesores tuvieran esa imagen de ella, pero era agradable darse cuenta que en su vida como Marinette no era un completo fracaso.

Sonrió con pesar. No podía decirle que hasta que no solucionara sus preocupaciones con su segunda vida, no podría prestar toda la atención que quería.

Al salir del aula esperaba ver a Alya. Y de hecho la vio, a unos metros hablando con Nino. Por el contrario, quien la esperaba al otro lado de la puerta era Adrien. Parpadeó sorprendida.

― ¡A... Adrien!

― Ah, Marinette. Espero que no fuera nada. Intentamos despertarte pero no hubo manera de lograrlo. Me siento un poco culpable... ―murmuró avergonzado―. Al final te descubrieron por mi culpa. No quería asustarte.

― Eh... ¡no! No te preocupes, no ha sido culpa tuya. No debí dormirme. Llevo unos días que no puedo pegar ojo por las noches...

<<Deja de mover las manos. Eso es estúpido>> se recriminó. A lo lejos pudo fijarse que Alya alzaba un pulgar, indicando que iba bien. Estupendo...

― La verdad es que yo tampoco he dormido mucho hoy... Aunque parecías estar mucho más cansada. Será mejor que descanses esta tarde ―la aconsejó.

Marinette asintió.

― Sí, lo haré ―consiguió decir.

Era los primeros instantes desde ayer que conseguía evadir el tema del libro, Papillon, los akumas, Volpina y Chat Noir, pero cuando realmente llegó a su consciencia el hecho de que estaba hablando con Adrien todo regresó de golpe. ¿Qué pasaría si él se diera cuenta de todo? Si sus teorías eran ciertas, ¿qué sentiría si descubriera que su padre...?

― Bueno, nos vemos entonces. Descansa ―se despidió.

Alya hizo intención de llegar hasta ella, justo en el mismo instante que un impulso recorría el cuerpo de Marinette.

― ¡Espera, Adrien! ―gritó. Este se volvió, sorprendido.

Lo había hecho sin pensar, pero no se arrepintió. Apretó los puños con decisión, Alya, cerca de ella, observaba la escena realmente sorprendida.

― Esto... Quería decirte... ―comenzó. Adrien se detuvo con cierta curiosidad, esta vez acaparando toda su atención. Ella sacudió la cabeza y volvió a intentarlo―. Solo quería que supieras... que si alguna vez sientes que no sabes dónde ir... puedes... Puedes contar conmigo ―aseguró mirándolo a los ojos―. Quiero decir, no hace falta que me cuentes qué te pasa ni nada. No soy una cotilla ―aseguró con una risa nerviosa―. Solo... solo quería que supieras que puedes contar conmigo.

Estaba segura de que esa era la primera vez que quien se había quedado sin palabras era él. Pero lo había tenido que decir. De hecho sabía perfectamente porque estaba tan preocupada. Si tenía razón, quien debería protegerlo, quien debería ayudarlo, sería quien más daño le haría. Y quería que él supiera que ella podía ayudarle. Siendo Ladybug o siendo Marinette.

― Ah... ―consiguió decir Adrien―. Gracias...

No supo cómo, pero lo supo. Ese gracias estaba lleno de sorpresa. Quizás porque debía ser la primera vez que alguien le decía algo tan extraño. O tal vez realmente agradecía lo que le había dicho.

Cuando se despidió, Alya no perdió ni medio segundo en llegar hasta ella y preguntarle lo evidente; A qué había venido eso.

― ¡Por un momento pensé que ibas a declararte, así por las buenas! ―exclamó.

Marinette enrojeció al mismo tiempo que se sorprendía. ¡Ni siquiera había pasado esa idea por su cabeza!

― ¡¿Qué?¡ No, no podría... Es... ―el reloj en lo alto de la pared del instituto llamó su atención―. ¡Es tardísimo! Alya, podemos hablar luego. Tengo que ir a un sitio...

Su amiga se cruzó de brazos.

― Tú y tus sitios. ¡Luego te llamo, y más te vale que me cuentes a qué ha venido eso con detalles!

Marinette empezó a alejarse, corriendo como si el mismísimo diablo la persiguiese.

― ¡Prometido!

***

No debería haber corrido hasta casa. De hecho, lo mejor habría sido esconderse en algún sitio y transformarse en Ladybug directamente. Pero había querido coger antes el libro para poder enseñárselo a su compañero, a pesar de que Tikki seguía insistiendo que no era una buena idea.

Si bien era cierto que Chat Noir era demasiado impulsivo, lo era también leal y seguro de sí mismo. Siendo ella Ladybug, incluso como Marinette, había cometido demasiadas veces el error de no confiar en los demás y hacer las cosas ella sola. Y no pensaba cometer ese error una vez más.

Aunque, en definitiva, ir hasta casa no había sido en absoluto una buena idea.

― ¡No importa que no lo usemos todos los meses! ¡Es importante no tocar ese dinero, deberías ser consciente de eso! ―escuchó que gritaba la voz de su madre.

― Ese dinero está para usarlo si es necesario, y lo era, lo es. ¡Deberías confiar en que no lo malgastaré! ¡Este negocio lo llevamos los dos!

Marinette se quedó quieta en la entrada de la tienda observando incrédula discutir a sus padres.

― ¡El problema no es que confíe o no en ti, el problema es que, como has dicho, este negocio es de ambos, y parece que haces las cosas siempre por tu cuenta!

Marinette parpadeó, incapaz de concebir lo que estaba viendo.

― ¿Ma...?

― Ve a tu cuarto, Marinette. Tu madre y yo estamos discutiendo un asunto importante.

No fue necesario que dijera nada más, se alejó tan deprisa como fue capaz y subió a su cuarto cerrando la puerta tras de sí. Tikki salió de su bolso, observando con atención a la joven que miraba absorta la nada.

― ¿Estás bien? ―murmuró.

La dulce voz de su Kwami llamó su atención.

― Sí, no te preocupes Tikki. Es solo que nunca los había visto discutir de este modo. Mucho menos por un tema de dinero.

Tikki frunció el ceño con decisión.

― Tiene que ser Volpina ―aseguró. Marinette no parecía sorprendida al escuchar su afirmación.

― Lo imaginaba. No pude purificar su akuma del todo. Es por eso que seguirá afectando a la gente hasta que logre atraparlo. Igual que sucedió con mi primer akuma.

Apoyada en la pared, Marinette se dejó caer al suelo poco a poco. Le flaquearon las piernas por un instante, pensando en qué podía hacer ella para salvar a Volpina. Ni siquiera sabía qué tenía que atrapar exactamente. El collar lo había purificado dos veces, y las dos había fracasado. ¿Qué más podía hacer ella? ¿Qué podía hacer Marinette cuando la anterior Ladybug no consiguió derrotar todo el mal?

― Todo saldrá bien, Marinette ―intentó animarla su pequeña compañera―. ¡Eres Ladybug! Si hay alguien que puede encontrar a Volpina y purificar su akuma, esa eres tú.

            Marinette sonrió a la pequeña Kwami. Tal vez tuviera razón. Era posible que fracasara, pero debía intentarlo al menos. Si se rendía ahora, si perdía el tiempo lamentándose, ya había perdido.

            ― Tienes razón, Tikki. No conseguiré nada aquí parada pensando. Es hora de actuar.

            ― ¡Esa es la Marinette que conozco!

            Con las fuerzas renovadas, Marinette se levantó del suelo dispuesta a transformarse en Ladybug. Si sus padres estaban discutiendo de ese modo, quería decir que Volpina andaba cerca y que su akuma actuaba de nuevo. Solo esperaba que en el tiempo que había tardado en llegar a casa, ese gato tonto no se hubiera metido en ningún proble...

             ― ¡Oh Dios mío! ―exclamó de repente, dejando a Tikki en una posición extraña al pensar que iba a decir que la transformara.

            ― ¿Marinette?

            ― ¡Chat Noir! Lo había olvidado con la discusión de mis padres y Volpina.

            ― ¿La cita? ―preguntó curiosa. Marinette parpadeó.

            ― ¡No era una cita! ―exclamó sin poder evitar sonrojarse un poco―. Debe haber llegado ya, seguro. Esta me la guarda el resto de mi vida, que si Volpina o Papillon se salen con la suya no será muy larga... ―murmuró caminando nerviosa de un lado a otro. Se detuvo delante del libro, lo que había ido a buscar realmente. Lo cogió, observándolo como si fuera una nueva especie de animal descubierta.

            ― Vas a enseñárselo, ¿verdad?

            La dulce voz de Tikki fue una especie de súplica. Estaba claro que la pequeña todavía era reacia de desobedecer al Gran Guardián. De hecho, no era desobedecerle exactamente, solo se trataba de no seguir un consejo.

            Suspiró. Miró a su compañera con una dulce sonrisa y dejó el libro de nuevo sobre el escritorio.

            ― No te preocupes, Tikki. Solo le contaré lo que crea necesario ―la pequeña Kwami sonrió―. No le diré nada sobre este libro, te lo prometo. ―Luego avanzó hacia ella y cerró un puño con decisión―. Vamos allá, Tikki. ¡Es hora de deshacernos de este akuma de una vez por todas!

            <<¡Transfórmame!

***

            ― Llegas tarde, My Lady.

            Ella ya esperaba que hiciera ese comentario, se había preparado para ello y esbozó una sonrisa calculada cuando saltó hasta posarse en lo alto de la Torre Eiffel.

            ― He tenido... complicaciones ―apuntó. Pero como ya había previsto, no iba a dejar las cosas así. De hecho, siempre tenía que decir algo más.

            Chat Noir, que había estado sentado en uno de los extremos de la Torre, se levantó y se dirigió hacia ella. Quedando a pocos centímetros se apoyó casualmente en el hierro de la gran estructura emblemática.

            ― Ya dicen que las cosas buenas siempre se hacen esperar.

            Ladybug entornó los ojos. Si no hiciera eso con todas, seguramente pensaría que lo hacía en serio. Pero estaba ya acostumbrada a sus bromas. Solo intentaba molestarla. Igual que hacía cuando era Marinette.

            ― Yo no diría eso de estar en tu lugar, gatito ―aseguró. Luego se volvió atenta a la ciudad―. ¿Has notado algo extraño?

            El gato entornó los ojos, mirando en la misma dirección que ella y perdiendo momentáneamente esa pose calculada.

            ― ¿Qué tengo que haber notado?

            ― El akuma... ―murmuró mirando al suelo preocupada.

            ― Sigues preocupada por lo de Volpina, ¿verdad? ―situó una mano comprensiva en su hombro―. La encontraremos, estoy seguro de que lograremos terminar con el akuma que se ha apoderado de ella.

            Ladybug lo miró, esbozando una sonrisa triste. Sí, ella también estaba segura, pero eso no hacía que se preocupara menos. Si Volpina lograba afectar a la gente de nuevo, todo volvería a ser un caos. Y si los afectaba a ellos mismos... Tenían demasiados secretos que debían guardar.

            ― Chat Noir... ―lo llamó. Este esbozó una sonrisa, que se apagó al ver su expresión, sustituyéndola por una llena de preocupación―. Hace unos días me encontré con quien nos dio los Miraculous.

            Los ojos del gato se abrieron de par en par.

            ― ¿Te dijo por qué...?

            ― Me contó muchas cosas, entre ellas que no somos los únicos Miraculous que existen. Hay cinco más y... ―Su voz se apagó un poco. La advertencia del Gran Guardián acudió de nuevo a su memoria, impidiéndola seguir.

            ― ¿Y...?

            Ladybug se volvió entonces. Chat Noir se sorprendió, ella jamás lo había mirado de ese modo.

            ― Me dijo que no te lo contara ―confesó―. Pero... Somos un equipo. Si no confío en ti, ¿en quién?

            ― My Lady... ―murmuró. Ella encerró sus manos en un puño.

            ― El Gran Guardián me dijo que Papillón había...

            Un grito estridente llamó la atención de los dos héroes de París. Alguien, en lo alto de un edificio, estaba intentando empujar a una joven que no dejaba de gritar asustada.

            ― A eso te referías con algo extraño, ¿verdad? ―comentó Chat Noir segundos antes de que Ladybug saltara hacia el edificio justo en el instante que la joven caía al vacío.

            Sujeta a su yo-yo, Ladybug atrapó a la chica y la depositó en tierra firme, donde algunas personas se acercaron para ayudarla. Parecía estar tan asustada.

            ― ¡Gracias! ¡Dios mío, gracias Ladybug! ―Chat Noir llegó después de ella, sujetando a quien había tirado a la chica como si fuera un saco de patatas.

            ― ¿Qué ha pasado? ―preguntó a la joven que todavía estaba asustada.

            ― Estábamos hablando... y de repente se puso a gritarme y decir que era odiosa y ojalá me muriera ―explicó histérica en un baño de lágrimas―. Me empezó a empujar... Quería que me tirara, que me suicidara... ¿Por qué? ¡Creía que me querías!

            Eso último fue dirigido al muchacho que había quedado inconsciente a hombros de Chat Noir. Este lo miró de reojo.

            ― Este está K.O.

            ― ¿No es maravilloso? ―esa voz la habría reconocido en cualquier parte.

            Ambos héroes se dieron la vuelta, observando a todos lados para encontrarla. Un policía se acercó para sujetar al muchacho que había recogido Chat Noir del tejado, alejando a la gente de la zona peligrosa y dejándolos a ambos solos.

            ― ¡Volpina! ―gritó Ladybug.

            Esta apareció sentada en el primer piso del mismo edificio por el que se había precipitado la joven.

            ― La gente es tan hipócrita ―gruñó―. Siempre ocultando secreto tras secreto. No importa lo doloroso que pueda ser. Es mejor callar y esbozar una sonrisa, ¿verdad?

            ― ¡Volpina, no puedes seguir haciendo eso! Es cierto, la gente miente, esconde cosas. ¡Pero a veces escondemos la verdad para no dañar a quienes queremos! ―Ladybug contuvo la respiración por la sorpresa de sus propias palabras.

            <<―Ah, y otra cosa, Ladybug. No digas nada de esto a tu compañero. Él todavía no está preparado>>.

            ― Es enternecedor que opines así, sobre todo cuando fuiste tú la primera que me humilló por mentir ―se burló levantándose con soberbia―. Veamos hasta qué punto eres hipócrita, diminuta mariquita. Vamos a ver cuál es tu mayor secreto...





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¡Otro más! ^^

Espero que os esté gustando, mañana subiré el siguiente. Gracias por los comentarios, y por leer. :D

¡Besos!

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