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Capítulo 23: El pasado termina por llegar


                ― ¡Están dentro, lo presiento!

El grito desesperado de Queenbee alertó al resto del grupo, que miraban la mansión agreste con una mezcla de impotencia y furia. Sus antecesores, aquellos que los habían mantenido ocupados, desaparecieron repentinamente sin dejar rastro, y solo quedó una tenue oscuridad cubriendo el lugar en el que ahora estaban. A simple vista no parecía haber modo de entrar, pero ellos eran héroes. Si no podían hacerlo ellos, ¿quién podía?

― Me parece que me toca ―apuntó el nuevo Gran Guardián alzando una mano y formando una sonrisa.

***

Marinette se lanzó a tiempo de evitar otro ataque inagotable. El akuma lo dominaba de un modo extraño. Su Cataclysm no perdía fuerza, y su miraculous se mantenía completamente negro sin dejar de ser Chat Noir. No era él quien había deseado hacer algo con el akuma. Este no le ofrecía nada como había pasado con los demás akumatizados. Esta vez el akuma lo estaba dominando por completo y para su propio beneficio. Alimentándose de su dolor.

― Es inútil que te escondas, Ladybug. Su objetivo eres tú. Siempre lo ha sido.

La voz de Papillon conseguía confundirla. Era extraño, pero por el modo que tenía de hablar parecía algo personal. Chat Noir era su compañero. Siempre habían sido aliados. Ella no era su objetivo, salvo ahora que su única misión parecía ser terminar con ella.

― ¡No lo escuches más! ―gritó desesperada hacia el aire, esperando que Chat Noir la escuchara―. No voy a dejar que ganes, Papillon. Voy a acabar con esto ―dijo esta vez sin gritar. Estuviera donde estuviera en ese instante, estaba segura de que lo escucharía. La casa entera estaba a su merced. Aunque había escapado del salón principal a duras penas, encontrándose con múltiples habitaciones, Papillon los observaba, estaba segura de eso.

Otro Cataclysm terminó con la pared que la ocultaba, obligándola a saltar hacia un lado para no ser sepultada bajo los escombros. Eliminó restos de polvo de sus ojos con una manga, intentando no perder más tiempo y ver lo que tenía ante ella.

― Chat Noir... Soy yo... ―murmuró. Él avanzó ausente. No la veía.

Dio un paso más hacia atrás, arrastrándose con las manos magulladas, chocando contra la pared de la habitación. Alzó una mano aunque no sirviera de mucho.

― Para... ―murmuró.

Una llamarada obligó a Chat Noir a recular. Marinette abrió los ojos, sorprendida de que algo girara de nuevo la rueda de la suerte.

― No entiendo nada, pero nadie le hace daño a mi mejor amiga. ¿Queda claro? ―apuntó Alya cruzándose de brazos. Marinette no pudo evitar sonreír.

― Parece que el gato nos ha salido rebelde. ¿Qué pasa aquí? ¿No se supone que tenías que protegerla, minino? ―le espetó quien Marinette sabía, era Nathaniel.

― Nathaniel... tú... ―se atrevió a preguntar ella. Nathaniel sonrió.

― Tú misma me diste esto, ¿no? ―apuntó mostrando su miraculous―. Lo sé antes de que me lo ofrecieras, por cierto.

― ¡Espera, espera! ¿Qué pinta Marinette en todo esto? ―preguntó Queenbee situándose delante de ellos. Foxyfire le dedicó una mirada irónica, señalándose las orejas de forma elocuente. La Vivian en el interior de Queenbee sintió que algo encajaba ―. Eres Ladybug...

Marinette sonrió. El momento, sin embargo, no duró demasiado. Chat Noir, que parecía luchar consigo mismo, volvía a conjurar otro Cataclyms, esta vez destruyendo la puerta donde Foxyfire y el gran guardián estaban situados. Queenbee llegó a tiempo de cogerlos, evitando que quedaran enterrados en las ruinosas piedras en las que se había convertido el piso.

―Vaya, reunión familiar. Que enternecedor. ¡Chat Noir! ―gritó Papillon desde alguna parte, obligando con ello a sumir de nuevo en un frio control a su compañero.

Marinette volvió a centrar toda su atención en él. El akuma lo estaba dominando, pero alguien más lo controlaba. El akuma estaba ligado a alguien más, alguien que tenía como objetivo terminar con ella.

Corrió hacia otra habitación contigua. Evitando el bastón de su compañero a duras penas, detrás de una mesa de mármol. Siguió avanzando, intentando encontrar algo con que ayudarle. Algo con que vencer el akuma. Sin sus pendientes, no podía ser Ladybug y purificar el akuma. Y estaba claro que no podía romper a Chat Noir como había hecho con los otros miraculous... A no ser...

Marinette se detuvo en seco.

Por supuesto que podía. Chat Noir poseía otro Miraculous. ¿Y si era únicamente el miraculous el que estaba akumatizado? La mariposa había desaparecido en su traje. Si hacía desaparecer al gato, quizás tendría alguna oportunidad. Fuese quien fuese quien controlaba a Chat Noir, no podría hacerlo si Chat Noir dejaba de ser Chat Noir.

Pero para eso tenía que arrebatarle el anillo.

― Vamos gatito... ―murmuró Marinette―. Aquí me tienes.

Chat Noir alzó de nuevo su garra. El Cataclysm silencioso ya burbujeaba en su garra. Lo vio avanzar sin moverse ni un milímetro. Apoyó ambas manos en la pared detrás de ella, apretándola con fuerza para impartirse valor. Vio la garra descender hacia ella. Cerró los ojos un instante, respiró profundamente y entonces los abrió. Se volvió ligeramente, consiguiendo que la garra estallara contra la pared detrás de ella. Las rocas destrozadas los obligaron a caer hacia atrás a ambos. Encerrándolos en una montaña de ruinas.

Sintió que él intentaba de nuevo apartar la mano. Marinette frunció el ceño con decisión. No. Ni hablar.

Sujetándolo con fuerza por los hombros, lo obligó a mantenerse quieto.

― Ni se te ocurra, gatito ―señaló.

No reconocía esos ojos apagados. La miraban de forma fría. ¿Por qué se había dejado dominar de un modo tan sencillo? ¿Qué le dolía tanto? Algo encerraba en su interior y no había conseguido llegar a él. Necesitaba ayudarlo. De algún modo.

Lo vio resistirse contra su agarre, y contra sí mismo. A pesar de estar dominado, seguía luchando. Si había alguna opción...

― Chat Noir... No puedes dejar que venza. No podemos dejar que gane, somos un equipo, ¿recuerdas?

― Bas... basta... ―escuchó que decía entre dientes.

― Somos... somos más que un equipo ―murmuró ella viéndolo luchar. Sentía arder sus ojos, insistentes en derramar lágrimas de impotencia.

A tientas buscó su mano derecha, pero seguía estando bajo las ruinas.

― Debo terminar con Ladybug... ―su voz etérea recitó de nuevo aquella frase que alguien pronunciaba por él.

― No puedo... no puedo sola. Ambos necesitábamos los miraculous. Pero sobre todo... sobre todo nos necesitábamos el uno al otro. ¿Recuerdas lo que me dijiste? Dijiste que no importaba quien estuviera bajo la máscara. Seguíamos siendo los mismos. Tú eres el mismo. No dejes de serlo ahora. Déjame... déjame recuperarte.

Si algo quedaba de él, si realmente estaba luchando, entonces entendería lo que quería decir. Y lo que le estaba pidiendo.

― No... no puedo... ―murmuró. Marinette ladeó el rostro, viendo su mano derecha titubear. Estaba intentándolo.

De repente, su mano se situó en su cuello. Sintió por un instante que se ahogaba, y algo en esa situación la hizo recordar. Hubo otra ocasión que pasó algo parecido. Y también conocía un modo de lograr que Chat Noir, akumatizado o no, permaneciera quieto el tiempo suficiente para poder arrebatarle el miraculous.

Marinette volvió a mirar al frente, aferrando las manos con fuerza en sus hombros.

― Pe... pero yo... yo sí puedo.

Con fuerza, logró empujarlo hacia abajo, uniendo una vez más sus labios con los de él. La mano que aferraba su cuello perdió fuerza y ella bajó también la suya para aferrar la de él. Sus garras no la detuvieron, supo que sabía lo que iba a hacer, pero se había centrado por completo en ella, como había sucedido la última vez con Dark Cupid.

Tanteó su dedo, y aprovechando la oportunidad, Marinette arrancó el anillo de su mano. Tenía miedo de que no funcionara. De que el akuma fuera más fuerte y que incluso sin el anillo, como había sucedido con Volpina, él siguiera transformado. Por suerte, algo de su verdadero yo seguía aferrándose con vehemencia. Por suerte, no había dejado de ser él mismo del todo. Así que mientras seguía fundida en ese beso desesperado, sintió cómo sus garras dejaban de ser tales. Chat Noir había dejado su máscara también. Y ahora llegaba otra clase de miedo.

Sintió que él se separaba poco a poco de ella, y aunque tendría que haber abierto los ojos, no se atrevió. No sabía por qué, pero abrir los ojos en ese momento le daba mucho miedo.

― Lo siento ―escuchó que se disculpaba―. He dejado... he dejado que el akuma me dominara...

― No importa... ya está todo bien... ―murmuró tapándose la cara con las manos. Sintió los dedos de él sobre estas, pero no intentaron apartarlas, eran simplemente un modo de apoyo―. Además, tú me has protegido. Debería ser yo quien se disculpara.

― Na... A ti no te habría afectado. Eres fuerte. Y tuviste el valor de salir aun sin tu traje... Marinette...

― ¿Me... me conoces? ―Marinette lo escuchó reír―. ¿Por qué dices que a mí no me habría afectado? ¿Por qué tiene que afectarte más a ti que a mí?

― Ambos sabemos la respuesta a eso al ver esta casa y saber quién es Papillon. Pero tal vez deberías abrir los ojos para entenderlo mejor, ¿no te parece?

El miedo dejó paso a la curiosidad ante esa nueva incertidumbre. Marinette se armó de valor nuevamente, y se atrevió a bajar las manos. Abrió los ojos poco a poco, y entonces lo comprendió todo. Absolutamente todo.

― Oh, madre mía... ―murmuró perdiendo por completo el color.

― Sorpresa... ―apuntó él con una pequeña sonrisa.

El sonido de un aplauso llamó la atención de ambos. Adrien se dejó caer a un lado, observando a Papillon avanzar por la estancia sorteando runas y empujando algunas con su bastón mostrando un gesto lleno de desdén.

― Que esperado final. Lo que todo el mundo estaba esperando y vengo yo a interrumpir el encuentro ―anunció con un tono exagerado de emoción en la voz―. Por suerte para mí, vuestro secretito me ha dado cierta... ―una mariposa negra se posó sobre su mano, desapareciendo y dejando en su lugar un anillo blanco―... ventaja. ¿No os parece?

El miraculous de Chat Noir en una mano, y los pendientes de Ladybug en la otra confirmaba algo que ambos habían temido. Papillon acababa de conseguir los dos miraculous más poderosos.

Antes de que alguno hablara, alzó un dedo.

― Seguro que os estáis preguntando por vuestros amigos ―aseguró―. Mientras vosotros estabais aquí revelando secretitos, vuestros amigos han sido reducidos por unas simples mariposas. Es fascinante cómo los akumas llenan los corazones de la gente que ha perdido la fe. Ni siquiera los poseedores de los miraculous están ya a salvo de ellos. Eso demuestra, una vez más, que los akumas pueden vencer.

Marinette apretó los dientes con fuerza, furiosa.

― ¿Y qué harás ahora? ¿Matarnos?

Papillon sonrió.

― Es una idea. Como siempre, brillante, Ladybug.

Adrien se acercó a ella sin poder evitarlo, situándose delante como siempre hacía para protegerla. Marinette tragó con fuerza.

― ¿Matarías a tu propio hijo? ―exigió ella indignada. Adrien apartó la mirada, no sería la primera vez que su padre mostraba indiferencia hacia él, pero jamás pensó que pudiera serle tan indiferente.

La pregunta, por otro lado, tuvo un efecto devastador. Papillon estalló en carcajadas que resonaron por las derruidas paredes de una mansión que apenas se mantenía en pie.

Las risas habrían terminado con lo poco que quedaba de Adrien y su esperanza hacia su padre, si no fuera por las palabras que acompañaron la risa.

― Así que es eso. Eso es lo que habéis estado pensando. Es curioso... He conseguido esto ―aseguró mostrando el anillo de Chat Noir―. Por algo que no es cierto. Realmente me habéis entregado los miraculous en bandeja. Ella se sentirá orgullosa.

― ¿Ella? ―preguntaron ambos confundidos.

Papillon se volvió sobre sus talones, a tiempo de ver una figura femenina acompañada de alguien más. Alguien que reconocieron al instante, igual que la mujer que iba a su lado.

― Debo felicitarte, Gabriel. Has hecho tu papel a la perfección. Demasiado bien, al parecer.

Adrien observó incrédulo a su padre avanzar junto a quien pensó que jamás volvería a ver. Su madre, Hellen. Había pensado que era un espejismo, producto de un akuma, pero ya no estaba tan seguro.

― No me dejaste otra opción ―apuntó Garbriel aparentando los puños lleno de impotencia.

― Mamá... ―escuchó que murmuraba Adrien. Marinette pudo ver cómo Gabriel le dedicaba una mirada llena de dolor a su hijo. Apretó los puños, furiosa.

― Pobres... pensabais que era Gabriel, ¿verdad? Qué hijo tan cruel te ha salido, Agreste. Está claro que te adora, ¿eh? ―se burló.

Marinette pudo ver que Adrien se avergonzaba ante sus propias suposiciones. Siempre había pensado que el padre de Adrien era muy frio, pero tal vez lo habían juzgado todos mal. Quizás...

― ¡Él no tiene la culpa de que pensáramos así! Yo fui la primera en sospechar, debería haber investigado más antes de dar por hecho algo que no estaba seguro. Yo soy la responsable ―gritó. Adrien parpadeó con asombro―. Pero el único culpable eres tú. Tú has hecho que un padre se vea obligado a hacer creer a su hijo que lo odia. ¿Cómo has podido?

Papillon sonrió con suficiencia.

― Si tú no eres mi padre ―apuntó Adrien en esta ocasión ―. ¿Quién eres?

***

Alya despertó con un dolor punzante en la cabeza. Abrió los ojos, borrosos ante la pérdida de consciencia. Todo a su alrededor estaba destruido. Una casa en ruinas que acabase de ser salteada. Localizó a Oxxy a pocos metros de ella, sobre el suelo lleno de trozos de tierra. Se arrastró hasta llegar a su pequeño Kwami.

― Oxxy... ―murmuró. El pequeño abrió los ojos poco a poco.

― Alya... ¿Estás bien?

― Sí, creo que sí. ¿Qué ha pasado? ―preguntó confusa, sentándose sobre el suelo con el pequeño entre sus manos.

― Una horda de akumas nos atacó a todos. Pude salir de ti antes de que llegaran, pero la fuerza que impartieron al envestir contra nosotros, y el esfuerzo que hice para salir, te debilitó muchísimo. ¿No lo recuerdas?

Alya se tocó la cabeza, el dolor punzante seguía palpitando.

― Solo recuerdo que Marinette era atacada por Chat Noir. Papillon está aquí, ¿verdad? ― Oxxy asintió.

― Ha conseguido dominar a Queenbee, a Chat Noir e incluso al Gran Guardián. Hemos tenido suerte ―aseguró.

Alya intentó levantarse, observando su alrededor. El lugar donde estaba parecía estar sumido en una inquietante tranquilidad. No había ruido, ni movimiento. Por esa razón pudo ver con claridad y rapidez algo que se salía de lo normal. Alguien sobre el mármol roto de la escalera que daba a un segundo piso. Unos cabellos oscuros, enmarañados. Uno ojos azules apagados, ausentes.

― Esa es Nathalie ―aseguró intentando acercarse.

― Cuidado... ―Alya sonrió al pequeño Kwami.

― No te preocupes, Oxxy. Lo tendré.

Nathalie apenas la vio cuando se acercó. Seguía ausente. Como si siguiera en estado de Shock. Se sentó a su lado para verla de cerca. Alzó una mano para tocar su hombro.

― Nath... ―La mano que había estado a punto de tocarla fue detenida por la de la mujer. Ahora la miraba directamente, con una expresión asustada mezclada con la de alguien que ha perdido el juicio.

― Qué... ―apuntó ella soltándola repentinamente. Asustada.

― Papillon te había dominado ―la informó―. Es mejor que se marche de aquí cuanto antes y se ponga a salvo.

― No... no puedo. Todo esto es culpa mía... Tendría que haber imaginado antes esto... ―encerró su rostro con sus manos―. Todo es culpa mía desde el principio.

Alya frunció ligeramente el ceño con preocupación.

― No diga eso. Papillon suele dominar a la gente. No es la primera que le sucede esto. No es culpa suya.

― No lo entiendes. Yo no debería haber sido akumatizada. Nunca lo fui.

― No puede esperar que... Espera. ¿Sabe lo que le ha sucedido? ―Nathalie la miró con atención. El miraculous la revelaba como la poseedora del talismán del zorro. La convertía en una heroína.

― Lo sé, lo he visto durante años. Muchos años atrás, de hecho. ―Alya frunció el ceño. Nathalie sonrió con pesar―. Yo era Ladybug. Sí fui la culpable de todo esto. No es algo que piense, es algo que sé. Pero creo... ahora creo que puedo hacer algo. Creo que puedo arreglar lo que hice mal. Tengo que ayudar a Papillon esta vez.

― ¿A Papillon? ¿Por qué?

****

― ¿Quién soy? ―preguntó con sorna Papillon. Con una mano le tendió los miraculous a Hellen, que avanzó hasta situarse a su lado sin pronunciar una sola palabra. Luego situó su mano libre sobre su broche y expulsó de forma brusca a su pequeño Kwami. El traje desapareció revelando unos ojos azules, unos cabellos cortos oscuros y rizados y una sonrisa terrible―. Mi nombre es Robin Sancoeur.

Tanto Marinette como Adrien abrieron los ojos de par en par al reconocer el apellido.

***

No lejos de allí Nathalie sonrió con pesar a Alya.

― Porque es mi hermano.

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Me vais a matar, lo sé. jajaja No es muy largo, pero el siguiente capitulo ya es el último. Y luego solo faltará el epilogo, que los que han leido más fanfics o novelas mías sabrán que siempre pongo Epilogo. ^^ Así que esto ya está por acabar. 

Por fin tengo fiesta entre semana, y ya no estoy explotada, que en Halloween llegué a trabajar 15h seguidas. Acabé hecha un asco jajaja. Siento la espera, pero acabaré el fanfic antes de que termine este mes. Así que... espero que disfrutéis  del capítulo y no os decepcione :S 

PD: Sé que me matareis, además de por como lo acabo y que no es muy largo, por cómo he interrumpido de un modo tan cruel la revelación de sus identidades. Peeero, en medio de la batalla no podía poner un encuentró emotivisisismo. Pero habrá ENCUENTRO EMOCIONANTE. Lo garantizo.  :D

¡¡Besitos!!!

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