Capítulo 22: Tras la máscara
Quien permanecía de pie justo en frente de ellos tenía que ser una ilusión. Una trampa. Una mentira. Y aun así, pensó Adrien escondido tras su máscara, la mentira era un regalo que jamás pensó que volvería a tener. La mujer de colorido traje sonrió con un gesto despreocupado. No era la sonrisa que recordaba. La que le dedicaba todos los días antes del desayuno, cuando se iba a dormir o cuando despertaba. No era esa sonrisa que guardaba en su corazón como un tesoro. Sabía que era ella la que se ocultaba tras la máscara. Pero no lo parecía en absoluto. Ella no parecía su madre.
― Deja de jugar, Nathee. A él no le gustaría que estuvieras perdiendo el tiempo.
Nathalie sonrió ocultando el rostro tras su cabello suelto.
― ¿Por eso te envía? Pensaba que te guardaría para siempre a buen recaudo.
― Necesitamos los miraculous. Ha llegado la hora de conseguirlos a cualquier precio.
Nathalie se incorporó poco a poco. Parecía como si ellos hubiesen desaparecido. Como si estuvieran solo ellas dos hablando, como antaño.
― ¿Eres Hellen, la esposa de Gabriel Agreste, verdad? ―la voz de Ladybug sorprendió a todos los presentes. Chat Noir se volvió, abriendo los ojos de par en par. Ella también lo sabía―. Conozco a tu hijo. Ha estado... preocupado, pensando que te había perdido todo este tiempo.
Hellen parpadeó algo sorprendida, para luego volver a esbozar esa sonrisa artificial que poco se podía deducir de ella. Avanzó unos pasos hacia la heroína.
― Una nueva Ladybug. Nathalie, no me habías dicho que te había substituido una chica tan joven. O tal vez es que tú, simplemente, siempre has parecido más madura.
Chat Noir parpadeó confundido, algo no andaba bien. Esa mujer se parecía a su madre, pero no había nada en ella que se lo recordara. La expresión de su compañera también confirmó sus sospechas. El akuma también debía haberla afectado, o tal vez era el akuma de Nathalie el que estaba creando a todos esos héroes del pasado. Fuese la razón que fuese, ni él ni Ladybug pudieron añadir nada a ese comentario. El bip que advertía de su inminente transformación los puso en alerta. Chat Noir observó su anillo, pero el suyo seguía casi intacto, él no había usado todavía su Cataclysm. Pero Ladybug sí su Lucky Charm. Lo que significaba...
― Vaya, creo que dentro de poco se va a descubrir el pastel si no te vas pronto. Y me temo que no puedo dejarte marchar sin tener los miraculous antes ―comentó Hellen cruzándose de brazos y dejando escapar un sonoro suspiro―. Pero es justo que, sabiendo tú quien soy, sepa yo a quién me enfrento, ¿no te parece?
Chat Noir salió en ese momento de su estupor inicial. Esa mujer, a pesar de que se le parecía muchísimo, no era su madre. Ella jamás hablaría de ese modo, ella era dulce, gentil, cariñosa. Y no iba a dejar que ensuciara la imagen de su madre de ese modo.
Desde su ángulo, el abanico que guardaba detrás de su colorido traje fue visible. Lo percibió al instante, igual que sus intenciones. Ladybug parecía seguir aturdida, el bip se escuchó de nuevo, pero ella parecía no oírlo. Sujetando su batón con fuerza, Chat Noir lo alargó en cuanto el abanico salió de detrás del cuerpo de Hellen, evitando las plumas afiladas que se dirigían directas hacia su compañera.
Ante el momento de caos, Chat Noir aprovechó y lanzó su Cataclysm para romper una de las paredes, derrumbándolas y dándoles el tiempo justo para escapar.
Salir corriendo, o saltando en este caso, no era su estilo, pero a veces una retirada a tiempo era una victoria. Y necesitaban tiempo.
El bip sonó de nuevo, y Chat Noir se detuvo entrando en el interior de unas oficinas oscuras y abandonadas.
― Chat Noir... ―suplicó ella. Él suspiró, y una vez más se dio la vuelta justo en el instante en el que el destello la devolvía a su apariencia normal.
Instantes después, el bip de su anillo también empezó a sonar. Observó su anillo. Genial.
― El escritorio ―escuchó que decía la voz de su compañera.
― ¿Qué? ―Entonces sintió las manos desnudas de ella sobre su brazo. No las miró, pero la sintió distintas sin su traje. Eran menos fuertes, más suaves y pequeñitas. Era como si el traje le diera más fuerza a sus dedos cuando lo sujetaban, ahora eran más dulces al tacto.
― Siéntate ―le dijo con suavidad. Obedeció en silencio, apoyándose en la madera del escritorio. El último bip sonó, y regresó a la normalidad.
Plagg se apoyó sobre la mesa en cuanto salió del anillo, quejándose como de costumbre.
― Me temo que solo podrás descansar, aquí no encontraré nada para darte ―le informó a su pequeño compañero.
― ¿Qué? ―La voz de Ladybug lo hizo sonreír.
― Se lo decía a mi Kwami. Plagg.
― ¿No hay queso?
Marinette alzó el rostro hacia la mesa, un pequeño gatito negro de ojos grandes que parecía agotado hacía pucheros ante la perspectiva de no poder comer nada. Dejó escapar una risa.
― Ahora entiendo lo del queso ―apuntó. Adrien sonrió.
― Es un glotón.
― ¡Oye! Puedo oíros.
Los ojos verdes del pequeño Kwami se encontraron con los de Marinette, la cual se percató entonces de que no debería haber estado observando al Kwami. Este pareció sorprenderse, después sonrió entonando los ojos.
― Qué interesante.
Tikki, que había estado recostada sobre su rodilla, agotada, se incorporó al instante, sobrevolando para lanzarse contra Plagg y taparle la boca de un modo muy brusco.
― ¡No abras esa bocota! Meter la pata es tu especialidad, pero ahora no ese el momento ―lo sermoneó. El pequeño Kwami, con la boca bien tapada, asintió con la cabeza―. Voy a soltarte, pero más te vale que te calles, ¿vale? ―asintió de nuevo. Tikki se separó de él.
― Pero tienes que reconocer que es muy gracioso, TikkiTikki.
― ¡No repitas mi nombre dos veces! No es contagioso mi nombre por mucho que lo repitas.
― Sí lo es. Como las canciones esas. Si lo repito muchas veces al final es como un ruidito. Tikkitikkitikkitikkitikki,....
― Quieres callarte de una ve...
― Chicos, si tenéis tanta energía, podríais entrar de nuevo en los miraculous, ¿no os parece? ―apuntó Marinette con una sonrisa ladeada.
Como si fuera un interruptor, ambos kwamis cayeron en la mesa, sentándose rendidos. Adrien alzó el rostro, observando como Plagg exageraba su cansancio. No pudo evitar reír, sintiéndose reconfortado cuando la risa de su compañera lo siguió también.
― Vaya par.
―Y que lo digas... ―apuntó Adrien con un suspiro. Esperar no era divertido, y menos en esa situación. La ciudad seguía en peligro, y ellos solo podían permanecer allí sentados. Miro la madera del escritorio, como si a través de ella pudiera verla.
― Siento haberte pegado....
Las palabras de su compañera lo sorprendieron. Carraspeó.
― Bueno, imagino que lo merecía.
Marinette entonó los ojos.
― ¿A sí? ¿Y eso por qué?
Adrien pareció ponerse nervioso de repente. Si le decía por qué, estaría confesando algo que no sabía si ella sabía realmente.
― Eh... bueno, es... No creo que lo hicieras si no tuvieras un buen motivo. ¿Qué motivo tenías? ―contraatacó. Ahora le tocó a Marinette enrojecer.
― Pues... eh... ―No. Ella tampoco podía decírselo. De hacerlo tendría que confesar que estaba celosa. Y eso era algo que se negaba a hacer―. Pues que eres un gato tonto.
Adrien sonrió. Si ella no quería decirlo, no sería él quien lo hiciese.
El silencio volvió a invadir la oficina. Sus Kwamis necesitaban un poco más de tiempo, sin nada con lo que recomponerse.
― ¿No crees... que es un poco estúpido a estas alturas? ―Marinette dio un respingo al escuchar de nuevo la voz de su compañero.
― ¿A qué te refieres?
― A nuestras identidades. ¿Por qué las ocultamos? No hace más que llevarnos problemas.
Marinette suspiró. En cierta parte tenía razón, pero si supiera su identidad...
― ¿Y si nos conocemos? ―Adrien abrió los ojos, sorprendido.
― ¿Cómo?
― Lo que digo es, ¿qué pasaría si nos conociéramos? ¿Y si fuéramos vecinos, o amigos, o fuéramos al mismo instituto, o viviéramos cerca?
― ¿Crees eso? Una vez dijiste que no creías que nos conociéramos.
― Porque si fuera así sería fácil. Porque aunque no nos conociéramos, yo te conozco Chat Noir ―aseguró―. Pero... si nos conociéramos sin la máscara, ¿no cambiaría eso lo que somos como héroes?
Adrien frunció el ceño.
― ¿Por qué? ―Marinette abrió los ojos, inquieta por su pregunta.
― ¿Qué quieres decir con por qué?
― Pues eso. Por qué crees que cambiaría. Nos conocemos. La máscara es solo algo que oculta nuestros rostros. No importa si nos conocemos o no sin ella. Yo sé que te conozco.
― ¿Pero y si nos odiamos? ¿Y si me conoces y me odias, o si yo te odio a ti?
― No creo que seas una chica tan distinta sin la máscara, por lo que dudo que si te conociera sin ella te odiara.
― Bueno, pues igual yo sí, si eres igual que con ella ―gruñó a propósito.
― Vaya, gracias. ―refunfuñó. Marinette empezó a reír.
― Es broma. No te odio. Nunca lo he hecho ―Adrien observó de nuevo la madera del escritorio.
― En realidad me adoras, my Lady. ―Marinette sonrió.
― No tanto como tú a mí, gatito.
Adrien apoyó la cabeza en el escritorio.
― En eso te doy la razón, bichito. Realmente agradezco el día que encontré esa cajita con el miraculous en mi habitación. Gracias a ella pude conocerte de verdad.
Marinette se sonrojó, aunque fue seguido de inmediato de un flash al recordar algo. Algo que no había tenido en cuenta hasta ahora.
<<―¿Acaso no recuerdas por lo que luchabas? ¡Ahora eso mismo que intentabas atrapar antaño te está dominando, Nathalie!
―Buen intento, pequeña mariquita. Pero te equivocas. Estaba en la cajita que encontré en mi apartamento. Los miraculous. >>
Las palabras vinieron como un gran huracán, dando sentido a todo.
― ¡Por supuesto! ―exclamó asustando al pobre Adrien, el cual seguía expectante ante sus propias palabras. Tenía que reconocer que eso no era lo que esperaba escuchar.
― ¿Qué...?
― Ah... perdona, es que... ahora lo he entendido.
― ¿Entender? ―preguntó ahora más sonrojado. ¿Iba a decir que sentía lo mismo? Si era así esperaba que esta vez no fuera un sueño.
― ¡Está en la cajita, no en el miraculous!
Adrien parpadeó.
― ¿Qué?
― El akuma. No lo había entendido. Creía que eran los pendientes, porque ese es el miraculous y lo que transforma a Ladybug. Pero cuando has dicho lo de la cajita...
― Pero si es así... no sabemos dónde está ―murmuró.
― Sí. Lo sabemos. Ella misma me lo dijo.
― ¿Qué?
― ¿Tikki? ―la pequeña voló hacia ella―. ¿Preparada?
― No mucho, pero lo intentaré.
― ¡Eh, espera! ¿Tan pronto? ¿No queréis seguir diciéndoos cosas bonitas? A mí me da igual, mientras pueda descansar ―se quejó Plagg logrando que ambos se sonrojaran.
― ¡Plagg! ―lo regañó.
― Sí, sí... ya voy.
― Chat Noir ―lo llamó antes de transformarse.
― ¿Sí, my Lady?
― Te he escuchado...
― Ya. Pero el akuma es más importante.
Marinette suspiró. Tanteó con la mano, encontrando la de su compañero a pocos metros. Adrien se sobresaltó al notar esa pequeña y delicada mano de nuevo, ahora sobre sus dedos.
― Yo también... me alegra haberte conocido.
Instantes más tarde, la mano se apartó, y su voz volvió a escucharse, transformándose en Ladybug. Él hizo lo propio, haciendo callar por fin a su kwami.
― ¿Siguiente parada?
Ladybug sonrió.
― El apartamento de Nathalie.
***
Un dolor punzante la frenó en seco. Miró un instante su reflejo en el cristal de la ventana. Era difícil reconocerse en ese traje de colores que había usado durante tanto tiempo. Su cabello rubio, trenzado y reposando sobre un hombro, era el mismo de siempre, pero no se reconocía al mirarse a los ojos.
― ¿Los has encontrado?
La voz que ya se había acostumbrado a escuchar volvió a apagar esa pequeña y diminuta duda que se había reflejado un instante en el cristal. Apretó los puños al reconocer la razón. Tenía que terminar con Ladybug de una vez por todas.
― Sé dónde están.
― Entonces, han mordido el anzuelo.
Hellen sonrió hacia el hombre reflejado en el cristal, el que había aparecido justo detrás de ella.
― Se ha terminado el juego. Hoy regresaré, puedes estar seguro de ello.
― He hecho todo lo que he podido hasta ahora ―se defendió. Ella se volvió, dando la espalda a su reflejo.
― Y lo has hecho bien. Están preparados, y precisamente por eso el poder será mucho más fuerte. Por fin podré ser libre. Por fin podré regresar.
***
― Esta oscuridad no me gusta nada... ―se quejó Ladybug, obligada a regañadientes a sujetar la mano de su compañero.
Chat Noir se volvió sonriente, a pesar de que ella no podía verle.
― Pues a mí me parece de lo más agradable ―Ladybug intentó zafarse del agarre, sonrojándose sin poder evitarlo. Por suerte o por desgracia, él no se lo permitió―. Vamos, tenemos que encontrar la cajita, ¿no?
Ella suspiró.
― Búscala entonces, tiene que estar por aquí...
Chat Noir avanzó por la oscuridad, visualizando el pequeño apartamento de Nathalie. Encima de la mesa, había dicho, y tal y como se esperaba, la cajita reposaba abierta sobre la superficie. Casi como una ofrenda.
Frunció el ceño extrañado.
― La he encontrado... ―murmuró.
― ¿Pero? ―Chat Noir se volvió para ver a su compañera con cierto asombro.
― ¿Pero? ―preguntó a su vez. La vio suspirar, intentando mirar hacia donde él estaba sin éxito. Se permitió observarla atento, sin perder detalle ahora que ella no podía verle a él.
― Hay un pero en lo que has dicho. ¿Qué pasa? ¿Está en un lugar inaccesible o algo?
― No... Ese es el problema.
Ella sintió un pequeño escalofrío. Dio un respingo y se acercó a su compañero mientras se daba la vuelta como un impulso.
― Hay alguien ahí.
Chat Noir intentó mirar más allá, esperando encontrar a alguien. Pero el piso seguía vacío. Sin soltar a su compañera, que seguía intentando ver algo que no vería, se acercó a la mesa y cogió la cajita donde antes habían estado los miraculous.
― Salgamos de aquí... ―murmuró. Ladybug sintió de nuevo un escalofrío. Dio un nuevo respingo, logrando que su compañero se tropezara con la mesa y tirara la caja al suelo.
― ¡Eh! ―se quejó.
― Está aquí ―aseguró logrando que enmudeciera. Intentó mirar hacia todas partes, pero no pudo ver nada. Y cuando intentó recuperar la cajita se dio cuenta de que esta ya no estaba en el suelo.
― Un día era una chica perfecta, intentando ser perfecta para no decepcionar a nadie. Y al siguiente era la gran heroína de París ―la voz lo sobresaltó. Ladybug tenía razón. Había alguien. Su propio poder la había advertido, porque era el mismo que ella también tenía. No hacía falta que se acercara para que ella notara su presencia―. Luego me convertí en un fracaso. ¿Es curioso, verdad, Ladybug? Lo que a ti te hizo más fuerte, a mí me destruyó por completo. ¿Por qué tú que eras un verdadero desastre fuiste mejor al convertirte en Ladybug, y yo que era todo lo que debía ser, me convertí en un completo desastre?
Ladybug contestó, aunque no creía que fuera a hacerlo. Dejándolo de piedra.
― Quizás los miraculos hacen que nos convirtamos en aquello que necesitamos ser.
La Ladybug que seguía en el marco de la ventana rota y que ahora veía parcialmente contrajo el gesto enfurecida. Apretó la cajita entre sus manos.
― ¿Quién te necesitaba a ti? A mí me necesitó mucha gente, incluso sin la máscara. ¿¡Por qué tú!?
Chat Noir observó el rostro de su compañera. Nathalie parecía saber quién se escondía tras la máscara. ¿Cómo lo sabía?
― Creo que no lo entiendes, Nathalie. Fuimos elegidas, no por nuestra capacidad ni nuestros valores, sino por lo mucho que necesitábamos el poder del miraculous. Nadie nos necesitaba, el miraculous no me eligió porque la gente de parís me necesitara. Lo hizo porque yo me necesitaba a mí misma. Necesitaba creer en mí. ¿Qué necesitabas tú?
Nathalie pareció debatirse consigo misma. Estaba furiosa. Quizás no por sus palabras, sino por no saber que responder a ellas. ¿Qué necesitaba? Durante mucho tiempo creyó que era ser perdonada. Pero eso no lo había necesitado cuando abrió esa cajita por primera vez. Entonces lo único que quería era ser aceptada y querida. ¿Por qué buscaba siempre el amor de los demás, la aceptación, el orgullo? ¿Por qué buscaba siempre ser perfecta?
Con furia, lanzó el yo-yo hacia ellos. Chat Noir logró esquivar el ataque, alejando a Ladybug de la trayectoria al ver que ella no podría verlo.
―¡Se escapa! ¡Síguela! ―escuchó que decía su compañera.
Bien que lo sabía, la ventaba seguía abierta, pero el exterior era tan oscuro que incluso a él le costaba ver algo. Pero había un punto de luz, el lugar hacia el que se dirigía Nathalie. Seguramente la boca del lobo.
Hacía tiempo que lo había pensado, sospechado, imaginado. Desde que encontró el libro y fue atando cabos. Sabía que su compañera algo sospechaba, pudo verlo bien cuando apareció en su casa, en el despacho de su padre en concreto.
― ¿Dónde ha ido?
Chat Noir la cargó detrás de su espalda, a regañadientes por parte de ella, pero sin poder hacer otra cosa ante la oscuridad. Suspiró antes de contestar.
― La Mansión Agreste...
***
― ¡Otro menos!
FoxyFire se volvió lanzando una llamarada hacia otro fantasma oscuro brillante. El pasado iba absorbiéndolos poco a poco, y la Foxyfire del pasado no parecía muy dispuesta a prestarle atención. Por consiguiente, habían tenido que pelear contra otros akumas del pasado. Unos que parecían más bien esbirros de los antiguos héroes de Paris que se alzaban sobre la gran Torre Eiffel.
― Esto no va a detenerse ―escuchó que apuntaba Nathaniel. Su capacidad de mover objetos iba muy bien en según qué momentos, pero ese no era uno de ellos. Esos fantasmas no desaparecían de buenas a primeras.
― ¿Cómo vais, chicos? ―preguntó Beequeen sobrevolando la zona lanzando ataques para protegerse.
― Ella chamuscando va bien, pero nuestros otros yos no nos dejan ni acercarnos.
Beequeen miró más allá del límite negruzco que iba creciendo. Un punto brillante destacaba en tanta oscuridad. Una casa en mitad de la noche.
― Solo romper el akuma podrá con todo. Deben llegar al origen lo antes posible.
Foxyfire sonrió, lanzando otra llamarada para evitar que un fantasma acabara por merendarse al nuevo guardián.
― Pero mientras no lo consigan, ¡nos toca! ¡Vamos, abejita, demuestra lo que sabes hacer! Y tú intenta mover algo útil ―aconsejó a Nathaniel lanzando otra llamarada para evitar otro fantasma.
Este, enfurecido por su advertencia, movió el fuego en dos direcciones, quemando a dos fantasmas al mismo tiempo.
Foxyfire parpadeó sorprendida.
― ¡Eh, la tortuga ninja lo ha pillado! ―apuntó una Beequeen sonriente. Nathaniel frunció el ceño.
― ¡Oye! ¡Cuidado o la próxima igual me equivoque y la lanzo hacia otro lado!
***
Chat Noir dejó a Ladybug sobre el suelo del interior de la mansión. Nathalie se había detenido en seco y una risa forzaba empezó a sacudirla. Su mano seguía sujetando la cajita. Ese era el momento.
Ladybug apretó su yo-yo con fuerza, dispuesta a lanzarlo hacia la cajita para romperla.
Pero no pudo. Nathalie acababa de hacer algo que jamás pensó que sucedería jamás con un akuma.
La propia Nathalie lanzó la cajita contra el suelo, rompiéndola en mil pedazos. La mariposa sobrevoló la estancia, pero su destino no era muy lejano. Ladybug no tuvo tiempo de atrapar la mariposa en esta ocasión. Alguien lo había hecho por ella. Alguien que no iba a purificarla.
Papillon.
***
― Imagino que esto no es lo que sueles hacer, Ladybug. Siento fastidiarte los planes.
La voz fría de quien había ocasionado todas las desgracias en Paris los había dejado a ambos de piedra. Esperaban muchas cosas, pero no encontrarse allí al propio Papillon.
La casa empezó a cerrarse cuando todo a su alrededor pareció volver a la normalidad. Todo excepto lo que se mantendría encerrado en esa casa. El akuma había desaparecido de un modo muy extraño. Y ninguno de los dos estaba seguro de las consecuencias de aquello.
― El akuma era solo una trampa ―apuntó Chat Noir visiblemente preocupado, pero con una clara determinación. Estaban en su casa, no hacía falta ser un genio para ver quién era su anfitrión.
― Y eso que parecías tonto ―señaló Papillon con una sonrisa ladeada―. ¿No te cansa estar siempre a la sombra de ese pequeño insecto?
Ladybug apretó los puños. No era la primera vez que escuchaba eso. ¿Por qué todo el mundo insistía en que ella era mejor y hacía sombra a Chat Noir? Sin él, ella no podría hacer ni la mitad de lo que había logrado. Ya no solo porque era su compañero y se ayudaban. Era, de algún modo, su fuerza. Él conseguía que se sintiera segura de sí misma como jamás se había sentido. Desde el primer instante que se conocieron. Siempre había sido así.
― Eso no es...
― ¿Y tú no te cansas de decir eso? Fuiste tú quien le dijo a Volpina que lo dijera, ¿verdad? ¿Eso piensas? ¿Qué doy sombra a Chat Noir? ―apuntó Ladybug enfurecida, sorprendiendo a Chat.
― ¿Acaso no es cierto? ¿Cuánta gente espera a Chat Noir? Yo solo escucho el sonido de los gritos llamándote a ti. ¿Acaso harías algo sin esa máscara? ¿Serías capaz de proteger a alguien sin ser Ladybug? ―Papillon sonrió―. Yo contestaré a eso: No.
El no retumbó sombrío por la enorme mansión. Ladybgu apretó los puños, y observó un instante los ojos verdes de su compañero, que la observan todavía con cierto asombro. Le sonrió ligeramente.
― Eso solía preguntarme... ―confesó―. Pero alguien me dijo una vez que la máscara no me convertía en quien era. Que yo era fuerte tanto si la llevaba como si no. Yo también... quiero confiar en esa chica.
Chat Noir le devolvió la sonrisa con cierto orgullo. Era importante para ella. No sabía en qué momento había sucedido, pero sus ojos demostraban algo que pensó que jamás vería. Ella lo apreciaba. Y para él eso era más que suficiente.
Antes de que ninguno pudiera prevenir nada, un humo verdoso empezó a inundar la sala. Alertados, temiéndose lo peor al ver la sonrisa creciente en el rostro de su enemigo, intentaron encontrar un modo de escapar. Era inútil. Habían caído en la trampa. Y aquello era una jaula de la que parecía imposible escapar.
El humo invadió el lugar asfixiándolos. Ladybug alzó una mano, intentando encontrar a su compañero, pero en lugar de eso, lo que encontró fue una en su cuello, apretándola y empujándola con fuerza hacia atrás.
― ¡My Lady! ―escuchó que gritaba Chat Noir. Ella no pudo hablar. Empezó a toser con fuerza, incapaz de ver más allá de sus narices.
― Veamos si lo que dices es cierto, Ladybug ―dijo la reconocida voz de Papillon cerca de su oído. Luego sus manos sujetaron ambas orejas con fuerza, volviéndola lívida ante lo que sabía que iba a suceder―. Veamos si eres tan valiente ahora...
Arrancó los miraculous de sus orejas, logrando que la transformación se extinguiera al instante. Miró hacia arriba. Los ojos azules y fríos de su enemigo la miraron con desprecio.
― Solo eres otra chica normal que se le ha otorgado un poder demasiado fuerte para ella. Una estúpida y torpe chica que sin esto ―apuntó señalando los miraculous―. No es nada.
Marinette intentó levantarse, pero ese humo seguía quemándole la garganta. Ni siquiera tenía a Tikki. No había sido ella quien la había expulsado, ni los miraculous, por lo que Tikki no había aparecido. Estaba sola.
Apoyó las manos sobre el suelo. El humo se desvanecía poco a poco y reconoció el sitio. Era el despacho del señor Agreste... Del que era su enemigo. Pudo ver por un trozo de la puerta entreabierta a su compañero tirado en el suelo. El humo seguía quemándole, y Papillon se acercaba a él. Seguramente para coger también sus miraculous.
Que fácil había sido engañarlos al final. Cuan sencillo iba a serle apoderarse de este modo de los miraculous. Usando a alguien que era importante para ellos, manipulándolos, engañándolos. ¿Realmente era así de sencillo terminar con Ladybug?
No.
Estaba equivocada.
Esa no era la pregunta.
Apretando los puños, se levantó del suelo.
¿Acaso era tan fácil, rectificó, terminar con Marinette?
***
Chat Noir intentó apoyarse sobre el suelo sin éxito. Era tan patético. Estaba tan aturdido al saber que era su propio padre quien intentaba destruirlo que había caído en la trampa a cuatro patas.
― Eres tan patético... ―escuchó que decía agachándose a su altura.
― Pensaba que en el fondo... me querías... ―gruñó no pudiendo contener el dolor que sentía.
Y aunque Papillon parecía muy seguro, en esos instantes pareció sorprenderse.
― ¿Qué has dicho?
― Lo sabías. En el fondo siempre lo has sabido, ¿verdad? ―preguntó alzándose sobre sus manos―. Y aun así querías esto ―señaló mostrándole el anillo―. ¿Por qué? ¿Por qué haces esto? ¿Cómo puedes ser tú quien me quiera ver así? Mamá te odiaría por lo que estás haciendo. ¡Y por lo que has hecho con su memoria!―le reprochó.
― Lo que he hecho con la memoria de tu... ―Papillon parpadeó―. Helen... ―entonces lo sujetó por el pescuezo. Sus ojos inyectados en odio―. Así que tú eres el nuevo Chat Noir...
Adrien pareció sorprenderse, había perdido la máscara por un instante. Dejó de ser Chat Noir para volver a ser ese niño asustado que solo quería que su padre lo quisiera. Pero su padre jamás lo había querido. Su padre siempre lo había culpado. Quizás él era la razón por la que su madre había desaparecido. Quizás por eso lo odiaba.
― Creo que hoy mataré a dos pájaros de un tiro. O debería decir dos gatos... Qué lástima que tu Ladybug no esté aquí para servirte de ayuda y sacarte de apuros.
La caja rota de los miraculous sobrevoló la sala impactando con fuerza sobre la cabeza de Papillon, que más que daño lo que logró fue enfurecerlo más.
― No cantes victoria tan pronto. Nadie ha huido todavía.
Papillon se volvió hacia la chica que se mantenía de pie, firme y segura. Lo había hecho. Creía que se escondería para no ser descubierta. Pensaba realmente que no saldría de su escondrijo. Se había equivocado. Y una sonrisa adornó de nuevo su rostro.
Perfecto.
Chat Noir entreabrió los ojos al escuchar la voz lejana de alguien que había detenido a quien lo seguía estrangulando. Por alguna razón, ese alguien debía ser más importante que eliminarlo, pues su mano dejó de presionar y lo tiró al suelo, al que cayó de rodillas. Alzó el rostro, tosiendo con fuerza.
Escuchó la risa de Papillon al mismo tiempo que veía quien seguía firmemente de pie delante de ellos. Sus puños cerrados, su fuerte determinación, y un rostro conocido.
― ¿Ma... Marinette?
Ella se volvió con una sonrisa triste.
― Lo siento, gatito. Después de todo... los he perdido... ―murmuró ella rozando sus orejas desnudas.
Chat Noir lo comprendió entonces y algo en su interior empezó a encajar. Su necesidad de que ella lo viera, de que ella, no Ladybug, sino Marinette, encontrara fascinante a Chat Noir. Su desconcertante necesidad de besarla, o de protegerla. Su interior lo había descubierto mucho antes que él. Mucho antes incluso que su sentido común.
― ¿My... Lady?
Entonces todo pasó muy deprisa. Los akumas eran peligrosos, lo sabían desde que empezaron a aparecer. Siempre iban a corazones heridos, corazones que habían sido dañados. Y ahora una mariposa oscura, seguida de algunas más, sobrevolaban con furia la estancia. Chat Noir apenas pudo pensar en lo que pasaba. Se levantó, corriendo como jamás lo había hecho, pero logrando lo que siempre hacía.
Protegerla.
― ¿Chat...? ―murmuró Marinette con sorpresa, siendo abrazada por su compañero con fuerza. Las mariposas negras desaparecieron sobre el traje negro.
― Sabía que la chica bajo la máscara... era maravillosa... Debería... haberme dado cuenta antes ―notó sobre su hombro que sonreía. Una sonrisa triste―. Que idiota...
Marinette sintió las lágrimas arder cuando lo vio caer de rodillas. Se agachó a su altura.
― ¡Chat! ―gritó asustada. Pero él no estaba herido. De hecho sintió sus manos afiladas sobre sus hombros, sujetándola con demasiada fuerza.
― Ilusa. Siempre os caracteriza eso a las Ladybugs ―dijo la voz de Papillon―. ¿Acaso has olivado lo que hacen los akumas, estúpida?
No. No lo había olvidado, pero por si así era, los ojos oscurecidos de su compañero al alzar el rostro se lo recordaron.
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¡Ya estoy de vuelta! ¡¡Mi primer día de vacaciones y actualizo, que conste!! Sí, como habéis oído, me han dado vacaciones de 5 días jejejeej Así que he podido acabar el capítulo de una vez.
Muchas gracias por la paciencia y la comprensión. En serio, sois los mejores.
¡¡Un beso muy grande a todos!!
PD: ¡Ah sí! Y espero que no os defraude el capitulo, os guste y tengáis ganas de saber cómo continua. ^^ De verdad espero que os haya valido la pena la espera :S
¡Otra vez besos!
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