Capítulo 20: Una antigua generación oscura
Marinette se había quedado completamente en blanco. Desde que los miraculous llegaron a sus manos y aceptó su destino como Ladybug que tuvo presente que su secreto era muy frágil. Quien estaba a su alrededor podían descubrirla con mucha facilidad, y últimamente estaba teniendo serios problemas para ocultar su máscara. Los miraculous akumatizados la debilitaban, y ahora mismo su cerebro se había convertido en puré. El miraculous de la sabiduría, el que había poseído el Gran Guardián, encerraba un gran poder. Y ese poder estaba haciendo mella en ella.
El rostro de Alya no estaba triste, ni enfadado, ni siquiera decepcionado. Su rostro era seguro, como si que ella confirmara que realmente era Ladybug no fuera algo que necesitara oír. Simplemente lo sabía. Estaba hecha un completo lío, asustada por sus propios sentimientos, por los de la gente que la rodeaba, y ahora ni siquiera tenía una vía de escape. Había pasado tanto miedo, lo había superado y ahora se había derrumbado en el baño al confesarse a sí misma algo que hacía tiempo que ya sabía. Algo que no se había dado cuenta hasta ahora. Precisamente ahora.
Estaba enamorada de Chat Noir.
Era un hecho, y ya no había vuelta atrás. El problema era que Adrien todavía la afectaba. Todavía sentía algo por él. Era innegable. ¿Qué le pasaba? ¿Qué sentía realmente? ¿Acaso había algo en su cabeza que no funcionaba o quizás el hecho de ser Ladybug había hecho que su corazón se partiera en dos?
Alya seguía esperando que ella dijera algo, la gente alrededor regresaba a sus casas, comentando lo sucedido y admiraban quien los había salvado, una vez más, del peligro.
Siempre había podido controlar bien sus emociones, se sentía orgullosa de su capacidad de no preocupar nunca a nadie. Si bien no siempre había sido valiente, si lo era en un sentido emocional. Por eso supo que las cosas empezaban a desbordarla. Lo supo al ver que lo que sucedía la superaba. Y sin poder evitarlo, encerró el rostro entre sus manos para que su mejor amiga no pudiera ver las lágrimas de impotencia.
Había fracasado. Su secreto había sido revelado.
Sintió la mano de Alya sobre sus hombros, e instantes más tarde, su mejor amiga la instaba a caminar por la calle, abrazándola para que nadie más pudiera verla.
― Alya... espera... ―murmuró a media voz.
― Lo siento mucho, Marinette.... No pensé que iba a hacerte daño decirte que lo sé.
No supo a donde iban hasta que se detuvo delante de un bloque de pisos. Entonces se apartó un poco para sacar una llave y abrir la puerta.
― Está un poco oscuro siempre, pero aunque también es pequeña, es acogedora. Pasa ―la invitó.
Marinette parpadeó confusa. Era su casa. Ahora que lo pensaba, nunca había ido a su casa.
Al entrar, el recibidor estaba a oscuras, como Alya había dicho. Por lo demás, todo estaba ordenado y en perfectas condiciones. Como si hiciera tiempo que nadie vivía allí.
Siguió a Alya hacia unas escaleras, mirando hacia la cocina vacía y el comedor desierto. Subió junto a ella para llegar a lo que supuso sería su habitación.
― Puedes sentarte donde quieras ―aseguró abriendo la luz de una pequeña lámpara a pilas.
― ¿Por qué no hay luz? ―preguntó confusa. No atreviéndose a hacer nada.
― Nos cortaron la luz la semana pasada. Falta de pago. Al menos todavía tenemos agua. Por ahora.
Marinette parpadeó, su mejor amiga dejó entrever una sonrisa torcida.
― Como ves, no eres la única que tiene secretos. Tú eres la gran heroína de Paris. Una chica dulce, amable, valiente y fuerte. Me has convertido en una heroína también, pero detrás de mi mascara... la de Foxyfire y la de Alya, está esta.
― Alya... yo...
― No quiero que te disculpes. Sé porque no me lo dijiste. Y solo puedo agradecerte que confiaras en mí para ser quien soy ahora. Me está ayudando a no ver esto.
La voz de Alya se resquebrajó un poco. Marinette decidió sentarse a su lado en la única cama que había.
― ¿Qué pasa? ¿Qué va mal? ―preguntó preocupada. Alya tembló.
― Mi vida va mal. Siempre ha ido mal desde que nací. Llevo toda mi vida huyendo.
Marinette parpadeó.
― ¿Huyendo? ¿De qué? ―Alya dejó escapar una risa irónica.
― De quién, mas bien. De mi padre. Mi verdadero padre ―Alya miró a su mejor amiga con una sonrisa triste―. Soy producto de una aventura de mi madre...
― Pe... pero no lo entiendo. ¿Por qué estáis huyendo?
Alya se removió incómoda.
― Mi verdadero padre es un hombre poderoso, quería mi custodia, no me preguntes porque. O eso me han dicho. Mi madre se negó a dársela, y como legalmente tenía derechos sobre mí, pues escaparon. Me refiero a mi madre, su marido y yo ―aclaró―. Nos hemos ido cambiando de nombre y de lugar desde que tengo memoria. Ya ni siquiera recuerdo mi verdadero nombre ―aseguró. Luego miró a su mejor amiga con una sonrisa―. Así que ya ves, no eres la única que lleva una máscara. No soy la Alya que creías que era.
Marinette sonrió entonces. Negó con la cabeza.
― No. Eres exactamente quien creía que eras. Mi mejor amiga. Eso nunca va a cambiar ―Alya sonrió, dándole un abrazo.
― Eso quería escuchar. Sabía que dirías eso. Eres exactamente como creía que eras, Marinette. Pero necesitaba que tú misma lo dijeras para que creyeras que yo siento lo mismo. Para mí, tú también eres quien creía que eras. Mi mejor amiga. Mi heroína personal. Pero solo tú podías decirlo para que creyeras en ello.
Marinette aceptó su abrazo, asustada y emocionada al mismo tiempo.
― ¿Por qué me has contado esto, Alya?
Alya, todavía abrazada a ella, apretó más el abrazo, contrayendo el gesto con emoción.
― Porque ya está bien de máscaras. No quiero que haya nada más que oculte quienes somos en realidad.
Marinette esbozó una dulce sonrisa que llenó de luz esa oscura casa, una pequeña chispa que podía dar calor a un corazón helado lleno de miedo. Jamás la había visto realmente. Ahora se daba cuenta. Alya era su mejor amiga, y acababa de regalarle algo que jamás pensó que haría. Su total y plena confianza. No le había jurado que no lo diría a nadie, pero con su gesto, estaba clara la promesa. Estaban juntas en esto. Sus secretos estaban a salvo.
― Sé que ya lo sabes, pero supongo que no está de más que lo diga en voz alta. Soy Ladybug.
Alya sonrió.
― Sí, mi mejor amiga es la gran heroína de parís.
― Y la mía también.
Sin poder evitarlo, las dos acabaron riendo. La casa terminó de llenarse de luz aunque siguiera a oscuras. Y por primera vez, Alya vio que su vida no iba tan mal como había pensado.
***
Como todos los días que aparecía un akuma, Ladybug lanzó su yo-yo para poder atrapar a la pequeña mariposa. Sonrió con ganas, sabiendo que habían hecho otro buen trabajo. Y también porque en esta ocasión no iba a acobardarse. Por fin le diría lo que sentía. Antes de que lanzara de nuevo el yo-yo para irse lejos.
Avanzó con decisión, sintiendo sus pies más pesados que nunca. Ella se volvió sonriente, sus labios se movieron en una felicitación alegre por el buen trabajo. Alzó el puño esperando que él hiciera lo mismo, que lo chocara como ya acostumbraban a hacer. Él lo alzó, pero en lugar de chocar su puño, sujetó su mano para acercarla a él y que no escapara.
― My Lady... ―murmuró cerca de ella. Sus ojos azules que la máscara no ocultaba lo miraron sorprendida. Demasiado impactada para apartarse o hacer nada más que permanecer allí, quieta―. Yo...
Pero no podía. Las palabras, como siempre, no acudían a sus labios. Estaban gritando en su cabeza, pero su corazón las oprimía, incapaz de expresarlo con sonidos. Por eso no lo dijo, por eso se negó a fracasar una vez más.
Sin soltar su mano, la acercó más a él, y expresó sus sentimientos con acciones, besándola. La sorpresa quedó enmudecida por sus labios, y estos fueron suaves, dulces. Conocidos.
Abrió los ojos de repente, encontrándose delante de él a otra persona. A alguien diferente. Alguien que no había podido sacarse de la cabeza desde que sus labios rozaron los suyos accidentalmente.
― Marinette...
Adrien se despertó de golpe, bañado en sudor en su propia cama. La oscuridad de su habitación lo dejó aturdido por un segundo, hasta que recordó que estaba en su casa y se había ido a dormir después de derrotar a un akuma especialmente aterrador. Suspiró. Se pasó una mano por la cara, intentando eliminar el resto del sueño. Tenía que olvidarlo como fuese. Estaba avanzando con Ladybug. Ella parecía que lo veía. Más que al principio al menos. No podía echar todos sus esfuerzos por la borda por un... beso.
―Maldita sea... ―murmuró. Plagg se levantó de su lado en la cama sobresaltado. Tenía costumbre de dormirse a sus pies, pero en ocasiones ocupaba gran parte del cojín o, incluso, encima de su cabeza.
―¡¿Qué pasa?! ¿Se ha acabado el queso? ¡Dime que no se ha acabado!
Adrien suspiró mirando a su pequeño compañero. Podía hacerse una idea del tipo de pesadillas que tenía.
― No pasa nada... solo un sueño ―murmuró echándose de nuevo en la cama.
― ¿Una pesadilla?
― Algo parecido ―contestó dándose la vuelta mirando hacia la ventana.
La noche prometía ser oscura, pero algo la rompía. Una débil luz procedente del piso inferior. Una luz que, por lo que podía deducir, surgía del despacho de su padre. Se giró de nuevo, encendiendo la luz del reloj de mesa a un lado. Eran las cuatro y cuarto de la madrugada. Nunca permanecía despierto hasta tan tarde, o al menos, si se hacía tan tarde, en lugar de ir a casa se quedaba a dormir en un hotel. Lo había hecho desde que su madre desapareció. Y lo sabía porque el primer mes permanecía despierto por las noches hasta altas horas esperando que su madre apareciera por la puerta. Nunca era ella. Ni tampoco su padre. Nunca nadie atravesaba esa puerta.
Frunciendo el ceño, se levantó de la cama enviando sin querer a Plagg a la otra punta del colchón. Lo escuchó protestar, segundos antes de sobrevolar la habitación para seguir al muchacho.
― ¿Excursión nocturna? Podríamos pasar por la cocina a por un poco de queso, ya que estamos despiertos.
Lo hizo callar con un dedo, emitiendo un leve sonido de silencio. Bajó las escaleras de puntillas, parándose justo en el primer revuelo al ver pasar a uno de los guardaespaldas de su padre. Esperó un instante a que desapareciera por la puerta y luego bajó. Se escondió detrás de la primera columna, escuchando el murmullo de la voz de su padre, y el de otra persona. Una voz femenina.
― No lo entiende, no era mi intención engañar a nadie. Esto es un error y lo sabe.
Adrien se acercó un poco más, quedando tan cerca como pudo de la puerta. Esta estaba ligeramente abierta, así que pudo ver el interior. Su padre estaba de espaldas, observando el ventanal con las manos cruzadas detrás. Delante, más cerca de él, estaba Nathalie.
― Lo fue desde el primer instante en el que te contraté. Sin duda ha sido un error.
― Tuve que hacerlo. Le prometí que lo protegería. Y eso he hecho. He sido una excelente secretaria y he protegido a su hijo como lo habría hecho...
Adrien abrió los ojos de par en par al ver la expresión furibunda de su padre cuando se dio la vuelta y fijó su mirada en Nathalie. Jamás lo había visto tan enfurecido.
― ¡No te atrevas a pronunciar su nombre! ¡Si ella no está aquí para proteger a su hijo es por tú culpa!
Nathalie se sentó poco a poco en el sillón de cuero negro a su espalda.
― Existe un modo de que vuelva... solo es cuestión de tiempo. Ella podrá...
― Si te crees por un instante que voy a volver a confiar en otra Ladybug para que salve a mi familia, es que estás más loca de lo que pensaba.
Adrien permaneció atento, estaban hablando de su madre.
― Ella es diferente. Ha conseguido purificar antes miraculous. Podrá salvarla. La he conocido y...
Su padre se acercó a Nathalie amenazante.
― ¿Sabes quién es Ladybug? ―Adrien se asomó, curioso por saber la respuesta.
― Está demasiado cegado por la ira, Sr. Agreste. La nueva generación es más poderosa. Pueden arreglar lo que yo estropeé.
― Los miraculous han sido los responsables de toda mi desgracia. He tenido que privar a mi hijo de una vida normal por culpa de ellos. Porque nadie está seguro allí fuera. Porque el monstruo sigue acechando. Por eso he tenido que tomar medidas. Fue aquello que debía protegernos lo que se llevó a la única mujer que he amado en mi vida. No me pidas que confíe, no me exijas que no sienta ira. Ladybug no podrá proteger a mi hijo ni a nadie, igual que tú no pudiste hacerlo en su momento.
Adrien observó a su pequeño kwmani con los ojos abiertos de par en par. ¿Sería un akuma el responsable de la desaparición de su madre? Y lo que era más sorprendente, Nathalie había sido...
― Gabriel, he estado aquí porque quería protegeros. No os he abandonado, y jamás lo haré. Helen querría...
― Quiero que te vayas. ―sentenció su padre volviendo a mirar la ventana―. Recoge tus cosas, estás despedida.
― Gabriel... No deje que el rencor lo domine. Esto puede terminar en cualquier momento. Puedo ayudar.
La mirada gélida que el hombre le dedicó dejó a Adrien asombrado.
― ¿Ha podido ayudar jamás en algo, señorita Sancoeur? Su capacidad como heroína era completamente inútil, igual como la de protectora de esta familia. Recoja sus cosas, al parecer tiene razón en una cosa: esto puede terminar en cualquier momento. Y ese momento es ahora. ―Se dio la vuelta de forma calculada―. Gracias por su tiempo.
Nathalie se quedó sin habla. Una lágrima silenciosa surcó su rostro cuando las imágenes que la habían atormentado toda su vida golpearon su cabeza con fuerza. Era cierto. Jamás había podido ayudar en nada. Siempre había fracasado. Sus esfuerzos por ser perfecta habían logrado que fuera todo lo contrario.
Salió del despacho del Sr. Agreste con el rostro emblanquecido. Había vuelto a fracasar.
― ¿Nathalie? ―la voz conocida de Adrien la alteró ligeramente, volviéndola para ver al muchacho salir de detrás de una columna― ¿Es cierto? ¿Eras Ladybug?
Ella sonrió con tristeza.
― Adrien... Lo siento muchísimo. He fallado. No he podido protegerte de esto. Quería muchísimo a tu madre, ella me lo hizo prometer. Pero ahora todo ha terminado... Lo siento. Lo siento muchísimo.
Adrien miró un instante hacia atrás. Luego se acercó corriendo a la mujer.
― ¿Sabes dónde está mi madre?
Nathalie pareció que se le rompía algo en su interior. Negó ligeramente con la cabeza, aunque parecía no estar muy segura de ello. Sus ojos azulados se desviaron un instante, observando algo no muy lejos del muchacho. Pareció que su rostro se sorprendía un instante, para luego esbozar una sonrisa triste.
― Eso lo explica todo... ―murmuró―. Adrien... no podré estar más aquí, pero me gustaría darte un último consejo antes de marcharme.
El joven asintió, dudando un instante. Nathalie posó ambas manos en sus hombros, asegurándose de que sus palabras quedaban grabadas en él de un modo u otro.
― Nunca le temas a tus sentimientos. No dudes de ellos. No importa lo confusos que sean.
Adrien parpadeó. Quiso contestar, pero fue incapaz al escuchar la voz de su padre procedente del despacho. Se quedó estático un instante, pensando que había sido descubierto. Nathalie se alejó entonces, corriendo para salir cuanto antes por la puerta hacia el lugar donde tendría guardadas sus cosas.
Vio acercarse a uno de los hombres de su padre, y se vio obligado a esconderse de nuevo detrás de la columna. En cuanto el hombre desapareció en el interior del despacho, se alejó corriendo por las escaleras hasta llegar a su habitación.
Se tiró en la cama, pensando en todo lo que había descubierto.
― ¿Estás bien? ―escuchó que preguntaba Plagg. Adrien giró el rostro.
― Nathalie era Ladybug. Conocía a mi madre y creo... creo que sabe dónde está. El Maestro Fu me habló de los demás miraculous. Plagg... ―murmuró. Su kwami se sentó cerca, al lado en la almohada―. ¿Crees que mi madre era también una heroína?
***
Nathalie cerró la puerta de su apartamento con un suspiro pesado. Su rostro seguía siendo una máscara blanquecina, incapaz de pensar en nada. Avanzó hasta pararse delante de la mesa del comedor. Un dejabú consiguió que un frío recorriera su espina dorsal. En el centro, como si el tiempo no hubiera pasado, o como si el pasado hubiera regresado a su tiempo, una cajita reposaba.
Se acercó lentamente, consiguiendo sujetarla a duras penas. La abrió.
― No puede ser...
"Una generación condenada al fracaso. Las oportunidades nunca se pueden recuperar. Eso has aprendido. ¿Verdad, Ladybug? ¿Te gustaría rectificar, que las cosas fueran distintas? ¿Quieres volver a ser la verdadera Ladybug, pero esta vez haciendo las cosas bien? Eres la elegida, siempre lo has sido. Ponte estos Miraculous. Regresa todo a su cauce... Y a todos..."
Nathalie, incapaz de razonar o decir nada, sujetó los pendientes y se los puso, recordando la primera vez que lo hizo. Recordando y viviendo de nuevo la experiencia de ser la heroína de París.
***
― Fue realmente increíble. Deberíais haber visto a esos monstruos de verdad corriendo por los pasillos, ¡eran espeluznantes!
En el aula del colegio Françoise Dupont, al finalizar las primeras clases, el tema de la noche de Halloween surgió inevitablemente. Se había publicado una primera página en el diario referente a ese día, con mención especial, como ya era costumbre, a los héroes de Paris. Salvando de nuevo la ciudad de otra amenaza.
― Nathaniel, sales en la primera página también ―le informó Rose señalando el punto donde el muchacho permanecía de pie al lado de los héroes.
Nathaniel sonrió, algo avergonzado, mirando de reojo a Marinette. Ella observaba también el periódico. Estaba leyendo algo con verdadero interés, seguramente para saber qué decían exactamente de ella.
Aprovechando el momento en el que todos en la clase parecían entablar un pequeño debate por el asombroso Halloween, se acercó a la joven sentándose en una silla a su lado.
― También estuviste allí dentro, ¿verdad? ―La pregunta de Nathaniel la sobresaltó un poco, no esperando que nadie la hablara en ese momento.
Alya se había alejado con Nino por algún motivo que no había querido explicarle en ese momento. Confiaba en ella, sobre todo ahora que sabía su secreto.
― Nathaniel... eh... sí. Daba mucho miedo.
El muchacho sonrió.
― Estoy seguro de que fuiste muy valiente ―Marinette parpadeó sorprendida.
― Por lo que dice esto, el valiente fuiste tú ―contestó algo dudosa mostrándole el periódico. Nathaniel sonrió algo avergonzado.
― Solo intentaba ayudar.
Marinette sonrió a su vez, observando la muñeca del muchacho con satisfacción. Había acertado, llevaba el brazalete. Cuando alzó de nuevo el rostro, Nathaniel la estaba mirando. La intensidad fue tal que consiguió sonrojarla un poco. Era como si viera a través de ella. Como si supiera...
― Parece que la noche de Halloween se ha vuelto el tema principal del día.
Ambos se volvieron sorprendidos, Nathaniel frunciendo ligeramente el ceño y Marinette sonrojándose todavía más. Después de lo sucedido, no terminaba de acostumbrarse a encontrarlo cerca. Sobre todo por todos los sentimientos confusos que estaba experimentando.
― A...Adrien.
― Lo que sucedió ayer afectó a mucha gente, creo que también estuviste dentro, ¿verdad? ―Adrien sonrió.
― Sí, fui con Nino. Quedamos allí con Alya y Marinette. ¿Verdad? ―aseguró mirando a la chica, que se había quedado en blanco.
― Eh... sí.
― ¿Y pasaste mucho miedo?
Adrien se apoyó en la mesa.
― No, en absoluto. ¿Y tú? ―Nathaniel alzó el periódico orgulloso.
― Ya ves, aunque tuviera miedo, era más importante ayudar.
Adrien tuvo que morderse la lengua. Porque se suponía que él no había estado allí. Y por primera vez sintió que su secreto le pesaba.
― Es una suerte que estuvieras...
― Bueno, supongo que tú también intentaste ayudar. Nino apareció más tarde también, ¿encontraste a Marinette?
Adrien intentó no parecer enfadado. Porque el tema acababa de centrarse demasiado, y empezaba a entender qué pretendía.
― La estuve buscando ―aseguró. Marinette parpadeó.
― ¿De verdad? ―Adrien se volvió hacia ella. Sus ojos azules lo impactaron, regresando el recuerdo de esa misma noche. De su sueño. Intentó no sonrojarse, pero al parecer fue inevitable.
― Claro.
Y de hecho la había encontrado, y salvado. Por desgracia, tuvo que morderse la lengua de nuevo.
― Bueno, es una suerte que todo terminara bien. Me alegra que salieras sana y salva, Marinette, lo hiciste bien ―aseguró Nathaniel. La joven asintió.
― En realidad no hice nada ―aseguró con una pequeña risa―. El héroe en esta ocasión fuiste tú.
― Sí, es una suerte que estuvieras allí para ayudar... ―murmuró Adrien―. Tengo que irme. Nos vemos.
Ambos observaron al muchacho alejarse y salir por la puerta del aula. En todas las ocasiones que había hablado con él, jamás había usado un tono de voz parecido. Si no fuera porque no había motivos, pensaría que estaba enfadado con ella por alguna razón.
Alya se acercó en ese momento, sola. Se giró solo un instante, esperando ver a Nino. Pero nadie la acompañaba. Nathaniel se despidió también, dejando a las amigas solas.
― Que interesante. Y tú que te preocupabas porque no progresabas nada.
Marinette parpadeó confusa.
― ¿Qué? ¿De qué estás hablando? ―Alya dejó escapar una carcajada.
― Eres increíble. ¿De verdad no te has dado cuenta?
― ¿De qué?
― Pues del extraño modo de comportarse de tu Adrien.
Marinette se sonrojó ante la mención del muchacho.
― Alya... ―la recriminó bajando la voz―. Supongo que estará molesto por lo del otro día. Dijo que estaba todo bien... pero sigo sin estar segura de eso.
― Oh, sí, estaba molesto. Aunque no por lo del otro día, me parece.
― ¿Y por qué sino? ―preguntó frunciendo ligeramente el ceño.
― ¿Tú te acuerdas que le gustas a Nathaniel o ya lo has olvidado? ―Marinette observó al muchacho, que se volvió un instante dedicándole una sonrisa.
― Pero eso ya lo arreglamos hace tiempo.
― Bueno, al parecer, no todos opinan lo mismo. ―Al ver que su amiga parecía no entenderlo aún, suspiró y se la llevó a parte―. Marinette, tal vez tú no lo veías desde aquí, pero Nathaniel te estaba poniendo ojitos.
― ¿Qué? No, solo estábamos hablando...
― Y al menos desde fuera, instantes antes de que apareciera Adrien, parecía que fuera a besarte ―Marinette se sonrojó.
― No es...
― Marinette, tú no lo has visto, pero tanto Nino como yo sí. Adrien se ha acercado casi corriendo cuando os ha visto. Y te aseguro que su "molestia" no era por el beso que os disteis, o quizás por ello se ha puesto así.
― Alya... qué estás... ¿Así como?
Alya suspiró, intentado contener la risa.
― Mira que eres lenta. Lo siento, te quiero mucho, pero te cuesta mucho entender estas cosas. Quizás ni él mismo es consciente, pero por el modo en que se ha comportado es evidente que estaba molesto porque Nathaniel estaba cerca de ti.
― Pero eso querría decir que está celoso.
Alya alzó el pulgar.
― ¡Bingo!
***
Adrien se detuvo al final de las escaleras, suspirando. ¿Qué narices le pasaba? ¿Es que había perdido por completo el juicio? Estaba seguro de su amor por Ladybug. Entonces, porque se había enfadado tanto cuando había visto al Cazaarañas cerca de Marinette. Ese sueño lo estaba trastornando. No podía ser otra cosa. O quizás simplemente estaba enfadado porque había intentado seducir a su Lady y ahora lo intentaba con Marinette de un modo descarado.
― No termino de entender las emociones humanas. ¿No estabas enamorado de Ladybug? ―preguntó Plagg desde su camisa. Adrien la cerró con fuerza.
― Y así es.
― Pues hace un rato casi te lanzas a por ese chico. Igual que en el laberinto. Cuando eres Chat Noir puedo sentir lo que sientes, ¿lo sabías?
Adrien parpadeó.
― No, ¿en serio?
Un sonido procedente del exterior interrumpió la posible respuesta de Plagg. La gente salía de los edificios, mirando hacia arriba a un punto concreto.
― ¿Es ella? Parece algo distinta... ―escuchó que murmuraba alguien cerca.
Adrien, asegurándose de que su compañero estaba bien oculto, salió al exterior mirando extrañado a la gente a su lado. Otros alumnos, profesores, gente de la calle, se habían detenido mirando hacia arriba, al edificio más cercano. Alzó el rostro y abrió los ojos de par en par al ver lo que todo el mundo observaba.
― Lleva el cabello suelto, y muy largo, y parece mayor ―escuchó que decía una joven a su lado.
Pero a pesar de esas diferencias, ella llevaba el traje. Sus cabellos también eran oscuros. Y cuando saltó, alzándose a pocos metros de donde ellos estaban, vio uno ojos azules que la caracterizaban. No era ella. Como alguien había dicho tan solo unos segundos antes, era mayor.
― ¿Quién eres? ―preguntó en un susurro.
La mujer volvió su rostro completamente hacia él. Sonrió de forma enigmática haciendo girar su yo-yo.
― Soy Ladybug.
***
En cuestión de segundos, el colegio se convirtió en el punto blanco de todas las catástrofes de París. Alya salió del aula, viendo a lo que parecía ser un ciudadano akumatizado petrificando a todos los que se acercaban a pocos metros de él. Cerró el aula tan deprisa como la había abierto, volviéndose hacia Marinette y haciéndole señas para que se acercara. Al parecer, ella también estaba pendiente de algo más que sucedía en la ventana.
Los demás compañeros de clase se agruparon junto a la puerta, mirando al exterior por el cristal.
― ¡¿Qué está pasado?! ―exclamó Rose junto a Juleka.
― Salir es peligroso, mejor intentamos bloquear la puerta, ¿vale? ―aseguró Alya señalando la mesa. Todos parecieron estar de acuerdo, y aprovechó el momento para acercarse a Marinette.
― Hay un akuma que petrifica a gente ahí fuera ―la informó. Marinette señaló la ventana.
― Y ahí otro que duerme a la gente, literalmente quiero decir.
Alya pudo ver cómo el akuma desprendía una especie de vapor que hacía que se durmieran al acto. En el exterior, los ciudadanos de París estaban todos dormidos. O esperaba que así fuera.
― Esto es malo ―aseguró―. Parece como si más de un akuma hubiera decidido aparecer hoy.
― Si no salimos de aquí... no podremos ayudar en nada.
Marinette miró la puerta y suspiró.
― Lo sé. Pero no podemos salir por la puerta. No podemos...
La expresión de su amiga se descompuso justo un instante antes de que algo impactara contra la ventana y sujetara con fuerza a Marinette de la cintura. Sintió la mano de Alya en torno a la suya, intentando mantenerla en el interior del aula. Pero fuera lo que fuese lo que la tenía sujeta, tiró de ella hacia el exterior, haciendo que Alya chocara contra la pared de la ventana por la que acababa de salir disparada, obligándola a soltarle la mano.
Marinette dejó escapar un grito y antes de poder siquiera ver lo que sucedía, se encontró colgando desde alguna parte de un edificio. Pataleo con impotencia, sujetándose a lo que la mantenía cautiva para que no la soltara desde allí arriba. Si pudiera transformarse...
Y entonces su rostro perdió color. Su mano estaba sujeta con fuerza a algo que conocía muy bien. Aquello que la había sacado del colegio de un tirón era algo que ella solía usar.
Su yo-yo.
Alzó el rostro, encontrándose con alguien que poseía unos cabellos oscuros como ella, y unos ojos azules como los suyos. Por no decir que llevaba puesto su traje.
― Hola, mi joven sucesora, creo que tienes algo que me pertenece.
***
Adrien abrió los ojos de par en par cuando la vio salir corriendo hacia donde intentes antes había estado él también; el aula donde seguían sus compañeros de clase. La calle se había convertido en un completo caos, pero nada fue comparado con lo que la adulta Ladybug extrajo de su propia escuela.
― Marinette... ―murmuró al verla colgando del yo-yo de Ladybug―. Plagg... tenemos que hacer algo.
― No sé si lo sabes, pero últimamente le estás salvando la vida muchas veces a esta chica. ¿Estás seguro de que no es tu novia? La primera vez me dijiste que era solo una amiga pero...
― Plagg, ahora no. Vamos.
Ignorando deliberadamente a su pequeño compañero, Adrien entró de nuevo en el edificio para esconderse en el primer lugar que pudo. Evitando al hombre que petrificaba a todo el mundo y a otro que estaba derritiendo los objetos.
― Plagg.
― Sí, ya sé. ¡Pero quiero ración doble esta noche! ―Adrien suspiró.
― Lo que quieras. ¡Transfórmame!
***
Antes de poder siquiera pensar en algún modo de deshacerse del yo-yo de su antecesora, Marinette sintió que algo la desprendía a la fuerza. O alguien.
El yo-yo impactó contra la pared donde segundos antes había estado junto a su, al parecer, salvador. Siguió saltando de un lado a otro hasta que se detuvo en lo alto de un edificio.
― ¿Estás bien?
Marinette se alejó un poco de él. No estaba preparada para enfrentarlo, fuera Ladybug o fuera Marinette.
Empezaba a ser una costumbre que apareciera en el momento oportuno, y no le gustaba ni un pelo. Ella podía ocuparse de su propia seguridad, no lo necesitaba. Y menos ahora que estaba tan confusa. Así que no pudo evitar sonrojarse cuando lo vio tan cerca.
― No te he pedido ayuda. Y sí, estoy bien ―apuntó alejándose y dándose la vuelta.
― ¿Qué? Oye, te he salvado la vida, al menos podrías agradecérmelo. ―Al ver que ella no se daba la vuelta, suspiró―. No, claro, no importa. Es mi deber como héroe de París, claro. Lo olvidaba. Un placer, princesa.
Marinette se volvió a tiempo de ver que hacía una reverencia, dispuesto a largarse. Seguramente era lo mejor, así ella podría transformarse en Ladybug. Pero al parecer, su sentido de "lo que es mejor" se había perdido en alguna parte del edificio al terrado.
― Vale, gracias. Eres muy amable por salvarme. ¿Era eso, no?
Chat Noir se dio la vuelta.
― ¿Se puede saber qué te pasa?
― No me pasa nada. Estoy bien. Ves a salvar París.
Chat Noir se acercó de nuevo a ella.
― ¿Te molesta que te haya salvado? ¿Esperabas que te salvara otra persona o es que te gusta estar colgada de una cuerda?
Marinette suspiró.
― Sí, resulta que estar colgada a veinte metros del suelo me resulta realmente satisfactorio, gracias.
― ¡Marinette! ―la voz de Alya des de la ventana rota llegó a sus oídos, se asomó al borde para mirar hacia abajo. Sonrió.
― ¡Alya! ¡Estoy bien! ―aseguró alzando una mano.
― ¡Iremos a por ti! ―gritó Rose al lado de Alya.
― ¡No, estoy bien, no os preocupéis, no salgáis de ahí!
― ¡Me aseguraré de que no salgan! ―apuntó Nathaniel alejando a Rose de la ventana. Marinette sonrió.
― ¡Gracias!
Chat Noir la apartó también a ella del borde del edificio, evitando a tiempo un rayo eléctrico que destruyó un trozo de la barandilla del tejado.
― Diría que te he vuelto a salvar la vida, y sigo sin escuchar un gracias ―apuntó en el suelo junto a ella―. Pensaba que tenías un problema con esa palabra, pero al parecer la dices muy bien.
― Gracias.
― No, así no sirve. Ya es tarde.
Marinette frunció el ceño ante su actitud, sus piernas cruzadas, igual que sus brazos.
― ¿Así no sirve? ¿Y cómo sirve? ¡Oh gracias, mi héroe! ¿Cómo podría agradecerte tu acto hero...?
Marinette enmudeció de golpe. No porque quisiera, porque tenía un buen discurso irónico preparado para intentar evitar sentir exactamente lo que estaba sintiendo en esos momentos.
Estaba confundida. Pero en ese momento su confusión se evaporó por completo. Al menos por un instante.
Chat Noir la había callado con el sistema más antiguo conocido; besándola. Y ella había reaccionado de otra manera antigua conocida; cerrando los ojos. Correspondiendo el beso.
O al menos hasta que cayó en la cuenta de algo importante.
Ella, como Ladybug, se había enamorado de ese gato tonto. Pero su gato tonto no estaba besando a Ladybug.
¡Chat Noir estaba besando a Marinette!
*****
¡Hola! Perdón el retraso, sé que dije que posiblemente subiría ayer, pero tuve un día horrible. En serio, horrible XD Y llegué cansada, enfadada, agotada, nerviosa y furiosa a casa (creo que me he repetido). En fin, que no estaba nada inspirada para terminar el capitulo. Pero bueno, mas vale tarde que nunca. Y ya lo tenemos aquí. Como dije en el capitulo anterior, he hecho algunos esbozos de Vivian. Espero que os guste todo. ^^
¡¡¡Besitos!!!! :D
Los dos de al lado es que me aburría jajajajaj ;P
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