Capítulo 19: Una sabia decisión
― No entiendo porque tienes que hacerme de niñera, nunca he necesitado una ―se quejó la joven de rubios cabellos disfrazada de su heroína favorita.
― Yo tampoco entiendo por qué me toca hacer de niñera precisamente hoy. ¿Por qué tengo que ir vestida así?
Chloé la observó de reojo. La verdad es que el traje que acostumbraba a usar Sabrina le quedaba mucho mejor a su hermana.
― Porque Sabrina, al parecer, está castigada, o algo así.
Vivian suspiró. Eso ya lo sabía.
― Me refiero a por qué tengo que ir vestida de...
Los gritos que procedían del colegio Françoise Dupont consiguieron que olvidara cualquier cosa que fuera a decir. Un grupo de gente se alejaba, asustada por alguna razón. Eso no pintaba bien.
Interceptó a una joven que corría con el rostro teñido por el miedo. Intentó calmarla a duras penas.
― Tranquilízate ―pidió―. ¿Qué ha pasado?
La joven, vestida de momia, miró hacia atrás todavía asustada.
― Mis amigos... ellos... son... ¡¡¡son momias de verdad!!! ―gritó―. Los objetos se movían solos, había fantasmas. ¡Fantasmas! ¡Esto es real, es... es real! ―se desprendió del agarre, corriendo de nuevo por la calle―. ¡No os acerquéis! ―escuchó que decía a lo lejos.
Chloé, cruzada de brazos sin mostrar ni una pizca de inquietud, la esperaba como si en lugar de estar hablando con una joven muerta de miedo, estuviera preguntando la hora. Suspiró de nuevo con resignación, y se acercó a la joven con pasos firmes.
― Vete a casa, Chloé. Esto parece peligroso.
― ¿Y tú no te vienes? Lo único que quieres es deshacerte de mí. ¡Pues para que lo sepas, no me vas a fastidiar Halloween!
Vivian perdió definitivamente los nervios.
― ¡No quiero deshacerme de ti, Chloé! Lo que quiero es mantenerte a salvo. Está pasando algo, y tengo que asegurarme que todo está en orden, ¿vale? Iré para ver si necesitan ayuda, pero soy responsable de ti, no puedo arriesgarme a que te hagan daño. ¿Lo has entendido?
Chloé parpadeó un par de veces. Podía lidiar con muchas cosas de esa manera suya que sabía hacer tan bien, ridiculizando a la gente. Pero no había muchas personas que se preocuparan realmente por ella. Ni siquiera su padre la había gritado jamás de ese modo solo porque estaba preocupado. Era Vivian, su hermana mayor, la que hablaba como si ella fuera lo más importante. Era una sensación que le costaba asimilar, y digerir.
― Por favor, Chloé. Regresa a casa. Si te pasara algo jamás me lo perdonaría.
Y probablemente esas eran las únicas palabras que habrían conseguido que cediera.
Se dio la vuelta, asintiendo.
― Pero solo porque pareces histérica ―comentó con su voz estridente―. Además, este año la fiesta parece muy aburrida. ¿Un pasaje del terror? ¿Dónde está la música y los bailes?
Vivian sonrió.
― No tardaré ―aseguró alejándose en dirección contraria.
Chloé se volvió un instante, todavía cruzada de brazos pero con la expresión ligeramente contraída por la preocupación.
― Más te vale... hermanita...
***
Como ya esperaba antes de llegar al Colegio, todo se había sumido en un completo caos. No solo eso, sino que muchos de los que allí se encontraban se habían transformado en lo que se habían disfrazado. Como la chica vestida de momia había asegurado, un pequeño grupo de momias reales perseguían incesantes a un grupo que parecía estar solo disfrazados de espantapájaros.
― Tiene que ser un akuma...
Y el origen estaba en el interior del colegio, ahora convertido en una auténtica casa encantada.
Decidida, se alejó de la multitud, ocultándose detrás de un muro al lado del colegio. Miró hacia un lado y hacia el otro.
― Creo que es hora de transformarse, Vivian.
La joven asintió a su pequeña kwami, la cual había ido oculta en la mochila que siempre llevaba.
― Tienes razón, Beebie. Si Ladybug, Chat Noir y Foxyfire están dentro, van a necesitar ayuda.
Situando ambas manos sobre la peineta, Vivian pronunció las palabras.
― ¡Beebie, transformarme!
***
El sonido lejano los guiaba por los pasillos de la casa encantada. En ocasiones se oía más fuerte, otras más flojo, y la escuela no había dejado de cambiar una y otra vez mientras corrían hacia donde el sonido les indicaba. El plan había salido medianamente bien. Aunque consiguieron llegar al aula de teatro, no fue al mismo tiempo. Las paredes cambiantes los había separado desde el principio. Por suerte, el plan había sido efectivo, por lo que el sonido los había guiado hasta allí.
Ladybug llegó la primera, corriendo hasta el centro de la sala donde encontró a su compañero entre los cables de los efectos de sonido. Sus patas movían los botones de arriba abajo, cambiando los tonos como quería.
― Parece que te has tomado muy enserio lo de animar la fiesta ―comentó llamando su atención.
― Y la invitada principal por fin ha llegado al centro de la pista ―segundos más tarde apareció Nathaniel y Foxyfire―. Seguida de Foxyfire y el "Cazaarañas"... ―murmuró a desgana.
― Me ha parecido oír a un lindo gatito... ―Nathaniel caminó hasta llegar al centro del teatro, igual que los demás―. Deberías perfeccionar tus registros musicales.
Chat Noir entornó sus gatunos ojos.
― Mis registros están muy bien, gracias ―comentó saltando hasta situarse entre él y Ladybug. Ella sonrió.
― Parece que somos los primeros en llegar.
Foxyfire observó la sala, asegurándose que no había nada extraño.
― Es raro, deberían estar aquí ya... ―murmuró Ladybug.
― Quizás los ha matado tu compañero con la música que ha puesto ―apuntó Nathaniel intentando contener la risa. Saber que le molestaba cualquier cosa que él dijera había logrado lo impensable, divertirlo y animarlo a hacerlo más.
― ¡¿Tienes algún problema con...?!
― Queréis parar, estamos en medio de un combate con...
Las palabras de Ladybug, la cual se había agachado para coger al gatito que se le había erizado el lomo, fueron interrumpidas por una estridente carcajada lejana.
― Ratón que te pilla el gato, ratón que te va a pillar ―canturreó la misma voz, dulce y escalofriante al mismo tiempo―... si no te pilla esta noche ―la mujer de los cabellos blancos apareció de repente, en medio del escenario, sonriendo―...quizás sea el ratón quien te pillará.
El tono grave los puso a todos en alerta. Ladybug dio un paso hacia atrás por primera vez, sintiendo un escalofrío recorrer su columna. Chat Noir se volvió un instante, extrañado por su reacción.
― ¿My Lady? ―murmuró. Las manos de la heroína lo sujetaron con fuerza, sus ojos estaban centrados en la mujer de cabellos blancos. Y en las paredes oscurecidas del teatro.
― No es real... no es real... no es real... ―escuchó que murmuraba para sí misma.
Foxyfire fue la primera en atacar, lanzando una llamarada hacia la mujer, consiguiendo únicamente quemar las cortinas del escenario. La mujer no se inmutó. Avanzó por las llamas, a paso lento y sin perder la sonrisa.
― Veo, veo... ―comenzó a canturrear de nuevo la mujer.
― My lady... ―Chat Noir la vio retroceder de nuevo―. ¿Estás bien...?
― ¿Qué ves?... Una cosita... ¿Que cosita es?
Foxyfire salió despedida hacia un lado cuando la mujer pasó por su lado, chocando contra la pared. Nathaniel también retrocedió al ver lo que pasaba. Y en el momento en el que la mujer llegó al centro, consiguiendo que tanto Ladybug, la cual sujetaba a Chat Noir con fuerza, y Nathaniel, retrocedieran en la sala, otra voz terminó la canción.
― Empieza... por "L". ¿Qué será.... Qué será...? ¿Qué será? ―detrás de ellos, el hombre alto y delgado los esperaba acorralándolos en lo que parecía ser una trampa.
― ¿Alguna idea...? ―preguntó Nathaniel, pero ni Ladybug ni Chat Noir le estaban prestando atención.
De hecho, la joven heroína parecía estar lejos. Muy lejos.
― My Lady... ―volvió a murmurar, pero ella seguía sin reaccionar. Sus ojos estaban asustados―. Es un akuma, Ladybug. Es solo un akuma... Otro más.
― Los fantasmas no existen... no existen... ―escuchó que murmuraba―. No pueden hacerte nada... no pueden...
― ¡Ladybug! ―el grito de su compañero todavía en sus brazos la despertó. Miró hacia abajo.
― Chat Noir... Yo... lo siento... no...
― Tienes miedo ―dijo sin tapujos―. Todos tenemos miedo de algo. Pero puedes hacerlo. Eres Ladybug. Y yo estoy aquí.
Ella parpadeó. Siempre que tenía problemas estaba allí. No era algo nuevo. Podía confiar en él para todo. No sabía en qué momento había pasado, pero Chat Noir se había convertido en alguien muy importante para ella. Su punto de apoyo. Ya no sabía si era capaz de combatir si él no estaba a su lado.
― No siempre soy Ladybug... ―murmuró―. Es la chica que no lleva la máscara la que tiene miedo...
― Esa chica y Ladybug son la misma persona, my Lady. Olvídate de la máscara, tú eres valiente. Con el traje, o sin él. Confío en ti.
Ladybug miró hacia atrás. El hombre alto avanzaba a lentas zancadas. La casa empezaba a concentrarse en un mismo punto. La mujer delante, los acorralaba, impidiéndoles el paso. Pero Chat Noir tenía razón, tenían que hacer algo. Era Ladybug, no podía acobardarse. De ella dependía que el día de Halloween no se convirtiera en una verdadera pesadilla.
― Gracias, gatito... ―apuntó dejándolo en el suelo―. Vamos a terminar de una vez por todas con esta pesadilla ―Ladybug lanzó su yo-yo―. ¡Lucky Charm!
Una calabaza de Halloween cayó sobre sus manos, dejándola un poco desconcertada.
― ¿Una calabaza? ―murmuró. Chat Noir entornó los ojos, no pudiendo evitar una sonrisa divertida.
― ¿Te han dado calabazas, My Lady? Yo nunca lo haría, prometido ―aseguró con una pata en el pecho a modo de promesa.
― Ja, ja, muy gracioso.
― Según la leyenda, las calabazas de Halloween se utilizaban como faroles para guiar a los muertos al mundo de los vivos. En un principio eran nabos, pero como en américa no abundaban, utilizaban calabazas.
Ladybug se volvió un instante hacia Nathaniel, pensado detenidamente en la nueva información. Luego observó la calabaza, a los fantasmas y seres que los rodeaban, y las luces del teatro, justo al lado de los efectos de sonidos. Sonrió cuando una idea cruzó su mente.
― Chat Noir, creo recordar que puedes ver en la oscuridad, ¿verdad?
Su compañero alzó su cabecita, entornando ligeramente los ojos ante su pregunta.
― Acabo de cruzar medio colegio por el conducto de ventilación... ―murmuró.
La joven heroína se agachó y le susurró algo al oído, a lo que él sonrió poco a poco al entender el plan.
― ¿Podrás hacerlo? ―preguntó de nuevo alzándose cuan alta era.
― ¿Por quién me tomas? ¡Por supuesto!
― ¡Ese es mi gatito! ―exclamó sonriente acariciándole la cabecita.
Chat Noir también sonrió complacido, mirando hacia Nathaniel un instante con los ojos entornados.
― ¿Lo has oído "Cazaarañas"? Su gatito.
Nathaniel pareció contener la risa al ver que Ladybug dejaba los ojos en blanco un instante.
Ladybug actuó entonces. Sujetó con fuerza su yo-yo, y mostró en lo alto la calabaza de Halloween.
― ¡Foxyfire! ―gritó. La joven, que había intentado acceder donde ellos estaban, observó la calabaza, y sonrió. Solo había una cosa que ella podía hacer con esa calabaza.
Lanzando una pequeña llamarada, encendió la vela, consiguiendo iluminar los ojos y la escalofriante boca de la lámpara del día de los muertos. Al mismo tiempo, Ladybug lanzó su yo-yo hacia el panel de luces, apagándolas todas y volviéndolo todo oscuro a excepción de la Jack O'Lantern.
―Cuenta la leyenda que se encendía una vela con rostro para que los difuntos más queridos encontraran el camino a casa... ―murmuró la heroína alzando la calabaza―. Seguid la luz, espíritus. Seguidme. Yo os llevaré hasta casa.
***
Beequeen sobrevoló los pasillos a gran velocidad, encontrando el camino hacia sus compañeros donde sabía que la necesitarían. Entrar no había sido difícil, lo complicado era desplazarse por allí. Sin embargo, por suerte era lo suficientemente rápida como para atravesarla antes de que cambiara de nuevo, y sus oídos estaban tan agudizados en sonidos sensoriales que ya sabía dónde, exactamente, tenía que ir.
― ¡Alya! ―escuchó una voz cercana―. ¡Adrien! ¡Marinette! ¿Tíos, donde estáis?
Beequeen miró un instante al horizonte, sus amigos parecían tener problemas, pero al observar el sonido cercano al muchacho, supo que no podía dejarlo allí a su suerte.
― ¿Por qué no puedo encontrar a nadie? ―se dijo Nino. En la oscuridad, de una habitación que no había estado antes, aquella que lo había perseguido ya en una ocasión apareció de nuevo. O tal vez otra de ellas, estaban por todas partes―. Venga arañita... vuelve a casita....
El enorme insecto siguió adelante, acompañada de sus secuaces más pequeñas. Dio un paso hacia atrás, dispuesto a salir de nuevo corriendo. No había encontrado a sus amigos, pero sí a un montón de arañas, fantasmas y monstruos extraños y espeluznantes.
Pensaba ya que iban a echar a correr hacia él de nuevo, cuando de repente la mayor de todas comenzó a retorcerse, igual que las más pequeñas. Reculando y escondiéndose asustadas de nuevo hacia el interior de la habitación. Se volvió para ver qué las había asustado.
― ¡Vamos, no tenemos mucho tiempo! ¡Hay que salir de aquí! ―exclamó la heroína.
― Tú eres la nueva compañera de Ladybug y Chat Noir. ¿Beequeen?
La joven sonrió.
― Si quieres evitar a tus amiguitas, te recomiendo que vengas conmigo. No les gusto mucho y no se acercan demasiado.
Nino corrió hacia ella.
― Con eso me basta. No me separare, no te preocupes ―Beequeen sonrió―. Pero tengo que encontrar a mis amigos. Alya... Adrien y Marinette están perdidos también. Tengo que...
― No te preocupes, los encontraremos, pero antes tengo que ir a ayudar a mis compañeros. Confía en mí, si destruimos el akuma, todos estaremos a salvo.
***
Corretear por el teatro con su tamaño era extraño, pero le otorgaba una gran agilidad que era incapaz de negar. Se coló entre las piernas de los fantasmas y seres sobrenaturales que habían querido atraparlo, mientras Ladybug corría con la Jack O'Lantern hacia la trampa. Tenía que ir más deprisa que ella, y eso era algo que podía hacer siendo tan pequeño. Saltó hacia las cortinas, subiendo por ellas para llegar donde estaban los focos del teatro. Miró hacia un lado y hacia el otro, la barra era solida... por poco tiempo. Luego dirigió su atención hacia abajo.
Ladybug había llegado al lugar indicado, mantenía la calabaza en lo alto, y los seres que la seguían empezaban a acumularse en un mismo sitio. Divisó a la mujer de cabellos blancos, junto al hombre alto de sonrisa espeluznante. Sonrió.
― ¡Cataclysm! ―exclamó con su minipatita en alto. El poder de destrucción hizo su efecto pese a su tamaño, y aunque con más lentitud, al tocar la barra que mantenía las cortinas sujetas, esta se fue deteriorando poco a poco, logrando que el ropaje cayera cual cascada hacia el escenario.
Como ya esperaba, la cortina roja empezó a cubrir a todos los seres que allí estaban. Aprovechó el momento para saltar hacia los que interesaban. Con sigilo y agilidad, Chat Noir extrajo primero la pulsera que llevaba el hombre alto, el cual intentó atraparlo sin éxito cuando se percató de su presencia. Luego siguió la de la mujer de cabellos blancos. Halloween y Spirit, unidos en un mismo akuma.
― ¡Los tengo! ―exclamó el gatito.
Foxyfire encendió sus manos, dando un poco más de luz al teatro. Ladybug seguía donde las cortinas se habían desprendido. Capturando a todos los seres sobrenaturales en un mismo sitio. Solo Halloween y Spirit seguían fuera, donde podrían descubrir el akuma. Chat Noir saltó hacia donde ella se encontraba. Entregándole las dos pulseras.
― ¿Es un miraculous? ―Ladybug asintió.
― Recuerdas al Maestro Fu, ¿verdad? ―Chat Noir asintió.
― Te salvó la vida... Por supuesto que me acuerdo.
Ella apretó el miraculous entre sus manos. Negó con la cabeza.
― No. Tú lo hiciste ―El felino pareció sorprenderse, no tanto por sus palabras sino por el modo de decirlo―. Te... tenemos que encontrar el modo de hacerlos reaccionar. El akuma son ellos.
Chat Noir decidió pasar por alto ese pequeño detalle, o más bien guardarlo para pensarlo más adelante, y se centró en el problema que los acontecía. A esos dos solo había una persona en ese lugar que los conocía o sabía por qué razón habían sido akumatizados. Muy a su pesar, él era el único que podía hacer algo.
― Quizás el "Cazaarañas" tiene algo que decir... ―murmuró observando a Nathaniel cerca de donde ellos estaban.
Ladybug sonrió.
― Cierto ―Ladybug saltó hacia donde estaba el muchacho, seguramente para decirle que él era el único que podía hacerlos reaccionar.
No le gusto. Ni un pelo le gustó el modo en que ese chico miraba a su Ladybug. Era como si viera detrás de la máscara, como si supiera quien era en realidad. ¿Podría ser? No. Era imposible. Debía tratarse de admiración. Tenía que ser eso. Por desgracia, sus ojos al mirarla le recordaron demasiado a los suyos. Y sabía ya mejor que nadie que la admiración ya no era el único sentimiento que albergaba por ella.
Saber que Nathaniel podía estar enamorado de Ladybug consiguió que experimentarla la peor sensación que podía recordar.
***
Nathaniel parecía haber entendido lo que Ladybug quería que hiciera, pero no estaba tan seguro de poder lograrlo. Ni Nolan ni Gabrielle lo conocían tanto como para que pudiera hacerlos reaccionar. Solo había trabajado con ellos en su proyecto. Decidió que quizás era más sencillo con Gabrielle que con Nolan. Así que intentó dirigirse a la joven de blancos cabellos que sonreía... Sonreía de manera confiada, como si tuviera un plan. Pero no lo miraba a él, ni a Ladybug o Chat Noir. Miraba a la joven que mantenía todavía las llamas en alto. Se sorprendió al ver por qué lo hacía. Detrás de ella, una de las momias estaba a punto de atacarla con una roca enorme.
― ¡Foxyfire, cuidado! ―exclamó logrando que la joven se volviera extrañada, a tiempo de ver a la momia con la roca a punto de caerle encima.
Aunque habría podido sujetar la roca, o evitarla, no tuvo tiempo. Alguien más se había percatado de ello y había azotado a la momia con un trozo de madera enorme, haciendo caer al ser sobrenatural extraviado hacia atrás con roca y todo.
― Estas momias tienen un equilibrio muy malo. Al menos no son arañas ―aseguró Nino con el trozo de madera en una mano.
Alya parpadeó. Era Nino. Nino la había salvado de una momia.
― ¡Bien hecho, chaval! ―lo felicitó Beequeen apareciendo por una de las puertas, seguramente la misma por la que había aparecido también Nino. Las voces de Chat Noir y Ladybug se escucharon al llamar asombrados a los refuerzos.
El chico sonrió algo avergonzado, dedicándole una mirada a Alya. La joven heroína todavía no podía creer que estuviera allí. Que acabara de azotar a esa momia de esa manera.
― Tómate tu tiempo para agradecérselo al muchacho, Foxy ―apuntó Beequeen avanzando hacia el centro de la sala.
Gabrielle había cambiado ya su expresión triunfante a una realmente enfadada.
― Grabrielle... Podemos arregla...
La voz de Nathaniel, y cualquier otro sonido, fue enterrado bajo el grito estridente que comenzó a emitir la mujer de cabellos blancos. Era una voz desgarradora que lograba que los objetos empezaran a moverse y las personas a su alrededor se retorcieran de dolor ante el ruido. Ladybug lanzó su yo-yo, intentando evitar objetos voladores. Chat Noir usaba su bastón a modo de bate y Nathaniel se había agachado, sujetándose los oídos ante el dolor del sonido.
Al otro lado del teatro, Foxyfire reaccionó al instante. Sujetando a un Nino también adolorido por la estridencia, y llevándoselo a un lugar donde ningún objeto pudiera golpearlo. Por suerte, el sonido no duró demasiado, apenas unos segundos antes de que Beequeen emitiera el zumbido que distorsionó las ondas del grito de Spirit.
― ¿Estás bien? ―preguntó Foxyfire al muchacho cuando este pudo apartar las manos de sus propias orejas.
Nino asintió con la cabeza, observando a la joven con atención.
― Supongo que este es tu modo de agradecérmelo ―apuntó. Alya intentó parecer más fría, más indiferente. Nino la conocía bien, sabía cómo actuaba. Tenía que ir con cuidado.
― Estamos en paz ―aseguró. Nino entornó un instante los ojos, pero se encogió de hombros con indiferencia fingida.
― Supongo que para una heroína como tú, una momia con una roca no es nada. En realidad no debo haberte salvado, por lo que no estamos en paz. Y soy yo quien debe agradecerte algo, al parecer.
Alya se dio la vuelta, aparentemente dispuesta a marcharse. Pero no pudo. Era imposible dejar esas últimas palabras como las ciertas. Nino la había salvado de verdad, no importaba que ella fuera una heroína o no. Él se había interpuesto entre ella y el peligro, y sin ninguna máscara.
Con el rostro todavía inexpresivo, Alya se volvió parcialmente antes de saltar de nuevo.
― Los héroes también necesitamos ser salvados, de vez en cuando ―aseguró. Y aunque se había dicho que no iba a hacerlo, sonrió―. Gracias.
Nino la vio alejarse. Al verla luchar, Foxyfire parecía lejana, concentrada en lo que debía hacer sin mostrar más emociones. Pero en ese instante, había perdido seriedad. Su máscara había caído ligeramente. Y fuera quien fuese detrás de ella, se trataba de una joven con un gran corazón, una joven cálida. Estaba seguro de ello.
***
― ¿Gabrielle?
La voz de Nathaniel llamo la atención de la desconcertada Spirit. Respiraba de forma entrecortada, mirando hacia todas partes algo a lo que aferrarse. Su hermano parecía furioso, dispuesto a combatir hasta el último aliento, pero en ese instante la miraba con decepción.
― Gabrielle, mírame. ―La joven se volvió al escuchar la voz de aquel muchacho que tanto los había ayudado. Cerca, Ladybug parecía mantenerse al margen, al menos no tenía que preocuparse por ella. Ni por todos los demás héroes, quietos en el lugar donde se habían quedado.
Dio un paso hacia atrás, el miedo invadía ya su mirada. Miedo al fracaso, miedo a decepcionar a su hermano. Miedo a no poder salvarlo. Por el contrario, Nolan estaba enfadado, consigo mismo, con ella, con el mundo. Siempre había estado enfadado con el mundo.
― Vete de aquí, Nath ―dijo por primera vez la voz de la joven de cabellos blancos. Él negó con la cabeza.
― No. Tú sabes que esto no está bien. No estabas de acuerdo con este plan, tú no querías robarle nada a tu abuelo.
Halloween gruñó, avanzando a grandes zancadas para llegar hasta Nathaniel y callarlo. Ladybug ya había alzado el yo-yo, dispuesta a pararlo para que no hiriesen a Nathaniel, pero no fue ella quien detuvo a Nolan.
― Gabby... suéltame... ―siguió gruñendo suspendido en el aire. Gabrielle no lo miraba.
― Necesito los miraculous para poder devolverle el brazalete a mi abuelo. Si los consigo, todo volverá a ser como antes ―aseguró ella.
― ¿Y te lo crees? ¿Cuántas veces te ha dicho Nolan que iban a cambiar las cosas? ¿Cuántas veces te ha dicho que no iba a competir más, que no iba a querer ser el mejor a toda costa, a pesar del precio? Que alguien te diga que todo se solucionará no significa que vaya a hacerlo ―aseguró dando un paso hacia delante.
― Pero no puedo abandonarlo...
― Y no lo harás. Solo necesita que le ayudes, ayuda de verdad. No puedes dejar siempre que sea él quien pretenda solucionar los problemas, porque solo intenta convencerte de que lo hará. Si quieres que esto termine, que todo regrese a la normalidad, solo tú puedes hacerlo. No dejes que las cosas pasen, Gabrielle. Haz tú que sucedan.
Nolan gruñó al escucharlo, intentando deshacerse del agarre invisible que Gabriella había creado a su alrededor.
― ¡Maldita sea, Gabbi! ¡Suéltame! ¡Soy tu hermano y te digo que...!
Spirit lanzó otro chillido ensordecedor, consiguiendo que todos los presentes se taparan los oíos, incluido Halloween. El silencio más sobrecogedor siguió el grito, y los ojos enfurecidos de Spirit enfocaban ahora a su hermano.
― Estoy harta de hacer lo que me dices. Querías el pasaje del terror ―apuntó alzando los brazos―. Aquí lo tienes. ¡Ya está! Todo como tú querías. Siempre tiene que ser todo como tú quieres.
Halloween pareció querer decir algo, su gesto había perdido la furia, pasando a un ligero asombro.
― ¡No! ―volvió a gritar Spirit acallándolo. A él y a todos en la sala―. No quiero excusas. No quiero oír lo de que todo irá bien. Que seamos gemelos no significa que sea como tú. No lo soy. Y vas a dejar esto ahora mismo.
― Ni hablar, olvídate de...
Spirit se acercó a Halloween con gesto severo. Todos los presentes parpadearon asombrados ante el despliegue de autoridad de la joven.
― Ahora. Mismo.
La forma de Halloween se fue resquebrajando poco a poco, vencido por algo que le hacía más falta que las buenas palabras. Una buena reprimenda. Una de labios de su hermanita. La mariposa salió de su cuerpo, sobrevolando el teatro.
― Lamento mucho todo esto, ni mi hermano ni yo vamos a hacer más daño. Eso os lo puedo asegurar. ―La voz severa de la mujer de cabellos blancos había sido implacable, pero la más eficaz.
Ladybug sonrió entonces. Lanzó el yo-yo, purificando así el akuma. Uno de los brazaletes se iluminó, al mismo tiempo que la joven Spirit, Gabrielle, se resquebrajaba también de forma voluntaria. Su mariposa no era tan oscura, estaba ya medio purificada. Lanzó el yo-yo de nuevo, terminando de purificar el resto del akuma.
"¡No! ¡Ese no era el trato! ¡No podéis abandonar! ¡Esto no funciona así!" Escuchó Gabrielle en su fuero interno. El ser que los había transformado hablaba directamente con ella. Sonrió a su pesar.
― De mi hermano me ocuparé yo misma. No necesito a nadie más ―la voz se fue desvaneciendo, igual que había sucedido con el akuma, y solo quedó un leve recuerdo en su lugar.
Ladybug lanzó entonces la calabaza al aire, volviéndolo todo a la normalidad. Chat Noir se miró las garras que acostumbraba a ver, sin esas patitas de gatito que había tenido que llevar. Sonrió satisfecho. Instantes más tarde, los cuatro héroes chocaron las manos en señal de equipo, alegando el trabajo bien hecho.
― Perrrfecto, My lady. Me alegra poder verme los pies.
Ladybug sonrió a su compañero y por un momento permanecieron allí. Solo unos instantes, hasta que el sonido de sus respectivos miraculous comenzó a pitar. Beequeen salió volando, despidiéndose de ellos con una sonrisa. Foxyfire también decidió marcharse, dedicándole solo una escueta mirada a Nino, que seguía en el lugar donde lo había dejado a salvo.
― Tenemos que irnos ―aseguró Chat Noir. Le gustaría poder quedarse, pero por ahora, al parecer, era mejor que siguieran sin saber quiénes eran.
Muy a su pesar, se dio la vuelta dispuesto a irse. Pues le quedaba poco tiempo.
― ¡Chat Noir! Un momento... ―murmuró Ladybug deteniéndolo por una garra.
Él se volvió asombrado por su gesto.
― Gracias ―apuntó con una pequeña sonrisa―. Gracias por estar a mi lado.
Chat Noir parpadeó, no cabiendo en sí de incredulidad. No tardó en devolverle la sonrisa.
― Siempre estaré a tu lado, My Lady. Somos más que un equipo, ¿recuerdas?
Con otro pitido del miraculous, Chat Noir se obligó a salir saltando de la sala a toda prisa. Ladybug escuchó también el suyo, sacándola de su estupor momentáneo. Miró a Nathaniel, que se acercaba a ella corriendo.
― Espera, Ladybug ―la llamó―. El brazalete... creo que Gabrielle será la más indicada para devolvérselo.
Ella observó el miraculous que tenía entre las manos. Sonrió antes de entregárselo.
― Puede que sea otro el más indicado.
Y guiñándole un ojo, desapareció catapultada por su yo-yo por la puerta hacia una de las ventanas.
***
Marinette se dejó caer al suelo del cuarto de baño. Ese miraculous la había agotado, apenas podía tenerse en pie.
Tikki sobrevoló la estancia hasta posarse en sus rodillas.
― ¿Estás bien? ―preguntó preocupada.
Ella negó con la cabeza. Aunque estaba cansada, sus piernas no le habían fallado solo por eso. Su corazón seguía latiéndole a mil por hora. Dejó escapar un quejido, y ocultó su rostro entre sus manos. Reprimiendo un chillido de impotencia.
― Marinette... Todo ha ido bien. ¿Qué pasa?
― No... No todo ha ido bien, Tikki. Esto está mal. Muy mal.
La pequeña kwami tocó la cabecita de la joven.
― Pero si has conseguido purificar el miraculous. Lo habéis conseguido entre todos.
― Ya lo sé ―exclamó todavía con el rostro oculto por sus propios brazos.
― ¿Entonces? No entiendo qué pasa ―Marinette volvió a reprimir otro quejido de impotencia―. Marinette...
― Que soy tonta, eso pasa Tikki. Al parecer, Adrien está enamorado de Ladybug. Según Alya. Y resulta que yo soy Ladybug... Indirectamente, aunque no sea exactamente lo mismo, Adrien está enamorado de mí... ―murmuró.
― Pe... pero eso es bueno, ¿no?
― No... ―gimió de nuevo ocultando su rostro entre las manos.
― ¿Porque llevas una máscara? ¿Porque no sabe quién eres? Marinette... eso...
― ¡No! No Tikki... ―la interrumpió―. No por mí. Es por Chat Noir....
― ¿Qué pasa con él? ―murmuró Tikki algo asustada. Marinette no podía estar más angustiada.
― Pues que tenías razón. No me es indiferente. En absoluto... Y justo ahora que parece que Adrien podría corresponderme... me doy cuenta.
― Te das cuenta... ¿De que no te es indiferente? Eso ya lo sabías.
― No Tikki... ―murmuró apagando su voz detrás de sus rodillas―. Me he dado cuenta de que igual... es posible... quizás... me he enamorado de él... sin querer.
Tikki parpadeó asombrada. Quiso decir algo, pero no tenía ni idea de qué más decir. En realidad, no era malo. Marinette estaba confusa, estaba claro. Se había enamorado de Adrien, pero ahora parecía que sentía lo mismo por Chat Noir. Aunque ella no lo supiera, su corazón ya lo había descubierto. Estaba enamorada de ambos porque su interior sabía que no había dos, solo uno que ocupaba su corazón.
Así que mientras ella se lamentaba, Tikki sonrió, apoyándose sobre la cabecita de la joven dándole un abrazo.
Pronto todo iba a solucionarse. Ojalá no tuviera que hacerle pasar por eso, pero la última batalla contra Papillon se acercaba. Y era necesario que estuvieran centrados para dar el cien por cien.
***
Templo de Yoga del Maestro Fu;
― Mi nieta ha sacado el carácter fuerte de su madre. Al fin. Ese muchacho necesitaba que alguien lo metiera en cinta.
Las palabras del anciano mirando a sus nietos hablando, o discuteiendo, en el jardín, lograron divertir a Nathaniel. Había ido a acompañar a Gabrielle a devolverle el brazalete a su abuelo, pero ella insistió en que Nolan fuera también a disculparse. Al final habían ido los tres.
― Siento mucho todos los problemas que ha ocasionado todo esto. Debería haber regresado enseguida y decir lo que había pasado. Pero no pensaba que algo así pudiera...
― Muchacho, no te preocupes. Has hecho lo correcto. Lo has devuelto.
― Es lo mínimo que podía hacer.
― También me has devuelto un poco más de mis nietos. Hacía tiempo que no los veía hablar de ese modo. O venir ambos a verme.
Nathaniel sonrió avergonzado.
― No es nada.
Pero el anciano negó con la cabeza.
― Las pequeñas cosas que hacemos son tan importantes como las que creemos que son más grandes. Todos los detalles, todas las intenciones cuentan. Sobre todo las más pequeñas. Esas son las que hacemos sin pensar, las que son más sinceras y vienen directamente del corazón ―Entonces extrajo la caja donde había guardado la pulsera―. Es por eso que creo que esto estará mejor en tus manos.
Nathaniel miró al anciano extrañado.
― Pero es un objeto importante para usted. Ni siquiera sus nietos podían tenerlo. Yo no podría...
El maestro fu le obligó a cogerla, tendiéndosela directamente en las manos.
― Es importante. Ábrela en casa, asegurándote que estás solo. Si haces lo que te digo, lo entenderás cuando la abras.
Nathaniel observó la caja entre sus manos. La firme decisión del anciano dejaba claro que no pensaba dejarle que se la devolviera.
Apretó la caja con fuerza y la guardó.
***
La escuela había quedado hecha un desastre, pero al menos la gente iba disfrazada en lugar de transformada en su disfraz. Alya se había detenido en las escaleras, esperando encontrar a su mejor amiga tarde o temprano.
― Deberíamos irnos a casa, Alya ―murmuró Oxxy escondido entre sus ropas rasgadas de zombie.
― Ahora, primero tengo que hacer algo.
El pequeño se ocultó de nuevo al notar movimiento, necesitaba algo para comer.
― Necesito energía... ―se lamentó. Alya abrió los ojos un instante, y extrajo una patata de una bolsa.
― Lo siento, Oxxy ―apuntó, el pequeño kwami se aferró a la patata, mordisqueándola.
― ¿Alya? ―la voz de Marinette bajando las escalares la alertó.
― ¡Aquí estás! Pensaba que te habías perdido. Aunque quizás si lo has hecho... ―alegó sonriente.
Ella la imitó con nerviosismo.
― No... bueno... Con todo lo que ha pasado...
― Alya, Marinette. Menos mal que estáis bien ―la voz de Nino inquietó un poco a Alya, que se tensó involuntariamente. Era extraño verlo ahora cuando apenas hacía unos minutos había estado frente a él en su forma de Foxyfire.
― Estamos bien ―corroboró Marinette. Adrien, apareció también en ese instante, corriendo y algo alterado.
― ¡Estáis aquí! Os he estado buscando.
― Creo que todos nos hemos buscado a todos ―aseguró Nino divertido. La incomodidad de todos al saber, cada uno por su lado, que no era así, fue palpable.
― ¡Adrien! ¡Tenemos que irnos! ―la voz de Nathalie desde la limusina los interrumpió.
Este esbozó una sonrisa avergonzada.
― Bueno, tengo que irme... Nos vemos mañana chicos.
Nino le dio un pequeño golpe en el hombro. Y Alya lo despidió con la mano. Solo Marinette parecía no saber qué hacer. Adrien, al darse cuenta, se detuvo un momento delante de la chica.
― ¿Todo bien, Marinette? ―preguntó esperanzado. Ella parpadeó.
― Claro... ―murmuró. Adrien sonrió.
― Eso espero ―aseguró guiñándole un ojo. Luego se alejó hacia la limusina que lo esperaba.
Nino también se despidió, agitando la mano mientras se marchaba a casa. Solo Alya permaneció al lado de Marinette, observándola con suspicacia.
― Es raro saber que Adrien, al final, sí está enamorado de ti, ¿verdad? ―Marinette, que seguía observando el lugar por el que se había alejado la limusina, asintió automáticamente con la cabeza―. Lástima que no puedas llevar siempre una máscara...
― Sí, lástima que no pueda llevar siempre...
Entonces Marinette abrió los ojos de par en par, girándose hacia su mejor amiga que la observaba con una sonrisa torcida. No había dicho nada, pero no hacía falta. Su máscara había caído al suelo. Literalmente.
Y solo había una cosa que ella pudiera decir ahora; la verdad.
************
¡Hola! Igual este capítulo lo encontrais algo raro. Lo he terminado hoy mismo, tarde y estoy un poco cansada XD Mañana lo revisaré otra vez, por si acaso, pero quería subirlo ya porque ya dije que lo subiría el fin de semana y no pude hacerlo U.U Me disculpo por eso. Y agradezco la paciencia.
¡Un beso a todos!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro