Capítulo 17: Un Halloween terrorífico
― ¿Te sientes mejor?
Marinette se sonó la nariz por tercera vez en esa mañana. Había vuelto a clase después de dos días enteros de descanso absoluto, y aunque no estaba del todo bien, se sentía mucho mejor.
― Bueno, mi nariz parece una fuente y estornudo cada cinco minutos, pero al menos no tengo fiebre ―aseguró a Alya sonriendo.
Su mejor amiga la miró permaneciendo de pie delante de su sitio en clase antes de empezar la primera hora de la mañana. No habían llegado muchos más compañeros, solo Juleka, que hablaba con Rose, y Alix que discutía, como ya era una costumbre, con Kim. En esta ocasión no tenía muy claro de qué exactamente.
― ¿No habría sido mejor que te quedaras un poco más en casa?
Marinette estaba cansada de estar en casa. Acostumbrada a ir de un sitio a otro, llegar tarde o no asistir a algunas clases por tener que salvar Paris de algún akuma. Habituada a no tener tiempo. Y durante dos infernales días no había tenido nada que hacer. Incluso los akumas se habían tomado unas vacaciones, lo que no era una buena señal. En realidad también era un alivio, pues no tenía claro que pudiera transformarse en Ladybug tal y como estaba, pero que fuera así no cambiaba nada. Necesitaba volver al mundo real.
― Ni hablar. No podía estar ni un minuto más en casa. Era muy aa... aaa... ―con ambas manos, tapó su nariz con el pañuelo que conservaba, y el estornudo retumbó por toda la clase, asustando un poco a Alya―. Aburrido...
― ¡Jesús!
Marinette se volvió al escuchar la palabra procedente de alguien más. Adrien acababa de entrar en clase, y la miraba enarcando una ceja y una pequeña sonrisa divertida.
― Gra... gacias ―apuntó ella sonriendo a duras penas.
― No crees que deberías estar...
― En casa, sí, sí, lo sé ―lo interrumpió sonándose la nariz y dejando a Alya de piedra―. Pero no. Estoy... estoy bie... ―otro estornudo―. Bien.
Adiren no pudo evitar reírse, aunque intentó disimularlo con una pequeña tos.
― Ya veo.
Marinette se dio la vuelta, observando a su mejor amiga observarla como si se hubiera convertido en un bicho raro. Más raro.
― ¿Qué?
― ¿Quién eres y qué has hecho con mi mejor amiga? ―comentó señalando a Adrien inquisitivamente. Marinette se limpió un poco la nariz, más como un acto reflejo que como una necesidad.
― No estoy pensando mucho, si eso cuenta. Tengo... la cabeza embotada...
―Pues no pienses nunca ―Marinette la fulminó con la mirada, a lo que ella contestó alzando las manos y sonriendo.
― ¡Eh, chicos! ¿Iréis disfrazados para el pasaje del terror que montarán los de último año para Halloween?
Tanto Alya, como Adrien, como Marinette, se volvieron hacia Nino, que acababa de entrar con un folleto del evento.
― ¡Ah, es verdad! ¡Este viernes es Halloween! ―exclamó Alya acercándose y arrebatándole el folleto―. Dice que empezara por la tarde y durará hasta altas horas de la noche. ¡Que esperemos pasar una noche de Halloween terrorífica! ―apuntó exagerando la palabra y dándole un tono tembloroso―. ¿Se puede ir disfrazado?
Nino carraspeó y le dio la vuelta al folleto, entornando los ojos y cruzándose de brazos más tarde. Algo que no pasó desapercibido por Alya, que le sacó la lengua.
― ¡Que way! ¡Pues yo iré de zombie! ―aseguró.
― ¡Eh! ¡Yo iba a ir de zombie! ―se quejó Nino. Alya sonrió.
― Pues yo lo he dicho antes.
― Podéis ir de pareja zombie... ―inquirió Marinette apoyada en una mano y sonriendo con picardía. Adrien se volvió, intentando contener la risa ante la escena.
― ¿Qué? ―exclamaron ambos a la vez sonrojándose.
― ¿Y tú qué? ¿De qué irás? ―apuntó Alya intentando cambiar de tema. Marinette lo pensó.
― Siempre he querido disfrazarme de bruja ―aseguró.
― Eso te sentaría muy bien ―la voz de Clhoé entrando por la puerta la irritó―. Yo en cambio, seré la perfecta princesa. ¿Adri, querrías ir tú de príncipe? ―la forma en que se acercó al muchacho comenzó a irritar todavía más a Marinette, que estornudó en el momento más oportuno, justo cuando Clhoé se acercaba―.¡Eh!
― Jesús ―repuso Adrien sonriendo a la chica, ella sonrió a su vez.
― Se supone que tiene que ser de terror. ¿En qué ámbito del terror entra lo de princesa? ―preguntó Nino confuso.
― En el suyo ―se burló Marinette, consiguiendo ofender a Chloé―. Serías una princesa muy terrorífica, sin duda.
Aunque Clhoé no le hizo ni pizca de gracia, no opinaron lo mismo el resto de la clase.
Regresando a sus sitios, Nino y Adrien se volvieron hacia las chicas para seguir hablando sobre el día de Halloween.
― Pues creo que quedarías muy bien como brujita, Marinette ―apuntó Adrien amablemente. La chica sonrió encantada.
― Es verdad. ¡Y tú podrías ir de gato negro, tío, qué mejor con una brujita que un gato negro! ―Aunque la broma intentaba imitar a la de Marinette con lo de pareja zombie, y así fue como se lo tomó ella, no fue lo mismo para Adrien.
¿De gato negro? Bueno, el caso es que no iría muy disfrazado dado el caso.
― Eh... jejeje, no creo que...
Marinette también se había sonrojado, y aunque su mente intentaba recordar que era por el hecho de ir como pareja, su cabeza le jugó una mala pasada. La imagen de su gato tonto invadió todos sus pensamientos; El único gato negro que conocía, el único que realmente era su compañero como tal. Chat Noir.
Sacudió la cabeza, intentando quitarse esa idea. No. Ahora no. Llevaba dos días enteros sin verlo, y cada dos por tres le venía a la cabeza. Si no era porque pasaba un gato por su casa, o por la calle, era porque alguien lo nombraba. O veía gatitos en los estampados de la ropa, e incluso de los manteles o el papel de regalo. ¿Qué narices le pasaba?
― ¿Estás bien? ―preguntó Adrien sacándola de su ensueño.
― Eh... ah... sí. Perdona. Estaba...
― Muy, muy lejos ―aseguró Alya riendo―. ¿En qué planeta esta vez? Un día me dejas ir contigo, seguro que es interesante.
Marinette refunfuñó algo que ninguno pudo oír, a excepción de Adrien, que se volvió en su sitio con una sonrisa.
<<Sí, montada en mi escoba>>.
― ¡Chicos! Empieza la clase, todos a vuestros sitios.
***
La sala de actos estaba cerrada, pero la habían abierto para preparar el pasaje del terror. Se había concedido el permiso de usar el instituto para el evento, y podían organizarlo todo allí mientras tanto. Eso sí, tenía que estar todo recogido antes del domingo.
― ¡Eh, tú, el de primer curso! ¿Crees que podrás hacer todos los maquillajes o vas a necesitar ayuda? Somos siete actores.
Nathaniel se había ofrecido para el proyecto en cuanto vio que se necesitaba artista para caracterizar a los actores. Aunque su especialidad era sobre papel, siempre había sentido cierta fascinación por llevarlo a otro campo. El terror era un buen inicio, y los personajes para el pasaje los había diseñado él mismo, así que estaba encantado de poder hacer esa parte él solo. Había querido pedirle ayuda a Marinette... Pero como siempre, no había sido capaz. Siempre que intentaba acercarse a ella algo pasaba. Alya hablando con la chica, ella corriendo hacia no se sabía dónde con prisa, o incluso ese chico de su clase, Adrien. No era tonto. Estaba claro porque reaccionaba así ella cuando el muchacho se acercaba. Estaba seguro de que Marinette estaba colada por el modelo. No la culpaba, lo mismo le pasaba a él con ella. Tal vez precisamente por eso le había dado miedo pedirle si quería participar.
― Está hecho, no os preocupéis. Los más difíciles llevan algo de tiempo, pero hay de muy fáciles.
― Espero que tengas razón, me juego la nota de final de proyecto con esto, chaval. Como salga mal...
― Tranquilízate, Nolan, nos saldrá bien. Nathaniel es un buen chico ―aseguró Gabrielle guiñándole un ojo al muchacho.
Nolan y Gabrielle eran mellizos. Ambos con el cabello oscuro y los ojos de un azul tan claro que daba incluso miedo. Al menos en el caso de Nolan. A juicio de Nathaniel, en Gabrielle lograba que su piel oscura se viera todavía más bonita.
― Más le vale.
Nolan daba miedo. A veces. La mayoría de las veces. Por eso le caía mejor Gabrielle.
― No le hagas caso ―aseguró ella cuando su hermano se alejó con el resto del grupo para hablar los cambios del instituto en menos de tres horas―. Oye, tenía que ir a recoger el camisón para este viernes, pero voy a tener que quedarme a arreglar algunas cosas con mi hermano ―apuntó con los ojos en blanco―. ¿Te importaría acercarte? Me harías un favor enorme.
― Claro ―aseguró Nathaniel. Ella le tendió un papelito.
― Aquí está la dirección. Mi abuelo es un poco raro, no le hagas mucho caso. Pero tiene un montón de cosas antiguas y nos dejará usar gran parte del attrezzo que utilizaremos y el vestuario. Su almacén... Te morirías si lo vieras ―aseguró con voz soñadora. Luego carraspeó―. O no ―agregó con una risa avergonzada―. Si no te gustan las cosas viejas, antiguas y que dan mal rollo te morirías pero de otra forma.
Nathaniel se rio.
― Me encantan las cosas antiguas.
― Entonces te gustará. Aunque si le dices al abuelo que te de mi camisón de fantasma, no hace falta que entres.
Guiñándole otra vez el ojo, Gabrielle se alejó con un saludo.
― ¡Mil gracias, Nath!
Él suspiró. Siempre. Siempre conseguía todo lo que quería. Ahora entendía a Nolan y sus quejas constantes hacia su hermana. No importaba lo que te pidiera, no podías decir que no.
Miró el papelito, dispuesto a hacer ese pequeño favor. De hecho, también estaba emocionado. Una casa antigua, con cosas viejas, si tenía que fiarse por su definición, era el sueño de cualquier fanático del arte.
<<Templo de Yoga del Maestro Fu, C/Rue Quincampoix nº4>>
No estaba lejos, podía acercarse y luego llevárselo a Gabrielle antes de volver a casa.
***
Templo de Yoga del Maestro Fu;
Miró por última vez la casa, luego el papelito, y asintió en silencio. Sí. Era aquí. No había ninguna duda. Decidió entrar atravesando el pequeño jardín, llegando a una de las puertas. No tenía timbre, así que llamó dos veces.
Nadie contestó.
― ¿Por qué no tendrán un timbre? ―murmuró para sí.
― Porque esta es la puerta trasera, joven.
Nathaniel se dio la vuelta dando un pequeño bote en el sitio. Quien había hablado era un hombre mayor, de más de ochenta años seguro. Asiático, bajito y usaba un bastón.
― Eh... perdone, estaba buscando al abu... eh, no, quiero decir... ―carraspeó y volvió a empezar―. Gabrielle me ha dado esta dirección, ¿es usted su abuelo?
El hombre sonrió.
― Oh... Mi nieta querida te ha mandado de recadero... No sé qué voy a hacer con esta chica... ―suspiró y se dio la vuelta―. Sígueme, muchacho, por la puerta de delante. Esta no se abre desde hace siglos.
Nathaniel observó de nuevo la puerta. Vieja, con cerradura antigua, rojiza por el deterioro. Plantas creciendo incluso en los pernios de la puerta.
― ¿Vienes, chico?
Nathaniel se giró de nuevo, y corrió hasta alcanzar al anciano.
― Tengo algún cliente de vez en cuando, pero has llegado en el momento justo. ¿Qué te ha pedido mi nieta? Espera, no me lo digas. Es algo sobre esa fiesta que celebran los americanos, halowen o algo así.
― Halloween, y sí. Un camisón de fantasma, creo ―apuntó Nathaniel siguiendo al anciano por las salas de la casa.
― Creo que lo guardó en el almacén. Si encuentras algo más que os haga falta, cógelo tú mismo ―lo informó abriendo una de las puertas viejas del final del pasillo. El sonido del timbre, esta vez de la puerta principal, llamó la atención del anciano―. Oh, clientes. ¿Te apañas, joven?
Nathaniel asintió.
― No se preocupe.
El interior era un museo. O eso pensó Nathaniel cuando vio todo lo que había allí dentro. Cajas llenas de libros viejos, lámparas con filigranas que podrían estar datadas del siglo pasado, mesas de madera barnizada que todavía conservaba el brillo aun estando llenas de polvo. Y lo que ya esperaba, una caja roja encima de ellas, más limpia que cualquier otra, con un lazo negro para mantenerla cerrada. La abrió para comprobarlo.
― Perfecto ―sonrió. Luego observó el resto, en busca de algo que pudiera ser útil, pero la conversación en el exterior llamó su atención más que lo que seguía en el interior.
― Solo será el viernes, lo usaré con precaución, lo prometo ―aseguró la voz en el salón principal.
― Ya te dije que no es un juguete. No se pueden usar para cosas así, y no es tuyo, ni siquiera yo puedo usarlo bien ya. Puedes hacer un espectáculo muy bueno tú solo, hijo. ―Esa, sin duda, pensó Nathaniel, era la voz del anciano.
― Pero abuelo, me juego la nota. ¿Sabes lo genial que sería si consiguiera que los fantasmas volaran de verdad? ¿O que los objetos se movieran solos sin mecanismos? ¡Podría ganar incluso el premio al proyecto final del país si lo presentara!
Nathaniel se asomó, aunque ya imaginaba de quién se trataba; Nolan. ¿Qué le estaba pidiendo exactamente?
― He dicho que no. Es imposible. Nunca debí contarte esto.
Nolan atravesó el pasillo, entrando en la habitación contigua donde estaba el anciano.
― No me lo contaste, lo descubrí solo. Y he guardado el secreto con Gabrielle. Ella no está de acuerdo, si te sirve de consuelo.
― Y eso la honra.
― ¿Y si lo hicieras tú? Solo sería mover algo, aunque sea...
― Nolan. No. Y es lo último que voy a decir.
Vio al anciano salir de la sala, dirección a donde estaba. Nathaniel se apresuró a coger la caja, y alguna de las cosas allí tiradas para fingir que había estado revisando el almacén, en lugar de cotilleando en la puerta.
― ¿Está todo bien, joven?
Nathaniel se volvió.
― Eh... sí. Todo bien. Esto es todo. ―Alzó la caja, y lo que parecía ser una cruz antigua revestida de oro, o dorado, a saber.
Salió de la habitación, viendo a Nolan en la habitación contigua. Siempre había sido muy observador, y mientras el anciano lo guiaba al exterior, pudo ver que su compañero abría una caja y cogía algo del interior, guardándoselo en el bolsillo del pantalón.
― ¡Eh! ―apuntó por impulso.
Nolan se volvió.
― Tú, ¿Qué haces aquí? ―inquirió acercándose amenazador. Nathaniel empalideció.
― Tu hermana me mandó a coger...
― Otro de sus perritos falderos. Esa chica es una manipuladora ―aseguró arrebatándole la caja y la cruz. Nathaniel no dijo nada.
― Nolan ―lo advirtió el hombre―. Ya que os conocéis, podéis salir ambos por la puerta.
Este lo sujetó por el brazo, instándolo a avanzar.
― Por supuesto, abu ―apuntó con una sonrisa. O lo que parecía ser una sonrisa.
El anciano suspiró mientras los veía salir. Habría querido poder ceder el miraculous de la tortuga a su nieto, o a su nieta. Pero ninguno de los dos era apto para llevarlo. Incluso él empezaba a no ser apto. Hacía días que solo podía llevar el brazalete de vez en cuando. Wayzz ya necesitaba un nuevo guardián. Sus fuerzas lo debilitaban, tanto a su kwami como a él mismo. Si no encontraba a un portador pronto...
En el exterior, Nathaniel también suspiró, pero de un modo totalmente distinto. La sacudida del brazo de Nolan al soltarlo fuera de la casa le cortó el aliento.
― Si lo has visto, mejor olvídalo, y si no, entonces no tengo nada que decirte ―aseguró―. Pero si hablas tendrás problemas. Esto es más importante que nada, ¿queda claro?
Nathaniel asintió, volvió a suspirar, esta vez de alivio, cuando él se alejó.
Era cierto, lo más prudente era olvidarlo y no decir nada. Pero no podía dejar las cosas así. No había entendido muy bien la conversación, pero conocía a Nolan, y con lo que había visto y escuchado sabía tres cosas seguro:
-Uno, Nolan le había pedido algo al anciano. Algo que le había negado porque era peligroso.
-Dos, Nolan había robado ese objeto.
- Y tres, fuera lo que fuese, estaba dispuesto a descubrir qué era y devolvérselo a su dueño.
― Estoy loco, seguro ―se dijo antes de regresar al colegio.
***
Colegio Françoise Dupont
― La ropa vieja de mi madre podría servir para...
Un nuevo estornudo consiguió interrumpir a Alya por tercera vez en una misma frase. Le tendió otro pañuelo, que la joven aceptó con una sonrisa avergonzada.
― Lo siento mucho, Alya. Me pica mucho la nariz, no puedo evi... ―otro estornudo―... evitarlo.
― Ya veo. ¿Estas segura de que es el resfriado y no una alergia o algo?
― Yo conozco un remedio infalible para la congestión.
Ambas chicas alzaron el rostro hacia la que acababa de unirse a ellas.
― ¡Vivian! ―exclamó Marinette conteniendo un estornudo con el pañuelo.
― Eso tiene mala pinta. Si quieres hacerme caso, o si quieres asistir a ese famoso pasaje del terror sin parecer Slimer, hierve un poco de agua e inhala el vapor con hierbas de romero o eucalipto. Va de perlas, ¡prometido! ―aseguró guiñándole un ojo, Marinette sonrió.
― ¿A quién buscas? ―preguntó sonándose. Era extraño saber que estaban las tres reunidas, Queenbee, Foxyfire, y ella misma, Ladybug, y sin saberlo.
― A mi hermana, me toca llevarla a casa ―apuntó señalando el coche cuatro por cuatro negro estacionado en la entrada, justo detrás de la limusina blanca de la familia Agreste.
― Si buscas a Chloé se ha ido con Sabrina hace un rato, decían algo de un traje para Halloween.
La voz de Adrien justo detrás de ellas la sobresaltó momentáneamente. Por suerte o por desgracia otro estornudo expulsó los nervios de golpe de su cuerpo. Escuchó a Adrien reír un poco.
― Jesús otra vez, Marinette ―apuntó bajando las escaleras hasta situarse a su lado.
― Gracias...
― ¿Ahora os saludáis así? ―comentó Alya divertida―. Achús, Adrien. Jesús, Marinette. ¿Cómo es el adiós?
― Ja, ja, ja, muy gracio ―otro estornudo―... graciosa, Alya. ¿Por qué no puedo terminar una frase?
― Esa última la has acabado ―observó Adrien sonriendo.
Vivian miró a uno, luego al otro y le dedicó una mirada cómplice a Alya, que risueña entornaba los ojos.
― Vosotros dos os lleváis muy bien, ¿no? ―inquirió. Tanto Marinette como Adrien se sonrojaron momentáneamente.
― Bueno, sí.
―Claro ―apuntó ella riendo―. Somos amigos, por eso...
― Sí, por eso nos llevamos bien.
Vivian entornó más los ojos igual que Alya.
― Pero si hasta se acaban las frases ―aseguró consiguiendo sonrojarlos todavía más y haciendo estallar en carcajadas a Alya.
― ¡Vivian! ―se quejó Adrien avergonzado. Marinette no contestó, roja como un tomate―. Solo somos...
―Aja... ya ―Luego suspiró―. En fin, iré a buscar a esa niña malcriada. ¡Cuando la pille me va a oír! Le dije que no se marchara sin mí. ¿En qué idioma tengo que decir las cosas?
Los tres la vieron alejarse echando humo por las orejas. Enfadada e indignada.
― Bueno, entonces mañana quedamos para disfrazarnos, porque iréis disfrazados, ¿no?
Marinette y Adrien miraron un instante a Alya.
― Claro ―aseguró Adrien―. Espero que mi padre me deje salir...
― ¿Y si le dices que mañana te quedas más rato estudiando? Empieza por la tarde, seguro que cuela. ―La sugerencia de Marinette asombró a ambos, que la miraron como si hubiera cometido un asesinado―. ¿Qué?
― Este resfriado te está afectando al cerebro.
― La verdad es que tampoco es mala idea... ―coincidió Adrien. Marinette asintió.
― Claro que no... ―otro estornudo―. Aunque por mi parte, me parece que seguiré el consejo de Vivian.
Se levantó del sitio, tambaleándose un poco. Adrien reaccionó, sujetándola por el codo para evitar que se cayera. Marientte abrió ligeramente los ojos. La imagen de Adrien se vio levemente alterada, apareciendo otra de distinta. Alguien que también la ayudaría, estaría pendiente de su seguridad, la cuidaría. Sacudió la cabeza para quitarse al maldito gato de la cabeza.
― No deberías haber venido hoy todavía, Marinette.
― Estoy bien, solo un poco mareada.
― Parece que hayas bebido, de echo. ―La sugerencia de Alya consiguió que se relajara un poco. Aunque dada la situación le pareciera imposible.
― La sensación debe de ser parecida, supongo ―dijo encogiéndose de hombros―. Bueno, iré a casa. Nos vemos mañana.
― ¡Acuérdate de buscar algo para hacer de bruja! ―le recordó.
― Sí, sí.
Bajando las escaleras, alguien que las subía la hizo tropezar. El golpe frenó al muchacho, que se volvió a tiempo de verla caer al suelo, perdiendo el equilibrio.
― ¡Marinette! ―escuchó que la llamaban Alya y Adrien. Al mismo tiempo, la voz del muchacho que la había tirado también la llamó.
― ¡Marinette! ¡Lo siento, iba corriendo y no vi...!
La joven alzó sus azules ojos hacia el muchacho.
― No te preocupes Nathaniel ―aseguró con una sonrisa.
Nathaniel había subido las escaleras centrado en encontrar lo que Nolan se había llevado. Estaba tan concentrado que apenas había visto que Marinette bajaba las escaleras. Y como no, no estaba sola. Alya y Adrien se habían acercado a ver cómo estaba. No pudo evitarlo, ver a Adrien ayudándola lo sacó de quicio.
― ¿Te encuentras bien? ―le preguntó el muchacho. La joven se había quedado mirándolo un instante. ¿Por qué tenía que ser tan evidente?
― Sí, no es nada, estoy acostumbrada.
― En eso tiene razón ―apuntó Alya sonriendo ante la escena. A diferencia de Nathaniel, que pareció refunfuñar algo por lo bajo.
Apenado todavía por lo que había sucedido, Nathaniel intentó disculparse de nuevo.
― Lo siento de verdad, Marinette...
Ella se volvió hacia el muchacho, sonriendo.
― No pasa nada, de verdad. ¿Por qué ibas tan ―otro estornudo―...deprisa?
― Eh... estoy ayudando a preparar lo de Halloween... ¿Estás bien? ―comentó algo preocupado, iba a poner una mano sobre su hombro al ver que se tambaleaba un poco, pero Adrien se le adelantó, logrando arrancarle otra mirada iracunda.
― ¡Qué pasada! No sabía que ayudaras a...
― ¿No crees que es mejor que vayas a casa? ―comentó Adrien con cierta preocupación―. ¿Quieres que te acerque? Seguro que a Nathalie no le importa.
― ¿Qué? ―apuntó enrojeciendo levemente.
― ¡Por supuesto que sí! ¿Verdad, Marinette? Estás fatal, así aun te atropellará un coche en lugar de Nathaniel ―comentó sonriendo un instante al chico, que permaneció quieto viendo como Alya arrastraba a la chica hacia la limusina junto a Adrien.
― Pe... pero...
― Mañana lo hablamos ―aseguró Alya―. Muchas gracias por llevarla ―le dijo a Adrien. Este solo sonrió.
Nathaniel vio a la joven entrando en la limusina, junto al modelo, que le dijo algo a la chica que había abierto la puerta. Seguramente informándola de llevar a Marinette a su casa. ¿Por qué tenía que ser ese chico? ¿No podía acaso fijarse en alguien como él? Marinette era tan dulce, tan bonita y sincera. ¿Qué había visto en el modelo? ¿Que era guapo? No. Tenía que ser otra cosa, ella no era de las que se fijaban solo en el físico, estaba seguro. Pero si no era eso, ¿qué?
Frustrado, se dio la vuelta y entró en el instituto. Tenía que encontrar a Nolan. Su corazón podía esperar.
***
― ¡Vaya resfriado! ―exclamó Nathalie al escuchar el estornudo de la joven. Marinette sonrió.
― Lo siento mucho, no quería ―otro estornudo―...molestar.
― No molestas, en realidad te lo debo. Seguro que esto es culpa mía, por sacarte de casa tan tar... eh, por el otro día ―rectificó Adrien riendo. Nathalie entornó ligeramente los ojos, pero fingió no haberlo escuchado, escondiendo una sonrisa ladeada.
Marinette miró al muchacho, que casi metía la pata de una forma bastante tonta. No quería reírse, pero apenas pudo evitarlo.
― Se supone que no debías estar fuera de casa, ¿no? ―murmuró Marinette, Adrien se acercó, para poder hablar en susurros y que ella lo escuchara, algo que consiguió que la joven se pusiera un poco nerviosa.
― No, en realidad me escapé... ―confesó―. Estaba... enfadado con mi padre, ya sabes.
― Sí, cuando se está enfadado se hacen las cosas sin pensar. ―Adrien la miró a los ojos, sin apartarse aun. El corazón de la joven por poco le sale del pecho.
― No te lo había dicho nunca, pero me alegra que nos llevemos mejor. ―La confesión sorprendió a Marinette.
― ¿Qué quieres ―Marinette contuvo un estornudo, tapándose la nariz con un pañuelo―... ¿Qué quieres decir?
Adrien sonrió al ver los esfuerzos de la joven.
― Que he conseguido que me hables ―al ver cómo los ojos azules de la joven se ensanchaban intentó rectificar―. Me refiero a que ahora nos hablamos más. Al principio parecías estar enfadada conmigo, luego apenas me hablabas, ahora... Ahora está bien, ¿no?
Marinette sonrió, seguían tan cerca que apenas podía respirar.
― Sí, ahora esta...
El coche frenó de golpe, logrando que Adrien perdiera el equilibrio, igual que Marinette. Detuvo la caída con las manos, dejando a la joven tendida en el asiento debajo de él. El rostro de ella estaba demasiado cerca, e iba a apartarse cuando el vehículo retomó la marcha haciendo inevitable el contacto. Solo fue un leve roce, pero fue suficiente. Se quedó quieta, sintiendo los labios del joven un instante encima de los suyos. Lo miró a los ojos, roja como un tomate, igual que él cuando se dio cuenta de lo que había sucedido.
― Chicos, ¿estáis bien? ―preguntó Nathalie desde delante―. Enseguida llegamos, por estas calles pasa mucha gente.
Adrien se levantó, ayudando a su compañera a hacer lo mismo.
― Lo siento... ―murmuró ella.
― No, ha sido culpa mía... No pretendía... es... quiero decir...
La situación se había tensado hasta tal punto que cuando el coche volvió a frenar, lo único que quería Marinette era salir y esconderse en su casa. Si hubiera salido todo normal, que él la hubiera besado porque quería, habría sido distinto. Pero acababan de hablar sobre lo bien que se llevaban ahora, y el "beso" había sido un accidente.
― Ya hemos llegado ―Apuntó Nathalie.
Marinette asintió.
― Muchas gracias por traerme.
― No ha sido nada, tranquila. Y cuida ese resfriado ―aseguró la mujer guiñándole un ojo. Que la antigua Ladybug supiera quien era ella la ponía un poco nerviosa, y al mismo tiempo la hacía sentir segura. Aunque que se tratara de Nathalie era sin duda lo que más nerviosa la ponía.
― Hasta mañana... ―apuntó Marinette saliendo del coche. Se apresuró a llegar a casa, pero su cuerpo se tensó cuando escuchó la puerta de la limusina abrirse.
― Solo será un momento... ―escuchó que decía―. Marinette, espera.
Ella se detuvo. No podía huir, eso era de cobardes. Se volvió sin mirarlo.
― No hace falta que te disculpes por...
― No, es que... No quiero que te vayas así. Ha sido un accidente. Estas cosas pueden pasar.
― Claro. No im.... No importa ―apuntó. El rostro del joven se entristeció un poco.
― No quiero que te avergüences... Es decir... Marinette ―la llamó, ella se armó de valor y alzó el rostro. Sonrió.
― Está todo bien, es solo que quiero llegar a casa por... ―otro estornudo―. Este resfriado...
Adrien se rio.
― Solo espero que no me lo hayas contagiado ―bromeó guiñándole un ojo. Marinette enrojeció. Que hiciera broma de lo que acababa de ocurrir era demasiado. Y por el modo que tuvo de mirarla después, pareció darse cuenta―. Bueno, ¿nos vemos mañana?
Marinette suspiró. Asintió.
― Claro, nos...nos vemos mañana ―aseguró.
Lo vio alejarse, subir de nuevo en la limusina, y marcharse.
― ¿Estás bien, Marinette? ―la voz de Tikki desde su bolsa la hizo expulsar todo el aire contenido.
― Tikki... estoy dormida y estoy soñando todavía, ¿verdad? ―La pequeña salió situándose delante de ella.
― Si quieres te pellizco.
Marinette entornó los ojos.
― No, que nos conocemos ―aseguró. Luego sonrió de oreja a oreja―. Entonces... ¡Tikki! ¿Lo has visto, no? Adrien... Él...
― Sí lo he visto ―aseguró con una expresión tierna―. ¿Qué vas a hacer?
― Eh... ―la joven lo pensó un instante―. ¿Qué tengo que hacer? ―Entonces recordó la fiesta de Halloween―. ¡Es verdad! ¡Tengo que encontrar algo para mañana!
Entrando en casa, Tikki se apresuró a esconderse en el pequeño bolso. Subiendo las escaleras, Marinette apenas podía borrar la sonrisa de su rostro, solo algo lo consiguió. Justo antes de abrir la puerta de su habitación, justo cuando recordó el leve roce que los labios de Adrien le habían dado. Justo entonces, de nuevo, como una maldición, la imagen de alguien más invadió su mente. ¿Por qué tenía que recordarlo justo ahora que estaba memorando el momento de su primer "beso" con el amor de su vida?
― Sal de mi cabeza ya... ―susurró para sí abriendo la puerta y arrastrándose hasta la cama.
Tikki salió del bolsito, posándose sobre la almohada y conteniendo la risa. Marinette estaba confundida, y sabía perfectamente por qué. Su subconsciente sabía quién era Adrien, lo intuía, pero ella seguía manteniendo la venda en sus ojos. Una que por su propio bien y por la de todo Paris, convenía que siguiera allí.
***
Colegio Françoise Dupont
Nathaniel se detuvo en la entrada de la sala de actos, Nolan estaba discutiendo con su hermana. Mostrándole lo que había robado, orgulloso de sí mismo. Gabrielle, por el contrario, no parecía tan contenta.
― ¡Qué has hecho! Eso es peligroso, el abuelo se enfadará cuando se entere ―lo regañó.
― No seas boba, no se enterará. Lo usaré mañana, y será el mejor proyecto de todos. Van a pasar el Halloween más terrorífico de la historia.
Gabrielle intentó arrebatarle el brazalete.
― No. No puedes hacerlo. No necesitamos esto para...
― No dejaré que me ganen de nuevo. Ese idiota de Colin no va a arrebatarme el premio esta vez. ¡Voy a ganar!
― Nolan, podemos hacerlo sin necesidad de esto. Déjalo, ¿vale?
― ¡Ni hablar! ―gritó intentando empujarla. El brazalete, en lugar de romperse cuando Gabrielle se cayó hacia atrás, enfadada con su hermano, se dobló. Quedando uno idéntico al otro en manos de sendos hermanos.
Ambos se quedaron mirando el brazalete que poseían, asombrados por lo que había sucedido.
<<Halloween... Una época preciosa, llena de terror y miedo. ¿Quieres hacer el proyecto más terrorífico de todos? Puede concederte ese deseo. Solo tenéis que hacerme un pequeño favor>>.
― ¿Qué quieres? ―preguntó Nolan a la voz con una sonrisa.
― Nolan, no... ―comenzó a decir Gabrielle, la cual miraba a todas partes intentando encontrar el origen de la voz misteriosa.
<< Esto es un juego de dos. Puedes ayudar a tu hermano, si consigue lo que quiere, regresaré el brazalete a su correspondiente lugar, como deseas, pero para ello, necesito los miraculous de Chat Noir y Ladybug. Si me traes eso yo devolveré el brazalete. Intacto, como si tu hermano jamás lo hubiese cogido>>.
― ¿Lo prometes? ―Gabrielle no parecía estar tan segura como su hermano, que mantenía la sonrisa satisfecha.
<< Es un trato, siempre cumplo mis tratos>>. Gabrielle miró el brazalete y asintió. <<Perfecto. Halloween, Spirit, conseguid los miraculous y yo os concederé vuestro deseo. Llevad el terror a Paris>>.
******************
¡Bueno, ha llegado Halloween en verano, mira tu que cosas! XD Hace un tiempo vi que harían un especial de Halloween, y en comparación este será una caca, pero me hacía ilusión incluirlo, ya que es una de mis fiestas favoritas *-* (Zombies lover).
Bueno, espero que aún así os guste.
¡Un beso y un abrazo a todos!
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