Capítulo 15: Un Chat Noir y una Ladybug diminutos
Antes de entrar en casa, respiró profundamente armándose de paciencia y valor. El cerrojo no estaba puesto, y el olor de la cocina era ligero, el que se había acostumbrado a oler desde que su madre había perdido el apetito.
― ¿Alya? ¿Eres tú?
La voz lejana de su madre la informó de dos cosas; No estaba sola. Quien la acompañaba no era su padre.
En caso de estar sola, su madre no la habría saludado así. Habría esperado a que llegara a la cocina, habría alzado la cabeza de la mesa donde habría estado llorando, y le diría que tenía la comida preparada en el microondas. Y en caso de que fuera su padre quien la acompañara, ni siquiera la habría saludado, simplemente estaría gritando, quizás rompiendo algo, mientras su padre hacía otro tanto. Ella se limitaría a caminar hacia su cuarto, intentando por todos los medios ser invisible.
Llegar a la cocina fue también una novedad ese día, y una sorpresa.
― Alya, ha venido tu tutor a hablar conmigo, cree que desearías hacer la carrera de periodismo cuando terminaras. Nunca me lo habías dicho.
Alya observó a su tutor, sonreía, aunque tenía una pequeña mirada escondida que demostraba que estaba estudiando la situación. Acostumbrada ya, Alya sonrió también.
― Todavía no lo tengo decidido.
― Lo sabemos, pero si eligieras esa opción, tenemos pensado dar becas a los mejores alumnos, y estas entre ellos. De eso quería hablar con tu madre ―informó su tutor.
Alya suspiró.
― Si quisiera estudiar eso, tendría todavía un año para pensarlo. En cualquier caso, no creo que eso se tenga que hablar aquí... ni ahora ―la respuesta fue tajante. El modo en que su madre la miraba daba mucho que entender. No quería que eligiera como futuro la misma profesión que su padre―. Tengo... que estudiar. Comeré en mi habitación.
Cogiendo lo que había pedido su madre para comer, una pizza cuatro estaciones, subió las escaleras hasta llegar a su habitación.
El día que entendiera a su familia, seguramente estaría demasiado lejos para que lo supieran. Por ahora, solo podía sentir cierta frustración. En realidad, llegar a París había supuesto un buen cambio. Cambio en el colegio, por supuesto, en casa las cosas no habían hecho sino empeorar. Al menos allí tenía una amiga, aunque no le había contado jamás la razón por la que sus padres se habían mudado y dejado la casa que antes tenían.
Con resignación, se tumbó en la cama y rozó el medallón del zorro que se había puesto el día anterior. Lo alzó para verlo mejor, dándose cuenta que la punta oscura era un poco más clara de lo normal. La acarició, como queriendo aclararla todavía más. La pequeña pieza resultó ser independiente al resto, y al tocarlo con fuerza, se hundió. El medallón brilló, asustándola un instante. Un pequeño animalito, con orejas puntiagudas y cola gruesa, muy parecido a un zorro pequeño, la observó desde cierta distancia. Flotando en el aire.
― Por fin despierto de nuevo. Me alegra ver una cara nueva, y tan guapa ―apuntó el pequeño sonriendo a la joven―. Me presentaré, soy Oxxy, tu Kwami. Y estoy aquí para ofrecerte los poderes de Foxyfire.
Alya parpadeó.
― ¿Oxxy? Espera... ¿Foxyfire?
― Exacto, aunque no es ese tu nombre todavía. ¿Por qué nombre puedo llamar a tan linda joven? ―preguntó acercándose y posándose sobre sus rodillas flexionadas. Alya sonrió.
― Mi nombre es Alya.
Oxxy se apoyó en sus pequeños bracitos, haciendo girar su cola cual abanico.
― Y dime, Alya. ¿Querrías ser una heroína?
***
Ladybug abrió los ojos de par en par al verse descubierta. Había esperado poder entrar, investigar un poco, e irse como había llegado. Sabía que el padre de Adrien trabajaba hasta tarde, así que no había peligro de que él estuviera en su despacho. Lo recordaba de la última vez que estuvo en su casa como Ladybug, y no habría tardado nada en entrar y volver a salir. Pero encontrarse con Adrien era algo que no había previsto. En realidad, por una vez, prefería que no se hubiera percatado de su presencia.
― ¿Adrien? ¿Qué haces en el despacho de tu padre?
La voz de Nathalie al otro lado de la puerta alteró al muchacho, que se volvió deprisa mientras le hacía una señal a ella para que se ocultara. Ladybug conocía el secreto de Nathalie, pero no la conocía lo suficiente a ella como para estar segura de que no fuera a delatarla si la pillaba en el despacho del Sr. Agreste. Así que saltó hacia arriba, trepando hacia la ventana por la que había entrado.
― Solo iba a por un vaso de agua, cuando me he acordado de que no le había dicho a mi padre que mañana habían cambiado la hora de la sesión de fotos ―apuntó nervioso.
Nathalie enarcó una ceja.
― Sabes de sobras que tu padre llega tarde a casa siempre.
― Po...por eso le iba a dejar una nota. No voy a esperar a que regrese para decírselo.
― Podías decírmelo a mí, es mi trabajo informar de estas cosas. Aunque me consta que la hora sigue siendo la misma ―aseguró mirando su agenda.
― ¿De verdad? Igual se referían a otra... sesión.
Nathalie alzó el rostro en su dirección. No parecía muy convencida, pero al parecer, tenía asuntos más importantes que ese. Por suerte para él.
― Le comunicaré que lo buscabas, sea por el asunto que sea.
Nathalie se dio la vuelta, prosiguiendo su camino sin añadir nada más. Al parecer, la pelea había llegado a sus oídos, y había achacado su excusa como un modo de no decir el "verdadero" motivo. Seguramente pensaba que quería disculparse o hacer las paces con su padre. Bien, como excusa era mejor que lo de la sesión de fotos. Nathalie era la que llevaba esas cosas, había sido una estupidez poner esa excusa. Pero era lo primero que se le había pasado por la cabeza.
Recordando la razón por la que había mentido, se giró para comprobar que Ladybug estuviera escondida. En realidad, observó al mirar en el interior del despacho, ya no estaba.
Suspiró y regresó a su cuarto.
― ¿Y el vaso de agua? ―apuntó Plagg cuando traspasó la puerta.
El pequeño kwami conocía a la perfección las costumbres del muchacho, así que sabía de sobras por qué había salido de la habitación. Con todo lo que había pasado, había olvidado por completo el vaso de agua. Y olvidó también contestar cuando escuchó un pequeño ruido procedente de la ventana.
― ¡Plagg, escóndete! ―le susurró. Su compañero lo miró un instante extrañado, pero se percató enseguida que alguien iba a entrar en el cuarto, por lo que obedeció por primera vez en su vida, o eso pensó Adrien.
Ladybug golpeó la ventana con cuidado. Con el corazón en un puño, se acercó y abrió. La heroína entró respirando entrecortadamente. Parecía alterada, y cansada.
― Lo siento ―se excusó en cuanto pisó el suelo―. Y gracias por no delatarme. Sé lo que puede parecer, pero te juro que no intentaba robar ni nada parecido ―aseguró nerviosa.
Adrien estaba un poco confuso. Ladybug no se estaba comportando como su Lady. Es decir, en cierta parte sí, era ella, pero actuaba como si algo la persiguiese, como si estuviera en problemas. Y si era así, tenía que transformarse cuanto antes. Aunque por ahora era imposible, claro.
― No... eh... Jamás pensaría eso. Es decir, no he pensado que estuvieras robando. Eres... en fin, eres Ladybug.
La joven lo miró con esos ojos azules que lo volvían loco. Sus mejillas conjuntaban con su antifaz, rojas y un tanto acaloradas. ¿Estaría tan nerviosa como él? Sacudió la cabeza mentalmente. Que él estuviera loco por ella no significaba que a ella le pasara lo mismo, se reprochó.
― Te agradezco de verdad que no me delatases. Habría sido... muy embarazoso. Ya lo es ahora ―apuntó con una pequeña sonrisa.
Adrien sonrió también.
― No te preocupes, aunque... ¿Puedo preguntar qué hacías en el despacho de mi padre? ―preguntó no estando del todo seguro de lo que preguntaba.
Ladybug avanzó por la habitación, observándolo todo con disimulo.
― Estoy... Necesitaba comprobar algo ―se volvió hacia él―. ¿Me ayudarías? Sé que es tu padre, y que es mucho pedir. Pero es importante.
El Chat Noir que se escondía detrás de la fachada de Adrien, sintió curiosidad por las palabras de su compañera. Al parecer, ella también sospechaba algo de su padre.
― Creo... que sé qué quieres decir ―aseguró―. Y me gustaría enseñarte algo.
Ladybug abrió los ojos sorprendida de que quisiera cooperar.
― De hecho, ibas por buen camino, está en el despacho de mi padre ―Luego contrajo el gesto al recordar a Nathalie―. Pero es un poco difícil que llegue hasta allí después de lo de antes...
Ladybug sonrió.
― Yo no necesito la puerta, puedo llevarte por la ventana ―aseguró. Adiren no pudo evitar sonrojarse.
― Eh... bue... bueno.
Ladybug sonrió con cierto nerviosismo. En realidad tampoco para ella era fácil. Se trataba de Adrien. Y con él no era para nada indiferente. Dio un paso hacia delante dispuesta a comportarse como la heroína que era y ayudarle a entrar en el despacho de su padre sin ser vistos, solo para investigar. Que tuvieran que ir, a efectos prácticos, abrazados para llegar hasta allí, carecía de importancia. O eso se intentaba recordar.
Fuera como fuese, no importó. Al dar un par de pasos, sintió arder más todavía su cuerpo, y trastabilló. Adrien se adelantó al percibir el flaqueo, y la sujetó con cuidado por los hombros para que no cayera.
― ¡Estás ardiendo! ―exclamó con solo tocarla.
Ladybug encerró su rostro en una mano. Se sentía mareada, débil. Tikki tenía razón, no debería haber ido.
― E... estoy bien ―aseguró incorporándose―. Vamos, tenemos que... ―sus piernas flaquearon de nuevo, y Adrien se vio obligado a cogerla en brazos.
Jamás pensó que siendo él llevaría a la heroína de ese modo. La depositó en la cama con cuidado, no creyéndose todavía que tuviera a Ladybug en su cuarto. La joven contrajo el gesto con cierto dolor, sus mejillas estaban ahora mucho más rojas.
― No estás bien ―aseguró rotundo―. ¿Cómo se te ocurre salir estando así?
Ladybug abrió los ojos, mirándole directamente. Sonrió.
― Tienes los ojos muy bonitos ―apuntó logrando sonrojar al muchacho.
― Y tú tienes fiebre ―intentó concentrarse el muchacho―. Tengo que encontrar algo que consiga bajarte la fiebre... ―murmuró para sí.
― Tengo... calor... ―murmuró apretando los dientes―. Este traje... necesito quitármelo...
Adrien abrió los ojos de par en par al comprender lo que quería decir. Necesitaba dejar de ser Ladybug. Y muy a su pesar, aunque desearía quedarse para verlo, ella jamás se lo perdonaría cuando descubriera quién era él en realidad.
― Voy a odiarme por esto... ―murmuró para sí sujetándola de nuevo.
― ¿Qué...? ¿Dónde vamos? ―preguntó a media voz.
― Al baño.
― Agua no... ―murmuró.
― Ni que fueras un gato ―apuntó como un impulso. Ladybug abrió ligeramente los ojos, frunciendo el ceño. Eso había sonado tan... tan... Empezó a reír.
― Chat Noir habría dicho algo así ―aseguró riéndose―. Abría sonreído enseñando los dientes mientras intentaba hacerme reír sabiendo que no... lo conseguiría.
Adrien llegó al baño, dejándola sobre el mármol frío un instante para contemplarla. El modo que había dicho eso... ¿Sería posible que a su Lady le importara más de lo que había supuesto? ¿Podía permitirse albergar esa esperanza?
Se dijo que no debía aprovecharse de la situación, pero no pudo evitarlo. Ahora era Adrien, ella podía decírselo sin temor. A Chat Noir jamás se lo confesaría, pero a él... Quizás...
― Sois... muy amigos, ¿verdad? ―comentó. Ladybug se apoyó en la pared, sus ojos entrecerrados y sus mejillas más sonrojadas aún.
― Es un gato tonto ―apuntó estallando en carcajadas―. Siempre se mete en problemas. Y acaba siendo víctima de los poderes de... los akumas ―aseguró frunciendo el ceño enmascarado.
Adrien puso los ojos en blanco. ¿Qué había esperado exactamente? Se levantó, dispuesto a salir y dejarle intimidad mientras abandonaba la máscara.
― Cerraré la puerta, no entraré, lo prometo ―aseguró.
― Eso también lo haría él... ―aseguró en un murmullo, mirando al suelo―. Cerraría la puerta amablemente, sabiendo que es eso... lo que quiero que haga. Siempre me protege. Y nunca le he dicho lo agradecida que estoy por eso.
Adrien no pudo evitar volverse ante sus palabras.
― Es un... gato tonto ―apuntó cerrando los ojos y sonriendo. El bep que señalaba que iba a volver a ser una chica normal, hizo que Adrien se diera la vuelta y cerrara la puerta.
Suspiró mientras se apoyaba en la misma.
― Parece que tu ladybug te tiene mucho cariño... ―lo espoleó Plagg volando hacia donde él estaba.
Adrien miró la puerta cerrada con una dulce sonrisa.
― Estoy preocupado. Está enferma. Debería irse a casa, pero no sé cómo ayudarla. No sé dónde llevarla.
― Siempre puedes abrir la puerta ―Adrien volvió a mirarla. Negó con la cabeza.
― No. Se lo he prometido. Iré abajo y traeré algún paño húmedo. Intentaré bajarle la fiebre para que pueda irse a casa.
Avanzando por la habitación, Plagg lo siguió.
― ¿Y qué pasa con lo de ir al despacho de tu padre?
― Hay tiempo para eso, ahora lo importante es que ella esté bien.
***
―Marinette... Marinette...
La voz de su compañera la despertó poco a poco. No recordaba lo que había sucedido, seguramente se habría dormido otra vez, como esa mañana. Así que esperaba ver la mesa de la cocina, o el techo de su cuarto, llevándose una gran sorpresa al encontrar el techo alto de lo que parecía un cuarto de baño de lujo. Un cuarto de baño que, aunque no lo reconocía como suyo, le era muy familiar.
― ¿Tikki? ¿Qué...?
― Tenías mucha fiebre. Estaba a punto de asfixiarme. Te advertí que no te transformaras... ―apuntó Tikki apoyada sobre el mármol frío, incapaz de volar.
Asustada, Marinette la sujetó con cuidado, llevándosela al rostro comprobando que su temperatura era mayor que la suya propia, y eso que se notaba con fiebre.
― Tikki... yo... Lo siento, de verdad. No sabía que pudieras contagiarte...
― Lo que te pasa a ti, me pasa a mí. Como sucedió cuando cambiasteis de cuerpo, ¿recuerdas? ―Marinette sintió sus ojos arder por las lágrimas contenidas.
― He sido una tonta... ―apuntó agachando la cabeza. Tikki se levantó un poco, apoyando una manita en su coronilla.
― Quieres ayudar. Eres buena, Marinette, por eso eres quien eres. Pero a veces eres demasiado impaciente. ―Marinette esbozó una sonrisa triste.
― Ya... soy un caso perdido...
― Menos mal que Adrien es tan considerado.
Ante aquello, Marinette abrió los ojos de par en par, mirando en derredor. El baño. Claro. Por eso le había resultado tan familiar.
― ¡Es el baño de Adrien! ¡E... estoy en casa de Adrien! ―exclamó en susurros histéricos. Tikki suspiró.
― Aja...
― Oh, no... ¿Me ha visto? ¿Sabe quién soy? ¿Por qué no logro recordar nada? ―preguntó hiperventilando.
― No ha visto nada, te ha traído aquí para que pudieras descansar y ser otra vez tú sin peligro. Ya he dicho que ha sido muy ―suspiró―...considerado.
Marinette suspiró también, aunque su suspiro fue más de alivio que de cansancio. Intentó levantarse, apoyándose en la pared y sintiendo cómo su cuerpo le pedía a gritos un descanso. Pero no podía. Había cometido la estupidez de ir hasta allí porque había estado preocupada. Por las palabras de Adrien, por lo que sabía sobre el libro y lo que sospechaba de Papillon. Necesitaba respuestas, pero debería haber previsto que tal y como estaba no podría llegar a cumplir su cometido. Y ahora acarrearía con las consecuencias.
― Tenemos que salir de aquí ―aseguró.
― No sé si podré... ―Marinette negó con la cabeza.
― No, Tikki, me he metido yo sola en esto, y yo sola voy a salir. No voy a transformarme y hacerte más daño.
Tikki alzó la pequeña cabecita esbozando una sonrisa orgullosa.
― Ten cuidado... Gracias... ―Y sus pequeños ojos se cerraron. Marinette se asustó, pero enseguida vio que solo se había quedado dormida. Demasiado cansada para seguir despierta.
― No te preocupes, Tikki. Lo tendré.
***
Adrien encontró deprisa algo con que bajarle la fiebre. Plagg lo había seguido, enseñándole cada tanto alguna que otra cosa que él consideraba que podía ayudar. De todo lo que le había mostrado, lo que podría haber sido más útil era un pequeño ventilador de mano.
― Coge esto ―apuntó Plagg cuando pasaron por la cocina, enseñándole un frasco de cristal grande donde había un montón de galletas de chocolate.
― No creo que tenga hambre, Plagg ―protestó. Plagg se lo dio de todos modos.
― No para Ladybug, es para Tikki ―aclaró. Adrien enarcó una ceja.
― ¿Tikki?
― Su kwami. Tikki se recupera bastante rápido con galletas de chocolate. A mi me va más el queso ―aseguró con una sonrisa.
Adrien miró las galletas, suspirando con resignación.
― Galletas. ¿No podría gustarte algo parecido? Las galletas de chocolate están buenas, el queso apesta. Esto es muy injusto.
Plagg se encogió de hombros.
Sin perder más tiempo, ambos se encaminaron de nuevo hacia arriba.
― ¡¡Adrien!! ¡Cierra todas las ventanas, deprisa!
La voz asustada de Nathalie lo detuvo en seco. Acababa de entrar por una de las puertas principales, cerrándola y aguantándola con su propio cuerpo. Esta retumbó bajo su peso, mientras un estruendo procedente del otro lado lo puso en alerta.
Bajó deprisa, cerrando todas las puertas con alta seguridad pulsando el código, aunque si la amenaza ya estaba en el interior no iba a servir de mucho. Antes de que pudiera pensar en nada más, la puerta que Nathalie mantenía cerrada se abrió de golpe. Un líquido oscuro la cubrió, tirándola al suelo. Adrien abrió los ojos de par en par. Un hombre apareció por la puerta antes cerrada, mantenía en alto una especie de jeringuilla gigante, seguramente la causante del líquido viscoso que había cubierto a la secretaria de su padre. Vestía una bata blanca de laboratorio, sus cabellos largos y blanquecinos estaban despeinados, y su rostro estaba cubierto por unas enormes gafas de pasta las cuales tenían dibujados espirales en el cristal. Sus manos ocultas bajo unos guantes de látex negro, y sus pies por botas oscuras resistentes al agua. El conjunto daba la sensación de ser el típico científico loco sacado de una película de terror de serie B.
Segundos más tarde, el líquido viscoso que había cubierto a Nathalie empezó a encogerse, recogiéndose a sí mismo hasta que desapareció, dejando en su lugar a una diminuta Nathalie. Parpadeó sorprendido. ¿Acababa de reducirla?
― Tú debes de ser el hijo del Sr. Agreste. ¿Dónde está tu padre? ―preguntó apuntándole con la jeringuilla gigante.
Adrien se preparó para saltar en cualquier momento.
― No está en casa. ¿Quién eres tú? ―preguntó frunciendo el ceño.
― Mi nombre es Tiny. Tengo.... un asunto pendiente con él ―se agachó para coger a Nathalie, que había despertado y se agitaba asustada―. Y con su secretaria también.
Adrien apretó los dientes.
― ¡Suéltala!
― ¿O qué? ―preguntó con una sonrisa escalofriante.
Tenía razón. ¿O qué? ¿Qué podía hacer él? De repente la imagen de Ladybug inconsciente en su cuarto de baño logró asustarlo. Decidido, se preparó, esperando el momento en el que la jeringuilla catapultara el líquido viscoso.
Se apartó, corriendo hacia el despacho de su padre y cerrando con el cerrojo desde dentro.
― Menos mal, por poco ―suspiró Palgg.
― Tengo que transformarme y llevarle esto a Ladybug ―apuntó mirando el frasco de galletas y los paños húmedos.
― ¿Crees que podrá?
― Me gustaría poder evitárselo... Pero me temo que ese tal Tiny no será tan considerado... ―Plagg se cruzó de brazos, observando las galletas.
― Quizás sea suficiente con las galletas.
― Espero que lo sea... ¡Plagg, transfórmame!
***
Marinette observó la ventana. Si fuera Ladybug sería muy sencillo, pero ahora no contaba con ella. Tendría que apañárselas sola. Como Marinette, la puerta era la mejor opción, sin embargo, no podía arriesgarse a que alguien la viera. Abrió la puerta poco a poco, mirando hacia el exterior. El cuarto de Adrien estaba completamente desierto. Se atrevió a salir, pasando por delante del escritorio hasta llegar a los pequeños armarios al lado de la cama. Necesitaba algo con que cubrirse. Una toalla, una manta. Había revisado el baño de arriba abajo, pero no había ni una sola toalla, por lo tanto, dedujo que estarían en su cuarto. Tenían que estar.
― Perfecto, Marinette. Ahora sí parece que estés robando... ―se reprochó a sí misma.
El sonido de la ventana la puso en alerta, cogiendo lo primero que encontró y escondiéndose detrás del mueble.
― ¿Ladybug?
Por un instante, la voz le pareció la de Adrien, pero quien fuese que había pronunciado el nombre de Ladybug, había entrado por la ventana. Y a no ser que le hubieran salido alas recientemente, Adrien no podía entrar por ella. Se asomó un poco, tapándose con lo que había cogido por siacaso.
― ¿Chat Noir? ―preguntó sorprendida. No había esperado que viniera precisamente él―. ¿Qué... qué haces aquí?
― Eh... Me temo que tenemos un "pequeño" problema, my lady. Un akuma ha invadido un poco esta casa.
― ¿Un... akuma?
No. No, no, no, no.... Eso estaba mal, muy mal. Tikki todavía estaba dormida, cansada. No podía obligarla a que la transformara de nuevo.
― No puedo... Yo... Lo siento, he cometido un error. No puedo transformarme en Ladybug...
Bajo la máscara, Adrien ya imaginaba que ella seguiría sin poder ser de nuevo Ladybug. En ese preciso instante, ella era solo ella. Y se moría por ir hasta allí y verla con sus propios ojos. Poder comprobar que bajo la máscara seguía siendo la misma chica de la que se había enamorado. Poder decírselo por fin sin ningún tipo de barrera. Pero no podía, ahora no. En ese instante lo necesitaba, y él sabía exactamente cómo ayudarla.
― Lo sé. Eh... Ese joven... ¿Adrien? ―comentó intentando sonar convencido―. Me lo ha contado. Estas... tienes fiebre, ¿verdad?
― ¿Has visto a Adrien? ―exclamó olvidando por un instante todo lo demás. Chat Noir sonrió.
― Aja...
― ¿E...está bien? ―preguntó algo asustada.
― ¿Estás preocupada? ―inquirió con una sonrisa ladeada. No podía evitarlo. Estaba emocionado solo de pensar en esa posibilidad.
― Pu...pues claro, soy yo quien tiene que proteger a... a los ciudadanos de Paris. En teoría...
Chat Noir contuvo la risa.
― No es malo que seas tú la rescatada por una vez. Y al parecer intentaba salvarte, llevaba algo para bajarte la fiebre...
― ¿En serio? ―preguntó Marinette no pudiendo ocultar la sonrisa y el sonrojo. Miró a Tikki preocupada―. Pero... yo... Chat, no soy solo yo. Si fuera por mí, lo haría. Pero es Tikki... Eh... mi Kwami está mal.
Chat Noir dejó el frasco de galletas sobre el suelo, y lo empujó con el bastón para acercárselo.
―Por eso he traído esto. Me parece... que ayudarán.
Marinette observó el frasco, alargando la mano para cogerlo. Galletas. Galletas con pepitas de chocolate.
― ¿Cómo lo has...? ―preguntó sorprendida.
― Mi kwami ―contestó dejando escapar una risita.
― Plagg... ―Su pequeña compañera sonrió agotada, llamando la atención de Marinette―. Ya le debo otra...
― ¿Tikki? ―La pequeña alzó el rostro.
― Tenemos que actuar, Marinette. Chat Noir no puede purificar él solo el akuma. Te necesita.
― Pero... No puedes, no lo resistirás. Todavía tengo fiebre. Si entras otra vez...
Tikki se levantó a duras penas, mirándola con decisión.
― Si no lo hago, el akuma destruirá todo Paris, y se extenderá hasta contagiar el mundo entero. Encontrará un modo de ocupar su lugar, como antaño ―la pequeña suspiró―. Papillón no tiene ni idea del poder que alberga. Los akumas que está usando están ligados a él por su poder de dominación procedente de su miraculous, pero si se descontrola, si el akuma se hace mas fuerte... No sé qué podría pasar.
Marinette abrió los ojos de par en par.
― Pero... un momento...
La imagen de los otros miraculous le vino a la cabeza. Eso era exactamente lo que había sucedido con todos los demás. No era el miraculous el que tenía el akuma, era quien lo llevaba el que lo tenía en su interior.
― El miraculous de la polilla que posee Papillón... Él está contaminado con el akuma también, como los demás miraculous. No es Papillón quien está utilizando el miraculous, sino el akuma. ¡El akuma controla a Papillón y no al revés!
Marinette observó a Tikki un instante, todavía faltaba el miraculous mayor de todo para purificar. Necesitaba ser más fuerte, y no podía depender siempre de Tikki. La pequeña le daba fuerzas en su interior. Pero sabía perfectamente dónde estaba; en su cabeza, en su fuerza.
Quizás no pudiera hacerlo, pero tenía que intentarlo. Tenía que concentrarse tanto como fuera posible, encontrar el equilibrio. Quizá estando Tikki más débil, podía ella probar a ser más fuerte.
― Tikki... Transfórmame... ―susurró a la pequeña, todavía con los ojos entrecerrados del cansancio.
Las palabras de Marinette envolvieron a la pequeña, que se introdujo con cuidado en sus miraculous y la transformaron en Ladybug.
Se levantó, observando a Chat Noir a unos metros de ella vigilando la ventana. Sentía su traje rojo más pesado que nunca.
― Acaba de reducir la puerta... ¡Genial! ―se quejó Chat Noir cruzándose de brazos observando como Tiny salía de su casa reduciendo a todo el que pasaba por delante de él.
― Pues será mejor que atrapemos cuanto antes a este akuma ―apuntó Ladybug. Chat Noir se volvió, acercándose algo preocupado.
― ¿Te encuentras bien? ―preguntó intentando tocarla. Ladybug le paró la mano, sonriendo.
― Alto ahí, gatito. Estoy bien. Ahora hay cosas más importantes que hacer.
Y sin añadir nada más, lanzó su yo-yo persiguiendo al nuevo akuma que invadiría la ciudad. Chat Noir alzó el bastón dispuesto a seguirla, sin poder evitar que su rostro se marcara por una creciente preocupación al ver el frasco con las galletas de chocolate intacto todavía en el suelo.
***
La Torre Eiffel había desaparecido. O eso es lo primero en lo que se fijó Chat Noir cuando llegó junto a Ladybug. Tiny cada vez se hacía más fuerte. Contra más reducía, podía reducir cosas más grandes. Y ahora se encontraba en el lugar donde debería haber estado la Torre, sujetando la gran estructura emblemática con sus enguantadas manos.
― Lo normal es llevarse un pequeño ejemplar de la Torre Eiffel como recuerdo... ―comentó cruzándose de brazos.
― ¿Bueno, para qué comprar un ejemplar cuando puedes tener la original? ―repuso ella preparada para saltar―. ¿Has visto qué puede ser el akuma?
Chat Noir enfocó la mirada en Tiny.
― Ha reducido a Nathalie... eh, la secretaria del Sr. Agreste. Y creo que también tiene algo en su contra.
― Quizás ella pueda ayudarnos a descubrir de quién se trata. ¿Sabes dónde está?
Chat Noir volvió a mirar a Tiny, reduciendo a todo aquel que se le acercaba.
― La lleva todavía encima ―aseguró señalando el bolsillo de la bata de científico.
― Muy bien, pues vamos al rescate.
Chat Noir la detuvo por el hombro. Ladybug se volvió, parpadeando confusa por que no se precipitara como solía hacer.
― Cuidado con la jeringuilla gigante que lleva, si te toca ese líquido, empequeñeces.
― Ya lo he visto, iré con cuidado, ¿cuándo no he ido? ―apuntó algo molesta por su falta de fe.
― Cuando tienes fiebre y estás enferma ―Ladybug detuvo su empeño por atrapar el akuma para observar a su compañero con atención. Esbozó una sonrisa.
― Iré con cuidado, de verdad. Gracias por preocuparte.
Y ante el asombro de sí misma y del propio Chat Noir, se acercó y depositó un pequeño beso en su mejilla. Luego lanzó su yo-yo, dispuesta a rescatar a Nathalie y descubrir qué podía ser el akuma.
Chat Noir permaneció allí un poco más, incapaz de hacer un solo movimiento. Ladybug tenía que tener mucha, muchísima fiebre. No había otra explicación a lo que había pasado. Rozó su propia mejilla con la punta de las garras y sonrió.
― Algún día vas a matarme, My Lady....
***
Ladybug saltó, llegando hasta donde estaba Tiny, preparándose para acercarse cuando lanzara su jeringazo.
<<Tiny, esos son Ladybug y Chat Noir, ¡coge sus miraculous!>> La voz en su cabeza lo hizo reaccionar, apuntando a Ladybug.
― Tengo que coger tus miraculous, Ladybug...
― Y yo a la joven que tienes en tu bata. Y por lo que veo ninguno de los dos va a dar su brazo a torcer.
Ladybug evitó el jeringazo a tiempo, haciendo girar su yo-yo como un escudo y así acercarse más a Tiny. Chat Noir avanzó por detrás, intentando encontrar el punto ciego. En lugar de eso, Tiny giró sobre sí mismo para lanzar el líquido por todas partes.
Los pies de Ladybug resbalaron un instante, el que aprovechó él para detener su ataque global a uno concreto.
― ¡Ahora será muy fácil tener los Miraculous de Ladybug!
Ella saltó de nuevo, pero las fuerzas le fallaron. Cayó al suelo, incapaz de volver a saltar.
― ¡Ladybug! ―gritó Chat Noir interponiendo su bastón entre ella y el líquido.
Delante de ella, el bastón los ocultaba del peligro, pero no de lo inevitable. Ella seguía débil.
― No... no puedo... ―murmuró con las manos sobre el suelo, sintiendo su cabeza arder. Apenas podía contenerlo, si lo desataba, Tikki...
― Sí... sí puedes. ¡Eres Ladybug! ¡Valiente, fuerte, incomparable! Sin ti estamos perdidos, yo... yo estoy perdido ―apuntó sin dejar de hacer girar su bastón―. Somos un equipo, ¿no?
Ladybug alzó el rostro. No. Eso no era cierto. Era él el valiente, el fuerte, el que siempre estaba a su lado pasase lo que pasase. Sin importar nada. Era ella quien estaba perdida sin él. Ella quien realmente lo necesitaba.
En ese instante, Tiny apagó su arma, desplazándose a gran velocidad. Chat Noir había intentado encontrar el punto ciego de Tiny, por el contrario, había sido él quien lo había hallado.
― Os tengo.
Ladybug abrió los ojos, y sin pensarlo, se lanzó hacia delante.
― ¡Cuidado!
El líquido los alcanzó, sorprendiendo a Chat Noir que permaneció con el bastón en la mano mientras Ladybug intentaba protegerlo del jeringazo. Y aunque fue ella quien recibió el impacto, ambos quedaron cubiertos por el líquido negro.
Instantes más tarde, el líquido se autoconsumió, y ambos quedaron tendidos en el suelo. Ella encima de él. Chat Noir fue el primero en levantarse, ayudándola a ella a hacer lo mismo. Sonrió para sí.
Ladybug abrió los ojos poco a poco, alzándose sobre sus manos y dándose cuenta de que no estaba sobre el suelo. Alzó el rostro, enrojeciendo al instante. Chat Noir esbozó una exagerada sonrisa.
― Estás roja ―puntualizó triunfante. Por primera vez, en lugar de apartarlo había enrojecido. Eso era bueno, o eso pensaba.
― Sigo con fiebre, ¿recuerdas? ―Con esfuerzos, se apartó, quedando sentada. Chat Noir hizo un mohín.
― Ya. Claro ―Sus gatunos ojos verdes se alzaron, observando todo a su alrededor, y pasando del rojizo tenue al más pálido de los tonos.
― No te imagines cosas raras, gatito. Si no tuviera fiebre...
― My Lady...
― Ya te he dicho que no estaba roja, vale. ¿Por qué debería avergonzarme estar encima de ti? Vaya tontería. Ni que fueras...
― Sí, vale, pero... creo que tenemos un pequeño problema... ―Cuando ella dejó de discutir para mirar a su alrededor, su rojizo también se volvió pálido―. O tal vez debería decir que el pequeño problema somos nosotros, porque lo demás es grande. Muy, muy grande...
Los ojos de Ladybug se ensancharon al comprobar lo evidente. El jeringazo de Tiny les había alcanzado, y ahora eran pequeños. Muy pequeños.
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¡Hola! Aquí el siguiente capítulo. Espero que os siga gustando. Intentaré poner pronto el final del "capítulo" este se me está alargando un poco jejejeje
¡¡¡Besitos!!!
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