Capítulo 14: En la mansión Agreste
Antes que nada, avisar que he modificado un poco el capítulo anterior. La razón es una que no he podido pasar por alto y me parece mal dejar así, sin arreglar. Simon Dit, con el nombre de Simon Says, había salido ya en un capítulo real de Ladybug. Pido disculpas por esa metedura de pata, es un capítulo que no he visto demasiado y no me acordaba, la verdad. En cuanto me he dado cuenta, lo he arreglado.
El capítulo no cambia mucho, solo el nombre del villano y alguna frase entre medio, pero por lo demás, sigue igual y queda bien con el conjunto. ^^ Más que por que me guste mas o menos, es por respeto a la serie original.
Sin más, os dejo con el siguiente capítulo ^^ ¡Espero que os guste!
― Marinette... ―escuchó que la llamaba una voz lejana―. Marinette...
Abrió los ojos poco a poco, sobresaltándose inquieta sin saber muy bien si seguía soñando o no.
― ¡Marinette!
El grito la hizo levantarse de golpe, enredándose con las sabanas y cayendo al suelo enrollada en ellas. Intentó quitárselas de encima para ver quién la llamaba desde la escalera que daba a su habitación.
― Si vas a correr, olvídalo. Llegas tarde media hora ―la aconsejó su madre―. El desayuno está abajo. Tu padre acaba de sacar del horno unas galletas de chocolate.
Marinette parpadeó. Llegaba tarde media hora, ¿y su madre estaba tan tranquila? Ni siquiera recordaba haberse ido a dormir. ¿Por qué la noche anterior no se había puesto el despertador? ¿Tan cansada había llegado que ni eso había podido hacer?
― Mamá ―la llamó al ver que bajaba de nuevo las escaleras, Sabine se detuvo―. ¿Por qué no me has despertado?
La mujer sonrió.
― Lo he intentado, hija. Pero no ha habido manera. Ayer parecías agotada.
Aunque no dijo nada, Marinette supo que estaba preocupada, y por esa razón no estaba haciendo un espectáculo de su falta de puntualidad. Igual que sus profesores. ¿Qué pasaba con ella?
― Marinette... ―la voz de Tikki la sacó de sus pensamientos―. Si puedes, tráeme una galleta, por favor ―le pidió. Ella asintió.
― Claro, faltaría más.
Se vistió deprisa a pesar de que su madre le había dicho que no lo hiciese, que ya llegaba tarde de todos modos. Se sentó en el sillón y preparó su maletín.
― Tikki... ¿Qué me pasa? Antes nunca estaba tan cansada. Me siento... agotada todo el tiempo. Como si me faltaran fuerzas.
La pequeña se posó sobre su hombro.
― Eso es porque purificar Miraculous es más difícil y más agotador que purificar simples akumas. Ya has purificados dos. Nunca ninguna otra Ladybug había tenido que hacerlo.
Marinette suspiró.
― No es solo con los miraculous, cada vez que purifico un akuma...
― Te está debilitando, por eso ha aparecido QueenBee, y ahora la nueva Volpina.
Marinette le dedicó una sonrisa a su pequeña compañera.
― Alya lo hará bien.
Con la mochila ya cargada, se detuvo en la cocina para comer alguna galleta. Su intención era llevarse alguna e irse corriendo, pero su madre la frenó.
― Deja la mochila y siéntate a comer, Marinette. Ya no llegas a entrar a primera hora, no te hará daño comer un poco tranquilamente.
A regañadientes, Marinette dejó la mochila sobre la silla y se sentó en la de al lado. Mordisqueó una galleta, metiendo una en su bolso para que Tikki comiera también.
― Cariño... ―la llamó su madre, Marinette alzó el rostro―. ¿Estás bien? Ayer llegaste tarde, creí que te había pasado algo...
De repente recordó lo que había sucedido la tarde anterior. El akuma, el desastre en la ciudad...
― Estoy bien. No pasó nada, conseguimos ponernos a salvo ―consiguió decir con una sonrisa.
― Sé que mientras Ladybug y Chat Noir estén en Paris, no debería preocuparme, pero no puedo evitar hacerlo. Eres mi niña, y aunque Ladybug esté aquí... seguiré preocupándome.
Marinette se quedó mirando a su madre unos instantes. La sonrisa de Sabine permaneció, acariciando con una mano la mejilla de la joven. Luego se alejó.
― Come, tengo que volver a la tienda ―apuntó marchándose fuera.
Marinette se metió otra galleta en la boca, pensando en las palabras de su madre. Recordando las de Nathalie cuando le explicó la historia de cómo se convirtió en Ladybug. También lo que Vivian había dicho sobre su hermana.
Se conocen mejor que nadie. Fuese como fuese, del modo que sea, siempre iban a reconocerse... Si Nathalie y Vivian reconocieron a sus hermanos encerrados en esos trajes, ¿Cómo no iba a poder hacerlo su propia madre?
***
― Como estábamos hablando al principio de la clase, los animales son capaces de seguir ciertas pautas. Obedecer órdenes si son recompensados. El Dr. Louis, aquí presente, nos mostrará un pequeña demostración de lo que puede hacer un pequeño animalito como puede ser; un ratón.
Alya observó con poco interés al doctor destapar una jaula donde mantenía encerrados a tres ratoncitos pequeños blancos. A un lado, un circuito que parecía una carrera de obstáculos ocupaba prácticamente toda la clase. Se volvió hacia el puesto donde, teóricamente, tendría que estar Marinette. Miró su teléfono para comprobar que no hubiera dicho nada, pero no tenía ni una sola llamada ni mensaje de ella. Con la otra mano, rozó el medallón que ahora llevaba oculto bajo la camisa.
"Creo que eres la indicada para llevar esto".
¿A qué se habría referido? La noche anterior no había tenido tiempo de pensarlo. Se había dormido, por primera vez en mucho tiempo, sin apenas notarlo. Le habría encantado poder hablar de esto con Marinette. Su mejor amiga seguro que le daría algún consejo. Pero esa mañana no había aparecido.
― Alya...
Alya miró al frente al escuchar su nombre. Adrien se había vuelto en el asiento.
― Oye, ¿sabes algo de Marinette? ―preguntó. Alya no supo descifrar muy bien su expresión, pero si tuviera que apostar, apostaría a que estaba preocupado.
― La verdad es que no. Ahora mismo estaba mirando el móvil por si me había dicho algo... ―la mirada castaña de la joven observó un instante su teléfono, luego esbozó una sonrisa―. ¿Por qué el interés?
Adrien apretó los labios ante la sorpresa. No esperaba que le preguntara eso, y lo que era peor, tener que hacerse esa pregunta a sí mismo.
― Bueno, ayer pasé por su casa para... decirle algo, y luego pasó eso del gigante de colores ―explicó―. Llegó a casa sana y salva ―se apresuró a decir al ver la expresión sorprendida de Alya―. Pero parecía cansada. Y al no aparecer hoy por clase...
― ¿Estás preocupado? ―Adrien se sonrojó ligeramente.
― Es amiga mía también.
Alya entornó los ojos.
― ¡Chicos, prestad atención! ―los advirtió la profesora. Al parecer, el Dr. Louis ya había montado el circuito y estaba a punto de hacer la demostración.
Situó los ratoncitos en un extremo, las puertas del circuito estaban cerradas, pero al otro lado de un laberinto bastante complejo, había un trozo de queso enorme. Adrien abrió los ojos de par en par, y conociéndolo más que nadie, cerró su bolsa. Por desgracia, su pequeño compañero había sido más rápido que él.
― Plagg... ―susurró. Pero parecía que no lo escuchaba, y se acercaba cada vez más al circuito donde estaba el queso―. Plagg...
Consciente que podrían verlo en cualquier momento. Adrien miró hacia un lado y hacia el otro, comprobando que todos prestaban atención al circuito y no al pequeño kwami.
La compuerta de los ratoncitos se abrió, y estos comenzaron a corretear buscando el queso. Al mismo tiempo, Adrien se lanzó hacia delante, cogiendo a Plagg y encerrándolo entre sus manos.
― ¡Adrien! ¿Se puede saber qué estás haciendo? ―gritó la profesora.
Tirado en el suelo, escondiendo como podía a Plagg en su camisa, miró con una sonrisa a la profesora.
― Eh... me ha parecido que se escapaba un ratón.
La profesora entornó los ojos, enfadada.
― ¿Y qué te crees que eres? ¿Un gato? ¡Regresa a tu sitio si no quieres salir de clase!
Adrien se levantó tan deprisa como pudo, sonriendo de forma nerviosa.
― Si tú supieras... ―murmuró regresando a su pupitre.
― ¿Se puede saber qué bicho te ha picado, tío? ―le preguntó Nino a susurros. Este le respondió con otra sonrisa incómoda, incapaz de dar una explicación.
Los ratones llegaron al otro lado del circuito en pocos segundos, y la profesora aplaudió, dando la señal al resto de la clase a hacer lo mismo
― Y así, chicos, es cómo podemos hacer que un animal tan pequeñito como un ratón resuelva un complejo laberinto.
― Eso es debido a su olfato. Los animales tienden a tener el sentido del olfato más desarrollado. Por muy pequeñitos que sean ―explicó el Dr.Louis―. Es eso precisamente lo que estamos investigando y explotando.
***
Al finalizar la clase, Alya comprobó de nuevo el teléfono y decidió llamar a Marinette. Este sonó barias veces, pero nadie contestó. Observó el teléfono con preocupación.
― Esto es raro... ―murmuró. Nino se acercó a ella.
― ¿El qué es raro? ―Alya sonrió ligeramente.
― Marinette. Hubo otra vez que no vino a clase y no contestaba al teléfono, pero su teléfono simplemente no daba señal. Esta vez... solo no me lo coge.
― Seguramente se habrá dormido, o tendría algo y se le olvidó avisarte. Pero si quieres, podemos ir a ver si está bien.
Alya asintió.
― ¿¡Se da cuenta del tiempo que he invertido en esta investigación?! ¡Es un descubrimiento único! Si conseguimos hacerlo, será sensacional, ¡el futuro!
Alya se volvió al escuchar al Dr. Louis hablando por teléfono en el patio. El hombre parecía realmente enfadado.
― ¡No me importan sus excusas! Siempre es cosa de dinero, pero se les ofrece prioridad a esas instalaciones nuevas tecnológicas y a las aplicaciones de móvil más novedosas. ¡Eso es el dinero fácil! No tienen en cuenta... ―se calló un instante.
― Vaya, parece que tiene problemas... ―murmuró Adrien saliendo de la clase detrás de ellos. Su mano cerraba con fuerza la bolsa donde guardaba los libros.
― Pe... pero, no puede hacer eso... Es el trabajo de cinco años. ¿Se da cuenta que...?
― Me parece que el proyecto ratón no es lo suficientemente grande... ―murmuró Adrien logrando que tanto Alya como Nino se volvieran con cierta curiosidad―. Bueno, eso parece, ¿no?
― La verdad es que tiene razón... ―apuntó Nino. El Dr.Louis cortó la llamada con furia, observando el teléfono con odio antes de meterlo en su bolsa.
Se volvió hacia ellos al verse observado.
― Lo lamento chicos, no pretendía dar un espectáculo ―se disculpó.
― No se preocupe ―se apresuró a decir Adrien. Alya y Nino acompañaron la respuesta con una sonrisa.
Los tres vieron al hombre marcharse de la escuela como un alma en pena.
― Bueno, eh... ¿nos vamos? ―comentó Nino. Adrien entornó los ojos.
― ¿Es que tenéis una cita? ―Ambos abrieron los ojos de par en par, sonrojándose.
― ¿Qué? ―dijeron al mismo tiempo―. No, es solo... eh... ―se miraron un instante, mientras Adrien seguía mirándoles con los ojos entornados.
― Alya está preocupada por Marinette. No contesta al teléfono, e íbamos a ir a su casa a comprobar que esté bien ―se apresuró a aclarar Nino. Alya asintió.
― ¿Quieres venir? Antes parecía que estabas preocupado también.
Adrien quiso aceptar, pero Nathalie lo estaba esperando fuera junto al coche. La condición era ahora más firme después de la pequeña pelea con su padre. De todos modos, no iba a permitir que eso le frenara. Ser Chat Noir le daba mucha libertad.
― Lo siento, me temo que va a ser imposible... ―murmuró señalando a la secretaria de su padre. Ambos le ofrecieron una sonrisa comprensiva.
― Le diré que has preguntado por ella.
Adrien sonrió.
― Sí, vale. ¡Gracias! ¡Hasta mañana!
Alya observó el coche marcharse cruzándose de brazos. Cuando se lo contara a Marinette se moriría, estaba segura. Aunque antes tenía que decirle ella qué había pasado la tarde anterior. Por supuesto, después de darle una buena explicación a por qué razón no había ido a clase y ¡por qué no cogía el maldito teléfono!
***
El Dr. Louis arrancó la furgoneta después de guardar a buen recaudo los ratoncitos en sus respectivas jaulas. Era indignante. Justo ahora que conseguía encontrar la clave de que obedecieran, de que descifraran los más complejos laberintos con tal de lograr su cometido. Solo faltaba un poco más. Estaba a punto de llegar a su gran hallazgo. Y esos burócratas solo querían resultados y dinero. Estaban tan cómodos en sus puestos, tan seguros... Su proyecto, como habían dicho, era demasiado pequeño para tenerlo en cuenta.
<<Tiny, soy Papillón. Llevas cinco años dedicándolo a este proyecto, a tus ratones. Y ahora alguien quiere echar por tierra todos tus esfuerzos. Creen que tu trabajo es diminuto, insignificante. Ahora, te daré el poder para conseguir que sepan lo que es realmente ser insignificante. Diminuto. A cambio, solo tienes que darme una cosa; los miraculous de Ladybug y Chat Noir. ¿Podrás hacer eso por mí?>>.
Tiny sonrió.
― Por supuesto.
***
― ¡Marinette! ―exclamó Alya entrando en la trastienda.
Sabine sonrió, negando con la cabeza y regresando al trabajo una vez había guiado a Alya y a Nino donde estaba su hija.
Marinette se removió en el taburete, tirando una galleta de chocolate por el camino. Levantó lentamente la cabeza con los ojos entrecerrados.
― ¿A... Alya? ―se desperezó, estirándose con cuidado―. No... hacía falta que vinieras. Estaba a punto de irme a clase...
Alya se acercó.
― Ya no hace falta. Las clases han terminado ―la informó. Marinette rio ligeramente.
― Imposible, llego tarde solo media hora. No pueden haber terminado.
― ¿Media hora? ¡Media hora es lo que hace que han terminado!
Cinco segundos. Cinco segundos fue lo que tardó Marinette en abrir los ojos de par en par, enfocar a Alya y a Nino y levantarse rápidamente del taburete.
― ¡Oh no! ¡Me he dormido! ¡No puede ser que me haya dormido! ―apretó sus mejillas con las manos, enfadada consigo misma por haberse permitido dormirse en la mesa comiéndose una galleta de chocolate.
― ¿Has... estado durmiendo aquí desde que te has levantado? ―preguntó Alya asombrada.
Marinette se dejó caer en el taburete de nuevo.
― Eh... bueno, necesitarías descansar. Adrien ha preguntado por ti, por cierto ―comentó Nino con cierto tono que consiguió que Alya le diera un codazo.
Marinette alzó el rostro, algo más animada.
― ¿En serio?
― Quería venir también, pero lo esperaban fuera. Ya sabes... ―ella sonrió.
― Ya... ―apuntó con una risita.
― Pero parecía preocupado, como ayer os visteis y hoy no has aparecido... ―siguió diciendo Nino. Alya volvió a propinarle un codazo al mismo tiempo que Marinette enrojecía.
― ¿Os ha contado eso? ―preguntó apenada. Alya sonrió.
― Un poco por encima. Cuando lo he acusado de estar preocupado por ti ―se acercó, susurrando en confidencia―. Por cierto, estoy casi segura de que se ha sonrojado. ¿Qué pasó ayer? Eres una mala amiga, tendrías que haberme llamado solo llegar a casa.
Marinette, roja como un tomate, comprobó que Nino no hubiera escuchado eso último. Al recordar lo que hizo exactamente al llegar, miró el cuello de su amiga, de donde colgaba el colgante del zorro. Sonrió.
― Es confidencial ―apuntó. Alya entornó una ceja―. Y quería hablar contigo, pero me dormí... y...
― Ahora que lo dices, pareces muy cansada. ¿Estás bien de verdad? Igual estás enferma ―apuntó Nino detrás de Alya, ella observó entonces a su amiga. Ojeras, ojos cansados y rojizos, nariz ligeramente roja, labios resecos.
― Nino tiene razón. Igual estás pillando algo.
Marinette se miró entonces en el espejo. No tenía buena cara, tenía que reconocerlo.
― Chicos, creo que Marinette tiene que descansar ―apuntó Sabine entrando de nuevo en la trastienda―. Hija, tus amigos tienen razón, no estás bien. Regresa a la cama ahora que has despertado. Antes no he podido hacerlo.
Ella asintió, mirando a Alya y a Nino con una sonrisa para no preocuparlos. Abrazó a su amiga, y se despidió de Nino.
― Luego te llamo ―aseguró Alya. Marinette miró de nuevo el colgante.
― ¿Tú estás bien? ―por un segundo Alya pareció querer decirle algo, pero por alguna razón se lo pensó dos veces.
― Ahora lo importante es que tú te mejores. Ya hablaremos cuando estés totalmente despierta.
***
Marinette miró el techo de su habitación. Había soñado. Un sueño extraño. Una preocupación, de hecho. La noche anterior Adrien le había confiado algo que muy probablemente nadie más sabía. No le había dicho mucho, pero su padre escondía algo en algún lugar de su casa y su hijo había encontrado ese algo. Quizás el mismo lugar del que sacó el libro... Y desde que se había dormido no había dejado de dar vueltas a la idea de ir y comprobarlo personalmente.
― Tikki... ―murmuró. La pequeña se posó en la cama a su lado. Tocó su frente y la observó con preocupación―. Creo que tengo que ir a la Mansión Agreste. Puede que encuentre la clave para acabar por fin con Papillón.
― Marinette... Tienes que descansar...
― No. No puedo. Soy Ladybug, Paris depende de mí. No me puedo permitir descansar ―aseguró incorporándose en la cama.
― Pero tienes fiebre... No sé cómo puede afectar eso...
Marinette se levantó de la cama, situándose de pie en medio de la habitación.
― No importa. Estoy bien. Estaré bien. Tikki, transfórmame.
Sintiéndose realmente agotada, pero con el impulso de descubrir lo que tanto la preocupaba, se transformó en Ladybug y saltó con cuidado hacia la Mansión Agreste.
***
Mansión Agreste:
― Seguramente está enferma o algo, o solo se ha dormido. No tienes por qué ir a su casa solo porque ayer la perdiste un ratito de nada. Estaba bien, ¿no?
Adrien suspiró delante de su ordenador, su pequeño kwami estaba sentado sobre la alfombra, rodeado por un montón de quesos de todo tipo, aunque sobre todo uno enorme que olía especialmente mal y que detestaba.
― Tú come y no preguntes.
― Solo digo... ―siguió con la boca llena―...que estás tomándote demasiadas molestias por esta compañera tuya.
― Es mi amiga ―corrigió.
― Sí, amiga.
― Es la única manera que tengo de preocuparme por ella. Alya y Nino pueden ir a verla a su casa si les apetece, pero a mí me esperan al salir de clase. Solo como Chat Noir puedo ir.
Plagg se terminó el camembert de un solo bocado.
― ¿Y qué le dirás? A quien conoce es a Adrien, Chat Noir solo la ha salvado en alguna ocasión. ¿Qué excusa vas a poner?
― No puedo presentarme tan tarde de nuevo como Adrien. Solo quiero saber cómo está. Igual... ni siquiera se enterará.
Plagg voló a su lado.
― En otras palabras. Te colarás en su habitación para mirar cómo duerme ―resumió―. No sé cómo llamáis a eso los humanos, pero no suena muy bien. La verdad.
Adrien entornó los ojos.
― Te estás jugando la ración de queso de mañana. Te aviso.
El pequeño enmudeció de repente, regresando a su lugar en la alfombra. Adrien se levantó entonces. Salió de su cuarto en busca de un vaso de agua. Necesitaba respirar antes de hacer lo que tenía pensado hacer.
Iría de noche, aunque muy a su pesar lo que Plagg había dicho era cierto. Colarse en la habitación de Marinette mientras dormía no sonaba muy bien.
Abrió la puerta del vestíbulo, y escuchó un pequeño ruido procedente del despacho de su padre. Con curiosidad, sabiendo que su padre no estaba a esas horas todavía en casa, se dirigió con cautela.
Abrió la puerta poco a poco y miró el interior oscuro. Una figura estaba de pie delante del cuadro de su madre, contemplándolo quieta. Terminó de abrir la puerta de par en par, y abrió la luz.
― ¡Eh, tú! ¡¿Qué haces a...?! ―sus ojos se abrieron de par en par al ver los azules que lo contemplaban sorprendidos―. ¡¿Ladybug?!
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Gracias a todos por leer y seguir mis historias locas ^^
Otra cosita, como había prometido a Prodigiosaladybug8 , tengo un fanart de su maravillosa historia, fanfic también de Ladybug ^^ ¡¡¡Gracias por todo tu apoyo!!!
¡¡Adivina de qué parte de la historia es!! ;P
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