sweet sin pt. 3
N/A: tengan su pt. 3 ❤
.
Se removió un poco incómoda entre las desordenadas sábanas, aquellas que fueron testigos de una unión más íntima entre la princesa y el Cazatroles; estaba boca a abajo, con parte de su cuerpo desnudo sobre el pecho semi tonificado de Jim.
Lo amo demasiado
Sintió una pequeña incomodidad en sus piernas, viendo que parte de una de las sábanas cubría solo de sus caderas hacia abajo, y su cabellos despeinado de tonos carmesí era quien apenas cubría su blanca espalda.
Y apesar de los paños menores, los pequeños temblores en sus extremidades, se sintió satisfecha, amada, atesorada, importante; no de mala manera, pues quierase o no, fue una primera vez para ambos.
Con el amor de tu vida es mejor.
Soltó aire por su nariz, chocando con la piel del cuello de su ahora esposo.
Detallando las pequeñas marcas que ella irracionalmente dejó cuando todo su cuerpo le pidió explotar al máximo gracias a Jim Lake Jr.
—Te amo, esposo mío.— susurró encantada, pasando las yemas de sus finos dedos por el pecho expuesto del contrario.
¿Me veré muy exagerada si le beso?
Un noviazgo fue un paso muy formal, enorme y fácil en la vida de ambos de adolescentes, pues solo se preocupaban por no ser asesinados. Pero la vida de un matrimonio ya sonaba diferente, madura, y especial. Pues ahora eran adultos funcionales en la sociedad común, con responsabilidades y otros.
Stella Lake dejó sus análisis del descubrimiento del matrimonio de lado, pues las escenas más vividas de su noche especial azotaron su mente.
Por Callista, jamás lo olvidaría. Ver a Jim sobre ella, susurrando desde miles de te amo hasta sus posesivos eres mía la hicieron enloquecer, y ella siendo una inexperta y primeriza, tenía sus sentimientos y sensaciones a flor de piel.
Incluso la satisfactoria sensación de lo que le llamaban orgasmo le hizo querer cerrar sus piernas, intentando calmar nuevamente aquellos recuerdos que provocaban más de ella por dentro.
—No, no ahora.— la sensación viscosa y húmeda de algo derramando entre sus piernas la hizo alarmarse.
Peor aún cuando Jim tenía desde sus caderas hasta una pierna entre las de ella por la posición en la que terminaron durmiendo.
¿Me ha bajado?
Ahora sintió la vergüenza arder en su rostro y un deje de desconcierto vino a su mente, pues Claire había hecho una planificación perfecta para que su luna de miel fuera todo un éxito. Teniendo en cuenta que la semana pasaba había sido su periodo.
¿Qué me pasa?
Mordió su labio inferior cuando Jim se removió un poco en busca de una mejor posición, haciendo la la pierna de él se subiera un poco y diera en el blanco exacto por el que Stella gritó durante la noche.
—¿Qué...?.— gimió por lo bajo ante su descubrimiento.— ¿Acaso...?
Soy una pervertida.
Pero quería más, ¿Era normal?
Su recién descubierta sensibilidad la llevó a esconder de nuevo su cara entre el cuello y hombros de Jim, maldita sea, él la aprisionó más contra su cuerpo, enviando otra descarga a su centro.
—Jim, no me hagas esto.— murmuró dejando besitos por las zonas accesibles del cuello.
Quería acariciarlo, morderlo, besarlo, decirle cuánto lo amaba, rogarle porque se deshiciera de su dolor, suplicar por sufrir de esa calentura con él y llegar al éxtasis.
Aunque ahora Stella tenía en mente que estaba casada, y que ahora podía tener este tipo de convivencia placentera y relajante con su esposo -pensamientos un poco arraigados de su crianza en el siglo XII- aún se sintió un poco culpable, porque no quería desear a Jim de esa manera mientras el dormía y no era lo correcto, aunque mil veces le hubieran dicho que mientras haya amor y confianza podrían tener encuentros así, su relación no se basaba en eso.
Jim Lake y Stella Lake habían trabajado en una comunicación por años, y no importaba cuán deseosa estaba de ser tomada por su esposo, mientras este no diera consentimiento alguno, ella no debía hacer nada.
—Jim, no te muevas así.— susurró cuando él bajó su rodilla y la subió de nuevo.
Otra vez escurrio.
¿Me estoy orinando?
Más vergüenza sentía.
—Nena, en este momento es donde me despiertas y me supliques que haga algo...
Joder
Su voz ronca, no podía. Era débil, su pilar, apoyo, roca, apoyo, etc; también era su maldita debilidad.
Ojos hambrientos, voz ronca, labios húmedos, músculos no exagerados, marcados; su piel suave, cabello azabache despeinado.
Quería besarlo.
—Vamos, preciosa. Si me dices buenos días como se debe te lo recompensaré de la mejor manera.
¿Siempre fue así de desvergonzado y atrevido?
Hacía tener miles de descargas por todo su cuerpo.
—No soy una pervertida, perdón.— fue lo primero que dijo para disgusto de él, no esperaba eso, bueno un poco de timidez sí, pero pervertida jamás se lo esperó.— es que... tu pierna, yo... corazón, caliente, duele.— titubeó cuando Jim la tomó de la cintura y la subió sobre su regazo.
Estaba ansiosa, y estaba dispuesta a terminar lo que sea que empezaría, aunque se sintiera apenada de ser descubierto.
—'Ella tranquila.— las manos del azabache acariciaron sus brazos, jugando un poco con el borde de la sabana que cubría el torso y busto de la fémina.— es normal, ¿Si? No tienes de qué preocuparte.
Debía admitirlo, le ponía ver aquella sumisión, pero solo en estos aspectos, porque su cerecita fuerte e independiente también era más satisfactorio.
Era un afortunado por la mujer que se enamoró de él.
La amo demasiado
—Pero estabas dormido.— suspiró ante las caricias dadas, apoyando sus manos en el pecho del varón.— y no es justo, tienes más control de tu cuerpo que yo.
Él la miró con una ceja alzada.
—¿Estás segura, cariño?
Con sus 5 sentidos a flote, sintió perfectamente el contacto de algo duro entre sus piernas, ya tenía una idea de qué podía ser, y eso la hizo querer cerrar sus piernas para que no sintiera aquello caliente que solo la quería hacer pedir por más.
—Contigo no quiero control.— murmuró el de ojos azul cielo, sentándose para quedar cara a cara con su esposa, esbozando una sonrisa ladina y llena de satisfacción, vamos, se sentía lleno de alegría y orgullo el saber lo que provocaba en ella.
Y admitía que él se volvía un idiota por ella, en eso no le podía ganar.
Ella incluso podía decir vaca y él soltaba mu.
—Jim, no me hagas esto, no juegues así conmigo.— suplicó cuando él retiró con lentitud aquella odiosa sabana que tapaba el cuerpo diseñado por dioses.— cerró sus ojos cuando el contacto de una brisa chocó contra su piel, gimiendo en gracia ante la imagen que él le daba.
Estaba sonriendo, solo para y por ella; colocó sus manos detrás de su cabeza, recostado sobre las almohadas que le daban cierta inclinación. Sus ojos azul cielo comenzaban a oscurecer, incluso él se quitó la sabana que lo cubría. Y la maldita lengua que cargaba ahora se paseaba silenciosa sobre los labios del dueño, tentando su cordura.
—¿Todo eso es para mí?.— dijo una octava más ronco de lo que estaba.
Ella quiso desfallecer ahí mismo.
—Vamos, no me dejes así.— suplicó recostando su torso contra el de su esposo, jadeante, sintiendo como aquellas grandes manos la tocaban como la más preciosa porcelana, dejando una estela de sensaciones destructivas y placenteras.
—Princesa, me tienes a tu disposición. Hazme lo que quieras cuando quieras.— susurró en su oído, ganando un gemido roto cuando mordió el lóbulo.— muestrame lo que puedes hacer.
El gemido de ella fue el indicador que él la tenía como quería y ella estaba dispuesta a tomar el reto de llegar hasta el final.
Bendito sea el día en que dio el sí ya sea en la propuesta o el matrimonio, porque sus nuevas sensaciones jamás en la vida los encontraría en otra parte.
Un pequeño sonido del celular le hizo sentirse frustrada y fastidiada, ¿Quién se atrevía a llamarles? Jim también miró de mala manera a su celular, y estaban dispuestos a ignorar aquellos llamados, pero volvió a sonar.
Y ahora, con un gruñido de frustración, él tomó con brusquedad su celular, contestando la llamada: —Tobías Domzalski, no me importa si el mundo está ardiendo en llamas, yo lo terminaré de incendiar si quieres. Pero no estoy durante estas 2 semanas.
Colgó dejando casi tirado su celular. Le frustró un poco, ya que habían jurado no llamarle para nada mientras estaban en aquella isla; y cuando Toby le dijo que lo llamaría al día siguiente solo para molestarlo de su noche de bodas, lo tomó como broma, pero iba enserio al parecer.
Tampoco quiso sonar grosero, pero vamos, tenía a su esposa necesitada de él, desnuda sobre él, susurrando un te amo en español, y él con una erección que le dolía como mil dagas venenosas; tenía derecho.
Y su molestia se calmó cuando ella chocó de forma brusca sus labios, demostrando que igual no le importaba mucho la llamada, solo ellos dos.
El amor de ellos dos.
Incluso con los ojos cerrados, su mente podía darle una imagen mental de lo que Jim era en aquel momento.
Ya teniendo una protección de por medio, una nueva oleada de placer y amor del puro recorría sus cuerpos y los jadeos, gemidos y gruñidos inundaban la habitación.
La chica parecía saltar, sosteniendose del pecho de él para agarrar el impulso necesario y poder tocar un punto que en la noche pasada le hizo ver estrellas, era mágico. Sentir las manos contrarias recorrer su cuerpo, desde simples caricias a apretones fuertes y delirantes.
Siendo vista como la obra de arte más bella y costosa del mundo, que solo el guerrero tenía el privilegio de ver.
Sentir como el azabache acariciaba desde el contorno de sus senos hasta tener la mano completa sobre ellos y luego aquella libinosa boca que no solo la enamoraba, también la hacía llegar al límite.
Y poder verlo la ponía peor.
—¡Oh, sí! Ahí, más, más, más.
—Ouh, vamos 'Ella, correte para mí.
Más que una orden, fue una petición. Y ella estaba por acatarla, pues el atrevido azabache sujetó sus caderas, amasó sus mulsos, acunó su trasero y se atrevió a subir sus caderas mientras ella bajaba, sin olvidar que él estaba haciendo lo que quería con su cuello en esos momentos.
—¡Oh, Jim, sí!
Etéreo diría de ahora en adelante, que aquella imagen que ella le daba la iba a atesorar toda su vida.
El beso que hubo después de eso, fue un sello final a la promesa de estar juntos para siempre.
Las caricias fueron recordatorio de su amor puro y tierno.
Los besos compartidos y las marcas de sus cuerpos firmaban el amor más puro que Camelot o Mercadotrol pudo llegar a tener de principio a fin.
Bienvenidos a la nueva etapa de su vida.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro