~Frágil~

Y desde que me topé con mis estúpidas hormonas, con ese chico apuesto en una sociedad tan rápida, impulsiva y agresiva, mi carne y mi alma se desplomaron: cómo edificios hechos por arquitectos frustrados.

...Jessica

Aquella vez le expliqué. Aquella vez no entendió, aunque, en realidad, jamás comprendió.

Aquella vez le mostré, con vergüenza y terror, cubriendo mis pechos, mi frágil razón.

Aquella vez le expliqué, pero no le importó, porque él siempre obtiene lo que él ordenó.

Jamás esperé comprensión de su parte. Tampoco imaginé que mi vida sería de cuadritos; todos dibujados por él. Diminutos cuadritos asfixiantes.

La homofóbia es una enfermedad que destruye todo a su paso. Disfrazada de buena acción, convierte el amor en una maldición.

Cuando abrí mis labios lentamente, y solté poco a poco mi razón, simplemente él no dió razón. Mudo, mirando con sus ojos bien abiertos, quieto frente a mí, negó lentamente con la cabeza varias veces. Se alejó lentamente, y me dió la espalda.

Allí estaba yo, con mis pechos entre mis brazos, sobre mi cama, esperando lo peor. Gracias a Dios la vida me enseñó a esperar lo peor.

La ira y los actos irracionales son las respuestas más cortas.

—Te amo, pero...

—No digas nada más— dijo en voz alta, seco. Yo miraba su espalda.

—Lo siento... Te amo.

Giró su mirada hacia mi. Sus ojos y su rostro reflejaban asco, confusión y engaño. Poco a poco su rostro intensificó esa mezcla de sentimientos.

—¡Qué asco!— escupió cerca de mi pie. Caminó de un extremo a otro, muy agitado, en mi pequeña habitación. Tiraba de su cabello y me miraba con mucha confusion. Las cortinas bailaban por el aire que entraba. Me sentía ahogada; el aire no era suficiente.

—Yo...—mis ojos se cristalizaron, mi alma se derrumbó. Mi corazón no dejaba de latir. Sus latidos eran fuertes; yo no era fuerte. Mi corazón me decía, en código de golpecitos, que el futuro se tornaría gris.

—Me voy.

Dijo sin más, tomando sus pertenencias y saliendo del lugar. Miré su cuerpo desde mi ventana, corriendo por las calles, alejándose de su ex-novia lesbiana. Miré la soledad de mi habitación, con lágrimas en los ojos. Recordé su cuerpo semidesnudo. Recordé su deseo: él quería lo que algunos jóvenes de nuestra edad llamaban: La prueba de amor.

Recuerdo cuando le expliqué, recuerdo cuando cambió, recuerdo cuando todo se acabó.

Allí supe que nunca hubo amor. ¿Acaso sería mi culpa por dejarme ahogar por el miedo?

Poco a poco comprendí que no llegaría más chocolates de su parte, y yo no volvería a escribir cartas y mensajes de amor. Poco a poco comprendí que todo era parte de una obra de teatro, donde mi corazón es el personaje que muere sin algún fin importante.

Y desde allí comenzó la pesadilla, que tenía como :

escenario: un colegio católico, y una ciudad donde la homosexualidad aún no era normalizada completamente.

personajes: padres que jamás aceptarían a una hija lesbiana, jóvenes que destruirían su ser y un ex que comienza con e de enemigo.

También recordé el cabello largo de mi compañera de clase, su lindo rostro y su lindo cuerpo. Comencé a llorar con todas mis fuerzas. Estaba acabada.

—Dios...— dije en voz baja, mirando al techo, acostada en la cama después de llorar—, tu siempre estás conmigo, ¿verdad?—. Mis padres no regresaron esa noche a casa—. Sé que no estaré sola.

Todo estará bien, me repetía mientras intentaba dormir, dejando de lado mis conclusiones fatalistas del día siguiente.

—Todo estará bien.

Pero claro, todo estaría mal.

Aquella vez le expliqué, lo complicado de todo, pero solo encontré, un final sin fondo.