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dOs piezas.

~De viernes a lunes~

Los primeros días del gracioso y extraño accidente con el chico que siempre usaba suéter sin importar que hicieran 31 grados fuera, estuvieron impregnados de mucha curiosidad por toparse, de manera indirecta, a un alma tan peculiar.


El fin de semana transcurrió sin frenos. Viernes fugaz. Sábado alocado. Domingo pesado y cansado. Era complicado seguir el ritmo de los sábados por la noche, pero era satisfactorio.

Nicolás desayunó, a las dos de la tarde, un pan con queso frío. Tenía un dolor de cabeza horrible, así que buscó una pastilla. Volvió a su cama a dormir. Los domingo comienzan con D de desayunar tarde.

En su sueño se vislumbraba esas noches de locura, pasión pasajera y el sentimiento de calma producto del amargo y viejo alcohol. Los problemas siempre quedaban al fondo de las 40 grados de los tragos.

La noche anterior pasó el rato con una hermosa chica de cabello corto, y largas pestañas. Ambos fundieron sus labios, sus caricias y tuvieron sexo en una de las habitaciones de la casa, donde era la fiesta. Las mentiras salían de sus bocas como suaves balas, pero era necesario; era la leña para el fuego de la pasión.

Puede que Nicolás sea un calenturiento, pero no anda entrando a lugares obscuros sin protección. En su pantalón sobraron dos condones, y el número de la chica.

Lina era algo extraña: le encantaba hablar de cosas aburridas como el significado de la vida, y cosas así, pero sus caderas sabían moverse.

Si que sabían moverse.

Al despertar Nicolás pasó la noche haciendo los pendientes para la semana de clases, mientras miraba al cielo por la ventana. Cuando llegó el lunes anheló obtener una buena calificación en el examen de álgebra, porque solo los mejores son aptos para entrar a las mejores universidades para ser los mejores profesionales.

Y Nicolás siempre merece lo mejor.

Cuando entró al salón el profesor preparaba el examen. Buscó su calculadora, pero solo obtuvo un nudo en su garganta. No había ninguna calculadora en su bolso, al igual que a cuatro de sus compañeros.

—Profesor, ¿podemos ir a buscar calculadoras?— se levantó de su asiento una chica de cabello corto, gordita.

—Tienen tres minutos— Respondió. El profesor prosiguió a entregar los exámenes a cada alumno.

Esos cuatro chicos corrieron por los pasillo en dirección al salón de computación, tocando la puerta con preocupación.

Los recibió las provocaciones de Ricardo, los comentarios entorno al chico con suéter verde, y las risas del fondo.

Cómo en esos shows de comedia sin gracia.

Daniel era un chico bajito, moreno, que siempre llevaba el pelo desarreglado y su inseparable suéter verde oscuro; quizás el tono oscuro se deba a la falta de lavado. Era un chico bastante llevado.

Nicolás puso su cara de fastidio. No le gustaba toparse con ese chico, y jamás pensó que esa cuestión duraría tanto.

Al principio era solo un relato extraño, peculiar y divertido para contar... Pero ahora solo era extraño e incómodo.

Al obtener las cuatro calculadoras, los chicos corrieron al salón.—Dos minutos tarde— fueron recibidos con la factura, mientras ocupaban sus asientos para realizar el examen—. Dos puntos menos. Detesto la irresponsabilidad, y ustedes lo saben.

Después del examen, el día transcurrió normal, con gente normal, teniendo vidas normales. Gente normal, menos los estudiantes que normalmente ocupan los lugares bajos del colegio, como el patio de sombra, la biblioteca; ellos si que son raros, como la sección e. Siempre ocupando las sombras, los normales prefieren los rayos del sol.

Volviendo a Nicolás, tuvo la mala suerte de toparse con un ratito; con uno muy insistente. ¿Será esa la manera que el mundo quiere cobrar los errores de sus vidas pasadas?

Nunca le dió la cara para cerrar el ciclo, para destruir las esperanzas desde la raíz. Algunos de sus compañeros hablaban con el chico raro, decían que: la ilusión brillaba en sus ojos, la esperanza bailaba en sus palabras.

Eso le producía náuseas.

¿Acaso su imagen no reflejaba a un chico macho, heterosexual que busca derretir a las mujeres? ¿Cómo es posible preferir ir en contra de la naturaleza? ¿Acaso ese chico no se daba cuenta que es mucho más fácil ir con la corriente?

En el receso, mientras compartía con sus amigos, observó su presencia. Su cabello horrible, su suéter sin onda, sentado debajo del árbol de mango, con su mirada triste.

Pero no le importó. Y sólo recordó que faltaba poco para la graduación.

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