Capítulo 7
Cierro la puerta del baño detrás de mí. Camino hacia la mesa encontrándome con una gran cantidad de comida. Me acerco a Ash, ya sentado en su silla. Ash voltea a verme desde abajo mientras pongo una mano sobre su hombro.
Agarro mi cartera con fuerza, con los papeles que encontré bajo el suelo falso lo mejor doblados que para que entraran en la diminuta bolsa.
Asher me mira con confusión.
Me acerco a su oído, su mueca hace que todos en la mesa se queden callados y volteen a vernos.
—Chicos Soph tiene que irse.—Asher se levanta, poniendo una mano sobre mi cadera.
—Muchas gracias por invitarme Oli, necesito ir a recoger unas cosas de mi madre.—digo haciendo una mueca.
—¿Tan tarde?—pregunta Oli, levantándose, acercándose a mí para despedirse.
—Tenía que hacerlo antes, pero se me fue el tiempo.—digo, devolviéndole el abrazo.
Abrazos que han sido más común entre nosotros como saludo, para mala suerte de mi pobre corazón.
Me despido de Luna que se queja un poco, pero me deja ir. Le doy una sonrisa sin mostrar mis dientes a modo de saludo a Ian, que apenas parece notarme.
—Te acompaño.—asiento ante las palabras de Asher.
Sintiéndome un poco aliviada con cada centímetro que acorta la distancia hacia las escaleras.
Son unos pasos en estas ultimas que me hacen quedarme sin aire.
Como si un bate hubiera golpeado justo en mi estómago.
Fueron sus azules ojos lo que noté primero. Pero su brillante sonrisa casi hace que mis rodillas cedan.
—Papá.
Solo el gran nudo de mi garganta pudo decirme que no fue mi boca la que pronunció esas palabras.
Todos parecen haberse parado ante la aparición del gobernador.
Mi cartera nunca pareció tan pesada.
—Por favor, no se levanten por mí.—dice moviendo su mano de arriba abajo.— Asher, un gusto verte.
Asher deja caer su mano de mi espalda y camina hacia el padre de Oli, la ausencia de su mano casi me hace sacar un sonido de agonía. Luna, Oli e Ian se acercan a él.
—Señor, el gusto es mío. Pensábamos que volvía hasta mañana, si no lo hubiéramos invitado a que se uniera.—la risa del señor delante de nosotros me hace tensarme.
Todos entablan una conversación con el gobernador, pero sus palabras van más allá de mí en este momento.
Esta aquí, delante de mí, después de tanto tiempo.
Y el sentimiento es el mismo que sentí cuando vi la foto que mi mamá me dio unos segundo antes de su muerte.
—Tú debes de ser Sophie Young.—la burbuja explota cuando sus ojos se ponen sobre mí.
Todos parecen recordar que estoy ahí, parada en medio del cuarto.
Para sorpresa de todos, es una sonrisa que aparece en mi rostro. Me acerco a él, tendiéndole mi mano.
—Mucho gusto señor, es un honor finalmente conocerlo. Por como Oli habla de usted no tengo duda que es un increíble padre y gobernador.—respiro cuando me regresa el saludo.
Afrentándome la mano sutilmente, con una sonrisa en su rostro. El gobernador voltea a ver a su hijo que ha enrojecido levemente.
—Me alegro de que así sea, trabajo muy duro para que mi hijo y los ciudadanos estén orgullosos.—dice, mirándome a los ojos.
—No lo dudo.—sostengo mi sonrisa.
Una sonrisa llena de ingenua alegría. Admiración, orgullo, emoción, todo lo que una estúpida ciudadana podría sentir al tener a su gobernador y salvador delante.
Sus ojos me regresan la mirada, sin perderse ningún ángulo de mi rostro.
Es hasta que trato de apartar mi mano de su agarre que él realiza que no me ha soltado, se ríe un poco incómodo, pero se disculpa por lo bajo.
—Lamento sorprenderlos así, me encantaría unirmeles, pero tengo una pequeña reunión de emergencia, la razón por la cual vine antes.—dice y todos asienten.—Por favor sigan con su comida.
—Ven Soph, te acompaño a tu auto.—Asher se acerca a mí, poniendo esa ya tan cálida presión en mi espalda para guiarme.
—¿No te quedarás a comer?—la pregunta del padre de Oli nos hace volver su atención a él.
—Tiene que ayudar a su madre con algo.—responde Oli, le agradezco con un asentimiento.
—No pudo que ella esté orgullosa de ti, Oli no se iría de una reunión por algo que yo le pida.—dice, todos ríen menos Ian, que parece muy concentrado en mirarme el rostro.
—Estoy seguro de que lo esta.—digo sonriéndole.
Me despido de todos con un asentimiento de cabeza antes de bajar las escaleras.
Asher se despide de mí con un pequeño beso en los labios, le sonrío antes de arrancar mi auto y manejar a casa.
Parqueo mi caro como puedo, posiblemente aplastando la mitad de las malditas flores del jardín delantero.
Salgo del carro con la respiración agitada, mi mano va a mi pecho, tratando de calmar mi maldito corazón que voy a escupir en cualquier momento.
Trato de abrir la puerta, pero mis manos están tiemblan tanto que cuando logro, un sollozo sale de mi garganta.
Cierro la puerta como puedo, dejándome caer en el piso de la maldita mansión que no quería en primer lugar. Con los secretos que trae, con los sentimientos que me hacen querer romper la maldita pared.
Lágrimas de rabia bajan por mis mejillas cuando logro estabilizarme lo suficiente como para subir las gradas.
El largo y oscuro pasillo jamás pareció tan distante. Pero es completamente impensable abrí mi cartera con esos papeles en lo que he considerado en las últimas semanas mi cuarto.
No. Tiene que ser ahí.
La habitación principal esta cerrada con llave. El tintineo de un juego de ellas es lo único que se escucha con mi respiración aun inestable.
La puerta se abre. La luz del jardín es lo único que ilumina el espacioso cuarto.
Mis rodillas tiemblan cuando veo cuadros, cuadros y más cuadros.
Con rostros distantes, rostros que aún no estoy preparada para analizar. Me dejo caer en medio de la habitación, a unos centímetros del pie de la cama.
Abro la cartera y veo el rollo de papeles. El sonido de mi teléfono me hace sobresaltar.
Pero lo apago antes de tirarlo a un lado.
Saco el rollo y le quito la liga que le he puesto para mantenerlos firmes.
Respiro una vez más, lista para lo que sea que darán.
Mi rostro se calienta por el fuego.
El sonido de mi teléfono encendiéndose y las notificaciones llegando compite el ruido de los cuadros quebrándose.
Veo como las fotos de mi madre y de mi padre, se queman.
Una pequeña lágrima baja por mi mejilla, al leer una vez más los papeles en mi mano.
Las cartas que se intercambiaban, correos electrónicos con direcciones, normalmente hoteles donde podían escapar juntos. La copia de los papeles de divorcio, donde la firma de mi madre no estaba puesta. Las cartas que ella le enviaba a él, pidiendo verse, suplicando verse. Podían arreglarlo, ella pensaba que podían arreglarlo.
Pero él lo sabía, sabia todo sobre la enfermedad de mi madre. Sabía que sería una carga para su situación política, lo sabía y por eso dejo que mi madre muriera sola.
Los papeles se queman en segundos.
Y permito que el sentimiento en mi pecho aumente con el fuego.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro