Capítulo 3
Muevo mi cabeza de arriba abajo, los estúpidamente caros audífonos funcionan bien, a pesar de que llevan ya un par de años en una caja. Veo como el chico delante de mí pide su café antes de pagarlo.
Veo el reloj de la cafetería y suspiro al pensar en que falta una hora para llegar a casa.
Tengo que pasar comprando algo de supermercado si no quiero comer fuera por cuarta vez en lo que va de la semana.
Pido mi café y le entrego mi tarjeta al chico, levanta la ceja cuando ve el color de esta, pero lo ignoro completamente.
— Te llevaremos tu pedido a la mesa.— dice el chico y yo le sonrío.
Veo el segundo piso a través de una pequeña terraza, subo las gradas y sonrío al ver un sofá justo al lado de la ventana.
Me siento, quitando mis audífonos al ver las estanterías llenas de libros. Dejo mi cartera sobre la mesa y camino hacia ellas.
Veo los viejos ejemplares con nostalgia, recordando una casa que ya no es mía, con pertenencias que ya están más que olvidadas. Un ruido al otro lado de la librera me hace detener mis dedos a punto de agarrar un libro.
Suspiros y algunas risas me hacen sonrojar ligeramente. Decido darle su espacio a quien sea que quiera privacidad y camino hacia el sofá.
Miro mi teléfono al ver la invitación de Ash hoy en la noche.
Pienso en mis opciones antes de acceder. Después de todo viene por algo.
Las risas se hacen más fuerte, estoy a punto de ponerme mis audífonos y fingir demencia cuando reconozco los azules ojos que aparecen de las estanterías.
Mi boca se abre ligeramente.
—¡Soph!—Luna pasa sus delegados brazos sobre mis hombros, sus mejillas están sonrojadas, su cabello es un desastre pero irradia una felicidad que solo puede significar algo.
Oli se sonroja ligeramente cuando se da cuenta que descifro lo que han estado haciendo.
—¿Tienes clases o ya saliste?—la pregunta de Luna me da vía libre para despegar mis ojos de mi hermano.
Muevo de un lado a lado la cabeza tratando de evitar imaginarme cualquier cosa. Jesús es mi maldito hermano que asco.
—Tengo una en cuarenta minutos, Ash me dijo que aquí servían buen café as que decidí probarlo.
—Amamos el café de aquí. Que tengan una bonita librera es un plus.—dice giñándome el ojo y trato con todas mis fuerzas de no mostrar una cara de completo horror. Pero por su risa no lo logro.— Iré a comprar algo para nosotros, dejanos acompañarte.
—Voy contigo.—dice Oliver, estoy a punto de suplicar que así sea, pero Luna pone sus manos sobre sus hombros, obligándolo a sentarse en el sillón frente a mi.
—Yo invito guapo, ya hiciste mucho hoy.—me guiña el ojo nuevamente, acercándose a su novio para besarlo.
Respiro, pensando en algo más para no vomitar en este instante.
Luna desaparece por las gradas.
Oliver y yo nos vemos y sonreímos incómodamente.
Miro la ventana a mi lado, viendo pasar a los estudiantes sin poder pensar en nada que hablar con él.
¿Cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo esperé para conocerlo para estar evitándolo como una estúpida desde que llegué?
Sé bien que no iba a acercarme a él en plan hermana, no hasta que todo terminara pero aun así, amigos. ¿Podríamos ser amigos? ¿Después de que todo terminara? ¿Podríamos ser amigos?
No lo creo.
—No te agrado mucho ¿no?—su voz me hace despegar mi mirada de la ventana.
Mi garganta se cierra cuando veo un poco de dolor en sus ojos.
—¿Por qué lo dices?—rogándondole al cielo que mi voz no suene cortada.
Oli sonríe de lado, una sonrisa entre triste e incómoda.
—Tengo esa impresión desde que nos conocimos. Sé que puedo ser un poco molesto.—dice y yo niego con la cabeza, sin saber qué decir, pero con todo el dolor de mi corazón negando sus palabras.
No es nada molesto, nada, nada molesto. Desde que supe de su existencia y empecé a investigar todo sobre él y su familia lo único que pude pensar de él es que es admirable. Lo tiene todo, todo lo que su padre puede darle, al alcance de sus manos, pero él jamás ha mostrado atracción por nada más que la voluntad de ser alguien como su padre. Alguien que él cree que es bueno y compasivo y lleno de orgullo por sus ciudadanos.
Buenos amigos, creo que si hubiéramos crecido juntos, hubiéramos sido muy buenos amigos.
Pero sé que eso jamás pasará, no cuando sepa por qué vine aquí.
—No me pareces molesto, lamento que lo sintieras así, no soy muy buena relacionándome con las personas.—mentira, mentiras y más mentiras.
Y él lo nota.
—No parece así con Ash.—dice y yo sonrío de lado, mostrándome nerviosa ante el chico que posiblemente quiera más de una amistad conmigo.—Lo que si me sorprende es con Ian.
Mi sonrisa desaparece al recordar al chico pelinegro.
Al inicio pareca odiarme, pero ahora se deleita con hacerme los días miserables. Analiza mi ropa, siempre buscando un comentario sobre mis zapatos, mis faldas o mis aretes. Siempre hace estúpidas preguntas en clases en mi nombre, ganándome burlas de los demás o algunas miradas de sorpresa de los profesores. Siempre pone una hoja mal cortada sobre mi mesa, exigiendo sin palabras que copie yo antes de arrugarlas siempre y guardarlas.
Por suerte ha estado lo suficientemente distraído o dormido como para no notar que le tomo foto antes que las doble.
Suspiro.
—Ni lo creas, el día que Ian y yo nos llevemos bien tienes que llamar a la policía, los bomberos y al mismísimo gobernador de esta maldita ciudad.—digo, esperando una risa de su parte, pero a la mención del puesto de su padre Oliver hace una mueca.
—Me imagino que sí.—dice, siendo interrumpido por el mesero que deja mi café sobre la mesa, con un papel.
Lo miro confundida, pero el chico solo me guiña el ojo antes de irse.
Oliver frunce el ceño, toma el papel de mis manos antes de abrirlo y ver, lo que imagino es, el número del mesero.
—Creo que Ash dejará de recomendarte lugares.—dice guardando el papel en su pantalón.
Levanto una ceja, sin poder evitar que mi corazón palpite al pensar él lo sobre protector que seria conmigo si supiera que soy su hermana.
—¿As que, en tu casa hoy?—Luna aparece con las bebidas de ambos. Noto como Oli se tensa un poco. Luna frunce el ceño, pero luego entiende a lo que va.— ¿Nadie le ha dicho? Me sorprende que ella no lo sepa.—Luna voltea a verme.—Soph, Oliver es el hijo del gobernador.
Parpadeo.
Oliver hace una pequeña mueca, no avergonzado por quien es su padre, jamás. Pero tal vez esperando ver mi reacción, sabiendo que la gente puede reaccionar diferente.
—¿De esta ciudad?—pregunto estúpidamente. Luna asiente y luego Oli asiente, aun con sus ojos fijos en los míos.—¿Felicidades?
La risa de Luna llena el lugar.
—Las elecciones fueron hace siglos, el padre de Oli es el gobernador que más ha durado en el poder, porque es un buen hombre.—dice Luna, sonriéndole a su novio.
Asiento, sonriéndoles con disculpa por mi torpeza.
Torpeza mis ovarios.
Oli parece suspirar ante mi reacción y luego se dirige a Luna.
—Ash quiere que sea en su casa, sus padres estarán fuera de la ciudad.
—Me parece perfecto.—la sonrisa de Luna y el beso que le da a Oli es como un recordatorio y una promesa que lo que sea que pasó en la librería, pasará nuevamente.
Aparto la mirada, maldiciendo a Ash por dar casa.
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