Capítulo 25
Muerdo ligeramente el lapicero tratando de entender el ejercicio que está en la pizarra.
Ignoro completamente la mirada del chico pelinegro a mi lado, que ha pasado de dormir en clase a solo observarme.
Y aunque su boca se abre cada tanto tiempo queriendo decir un comentario obsceno, puedo imaginármelo, se mantiene en silencio. Dejándome concentrarme en las clases, anotando lo que dice el profesor y resolviendo los ejercicios que nos deja.
Volteo a verlo, con la estúpida esperanza que él pueda explicarme el ejercicio, pero cuando noto que sus ojos están fijos en mis labios bajo el lapicero.
—¿Cómo es que pasas las materias?—pregunto logrando que sus ojos choquen con los míos.
—Tus anotaciones son muy buenas.—dice y ruedo los ojos.
Miro la pizarra otra vez, volteo a ver al chico al otro lado, armándome de valor para preguntarle, pero la presencia de Ian me sobresalta. Pasa una de sus manos sobre la mía, apuntando mi página.
—Estás tomando el monto incorrecto, no te están pidiendo cuál es el precio final, te están pidiendo cuál es el máximo de producción para que él no haya perdida.
El olor de su colonia invade mis fosas nasales, si no tuviera una camiseta negra manga larga su cabello me daria cosquillas.
Lo tiene un poco más largo de lo normal, su cabello lacio ya no parece tan lacio.
Sus ojos pasan de mi hoja a mí, esperando mi respuesta.
Parpadeo, tragando grueso antes de volver mi vista al papel. Asiento, tratando de hacer que mi cerebro recuerde lo que ha dicho.
Por suerte el profesor se levanta, dando unas palabras finales antes de salir del aula, todos los alumnos con el.
Le tomo foto a la página y luego la entrego. Ian la toma y la dobla delicadamente antes de meterla en su bolsillo, sonriéndome como manera de agradecerme.
Agarro mi cartera y me levanto caminando a la salida mientras me aseguro que mi falda negra tape todo.
—¿Tienes hambre?—volteo a verlo, Ian se acomoda su maleta atrás de su espalda, su camiseta blanca resalta por su chaqueta negra con gris.
—Planeaba comprar algo en la cafetería y después ir a dormir a la biblioteca, tengo clase hasta las 4.—digo, jugando con mi suéter café.
Ian mira su celular contando las horas antes de mi siguiente clase. Asiente.
—Ven.—me sorprendo cuando su mano toma la mía.
Volteo a ver a ambos lados, aliviada de ver el vacío pasillo.
Caminamos hacia el parqueo. Cuando estamos delante de su auto abro mi boca para objetar.
—Te traeré antes de tu clase, anda.—abre la puerta de copiloto, empujándome ligeramente hacia el asiento.
Me río dejando mi cartera en la parte de atrás del auto, poniéndome el cinturón antes que el chico entre al auto.
Ian me voltea a ver, agarro mi cinturón y se lo muestro. El pelinegro se ríe, veo sus labios, apreciando cada vez más su risa.
Levanto mi vista reteniendo la respiración cuando veo que sus ojos se oscurecen al ver mis labios.
Ian se acerca a mí, acercando su rostro al mío con su mano, uniendo nuestros labios.
Suspiro al sentir el toque, ansiosa luego de no haberlo sentido durante un tiempo.
Instintivamente mi mano va al cinturón, con toda la intención de desabrocharlo, pero su mano libre me detiene.
Separa su rostro, regalándome una sonrisa de burla.
—Sí que tienes hambre.—se burla, ruedo los ojos, Ian me regala un pequeño beso antes de sentarse bien en su asiento.—¿Hamburguesas?
Salgo del auto, con mi cartera en una mano y la bolsa de hamburguesas en la otra.
Miro la casa delante, las blancas paredes, las altas ventanas y los pilares.
Estoy tan embobada viendo la propiedad frente a mí que no noto cuando Ian se acerca a mí para tomar la bolsa de hamburguesas.
—¿Dónde estamos?—aparto la mirada de la casa. Ian se da la vuelta, hace una pequeña mueca para verme y luego ver la casa detrás de él.
—Mi casa.—mi boca se abre con sorpresa, ambos tan necios con no mostrarlas a nadie.—Bueno, la casa de mi padre con... Su nueva esposa.—su mandíbula se tensa.
Asiento. Suspirando una vez más al ver la casa delante, su casa. Lo que representa para él.
—¿Tu padre...?
—No.—Ian juguetea con la bolsa.—Está fuera del estado.—asiento una vez más.
—¿Tu tía?—pregunto, recibiendo una pequeña sonrisa de lado ante el título que le di y no el título de madrastra que la mujer estaba tan ansiosa por ser llamaba.
—No tengo idea, pero también fuera del estado.
—Casa sola ¿eh?—mi sonrisa traviesa crece, la ceja de Ian se levanta, su sonrisa crece.
—¿Es una propuesta indecente la que escucho señorita Young?—empiezo a caminar hacia la casa, admirando la hermosa entrada.
Me volteo a verlo, el chico aun parado cerca del auto.
—Puede ser.—digo encogiéndome de hombros.—Que bueno que no tengo ropa interior ¿no?
La sonrisa de Ian desaparece, su boca se abre sorprendido, sus ojos se oscurecen cuando una sonrisa de lado aparece.
Me río ante su reacción, dándome la vuelta, empezando a correr hacia la entrada.
No tarda nada en alcanzarme, la bolsa con las hamburguesas cae al piso cuando su boca atrapa la mía.
Su mano se pone atrás de mi cabeza, para que el golpe de mi cuerpo contra la puerta sea solo de mi espalda.
Su mano libre agarra mi cintura, acercándome más a él.
Me río entre besos ganándome un gruñido de su parte.
Me separo de él, haciendo mi mayor esfuerzo ante su agarre. Me agacho agarrando la bolsa de las hamburguesas.
—Pero primero las hamburguesas ¿no?—digo, sonriéndole, sus ojos me fulminan al entender mi pequeña venganza por lo que hizo en el auto.
Ian abre la puerta da su casa dejándome pasar solo después de besar mis labios una vez más.
Miro el final de la película, mientras los dedos de Ian toquetea mi brazo. Me estiro, para agarrar unas papas de la mesa delante del sofá.
Me acuesto otra vez, acomodándome al lado de Ian, poniendo la sabana sobre mis pechos desnudos mientras como.
Ian me abraza, acercándome más a él, roba una de las papas antes que pueda meterla a mi boca.
Su celular vibra, pero se queja al ver que está tirado junto a sus pantalones.
Ian besa mi hombro, antes de levantarse, colocándose su ropa interior antes de caminar hacia su teléfono.
Me estiro una vez más por papas sin apartar los ojos de la comedia romántica frente a mí.
Dios, no recuerdo cuando fue la última vez que vi una maldita película en casa.
Ian saluda a alguien a través del teléfono, me giro a verlo solo para ver que camina hacia la cocina y regresa con un tazón de té helado y dos vasos.
Me levanto, ignorando la sabana que me deja solo con mis bragas para ayudarlo.
Los ojos de Ian se oscurecen al ver mis pechos. Ruedo los ojos, sin poder decirle que ha estado jugando con ellos hace nada. Pero su reacción ante ellos parece ser la misma desde el primer día.
Pongo los vasos en la mesa, llenando ambos, agarrando uno para beber. La mano de Ian se pone en mi cintura, impidiendo sentarme para ver la película.
Me quejo solo con mi expresión, sin saber quien esta del otro lado de la línea.
Ian baja su rostro, besando mi hombro en silencio, mientras doy otro trago a mí té helado.
Dejo el vaso en la mesa levantando mi vista ante el chico delante de mi.
Ian deposita un beso en mi mejilla, bajando hasta mi mentón.
Respiro hondo, concentrándome en la voz medio conocida del otro lado, para evitar hacer un maldito sonido.
La parte de atrás del dedo de Ian toca mi clavícula.
Trago grueso cuando empieza a bajar lentamente, tan solo un roce.
Pongo mi mano sobre mi boca, controlando lo mejor que puedo mi respiración cuando llega a mi pezón.
Me sorteando cuando siento la presión de su pulgar.
Ian le responde a la persona al otro lado, palabras ajenas ante las sensación de su pulgar en mi pezón.
Sus labios se acercan a los míos, aparto mi mano dejándole vía libre, pero se detiene, a meros milímetros de mis labios. No puedo quejarme, él sabe que no puedo quejarme, no al tener su teléfono tan cerca de mis labios.
Su lengua pasa por mi labio inferior y contemplo mordérsela.
Ian lo nota así que se separa de mí riendo por lo bajo.
—¿Ahora?—su ceño se frunce, apartando su mano de mi pezón, lo golpeo en el hombro, pero pongo mis manos sobre mi boca para evitar que mi risa se escuche cuando el golpe suena más fuerte de lo esperado.
Ian hace una mueca de dolor, se aleja un poco de mí.
Camino hacia mi montón de ropa aun en el suelo, busco mi celular, empiezo a cambiarme al ver la hora.
La cara de decepción de Ian al verme completamente vestida esta para foto.
Le muestro la hora en mi celular y resopla.
—Malditas clases.—me río, agarrando mi cartera, guardando mi celular.
Me agacho para ponerme bien mi botín, cuando me paro Ian me abraza, acercándose a mí.
Nuestros labios se encuentran pero me separo, para parar antes que nada empiece. Otra vez.
—No sé si me sentiría tranquilo llevándote a la universidad sabiendo que no llevas sostén.—dice con voz ronca.
Me río de él, separándome, agarrando la basura de la hamburguesa, caminando seguida por él, hacia la cocina.
—Te sorprendería la cantidad de chicas que no llevan casi nunca.—digo moviendo mi mano de arriba abajo quitándole importancia.
—Mmm, eso no me hace sentir mejor.—dice y yo ruedo los ojos.
Regresamos a la sala, donde tomo sus pantalones y su camiseta antes de tirárselas.
—Iré al baño, cámbiate.—digo siguiendo la dirección de su dedo para entrar al baño.
Acomodo mi cabello, abro mi cartera ante la insistencia de mensajes.
Veo las llamadas perdidas de Luna y a gran cantidad de mensajes.
Salgo del baño, aun leyendo muchos de ellos.
—Luna quiere que vayamos a cenar a su casa.—digo, sabiendo bien que Ian ya está enterado.
—¿No quieres?—pregunta al ver que muerdo mi labio inferior.
No lo miro, abro mi correo.
—Un escritor llegará a presentar su nueva novela en una cafetería cerca de la universidad. Me habia comprometido a ir.—digo, buscando el correo para ver la hora exacta.
—Podemos ir y luego llegar donde Luna.—Ian se acerca a mí, levanto mi mirada para verlo. Levanto una ceja.
—¿Podemos? ¿Quieres ir conmigo?—Ian se encoge de hombros.
—Si tú estarás...—responde, una respuesta tan natural salida de sus labios, como si no significara todo.
Mi pecho se encoge cuando el pequeño tic tac del reloj en mi cabeza llega nuevamente a decirme que todo esto, todo el tiempo con él, es tiempo prestado.
Alargo mi mano para tocar su mejilla. Si mis ojos muestran la tristeza de mi pecho Ian no hace más que fruncir ligeramente el ceño.
—Es a las 7, te mandaré la dirección.—digo, antes de besar ligeramente sus labios.
Ian's Outfit
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro