Capítulo 20
Camino hacia las altas puertas de casa. Balbuceo una maldición ante mis botas. Parecían una buena opción, pero al parecer no son tan cómodas después de algunas horas bailando.
Porque solo fueron eso, un par de horas y no una eternidad como lo había parecido.
Saco mis llaves, pero me río cuando se me deslizan y caen al piso.
Me agacho, tomándolas, recordándome que las llaves son inútiles ante la huella dactilar que luego pide un código.
Me río.
—Young.—volteo, sonriendo ante la estatura del pelinegro chico.
Ian se acerca a mí, tomando mi cartera que está en el piso.
Sus ojos chocan con los míos y me pregunto si puede escuchar el sonido de mi corazón.
Mis ojos caen a su mandíbula, al pequeño lunar que tiene.
Mi boca se abre, preguntándome como se sentiría plantar un beso sobre ese lunar.
Mis dedos piensan lo mismo, porque mi mano se levanta para tocar ese pequeño lunar con mi pulgar.
Ian no se aparta, sus ojos siguen fijos en mi rostro, su cuerpo instintivamente se acerca más al mio.
Me tambaleo un poco cuando intento acercarme a él. Ian pone su mano en mi cintura, dándome toda la estabilidad que necesito.
Mis dedos viajan de su mandíbula hacia su mejilla, sintiendo cosquillas en mis dedos cuando chocan con sus largas pestañas.
Parpadeo, sin creerme lo guapo que es. Lo guapo que siempre pensé que es. Lo lejos que lo siento de mí aun teniéndolo a solo unos centímetros.
—No es justo que tus pestañas sean más largas que las mías.—digo con una pequeña mueca.
—Puedo dártelas si quieres Young.—su sonrisa burlona me hace apartar la vista de sus pestañas
—¿Qué harás sin ellas?—pregunto, concentrada en su hermosa sonrisa.
—Mi belleza sobrevivirá.—sus palabras me hacen gracia.
Ian levanta su mano libre, poniéndola en mi espalda baja.
Nos quedamos callados, levanto mi vista respirando hondo cuando noto que sus ojos están sobre mis labios.
Mi mano cae, quedando en su brazo.
Mi boca se abre, pero las palabras parecen algo ajeno ante su presencia, ante nuestras respiraciones mezcladas y nuestra cercanía.
—Young.—su voz suena ronca, saliendo como una pregunta o una súplica.
—¿Mmm?—sus ojos viajan a los míos y parpadeo ante su atención.
—Quiero besarte.—el sonido de mi corazón llega hasta mis oídos.—Dime que no lo haga.
Parece más una orden, pero su todo sigue siendo de súplica.
Mi mano sube nuevamente, mis dedos entrelazados con el cabello en la parte de aras su cuello.
Ian deja de respirar cuando mi mano lo acerca a mí.
Suspiro al sentir sus labios sobre los míos, mi mano libre encuentra la otra, acercándolo a mí, acercándolo todo lo que nuestros cuerpos lo permiten.
Ian gruñe levemente cuando nuestras lenguas se encuentran, mis piernas tiemblan un poco, pero el agarre de Ian se vuelve más fuerte.
Nos separamos por aire, nuestros pechos subiendo y bajando al mismo tiempo.
Mis mejillas se calientan, pongo mis dedos sobre mis levemente hinchados labios tratando que mi sonrisa no aparezca.
Abro la puerta atrás de mí, tomando la mano de Ian.
El chico no quita su mirada de mi rostro, pero sus ojos bajan levemente cuando agarro el lazo de mi camiseta y lo desato, lentamente, disfrutando del cambio en su mirada.
Camino hacia atrás, subiendo las escaleras.
Ian no se distancia mucho.
Suelto su mano, recibiendo una pequeña queja de su parte, pero dejo caer la blusa, quedándome solo con el sostén negro de encaje.
La mandíbula de Ian se tensa, cada paso hacia arriba más firme que el anterior.
El sonido del zipper de mi falda llena la silenciosa casa.
La respiración del chico se entrecorta cuando la tela negra cae al piso de las escaleras.
Sonrío, sintiendo su mirada en mi lencería negra a juego, como si fuera un camino de calor.
Llego al final de las escaleras sin darme cuenta.
Trago grueso cuando la Ian llega también y me sobrepasa por mucho con su altura, estando mis botas por algún lado de las escaleras.
El pelinegro toma mis mejillas juntando nuestros labios.
Mi espalda choca con la pared, tomo su camiseta, girando un poco, guiándonos hasta mi habitación sin apartar nuestros labios.
Abro la puerta.
Ian separa su rostro, queriendo darle una mirada a la habitación, pero ahora son mis manos la que toman su rostro.
Cierro la puerta detrás de mí, dejando que la habitación se ilumine solo por las luces provenientes del jardín a través de la puerta de vidrio corrediza del balcón.
Empujo a Ian a la cama donde cae sentado.
Me alejo de él, tomándome el tiempo de ver lo que hay delante de mí.
Mi pecho sube y baja, mi mente nunca ha estado más clara que ahora. Al verlo, sentado sobre mis blancas sabanas con su ropa negra.
Su pecho igual de agitado. Sus dedos juguetones agarran las sabanas como conteniéndose mientras estoy ahí, parada, solo en lencería frente a él.
Su mirada choca con mis ojos, después que sus ojos me recorran del mismo modo que lo recorro a él.
Ian estira una mano, poniéndola en la parte de atrás de mi muslo, jalándome hacia él.
Trato de no temblar mientras me acerco a él, poniéndome en medio de sus piernas.
Sus manos se ponen en mi cintura con un cuidado como si temiera romperme. Sus dedos bajan poco a poco hasta llegar a la altura de mi ropa interior.
Mis labios se abren ligeramente ante el toque.
Ian besa mi mentón, un pequeño y húmedo beso que me hace gimotear. Sus manos se ponen atrás de mis muslos, acercándome más y más.
Traza un camino de besos desde mi menton a mi cuello, besando mi clavícula. Mis manos van a sus hombros, tratado de estabilizarme lo más que puedo.
Me quejo cuando sus labios dejan de besarme. Me encuentro con sus ojos y estoy a punto de perder la cabeza al ver sus sonrojadas mejillas.
—¿Ya has...?
—Sí.—respondo, apenas en un susurro.
Sus dedos se ponen en la parte trasera de mi cuello, su pulgar en mi mentón, tocando levemente mis labios.
Un escalofrío recorre mi cuerpo.
Tortura. Esto es una maldita tortura.
Su gran sonrisa me indica que él lo sabe bien.
Su dedo presiona mi labio inferior, exigiendo que me abra para él. Gimo al sentir su lengua jugando con la mía.
Su mano libre pincha mi muslo, invitándome a sentarme sobre sus piernas. Lo hago, sintiendo una presión en mi entrepierna.
Mi gemido se pierde entre nuestras respiraciones.
Ian separa sus labios nuevamente, cuando quiero besarlo nuevamente se aleja unos centímetros.
—¿Estás segura de...?
—Sí.—gruño, juntando nuestros labios.
Siento la risa del chico entre beso y beso.
Sus manos viajando a mi espalda para deshacerse de mi sostén.
Gimo ante la sensación de mis pechos contra su chaqueta. Ahí es cuando recuerdo que él tiene mucha ropa. Demasiada.
Entre beso y beso Ian me ayuda a desnudarlo. Su ropa cayendo en algún lado de la habitación.
Mis desesperadas manos van a su pantalón, pero cuando no logro desabrochar su maldito cinturón gruño, separando nuestros labios. Pero Ian gruñe de regreso, alzando mi cara, juntando nuestros labios, como si la separación fuera inaguantable.
Ian usa una mano para levantarme, me gira dejándome caer en la cama.
El beso parece más desesperado, más necesitado.
Ian gruñe sobre mis labios antes de separarse de mí solo para desabotonar el cinturón, casi que desgarrándolo antes de bajar sus pantalones.
Pero se detiene, solo unos segundos cuando me mira, sobre la cama, con los pechos al aire y ojos tan salvajes como los que él tiene.
—Maldita sea.—su voz sale baja, no más que un gruñido.
Ian cae sobre mí, con su mano tras mi cuello juntando nuestros labios una vez más.
Suspiro al sentirlo, nada más que nuestra ropa interior entre nosotros.
Se levanta unos segundos, llevándome consigo sobre sus rodillas, separando nuestros labios para sacar algo del bolsillo de sus pantalones.
Junta nuestros labios, acostándonos nuevamente. Sus manos van hacia mi ropa interior, bajando lentamente, arrojándola como todo lo demás.
—Joder Young.—suspira.
Gimo al sentir sus fríos dedos en mi entrada.
La humedad de mi centro le permite entrar sin problema, un dedo, luego dos.
Mi mente se pone en blanco, saboreando las oleadas de placer que recorren todo mi cuerpo.
Sin poder seguir el juego de sus labios dejo caer mi cabeza, dándole vía libre para que sus labios se encuentren con mi cuello.
Pongo mi mano sobre mis labios, tratando de callar mis gemidos mientras los dedos de Ian me llevan lentamente a la locura.
—Déjame escucharte.—su gruñido viene con un pequeño morisco en mi lóbulo, su pulgar encuentra el punto justo para hacerme rodar los ojos.
Los labios de Ian bajan por mi pecho, hasta besar uno de mis pezones.
Al sentir una leve succión grito, sintiendo una presión tan grande abajo, presión que explotara en cualquier momento.
Ian lo nota porque sus movimientos empiezan a ser más rápidos y más fuertes.
Ian junta nuestros labios, callando mi grito cuando llego al orgasmo.
Mis piernas tiemblan, mi pecho sube y baja.
—Abre los ojos Young, aún no terminamos.—sus labios chocan con los míos y una oleada de placer vuelve a invadirme.
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