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Capítulo 2

El ruido de un teléfono hace que Oli deje de explicar sobre las competencias de deportes que hay entre la otra universidad de la ciudad. Los tres volteamos a ver a Ian, que mira el teléfono como si le hubieran salido otra cabeza.

—Es Luna, dice que nos espera...—Ian voltea a verme y frunce más el ceño, si fuera posible, como si se hubiera olvidado de mi presencia.

Deja caer las palabras, no queriendo revelar adonde los esperan.

Ash voltea a ver a Oli, teniendo una discusión solo con miradas.

—No se preocupen por mí, me han enseñado suficiente muchas gracias—digo moviendo mi mano de arriba abajo.— Estoy segura de que ya no me perderé.

Le sonrío a Ash, tomando su brazo. El castaño mira mi agarre y su sonrisa crece. Sus ojos viajan unos segundo a la abertura de mi camiseta, pero finjo demencia cuando sus ojos chocan con los míos.

Me despido con la mano, alejándome de ellos.

Contando.

Contando.

Contando.

—¡Oye Soph!—escucho un pequeño gruñido, un gruñido que sale directo de la perfecta garganta de Ian al escuchar la voz de su amigo. Mi sonrisa crece, pero la hago desaparecer cuando volteo a verlo confundida.— ¿Tienes planes para esta noche?

Sonrío, una sonrisa que llega directo a mis ojos.




Ash sujeta mi mano firmemente, guiándome a través del mar de personas. Cuando salió a luz la invitación del chico solo había unos pocos sitios anotados en mi lista mental sobre adonde se irían. Cuando llegamos a un club abarrotado de gente no pude evitar sonreír con orgullo al reconocer el nombre.

No fue sorpresa que entráramos ignorando la enorme fila que llegaba hasta la siguiente cuadra, ni que Ash nos guiara hasta unas gradas hasta el fondo, revelando unos sillones igual de oscuros que las cortinas que rodeaban todo, y unos pequeños bares con mesas de sillas altas.

Mi vestimenta fue bien planeada después de todo.

Una pelirroja levanta la mano para llamarnos ya sentada en uno de los sillones.

Oli camina directo hacia la chica, dándole un pequeño beso en los labios antes de sentarse a su lado.

Luna Kelly, lo único que Oliver ha tenido que sea en contra de lo que su padre espera de él. La pelirroja no viene de una familia de poder, pero desde la secundaria han mantenido una relación privada, pero no secreta, a pesar de las insistencias del padre de Oliver para que busque algo que valga la pena. El hecho que su a su padre no le agrade hace que Luna pase a mi lista de favoritas inmediatamente.

—Sophia ¿no?—la chica me sonríe tiernamente, la miro confundida.—Oli me dijo que conocieron a una chica preciosa, pero no pensé que lo fueras tanto.—dice señalando a su novio detrás de ella.

Mi permito ver a mi hermano, viendo como sus mejillas se sonroja solo un poco, pero no apartan los ojos de su hermosa novia.

—Gusto en conocerte.—digo saludándola.

Luna se presenta conmigo antes de empezar a hablar con Oli animadamente.

La mano de Ash pasa por mi cintura, invitándome a sentarme al otro lado de la mesa.

La noche pasa entre pláticas y tragos, entre miradas coquetas de Ash y algunos toqueteos inocentes. Entre miradas curiosas de parte de Oli, platicas atrevidas de parte de Luna, y miradas y comentarios desinteresados de parte de Ian.




Llego a casa luego de librarme de Ash, que casi me suplica que me quede un rato más. Aunque se ofreció a traerme a casa me negué rotundamente. Prometió buscarme mañana antes de clases y le agradecí con un pequeño beso muy cerca de sus labios. Una promesa, o como sea que él quiera tomarlo.

Entro a casa.

Aun sin acostumbrarme a las enormes ventanas de la sala.

Respiro, oliendo todo. Los sofás nuevos, las sillas aun emplasticadas, la cocina sin un grano de arroz y los botes de productos de limpieza vacíos luego de una limpieza exaustiva.

La casa no estaba sucia cuando llegué. Pero algo tenía. Algo que olía a él.

Dejo caer mis tacones sobre el piso de la habitación de huéspedes, la única habitación del segundo piso que me he atrevido a abrir desde que llegué hace dos días.

Miro el cuadro en mi mesa de noche. La foto de mi madre mucho antes de que la enfermedad llegara.

Abro el cajón de la mesa, sabiendo bien lo que encontraré pero aun así aliviándome ante su presencia.

Mis dedos pasan por la dura superficie, calmandome de alguna manera.

Tanta calma como una pistola puede traerte.




Maldigo saliendo de la casa, corro hacia el estúpidamente grande carro antes de darme cuenta de que no llevaba un maldito lapicero para mis clases.

Entro al auto y conduzco hacia la universidad.

Las botas blancas de peluche son como nubes luego del día de ayer donde fueron mis pies fueron torturados, me acomodo la corbata negra y salgo del auto, justo cuando el reloj marca las 9:30. Camino hacia mi salón lo más rápido que puedo, me disculpo con el profesor antes de dirigirme hacia el último asiento libre.

Mis pasos se detienen un poco al sentir una mirada de incredulidad.

—¿Por qué tus zapatos tienen pelos?

Lo miro con la boca abierta, sentándome a su lado, dejando mi cartera con solo mi celular dentro.

—¿Realmente estás hablando conmigo?—la ceja de Ian se levanta y cuando una sonrisa de burla aparece en mis labios él rueda los ojos.

—¿Hay una razón por la cual no pueda hablarte?—su tono es seco, como si fuera tortura hablar conmigo.

—Ayer no parecías tan inclinado a querer hacerlo.—digo, mirando a mi lado, viendo quien puede prestarme papel y un maldito lapicero.

Escucho como alguien rasga papel a mi lado, una hoja de papel, bien mal cortada y un lapicero que parece llorar porque lo tiren a la basura caen en mi mesa.

Mi sorpresa es total cuando volteo a ver al pelinegro a mi lado.

—Ni creas que es gratis, tú tomarás nota y yo me dormiré.—dice enterrando su cabeza en sus brazos.

Frunzo el ceño, pero sonrío de lado, anotando todo lo que el profesor dice.




El profesor da por terminada su clase y casi grito del susto cuando el chico a mi lado se levanta de su asiento.

Voltea a verme desde arriba, mira la hoja que me ha dado. Parece mínimamente impresionado por mis apuntes antes de aplastar el papel y meterlo en su bolsillo antes de salir de la clase.

Suspiro, agarro mi cartera y empiezo a seguirlo.

Choco con varias personas al pasar, la falta de tacones hace que mi metro sesenta no sea muy visible.

Agarro mi teléfono cuando un mensaje llega, estoy a punto de contestarlo cuando mi frente choca con una espalda.

Me quejo cuando mi teléfono se cae.

—¿Por qué paras de la nada?—digo agachándome con cuidado, tratando que nada se vea por mi pequeña falda gris.

—¿Por qué estas siguiéndome?— pregunta aburrido.

Volteo a ver a Ian enojada, sin muchas ganas de darle explicaciones.

—Ash me dijo que me encontrara con él. Vine tarde y no pude verlo en la mañana—digo y él levanta una ceja como si dijera que tiene que ver con él.— Me dijo que si te seguía iba a encontrarlo.

Mi sonrisa crece cuando sus ojos se llenan con molestia.

Abre su boca, queriendo insultarme, lo más seguro, pero solo suspira. Toma mi teléfono sin sorprenderse que la conversación abierta sea la de Ash, escribe algo rápido antes de meter mi teléfono en su bolsa y empezar a caminar.

Me quejo otra vez, notando como camina más rápido. Teniendo unas piernas tan largas, hace casi el triple de camino a comparación de mis piernas.

Joder.

Llego casi jadeando a las mesas cerca de la cancha de futbol, recorrimos casi todo el campus. Ian sonríe burlón, sacando mi celular de su bolsa y teniéndomelo ante la mira de Ash, que se acerca a nosotros y de Oli y Luna que están sentados, la última con burla en sus ojos.

—Ya me parecía raro el mensaje.—dice Ash, tomando mi celular y golpeando un poco el hombro de Ian.

El pelinegro se encoge de hombros y camina hacia la mesa de Oli.

—¿Estás bien?—pregunta con una pequeña sonrisa, frunzo el ceño al ver gracia en sus ojos.

Respiro un par de veces más antes de enderezarme.

—No soy muy atlética.—respondo con una sonrisa.

Agarro mi celular, abriendo el chat para ver el mensaje, mientras siento como Ash me mira de pies de cabeza, tal vez un poco sorprendido por mi verdadera estatura.

Si le molesta o le gusta no dice nada.

Pone su mano en mi cintura, guiándome hacia la mesa.

Levanto mis ojos, sin poder evitar plantar mi puño en el hombro de Ian.

Todos en la mesa se quedan callados. El pelinegro más divertido que sorprendido.

—Mi estatura es completamente normal, y mis zapatos también.—digo antes de sentar donde Ash indica.

La baja risa de Ian hace que todos en la mesa vuelvan a hablar, lanzándome algunas miradas curiosas.

Ash se sienta a mi lado, sin quitar su mano de mi espalda. Volteo a mi lado y me quedo un poco paralizada al ver a Oli. Su olor me golpea como un camión. Toda la maldita casa olía a eso.

Oli me sonríe, pero yo solo aparto la mirada. Mi corazón empieza a palpitar muy fuerte y mi boca esta completamente seca.

—¿Soph?—la voz de Ian me llama la atención, su ceño se frunce con molestia.

Miro a Ash y me doy cuenta de que ha estado llamándome hace un rato, tanto como para molestar a Ian para llamarle el mismo.

—¿Estás bien? ¿Quieres comer algo? Te vea algo palida—Luna voltea a verme, Oli parece incómodo y no devuelve la mirada.

—Estoy bien, podría comer algo, no tuve tiempo de comer en casa.

—Tampoco tuvo tiempo de traer cuaderno o lapicero el primer día de clases.—la mesa se ríe, miro mal a Ian, pero él nuevamente se encoge de hombros.

—¿Todo bien al llegar a casa? No me escribiste cuando lo hiciste.—la voz de Ash es más baja, como que si quisiera que nadie escuchara.

Respiro una vez más, tratando de concentrarme en algo más que en el olor de Oliver.

Le regalo una sonrisa amable.

—Puse pie en casa y caí rendida en la cama.—digo logrando que el chico a mi lado sonriera.

















Sophia's Outfit

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