Capítulo 13
Hacemos la fila para las palomitas, Luna y Oli se adelantan para cambiar los boletos.
Siento que alguien toma la tela de mi suéter verde. Volteo a ver a Ian, que juega con uno de los botones de la parte de abajo. Levanto la ceja, pero su pequeña sonrisa es lo que supongo, es la única manera que tiene de agradecerme por impedir que haya muerto por su alergia al chocolate.
Ruedo los ojos, ignorándolo.
—¿Por qué?—pregunto al ver los asientos.
Asher me mira con disculpa.
—Puede que hayamos sacado los puestos a la suerte.
—¿Los perdedores se llevaban a Ian?
—Querrás decir los ganadores.—dice el pelinegro, sentándose.
Veo como Luna y Oli se van hasta el fondo de la sala, donde claramente tendrán más privacidad, donde no estará Ian, me imagino, que molestando durante toda la película.
Le sonrío a Asher, para tratar de aliviar su clara culpabilidad ante el tema.
Me siento, suspirando, esperando que el leve dolor de cabeza que amenaza con salir se quede a raya.
La película empieza, algunos murmullos de las personas comentándola llenan la sala. Y unas risas lejanas que apostaría que son de Luna.
Respiro, concentrándome lo más que puede en la película y no en mi hermano con su novia haciendo solo Dios sabe que en la esquina casi vacía de la oscura sala.
Voy a agarrar palomitas, pero la mano de Ian me interrumpe.
—Dijiste que no querías.—susurro, viendo como su rostro se ilumina por la pantalla delante de nosotros.
Ian me mira, con ojos de burla antes de meterselas a la boca.
Escucho como Asher se ríe a mi lado, le dedico una sonrisa.
El castaño se mueve para agarrar palomitas, acercándose lo suficientemente a mí para depositar un leve beso en mis labios antes de meterse las palomitas a su boca y acomodarse nuevamente en su asiento.
Luego de veinte minutos, cuando la voz de Luna se está haciendo cada vez más insoportable de ignorar y la mano de Ian que busca desesperado las palomitas del fondo de la caja, se la entrego.
Ian se sobresalta, agarrando la caja casi en su rostro.
Se ríe a modo de victoria pero decido ignorarlo.
Levanto mi mano para tomar de mi soda, pero me encuentro que ni siquiera está en su lugar. Ian la ha tomado en algún momento y la ha puesto en su otro lado.
Suspiro.
Asher me pasa la suya, con una mueca de disculpa.
La tomo con una pequeña sonrisa, le doy un sorbo a su bebida, tratando de no hacer una mueca al sentir un sabor de bebida peculiar.
Siento la risa baja de Ian, pero decido no darle el gusto. Le devuelvo la bebida a Asher, agradeciéndole por lo bajo.
Me acomodo en el asiento, abrazándome un poco, cubriéndome lo mejor que puedo con mi suéter.
La película pasa delante de mis ojos, pero mi cabeza vuelve a la gran cantidad de personas haciendo fila para firmar.
Ellos solo ven lo que quieren ver, ven lo que el gobernador y su grupo de genios en marketing quieren que vean. Pero los fondos robados, los tratos ilegales que están bajo la mesa.
Un gobernador no puede ser tan perfecto. Y ellos tienen todo el derecho de saberlo, de saber por quién están perdiendo su maldito tiempo en filas interminables por promesas vacías.
La mano de Asher se mueve nerviosa sobre sus piernas. Trago saliva expectante de sus actos.
Trato de no sorprenderme tanto cuando finalmente mueve su mano para tomar la mía.
Una caja de palomitas vacías se pone sobre mis piernas.
Asher quita su mano y yo tomo la caja antes que esta caiga.
Si mis ojos no lanzas chispas es porque Dios quiere que Ian siga vivo.
El pelinegro se acomoda en su asiento, pero no logra ocultar su maldita sonrisa.
Estoy a nada de abrir mi boca para dejarle saber mi repertorio de insultos cuando mi celular vibra.
Abro mi cartera y como puedo veo una llamada entrante de un número desconocido.
Mi corazón palpita fuertemente.
Me acerco a Ash.
—Saldré un momento, necesito contestar esta llamada.—el chico baja su mirada y frunce el ceño al ver el número desconocido.
—¿Quieres que te acompañe?—niego con la cabeza.
—Vuelvo pronto.—me levanto, ignorando completamente a Ian antes de salir de la sala.
Camino hacia un pilar, poniendo mi espalda sobre este.
Cuando suena el tercer tono retengo la respiración, pero es cuando suena el cuarto todo que el ajetreado sonido del cine deja de existir.
Siempre son tres tonos, siempre tres antes de colgar.
Cuatro tonos...
Algo anda mal.
—¿Hola?—mi mano va a mi pecho, apretando en ese lugar donde el dolor empieza a ser más fuerte.
—¿Sophia Young?—mi ceño se frunce al escuchar una voz femenina vagamente familiar.
Mi mente parece completamente desconectada, tratando de ponerle rostro a la voz, pensando en todo lo que pudo salir mal.
—Lamento molestarte en tu tarde, habla la profesora García, hablamos esta tarde sobre ser asistente en algunas clases de arte.
Tengo que poner mi mano sobre mi boca para evitar que mi suspiro de alivio suene tan fuerte.
—Si, buenas tardes, profesora, muchas gracias por llamarme.—digo, pasando mi mano por mi cabello, tratando de calmar mi corazón.
—Vi que entregaste tu información y necesitaba llamarte, lamento nuevamente interrumpirte en tu tarde, estaba viendo que solo tienes una clase luego del almuerzo.—asiento, pero luego me doy cuenta de que no puede verme así que le contesto.—Te llamaba para hacerte saber que este fin de semana habrá una exposición, algunos de los chicos que se graduarán están preparando sus exposiciones, cuando estas terminen tendrán la oportunidad de exponer al público sus trabajos, necesitaríamos algunas manos para mover todo y también para guiar a los visitantes.
—Me encantaría ayudarles.—digo, anotando mentalmente todas las indicaciones que me da.
Meto mi celular en mi cartera, después de registrar el número de la profesora.
Siento unas manos en mi espalda, me giro viendo la pequeña sonrisa de Asher.
—¿Todo bien?—asiento, tomando una mano.—¿Tienes hambre? Pensaba huir de ellos. ¿Qué dices?
—No podría pensar en una mejor idea.
Me quito los lentes de contacto, suspirando aliviada al quitarlos después de todo el día. Lavo mi cara y me pongo mi pijama. Pongo sobre mi rostro mis lentes transparentes antes de salir de baño.
Camino a mi cama, poniendo mi computadora sobre mi almohada, acomodando una bolsa de papas en mi regazo.
Veo por novena vez la grabación de la última entrevista del gobernador. Y aunque hay una leve sensación de molestia en mi pecho anoto sus palabras con cuidado, notando un leve rash en su mano izquierda.
Mi historial de búsqueda está lleno de diferentes enfermedades que podrían indicar algo. La descendencia de mi padre aparece en una de las viejas carpetas que mi abuelo me compartió, las enfermedades de mi familia de parte de él no son muy prometedoras.
Fue un alivio descubrir que el gen de Alzheimer no estaba en mi sangre, sería un milagro que Oli no lo tenga, con el gen tan fuerte en esa familia. Pero ocultar la enfermedad de su padre es algo que el gobernador hizo muy bien.
No ha mostrado ningún síntoma hasta el momento, pero una enfermedad mental no ha de ser un atributo que se buscaría de un gobernador.
Abro una lata de gaseosa, tronando mi cuello, cerrando una ventana, volviendo a abrir otra donde un video de la madre de Oli aparece.
Su sonrisa es tan radiante como la de su hijo, pero la gran cantidad de fundaciones llega a ser sospechoso para cualquiera que ponga un poco de atención. La pregunta aquí es si ella sabe sobre los tratos de su esposo o si ella vive cegada también.
La notificación de mi correo aparece.
Sonrío emocionada, al ver el correo de la universidad de España. No se esperaba menos de las notas de Oli.
Ahora, ¿cómo hacer que él quiera irse?
Sophia's Outfit
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