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Pluma y Tinta

I

Frente a la ventana, una pequeña niña de cabello oscuro estaba sentada en un sillón, mirando con tristeza a las nubes que se movían en el cielo. Lo que más llamaba la atención eran unos enormes lentes que a simple vista denotaban los síndromes que padecía: miopía y astigmatismo.

Su vestido blanco parecía pálido y desvaído, y su cara pecosa estaba cubierta por una masa de cabello con reciente corte de pollina. A pesar de su juventud, su expresión reflejaba el peso de los años, y su mirada la tristeza de haber perdido algo, aunque nadie podía saber exactamente qué era.

Parecía como si hubiera perdido un pedazo de sí misma, y su espíritu estaba anclado a una tristeza profunda. La luz del atardecer se reflejaba en sus ojos, como si el tiempo se hubiera detenido para ella.

Su única compañía era un azulejo que todas las tardes se bañaba con el sol duraznero. El pájaro no conseguía hacer que la niña sonriera, pero el simple hecho de ver a una criatura viviente dando vueltas por la ventana le daba un poco de consuelo. El pájaro continuó con su zumbido, esperando que la niña lo alimentara, pero ella solo se quedó en silencio, pensando en el mundo de afuera. ¿Qué ocurriría en su vida? ¿Por qué pensaba demasiado?

El aleteo era un pequeño rayo de esperanza, un destello de luz en un mar de oscuridad. El pájaro se había marchado, dejando a la niña sola con sus pensamientos. La luz del atardecer se iba, y la oscuridad se cernía sobre la ciudad. A pesar de la oscuridad y la tristeza, la niña sabía que, con el tiempo, la luz volvería.

II

Notas manuscritas:

—Eres el Novio más bonito.

Ni Bonito, ni buenmozo, ni lindo. Solo adjetivos despectivos eran los que pasaban por mi cabeza cuando me decían elogios de ese tipo: Feo, orejón, flaco, eran los perfectos para hablar de mi bella fealdad.

—Eres un gran Odioso.

Tacharme de tener apariencia de mozo arrogante era algo
indiscutible y afirmativo, pero delegarme el hecho y la actitud de
un ser miserable y odioso era toda una injusticia. No solo por las palabras sinónimas y antónimas dignas de aparecer en el diccionario donde El eufemismo es todo un ser elegante y de notable placer, también por el hecho de no darse cuenta de la grande cortesía rústica que prodigaba a borbotones entre risas y sonrisas.

—Eres un Llorón.

Eso no lo discuto, siempre fuí una persona de la más sensible.
Cualquier cosa de lo más insignificante, pero que fuera a tocar
mi alma y pincharla con un alfiler, era la responsable de hacerme derramar lágrimas de cocodrilo, a veces ni cuenta me daba que estaba llorando, solo era menester ver mi almohada
por las mañana para darse de cuenta de que algo me afectaba.

—Te gustan las matemáticas.

Eso tal vez no era del todo cierto. Es cierto que siempre sacaba las máximas notas en esa materia, pero no es del todo cierto que me gustase completamente. Es como cuando un
contador está en la cumbre de su carrera profesional, sus acciones están al tope y tiene los bolsillos hacinados de dinero, pero no es feliz. Estudió algo por dinero pero no lo estudió por pasión propia. Tal empresario abandonó su oficina de trabajo al retiro prematuro porque no le agradaba su profesión, y se dedicó
a trabajar en un entorno menos estresante, pero lo que era su
lugar Perfecto: En las cabinas de una emisora radial.

—Te encanta tocar el piano.

Ese era mi eterno refugio, era mi lugar preferido cuando empezaba la tempestad, era mi "Entra y no te mojes para evitar una gripe" solamente escuchar las agradables melodías que nacían al azar cuando me sentaba frente a ese instrumento
musical era de lo más lindo. Tal vez no tenga un adjetivo adecuado para describir las emociones que recorrían mi alma cuando sonreía y lloraba al mismo tiempo que tocaba con la
vista cerraba. Algo patético para muchos, se había convertido en el cielo para mí.

—Comes y comes y nunca te llenas.

De los 7 pecados capitales, el que más me era propicio era la Gula, no paraba de comer, y no engordaba. Comía y comía de todo pero seguía en mi escuálida figura, seguramente eso fue lo que me llevó a anclar mi salud física a la comida.

—No te bañas, Caminas muy rápido, Eres Altísimo, Te gusta leer y Tienes los ojitos más lindos que he visto...

Estas predicciones eran unas verídicas y otras descaradas muestras de falsedad. Es verdad que camino como alma que lleva el diablo, es verdad que soy algo alto pero no tanto como los postes de las plazas, si es verdad que me he leído casi todo
Los Miserables de Víctor Hugo y muchos otros libros de Gallegos, pero no sé si sea verdad que mis ojitos castaños sean lindos, si yo lo asintiera sería una muestra definitiva de
arrogancia, y quiero evitarla.

—No te ríes mucho y a veces nada.

Soy serio, pero antipático no.

—Eres el Odioso más simpático.

Una clara contradicción de sinónimos y antónimos que colman de lirismo el lenguaje.

—Tu fin de semana se basa en ver películas en blanco y negro.

¡Me encantan esas películas!

—Eres Daltónico.

Me quedé sorprendido cuando me dijo en una de esas "Eres Daltónico" y yo simplemente quedé ahogado en la
incertidumbre de no conocer el significado de tan curiosa palabra.

Daltonismo: Defecto de la vista que dificulta distinguir ciertos colores o que los confunde.

Dalton, creo que lo he oído en algún lugar, es un nombre y a la vez un apellido, un arcoíris invertido, algo que tal vez nunca veamos en la vida real, un arcoíris que al unir todos sus colores forma un color perfecto: El Blanco, el increíble experimento que
Newton ideó hace 5 milenios, rojo, amarillo, naranja, verde, violeta morado y azul, ¿Índigo? creo que es el violeta, un arcoíris que si lo recorremos y alcanzamos antes de que se desvanezca, puedes correr con la suerte de conseguir un caldero repleto de oro resguardado por un duende arrogante.

En fin muchas leyendas dan a conocer el origen de los colores y el nacimiento del mismo arcoíris, aunque a veces la vida invierte los colores y ya no vemos las cosas de un mismo modo, sino que los vemos en blanco y negro, color tempestad, rayos, truenos y lluvia a cántaros borran con tumultuoso placer nuestro bello retrato impregnado de los más vivos colores, una gran maravilla realizada en un gran lapso de tiempo, pero arruinada por unas cuantas gotas de agua en solo unos pocos segundos.

¡Pero yo no sufría de Daltonismo por el amor de Dios! Simplemente me gustaba ver el séptimo arte en blanco y negro, ¿Eso me convertía en Daltónico? tal vez no, pero no puedo
negar que todos me veían como un viejo atrapado en el cuerpo de un adolescente.

Ella me conocía tan bien, y yo igualmente, pero tal vez me hacía el loco o sufría de Alzheimer prematuro y muchas cosas sobre ella se me olvidaban con frecuencia. Mi mente fue quedando en blanco mientras ella, hablando con enorme parloteo de mis locuras, colores favoritos, lugares de
preferencia, pasatiempos y canciones que estaban de moda, me llevaban al oscuro rincón del olvido. Mi mente me perdió, mi memoria caducó, esa era la palabra, me olvidé
significativamente de ella, hasta que una mañana recuperé la memoria y, en vez de alegrarme con regocijo, me llené de amargura al darme cuenta del error tan grande que había
cometido, o más bien, del error más grande que habíamos cometido los dos.

Solo tuve que besarla y verla a los ojos para decirle que el amor ya no bastaba, para ya no verla más, ni
siquiera como una amiga.

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