Mi Nueva Señorita Melancólica
¡Infinitos días sin vernos! La escena que quiero que ocurra prontamente, pero no será posible, ¿Por qué? Porque Nuestro trato empezó a
enfriarse… y no podía hacer nada para evitarlo.
Pårræ Rœbînsøń
I
La novia del joven era una chica atractiva, pero no de la manera convencional. Tenía los ojos un poco hundidos, como si hubiera pasado demasiadas noches sin dormir, y sus labios eran delgados y pálidos. Sus manos eran frágiles, y no eran las manos de una mujer diestra, sino las de una artista. Sus labios siempre estaban entreabiertos, como si siempre estuviera acercándose a decir algo y, luego, cambiando de opinión. Tenía la piel translúcida, como si pudieras verle el color de la sangre bajo ella, y todas sus uñas eran un poco rotas y desgastadas.
Era como si hubiera pasado una vida entre cosas duras, y sin embargo, parecía una persona al acecho de una alegría, de un momento de verdad y plenitud, que creía que le daría sentido a todo. Sus ojos también tenían una paz triste, como si hubiera visto muchas tragedias y hubiera perdido la esperanza, pero en su interior todavía hubiera un pedacito de esperanza, una pequeña luz que creía en lo mejor de la vida. Y, a pesar de todo, había una ternura en ella, una ternura que nadie se imaginaba.
—Bueno, debes entender que esa relación ya está terminada y, si tienes un reemplazo en mente, estás equivocado. — la mayoría de las personas le sermoniaban con este antes y después — Tienes que darte tiempo para sanar y entender qué pasó, por qué sucedió, y por qué, realmente, tú y ella no funcionaron. Al final de todo esto, quizás sientas una emoción muy diferente.
En algún momento del futuro, después de haber recorrido las montañas altas y los valles bajos del dolor, y tras haber visto la luz en el horizonte, el joven se dijo a sí mismo.
—Ahora ya estoy listo para enfrentar este dolor, este vacío que dejó en mi corazón.
Decididamente el joven empezó a entrevistar a muchas niñas iguales a la señorita melancólica para ver cuál ocuparía su lugar... Pero, aunque las otras muchachas eran bonitas, con una apariencia agradable, ninguna de ellas tenía esa ternura traslúcida, esa ternura que podía ser acariciada por el aire, y que brillaba como un sol pálido en su mirada. No encontró a ninguna que pudiera reemplazar a la señorita melancólica.
Desesperado, el joven aceptó a una muchacha para una cita formal. Ella parecía estar completamente indiferente y sin interés, mientras él hacía todo lo posible por mantener una conversación agradable. Pero, de pronto, ella le dijo.
—Está bien, dejemos las cosas claras: yo no estoy interesada en una relación seria, y tampoco me gustaría llevar esto a ningún lado. Solamente te invité porqué te preguntaba si querías ir al cine. Nada más. En cuanto terminemos esta película, tú y yo vamos a irnos por separado, y ya.
El joven se sintió herido, pero apenas tuvo tiempo de pensar en la ofensa, se consolaba en que la muchacha no usaba lentes ni tenía miopía y astigmatismo y no sería la indicada para el.
Ajuro las pretendientes tenían que usar lentes, si no no podrían competir por la vacante en su corazón.
De repente vio a una muchacha sentada a pocos asientos de distancia, en la misma sala.
Ella estaba viendo la película mientras comía golosinas. Tenía una sonrisa dulce, una expresión muy tranquila en sus ojos y una cabellera rubia que le caía sobre los hombros. Era tan diferente a la muchacha del café que el joven se preguntó cómo podía ser que hubiera coincidido con ella en la misma película. Después de un tiempo, la joven se dio cuenta de que él la miraba.
Al verlo, ella se sonrojó, y muy lentamente volteó la cabeza hacia él, y lo sonrió. La sonrisa le dio una calidez a su rostro, que ya estaba encantador. Ella dejó de mirar la película, y continuó sonriendo, mientras él, sin dejar de mirarla, empezó a sonreír también. Fue en ese momento que algo cambió dentro del joven.
El joven era muy torpe, pero ese mismo día, conoció a la familia de la chica, y estuvo unas horas hablando con ella. Le gustó escucharla, y sintió que su voz era suave como un bálsamo sobre su alma. La muchacha también le pareció una persona atractiva. Era muy distinta a la mujer con la que se había encontrado antes. De hecho, era casi prácticamente lo opuesto. Era más bien dulce, tranquila, daba la sensación de ser firme y contenida, y el joven sintió una especie de paz al estar cerca de ella. Él sabía que se había enamorado, y eso le causaba un temor, pero al mismo tiempo una sensación de esperanza.
—Ella tiene miopía y Astigmatismo. Puede ser la indicada para reemplazar a mi amargada señorita melancólica — se decía en su mente — Ya no me quiere, me mandó a casarme con una secretaria enciclopédica. Ya es una tontería seguir pensando en ella, debo borrarla de mi mente.
En la siguiente semana se las arregló para que se encontraran en una cafetería, donde charlaron durante varias horas. Al final, aceptó su oferta para ir de paseo por el bosque cercano, y así fue como empezó su historia de amor. Pasaron mucho tiempo juntos, la muchacha le hablaba de muchas cosas, y el joven la escuchaba con toda su atención.
Siempre sentía que no era capaz de decir ni la mitad de lo que deseaba decirle, pero ella parecía no importarle. Parecía contenta con disfrutar de la compañía del joven, y de tener la oportunidad de hablar de cosas que no compartía con nadie más. El joven nunca había tenido tanto en común con nadie, y conocer a esa mujer hizo que se sintiera parte de algo, de algo más que el estar solo. Sin embargo, a pesar de todo esto, al final del verano estaba llegando, y el joven sentía una preocupación creciente. No sabía qué pasaría cuando la muchacha regresara a la universidad, mientras que él, se quedaría en la ciudad. Así que, un día, tomó la decisión de hablarle de su problema.
II
El joven estaba nervioso, pero al fin encontró las palabras adecuadas.
—He recibido una oferta para trabajar en un laboratorio en Francia. Es una oportunidad increíble, pero la cuestión es que tendré que irme en unos meses, y probablemente durante varios años.
La muchacha escuchó y, después de unos instantes, tomó aire y empezó a hablar.
—No me siento enojada ni sorprendida, sólo algo triste. No estoy enojada contigo, sino sólo con la vida, la vida es muy injusta. Es como si me diera un regalo y luego me lo arrebatara, pero debo entenderlo, y debes seguir con lo que te apasiona. Yo me quedaré aquí, pero te escribiré cada día, no me importa lo lejos que estés, siempre estaré pensando en ti, y te querré.
El joven estaba un poco sorprendido de tanta ternura y comprensión.
—¿Pero y tú? ¿No estarás triste sin mí? — preguntó.
—Por supuesto que sí, pero ya sabes, la vida tiene muchas sorpresas. Yo dejaré que la vida siga su curso, y aceptaré que puedo ser feliz en otra forma. Será difícil al principio, pero seremos fuertes, porque estaremos unidos en la distancia, cada uno en su propio camino, pero conectados por lo que sentimos. Y tal vez, cuando regreses, recomenzaremos a crear nuevas memorias.
La muchacha tomó la mano del joven, y le sonrió. El joven le devolvió la sonrisa, aunque sabía que en su interior, no estaba preparado para cambiar su vida.
La vida cambió a los dos, pero lo suficiente para que ambos aprendieran a adaptarse y cambiar con los años. El tiempo no podía regresar, pero los recuerdos nunca se borrarían. Así, aunque ellos ya no fueran novios, fueron amigos a lo largo de toda una vida, que vivieron en distintos lugares, en distintos tiempos, pero conectados por un sentimiento sincero de amistad y amor. La vida cambió a cada uno, los días fueron sustituyendo los momentos que compartieron, pero ninguno olvidaría a la persona que conoció durante un verano, y quien lo marcó para siempre. Los tiempos cambiaron, la distancia los aisló, y la vida se hizo presente en una frase que la muchacha había grabado en una neurona de cristal fino.
—Espero que algún día encuentres a tu chica perfecta con miopía y astigmatismo.
El joven pensaba.
—Qué irónico es todo. Parecía como si hubiera pasado tanto tiempo, y se hubiera hecho tanto en la vida. Y sin embargo, aquí estoy, con una sonrisa, pensando en los viejos tiempos, en los recuerdos, en las risas, en los gritos y en los momentos. Todos esos tiempos fueron especiales, y no me arrepiento de nada.
A veces, el joven pensaba en la chica melancólica. Aunque la encontró extraña en ese momento, con el paso del tiempo, se dio cuenta de que era solo una persona con sentimientos intensos y que se comunicaba de una manera diferente. Pero, seguramente, si le preguntaban a la gente que lo conoció, a todos les parecería especial e única.
Con el paso del tiempo, al joven se le aparecía el rostro de la chica melancólica, con sus ojos inquietos y su sonrisa extraña, y sentía una felicidad, una paz, una nostalgia, un sentimiento único que le permitía sentirse vivo y conectado con la vida. Alguien con el que se pudo sentir en armonía en un momento tan fugaz de su vida. Alguien con quien pudo compartir una simple sonrisa, un momento incómodo y una aventura en una noche estrellada. Alguien con el que pudo sentir una belleza difícil de encontrar en la vida. Alguien con quien podría seguir sintiéndose conectado a pesar del tiempo, el distanciamiento y la vida.
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