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¿Conmigo o Contigo?

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Para muchas personas el peor día de la semana es un Lunes. Yo me aferro a ese paradigma.

Me parecen un comienzo repleto de oportunidades insensatas, una nula posibilidad que se abre cada semana para dar paso a los acontecimientos más inesperados: Qué alguien se levante del lado equivocado de la cama, me insulte porque el café está demasiado caliente, o simplemente vengan a decir que no utilizamos materia prima de primera calidad.

Hoy, además de las habituales expectativas que me invaden cuando abandono la cama por la mañana, me acompaña también un sentimiento mucho más perturbador: la vergüenza.

Estoy en peligro.

Esas notas se convierten en una canción llena de chillidos y ruidos fuertes, que invade a mi cuerpo de un pánico desgarrador. La Epinefrina se dispara, y apenas tengo el suficiente sentido común para permanecer lo más silenciosa posible.

Abro lentamente mis ojos resecos y me encuentro con una oscuridad total. Cuando vuelva a parpadear lo puedo ver a él nuevamente frente a mis ojos.

¡Por Dios! ¡Estaba más guapo y alto! Tenía un nuevo peinado, sus ojos marrones no habían cambiado lo absoluto; mientras que yo usaba lentes de contacto para cambiar el negro por marrón.

Antes sus llamadas eran mi cayado y talón de Aquiles. Me acuerdo de la comida de Huevo Podrido, y de haberme sentido enferma al llegar a casa. Y recuerdo... el espejo. Me he quedado inconsciente. Y entonces... la claridad se va y me deja en una penumbra delirante.

¿Qué quiere decir todo esto? ¿Por qué no puedo levantarme? ¿Porque siento mis pies adheridos al piso sin poder caminar a llevarle su orden? No puedo volver a mirarlo a los ojos. Prometí hace muchos años atrás que nunca lo volvería a hacer. Pero necesito subestimar esta orden.

Esa posibilidad hace que otra ola de pánico me atraviese. Los escenarios se
reducen y evolucionan hasta que soy una masa de ansiedad y desesperación. Podría estar en graves problemas sí tiró un plato al suelo o si mi jefe se da cuenta de mi nerviosismo. ¿Qué debo hacer? ¿Saludarlo? ¿Hacerme la indiferente? ¿Seguir corriendo del establecimiento?

Mi respiración se intensifica aún más y mi corazón late con tanta fuerza que
me duele físicamente al golpear contra mi pecho. Necesito las pocas fuerzas que me quedan para mantenerme en silencio.

Hacía toda clase de muecas y contracciones de cejas y mandíbulas como si un mosquito me molestara con ahínco. Miraba al piso, al techo, a mis laterales y la vista de ese chico seguía clavada en mi figura. Nunca me consideré una muchacha hermosa, era regordeta, enana, con unos lentes horribles, y solo corregir todo esto había causado más fealdad, la cual se acentuó con el pasar de los años y las arrugas de la vejez.

—Parece que estás narrando una historia de comedia, misterio o romance. ¿Puedo preguntar si el hombre de la panadería es Tu Amor
Imposible o algo así?

—No, no puedes preguntar nada Solo sigue leyendo y podrás averiguarlo.

—No sé si debo preguntar si parecía un mosquito muy insistente o si estas
expresiones eran debidas a su reacción hacia lo que estaba diciendo, está claro que tienes un buen ojo para los detalles y la empatía hacia los personajes, y me pregunto si lo estás utilizando para escribir una novela.

—Ese no es tu problema.

Y esto no es sólo cualquier tipo de vergüenza. Sino la vergüenza de sentirme inferior, de saber que los demás van a mirarme de una manera distinta, que van a conocer algo íntimo y personal de mí que me hace sentir vulnerable, expuesta.
No soy consciente de mis pequeñas faltas al caminar delante de mis
compañeros de clase, y sé que, si se diera una oportunidad de enmendar todos los errores pasados, no lo haría porque no me arrepiento de nada. Exceptuando haberlo dejado a él.

Seguidamente, mis ojos se desplazan a mi izquierda, donde está un hombre
que se ha detenido junto a una mesa de metal sin acabado. Tiene el cabello
más rubio que ningún otro príncipe de Inglaterra, pero aún le confiere un aire salvaje, y me echo un vistazo
rápido a mi rostro curtido y envejecido, marcado por años de sol y una mirada melancólica.

—Si lo conoces debes de ser cortez.

Me giré y salí de allí a paso apresurado, aliviada y preocupada a la vez. Aliviada porque al parecer le había gustado el cambio de aura, y preocupada porque mi jefe Podría despedirme, preocupada porque solo tú sabías dónde vendían ese pan tan salado, bien tenía la suerte de tropezarme de nuevo contigo, o bien debería prepararme para recorrer todas las panaderías del centro en busca del dichoso pan que te encantaba.

—No es necesario Señorita Melancólica. Lo único que quiero es saludarte y saber cómo estás.

El joven como por arte de magia estaba a mi lado.

...

Ya era de noche, La noche estrellada es una cosa maravillosa y mágica. Es como si la noche se hubiera convertido en un cuadro negro, y alguien hubiera pintado a la luz de las estrellas un paisaje espléndido, casi misterioso, en su superficie. Es una pintura que siempre está en movimiento y siempre se difumina. Es como si el cielo estuviera lleno de lucecitas de colores que bailan en sincronía. Cuando contemplas la noche estrellada, es como si no estuvieras mirando a un lugar, sino que te hubieras transportado a otro mundo, un mundo aparte del tuyo, un lugar de ensueños. Es un lugar donde la duda y el estrés se desvanecen y el alma vuelve a ser libre. La noche estrellada es un sitio en el que siempre hay posibilidades de cualquier cosa, incluida el perdón.

Lo único que faltaba era un abrazo, un cálido abrazo que hacía falta hacia mucho tiempo y que había causado una trombosis de maldad y una hipoacusia en ambos oídos.

La melancolía de ella había empezado a transformarse en una aprehensión, y al sentir sus brazos, el chico se dio cuenta de que era la misma sensación que él también tenía. Era como si no estuvieran solos, sino rodeados por una energía que había despertado, algo que había estado escondido detrás de la superficie del mundo. El aire estaba cargado de una intensa quietud que hizo que su aliento pareciera más fuerte, y la oscuridad pareciera más profunda, poblada de estrellas. El calor que emanaba de ellos dos, unido por una sola bocanada de aire, era como el roce de dos planetas en el espacio, como si fueran parte de un universo que giraba alrededor del sol que ya no estaba.

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