¿Puedes leer mi mente?
Te miraba y varias veces nuestras miradas chocaban,
pero por algún motivo ya no podía sostenerte
la mirada y fue ahí donde supe
que ya nada sería como antes.
Mío, solo mío; Katherine Roque.
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Narra Taylor Díaz
Estoy a punto de cometer una locura, un acto atroz que atenta contra mi vida. Si es que se le puede llamar vida.
Un sollozo se construye en la parte posterior de mi garganta. No puedo respirar. No puedo eliminar el peso que siento sobre mis hombros en este momento. La desesperación es tan grande que apenas soporto estar en mi propia piel.
Me falta poco para estallar. Ya no puedo más. No puedo seguir con esto.
Mis piernas tiemblan, las manos me sudan y mi mente me dice que lo haga, que ya no hay solución posible, que esa es la única manera de calmar mi alma en pena, pero soy un cobarde. No tengo las agallas suficientes para hacerlo y aún así lo haré.
Coloco las palmas de mis manos sobre la superficie de la ventana polvorienta y observo hacia abajo. La altura es tan alta como para provocar una muerte instantánea o por lo menos una parálisis en todo el cuerpo.
«Bien Taylor, tienes que hacerlo... debes hacerlo... tú puedes. Le harás un favor al mundo y a ti mismo»
Esto es justo lo que mi padre querría que hiciese, que actuara como un demente y me volviera lo suficientemente loco como para saltara de esta venta.
«Felicitaciones padre. Conseguiste tu objetivo»
Cierro los ojos y una suave brisa acaricia mis mejillas. Respiro hondo por última vez, ya estoy listo para saltar...
Un sonido retumba en mis oídos con impertinencia. Parece ser el sonido que provoca una puerta cuando alguien golpea en ella con extremada violencia. Escucho la voz de una persona conocida llamándome a lo lejos por el apodo que él mismo me impuso. Sé de quién se trata y no puedo estarle más agradecido.
Esa persona acaba de impedir a tiempo mi propia muerte.
Abro los ojos para girar mi mirada hacia la puerta, la cual está siendo embestida por una bestia que grita exasperada la frase que suele decirme: "Mocoso de mierda"
Carraspeo la garganta para aclarar mi voz quebradiza y áspera.
-No estoy -digo en un hilo de voz.
Pero esté continua golpeando con mucha más fuerza
-¡ACABA DE ABRIR LA MALDITA PUERTA! -vocifera furioso, irascible y muy en el fondo diría que hay algo de preocupación en él.
-¿E-eres tú?
- Sí, soy yo... Jacob -esta vez suena más calmado, pero su respiración sigue siendo agitada-. Ábreme... por favor.
«¿Por qué apareces justo en el momento que más necesito de la compañía de alguien?» Eso era lo que deseaba preguntarle, pero no puedo. Parecería un estúpido si le dijera una cosa de esas.
Quería estar cerca de alguien y al mismo tiempo quería estar solo. Ni siquiera yo puedo comprender lo que siento realmente.
Camine hacia la puerta. Los pasos se me hacían pesados y el cerebro me jugaba alucinaciones haciéndome creer que el pasillo se iba alargando con cada movimiento que realizaba. Con mucha dificultad logré llegar al cierre de la puerta y lo retiro dando paso a que Jacob entrara sin siquiera esperar a que yo le indicara que pasase. Él solito se dio la autorización de adentrarse en mi cuarto y cerrar la puerta tras de sí.
-¿Qué estás haciendo aquí? -Es lo mejor que se me ocurre para preguntarle.
Mi rostro seguía estando hinchado y con la visión nublada de tanto llorar, pero nada con parado con el aspecto desaliñado del sujeto frente a mí. Cualquiera diría que Jacob acaba de correr una maratón para llegar a mi habitación: tiene sudor en la frente y en el cuello, aún teniendo en cuenta de que estamos en invierno y la temperatura es fresca; su respiración es agitada y tanto su cabello como su ropa están descolocado.
¿Qué será lo que estaba haciendo Jacob antes venir a verme? o mejor dicho ¿cuál era su desespero para que le abriera la puerta?
¿Es que acaso estaba preocupado por mí?
-Intentaste suicidarte ¡¿Es que acaso te has vuelto loco?! -brama a la par que se acerca a mí lo suficientemente rápido como para no darme tiempo a reaccionar.
Nuestros cuerpos casi se rozan el uno con el otro. El idiota acaba de invadir mi espacio personal, ese que tanto valoro. Puedo sentir su respiración en mi rostro y ahí es que me doy cuenta de lo diminuto que soy comparado con él. Jacob tiene que flexionar un poco las rodillas para que sus ojos puedan conectar con los míos.
-¿Q-qué quieres decir? -cuestiono sin comprender lo que dice
Aunque aquí la pregunta más sorprendente es:
¿Acaso Jacob puede leer mi mente?
¿Cómo es que sabe que yo estaba tratando de quitarme la vida?
-Escúchame -agarró mi rostro con ambas manos obligándome a mirarle a los ojos- ¡Te vas a olvidar de esa estúpida idea de quererte morir. No porque tuviste una mala experiencia tienes que dejar de vivir, no le des el gusto a esa persona que tanto daño te hizo y no quiero que vuelvas a sentir que tu vida no vale una mierda y mucho menos quiero que pienses que estas solo... porque no lo estas... porque ahora me tienes a mí! ¡¿Te quedó claro?!
Un nudo en mi garganta me impide seguir respirando con normalidad y es que escucharlo decir cada palabra provoca en mí un gran vacío y unas ganas inmensas de derrumbarme en sus brazos. Mis lágrimas no pudieron resistir y terminaron deslizándose por mis mejillas dejando atrás un camino húmedo sobre ellas para luego escurrirse en las manos ajenas que me sostienen el rostro.
-Yo-yo... yo -No podía ni articular.
¿Cómo es que un perfecto desconocido pudo tocar ese nervio tan sensible en mí?
¿Cómo?
Ni siquiera me conoce y habló como si supiera hasta la persona que me causo toda esta mierda.
-No hace falta decir nada -Me envuelve entre sus brazos, reposa una de sus manos en mi nuca haciendo pequeños círculos con los mechones de mi cabello y coloca su mentón encima de mi cabeza. Mientras que yo solo me limito a recostar mi mejilla izquierda por debajo de su hombro.
Nuestro cuerpos están muy, pero muy pegados uno con el otro. Tanto así, que puedo sentir la firmeza de su pecho, el latir de su corazón o la tranquilidad que adquiere su respiración. Todo esto junto me brinda una paz y armonía que nunca he llegado a sentir antes, haciendo que olvide hasta el por qué estaba llorando hace unos minutos.
Es como si él supiera exactamente lo que necesitaba.
No sabía lo que estaba pasando, pero no me molestaba en lo absoluto y lentamente le devolví el abrazo.
-Bien, pero tampoco te emociones mucho -dijo apartándose de mí y anteponiendo una distancia considerable entre ambos-. Solo vine para que dejaras de pensar en esas estupideces.
-Y-y como sabías lo-lo que estaba pen...
-Eso te lo explico luego -Me interrumpe y sale de mi cuarto como mismo entró, dejándome con más dudas que respuestas.
Al día siguiente.
Esta vez la mujer que despachaba el alimento me entrega la bandeja que me corresponde. Su contenido... mejor ni saberlo así que localice una mesa vacía y me precipite a reclamarla como mía antes de que alguien más ocupara el puesto.
Tarde.
A unos centímetros poseerla solo para mí, llega Connor junto a sus otros dos compañeros y se sientan a la mesa haciéndome quedar como un idiota.
-Lo siento, llegas tarde. Ahora el sitio es nuestro-se ríe el líder del grupo y los demás le hacen el coro.
-¿Qué tienes ahí? -Uno de los dos lame botas de Connor se acerca a mí y avienta por los aires la bandeja que sostenía entre mis manos- Ups, se cayó.
No había comido nada decente durante semanas y ahora que tenía la oportunidad de alimentarme este viene y esparce mi comida por los suelos.
No voy a dejar que se burle así sin más delante de mis narices.
Una ira incontrolable se apodera de mi cuerpo. Toda mi sangre paceré haberse acumulado en mi rostro, hasta puedo jurar que en este instante mi tono de piel en vez de ser blanco, es un rojo intenso.
Aprieto los puños, tenso mi mandíbula, mis ojos desprendían fuego y sin pensar en las consecuencias golpeo en el estómago al sujeto, para que sienta el mismo dolor que siento yo cuando mis tripas crujen y también porque era el único lugar que alcanzaba o de lo contrario lo habría golpeado directo en la cara.
El sujeto se retuerce un poco y maldice por lo bajo, pero apenas se recompone sobre sus pies me lanza un puño. Entonces alguien me agarra de la chaqueta, arrastrándome hacia atrás, justo a tiempo como para colocarse delante de mí y detener el gancho que se supone que me terminaría golpeando y todo eso sucedió en unas milésimas de segundo, era como si el tiempo se hubiera detenido.
Los otros dos vampiros se levantaron de sus sillas sobresaltados.
Jacob fue la persona que se interpuso entre mi atacante y yo.
Y, cuando Connor intentó entrometerse para defender a su compañero vampiro que yace en el suelo, el Alfa le lanza una mirada fulmínate indicándole que si daba un paso más lo lamentaría.
-Déjalo Connor, tu amigo fue quién empezó primero -le advierte Jacob haciéndome sentir pequeño.
-¿Qué pasa Jacob? ¿Ahora te dedicas a ser niñera? -bufó Connor y unas risitas contenidas llegaron a mis oídos.
-Pues, fíjate que sí -Se acerca más a Connor poniéndose frente por frente a él luciendo realmente intimidante-. Ahora el mocoso es mi problema y si te metes con él, te metes conmigo.
Connor me echa un vistazo rápido por encima del hombro de Jacob para luego colocar su mirada en los ojos enrojecidos del Alfa. -¿Esa basura? ¿Qué ganas tú ayudándole?
-Eso no te incumbe, quedas advertido -da media vuelta y se dirige hacia mí-. Vámonos mocoso.
Miré a Connor de soslayo, no estaba muy feliz por lo que acaba de ocurrir. En su rostro era evidente la confusión, el enojo y el desprecio hacia mi nuevo compañero.
Cada vez entiendo menos lo que pasa con Jacob. Un día me defiende al otro me amenaza de muerte para luego terminar consolándome en mi habitación y ahora les prohíbe al grupo de tres vampiros ponerme un solo dedo encima.
¿Qué demonios le ocurre?
Es un bipolar de mierda.
-Siéntate -Me indica un asiento vacío al frente del suyo y le obedezco-. Toma.
Jacob me ofrece su bandeja a medio comer, algo bastante sorprendente viniendo de él, pero no lo pensé dos veces para agarrar la bandeja y empezar a ingerir su contenido con desesperación.
-¿Por qué me ayudas? -pregunté con la boca llena.
-Me agradas -revela sin mostrar ninguna expresión mientras me observaba comer-, y no hables con la boca llena.
-Umju -asentí aún teniendo comida acumulada en la boca, en estos momentos me parecía a un hámster con los cachetes rechonchos.
🐺
Ya habíamos salido del comedor, pero la curiosidad que sentía por Jacob seguía aumentando y no me percate de que llevaba un par de minutos observándole fijamente.
Puede que él haya levantado esos muros impenetrables que no dejan que nadie se le acerque. Sin embargo, yo sé que él solo finge ser fuerte, intocable, una bestia sin sentimientos.
Se oculta tras una máscara como si estuviera evitando que alguien más pudiera volver a hacerle daño.
En el fondo, pero muy en el fondo sé que es un chico sensible al que lastimaron. Todos tenemos un corazón, aunque Jacob se esfuerce al máximo por tratar de ocultarlo y envolverlo en una capa espesa de hielo.
-¿Qué me miras, mocoso?
Me doy cuenta de que aún no había apartado la mirada de él y corto el contacto visual.
-Nada y mi nombre es Taylor.
-Yo te digo como yo quiera, "mocoso" -recalca esta última palabra.
¿Por qué se comportaba así?
Hace un momento en mi habitación parecía que yo le importaba e incluso me defiende de esos bastardos, pero siempre que nos quedamos a solas se comporta como un imbécil.
Mejor ignoro su provocación anterior. No estoy para discutir y mucho menos con él.
-¿Tú sabes lo que estoy pensando? -solté tratando de desviar el tema de conversación.
-Puede que sí -responde restándole importancia y sin mirarme a los ojos.
-¿Cómo lo haces?
-Ese es mi don: tú cerraste una propuesta sincera que te ofrecí y a cambio me puedo meter en tu cabeza casi todas las veces que yo quiera.
-Pero yo no puedo saber lo que tú piensas -le digo.
-Por supuesto que no -responde aún sin dirigirme la mirada.
-¿Por qué?
-Porque para eso tenemos que hacer un pacto de sangre.
-¿Podemos? -pregunté con entusiasmo.
Sería increíble poder leer su mente, así cada vez que quiera saber en que está pensando el indescifrable Jacob ya lo sabría de ante mano e incluso si me estuviese mintiendo también podría saberlo. Tengo muchas preguntas que hacerle, pero estoy seguro de que él nunca respondería con total sinceridad. Sin embargo poseer esa habilidad me podría ayudar a entender muchas cosas.
-No -responde Jacob arrancándome cualquier ilusión pudiese tener-, no necesito a un mocoso metido en mi cabeza.
Bien, hasta aquí llegaron mis límites. No voy a permitir que me siga llamando "mocoso" por el resto de mi vida. Ya no soporto más sus ofensas y si se enoja conmigo después no me va a importa una mierda.
-¡Si yo soy un mocoso, tu también lo eres, porque que tú tengas tres años mayor que yo no te hace superior a mí! -chille a gritos.
Ya estaba harto de ese sobrenombre que él me impuso. Así que le restregué en cara exactamente lo que pensaba. Sin embargo, en ese mismo instante me arrepentí de haberle gritado.
Se supone que no debo faltarle al respeto de esa manera a un alfa, pero mi insolencia no iba a pasar por alto
Sus ojos tomaron un color rojo intenso, parece que lo hice enojar.
-¡Escúchame bien, mocoso de mierda! -masculló con la mandíbula tensa y una mirada que podía matarme a la par que me estampaba contra un muro y me agarra con violencia del cuello-. El hecho de que te defienda de los otros no significa que tenga que comportarme contigo.
-Lo-lo siento... yo -musite por lo bajo con los ojos entrecerrados a unos milímetros de tomar la mano de Jacob para que disminuyera la presión que me hacía daño, pero tenía miedo de que me golpeara con la otra mano. Así que espere paciente hasta que se calmara y me dejara ir.
El aroma amenazante que desprendía el alfa me causaba mucho pavor, con esos ojos en un ligero tono carmesí y los colmillos afuera casi hace que me haga pipi en los pantalones.
-No me provoques, mocoso, porque cuando quiero ser bueno, soy muy bueno -golpea la pared con el puño abierto -pero cuando quiero ser malo, soy muyyy malo.
Gire mi cabeza de tal forma que pegue la mejilla a la pared y coloco las palmas de mis manos en el pecho ajeno que me oprime la respiración, tratando de poner un poco de distancia entre ambos.
-Por-por favor... no me... lastimes al-alfa -No podía escuchar mi propia voz.
Las lágrimas se desprenden mis pestañas. Tenía mucho miedo, podría jurar que me iba a abofetear en cualquier momento. Me recordó a papá. Cada vez que mi padre se enojaba se comportaba como lo está haciendo Jacob ahora.
Mi cuerpo entero temblaba, no podía evitarlo. Sin embargo, él solo se apartó de mí, aún con los ojos carmesí y la mandíbula tensa, y se fue.
Deje escapar todo el aire que tenía reprimido en mis pulmones. Estaba aliviado de que esta situación no terminara de peor manera. Entonces es cuando me percato de la humedad que se extiende en el interior de mis pantalones.
Me hice pipi.
Subí a mi cuarto antes de que alguien pudiera darse cuenta.
Una vez ahí entre en el baño y decidí darme una ducha. Abrí la llave de la misma, pero el agua no era lo único que se deslizaba por mi rostro, las lágrimas también recorrían mis mejillas mezclándose con la fría agua. Todavía estaba temblando. Nunca había sentido tanto miedo en mi vida ni siquiera mi padre me había causado esa impresión.
Ahora no sé si podré seguir confiando en él, no después de todo lo que ocurrió hoy.
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Pregunta
¿Ustedes siguen confiando en Jacob?
¿Qué opinan de su comportamiento?
Alguien sabe el porqué de su bipolaridad
Con cariño Katy 😘❤
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