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Capítulo 8: Monstruo.

–¿Cómo debería hacerlo?–

–¡Por favor, detente!–

–Oh, querida, no sabes cuánto lamento involucrarse en esto.–Dijo con una falsa mirada de tristeza en su rostro, luego rió.– Es mentira, amo que seas tú, no debe ser de otra forma. Desde la primera vez que te vi... te odio.

El dios del engaño acariciaba el vientre hinchado de la castaña. Está forcejeaba pero las cadenas que la ataban no se moverian por su insignificante fuerza.

Medio hora antes Jane se sorprendió al ver el repentino cambio de humor en el dios. Habían pasado 2 días desde el incidente en la fiesta. Recibió una llamada de Loki, citandola en una extraña dirección. Pensó que tal vez se disculparía, pero al llegar se dió cuenta de que el lugar estaba deshabitado. Por poco se va, pero sintió una mano helada sujetándola. Y luego, la oscuridad.
Al despertar se encontró con un dios desquiciado. Ardiendo en ira que no quería demostrar poniendo una máscara de sarcasmo.

–Dime, ¿quieres verlo? Porque puedo sacarlo de aquí. ¿O simplemente debería dejarlo y asesinarlo dentro? Eso sería más problematico para ti, ¿no es verdad? Seré gentil.

La mujer lloraba desconsoladamente.

–¡No le hagas daño! ¡Haré lo que quieras! ¡Pero, por favor, no lastimes a mi bebé! ¡No lo lastimes!

Era molesta así que le cerró la boca.

–Que amable de tu parte, pero no me puedes dar lo que quiero.

“Porque ni yo mismo lo sé” Completó la oración para él.

–Ahora mismo me harías un favor muriendo, pero ¿no crees que es muy fácil? Yo quiero verte sufrir, quiero que recuerdes este momento y lo que te hice, que desees mi muerte con la misma intensidad con la que yo deseo la tuya. Pero no te daré ese gusto, porque soy un dios, cariño. Viviré más que tú y te veré morir.

Jane Foster lloró, de una forma como nunca antes había visto, cuando Loki colocó una mano sobre su barriga descubierta, luego la separó y una daga apareció. La mujer gritó, pero el hechizo no le permitía hablar.

Los minutos parecían eternos. Podía sentir al bebé dentro de esa mujer. Una niña. Una niña con unos hermosos ojos azules...  como los de Thor.

Demonios.

Apretó los dientes...

Respiró profundamente...

Y colocó el filo de la daga sobre la bronceada piel de la agonizante mujer.
La piel se cortó lentamente mientras que un hilo de sangre bajaba por su vientre.

Su respiración se agitó, por algún motivo.

Se detuvo al sentir lágrimas amenazando con salir. Jane lo miró, no parecía molesta, ni siquiera aterrada.

Por un instante ella sonrió, pero no con burla, sino con misericordia en sus ojos.

–¿Me estás perdonando?

Ella no respondió, no era como si pudiera hacerlo, pero en cambio asintió débilmente.

Se paralizó y sus manos empezaron a temblar.

Tragó saliva.

¿Por qué hacía eso? ¿Quién era ella para perdonarlo? ¿Qué tenía que perdonar?

¿Acaso creía que no lo haría? ¿Lo subestimaba? Lo subestimaba.

No le daría motivos para hacerlo.

No.

¿Por qué sus malditas manos se negaban a moverse?

Pero, como siempre, su hermano llegó en el momento justo.

Thor llegó rápido como un rayo, jadeando, cubierto en sudor y asustado. Muy asustado.

¿Quién lo estaba más?

Le lanzó un mirada furiosa. Se acercó y le propinó un golpe tan fuerte como para noquearlo, y por poco lo hace.

–¡¿Qué demonios crees que haces?!– Gritó el rubio con desesperación en sus ojos.

Ah, dolía como el infierno.

Acarició su mandíbula que ahora estaba hinchada.

Sonrió mirando a su hermano.

–¿Por qué estás llorando ahora? ¡Siempre es así contigo! ¡Siempre te arrepientes cuando es demasiado tarde! ¡¿Por qué lloras ahora?!

Su hermano lo levantó tomándolo del cuello. Debido a la falta de aire no pudo mantener el hechizo sobre la mujer, las cadenas desaparecieron.

Apenas fue liberada corrió hacia Thor jalando su brazo desesperadamente.

–¡Thor! ¡Thor, suéltalo, lo estás lastimando! ¡Él no iba a hacerme daño!

Thor no contestó. Pero esas palabras sacaron unas carcajadas de la boca del pelinegro, unas carcajadas que produjeron un sonido extraño por la falta de oxígeno.

–¿Acaso eres una santa? ¿Creíste que no lo haría? Mujer estúpida.– Jadeó intentando detener sus lágrimas.

–No lo harías.–Contestó ella, convencida. Y eso no se sintió bien, porque Thor era el único que debía confíar en él.

Y no lo hacía.

No lo hacía.

Desvío la mirada para encontrarse con la penetrante mirada de su hermano sobre él.

Apretó su cuello con más fuerzas. Hasta que un brillo se instaló en sus ojos, se paralizó.

–¿Es eso verdad?– Murmuró casi para sí mientras una enorme sonrisa iba formándose lentamente en su rostro.

–¿Thor?– La castaña se extrañó.

Su actitud era extraña. Thor lo soltó, pero no sé volteó a verlo.

–Jane, vamos, debo hablar contigo. De verás no sé qué haré con él. No sé qué haré, pero... No, hablemos. Vamos algún lugar donde podamos conversar tranquilamente.

La tomó de la mano, y avanzaron juntos hasta la entrada.

Pero antes de salir la mujer se detuvo.

–¿Qué pasará con Loki?– Dijo en un susurro.

Thor se volteó. Su mirada era severa, pero no como antes, no con ira. Ahora sólo parecía estar decepcionado.

–Ya hablaré con él. Más tarde. En casa.

Y sin más la tomó por la cintura, llamó al Mjolnir y salieron volando juntos.

Loki aún luchaba por recuperar el aliento.

No había estado tan mal.

Ese “En casa” Significaba que aún podía ir allí. Él lo esperaría.

Así que lo lógico sería no ir.

Pero... Thor lo esperaría.


Eran... Eran suficientes trucos por un día.


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